ContrahegemoniaWeb

Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

¿A los salvavidas? Dólar, causas y consecuencias de la variable que más psicosis colectiva produce

Especial para Contrahegemonía

Ser de izquierda y hablar del dólar ¿Una contradicción?

Escribir una nota fruto del brusco salto del dólar parece ser una contradicción si uno es de izquierda. Más aún son los sectores de centro y derecha los que están al acecho en estas situaciones a fin chicanear baratamente a los zurditos de Palermo que se asustan con la subida del dólar. Con todo, y más allá de lo barato de la chicana es importante desentrañar algunas cuestiones que explican el interés por un fenómeno que parece tan ajeno a lo popular.

En primer lugar hay que decir que el dólar es en sí un bien sunturario. Ya sea que se lo utilice para viajar, para realizar compras en el extranjero o para garantizar el valor de los ahorros, pareciera tratarse de un consumo cuanto menos lejano a las posibilidades de los sectores populares. En este sentido vemos que no es el alza del billete en sí el hecho más preocupante sino las consecuencias que éste trae consigo.

Y lo que el dólar trae consigo es inflación. En una sociedad que aún tiene presentes las hiperinflaciones de fines de los 80, principios de los 90, relacionadas al catastrófico fin del Plan Austral, el dólar juega un rol central. Podemos hablar realmente de una sociedad dolarizada, tanto en los productos que tienen insumos de origen extranjero, como en los de producción integramente local. Es que de lo que se trata es de resguardarse contra la pérdida de valor de nuestra moneda, tanto frente a la divisa extranjera, como, fundamentalmente frente a los bienes y servicios. Es por ello que ante el primer atisbo de devaluación o de mera fluctuación cambiaria la inflación avanza  fuertes puntos porcentuales. Esto se ve fortalecido en un contexto inflacionario que en febrero de 2019 superará el 50% interanual.

De este modo, preocuparnos por el dólar  desde una mirada de nuestro pueblo, es preocuparnos por el pago de luz, agua y gas -tarifas abiertamente atadas al dólar y que ya a esta altura suben 2 o 3 veces poraño-. Es preocuparnos por el acceso a alimento y salud, al estar el primero atado a precios de las exprotaciones y al sufrir ambos la remarcación por aumentos en el combustible. Y es también preocuparnos por el derecho a la vivienda -en un país donde las propiedades están en dólares- y a la posibilidad de ahorro -que no debe ser privilegio de ninguna clase- sea para hacer frente a situaciones de desempleo, como para poder darse algún gusto.

La economía: El terror en el gobierno de los economistas.

Si hay algo en lo que se esperaba que el Gobierno de Cambiemos fuera sólido era en los índices macroeconómicos. No en vano el mismo está lleno de empresarios y economistas. Quizás sea por eso que impacte más que hayan hecho todo mal.

Te puede interesar:   Decenas de miles de manifestantes de la Unidad Piquetera volvieron a manifestarse por trabajo y contra el hambre

Si bien una primera explicación podría ser -y es- que son neoliberales, no alcanza esa mera descripción para justificar la dimensión de su fracaso. Más aún, la anterior experiencia de este estilo, tuvo al menos al principio algunos índices favorables para mostrar. Mientras crecían la pobreza, el desempleo, la flexibilización laboral y la venta del país, el primer periodo de gobierno menemista lograba mostrar una estabilidad monetaria, que podía presentar como un alivio luego las catástrofes de fines de los 80, principios de los 90. A su vez el P.B.I. mostraba un crecimiento sostenido que si bien estuvo lejos de ser un indicador de impacto positivo en la sociedad, tranquilizaba a los grandes capitales y generaba alguna ilusión, teoría del derrame de por medio.

Nada de esto puede mostrar Mauricio Macri. Medida tras medida, fracaso tras fracaso, podría ser la descripción de un Gobierno que, a fines de 2019, dejará peores salarios, mayor pobreza e indigencia, una economía más chica que en 2015, una deuda sideral, tres años de déficits gemelos, divisas descontroladas y, al igual que en los 90, destrucción total de las industrias y el mercado interno. Nada, en lo más absoluto de la palabra, puede ser rescatado por ningún sector social que no sean los banqueros o fondos especuladores que han fugado los miles de millones que hoy le debemos al F.M.I. y a los tenedores de bonos -que más temprano que tarde terminarán en manos de fondos buitres.

Dentro de las múltiples causas de esta situación dos son al menos las más evidentes. La incapacidad política de dar una derrota definitiva a los sectores populares ha limitado el ritmo del ajuste que el Gobierno se propone realizar. Las medidas van quedando inconexas, se vuelve numerosas veces atrás, el pueblo frena en la calle lo que lxs legisladores dejan pasar en el Congreso y enfrenta las tendencias a las cesantías y suspenciones masivas. Así, cuando los sectores especulativos -la timba financiera- observan los límites concretos del Gobierno para hacer pasar el ajuste, deciden asegurar sus ganancias, liquidan bonos, fugan dólares y hacen crecer devaluación e inflación a pasos agigantados.

Por otra parte está el problema del librecambismo. Argentina se presenta como país aperturista a los mercados internacionales en un contexto de crisis y guerra económica. Se abren fronteras, se disminuyen impuestos, condiciones y regalías, a cambio de poder realizar exportaciones que cada vez pagan más impuestos y ven sus cuotas reducidas -consecuencia de esto son tres años de un déficit comercial que sólo se ha revertido por la recesión. Se ata así nuestro país a las reglas del mercado extranjero, en un contexto en que los únicos capitales que llegan son los especulativos. Nada a la producción, todo a la bicicleta financiera. Capitales especulativos, golondrinas. Capitales que vienen y se van rápidadmente, en función de pequeñas variables manejadas por los países centrales -la suba en la tasa de interés de EE.UU. por menos de un 1% durante el 2018 fue el desencadenante final de la devaluación de nuestra moneda en un 100%. En definitiva, Capitales que requieren de falta de regulación tanto para introducirse como para irse de los países en que son invertidos.

Te puede interesar:   Macrisis: el ¿mejor? homenaje de Cambiemos a la dictadura

A esto se ha atado nuestro país. Poderosos flujos de dinero sin impacto en la economía real cuando llegan y capaces de producir la destrucción de la misma cuando se van. La falta de regulación es la regla y ha sido coronada como ley fundamental en los espúreos acuerdos con el F.M.I. Ejemplo de esto es la banda de flotación del dólar, que le impide al Banco Central la intervención directa en el mercado de divisas hasta que la moneda extranjera no supere los $50 -lo que implicaría una devaluación de más del 25% en el primer trimestre-, al tiempo que acota fuertemente la misma en caso de superar dicho precio de referencia.

Es este el panorama que se abre al día de hoy y que comienza a acercar la inflación de 2019 a índices que se acerquen e incluso superen los de 2018. Las única variables que pareciera tener el Gobierno frente a esto son la venta de dólares en el mercado de futuros -cualquier denuncia previa no pareciera tener importancia- y el aumento de las tasas de interés de referencia que ya superan en 50% anual y que están matando a nuestra economía -agudizan la recesión que para este año ya se calcula en torno al 2%-, y por ende a nuestro pueblo -Pymes que cierran, suspensiones y despidos son el correlato diario de estas medidas.

Para pagar la deuda -social- la única mediad posible es no pagar la deuda

Estamos en un año electoral cargado de tensiones. Ante la catástrofe económica y social acelerada que ha generado Mauricio Macri -en 4 años hizo lo que a Menem le tomó 10-, se alza un abanico de opciones que han llevado a los movimientos populares a fuertes cruces y tensiones que concentran los debates de la actualidad. Sea cual sea el nombre de lxs candidatxs en boga, dos parecen ser los preocupantes consensos mayoritarios: la salida es electoral y la deuda debe renegociarse.

Te puede interesar:   Las crisis son de nosotres el crecimiento es ajeno

El último de estos consensos parece basarse en una lectura ahistórica y aespacial. En primer lugar porque no estamos en el 2001, el mundo está en crisis y ninguna renegociación de deuda será tan viable como la realizada postdefault. En segundo lugar, porque si hoy se habla de una salida a la portuguesa, no es menor tener en cuenta que nuestro país dista de formar parte de un continente central y más aún de la Unión Europea. Pero hay más, la última experiencia de pago serial de deuda, tan positivamente leído por numerosos sectores, ha garantizado la impunidad de fugadores y tomadores de deuda fraudulenta; ha implicado un costo de oportunidad enorme, dado que ese dinero se pudo utilizar para el desarrollo nacional y el bienestar popular; ha permitido la aparición de juicios como el de los fondos buitres; y en términos porcentuales (deuda/pbi) ha sostenido la deuda externa argentina en montos cercanos a los de 2001 (entre el 40% y el 50% según las mediciones). Así debemos recuperar el no pago de la deuda como bandera política. Debemos exigir el no pago de la deuda, la auditoría de la misma con la consiguiente quita de sus componente fraudulentos, la penalización de los responsables y la repatriación compulsiva de los capitales fugados -a 2017, US$271.000 millones.

En cuanto a la salida electoral, varios son los puntos críticos de la misma. En primer lugar, la concentración en la campaña, corre del centro la importancia de dar las luchas aquí y ahora, tergiversa actos y pone a los sectores populares al servicio de ciertas figuras políticas -lo que debería funcionar inversamente. Esto tiene dos consecuencias. De una parte permite la acelerada pauperización de la calidad vida del pueblo. De otra aletarga la lucha y da una señal favorable al gran capital. Es que, en la medida en que no haya lucha, no existirá presión para frenar y transformar el rumbo tomado por Cambiemos, lo que hará muy difícil revertir la situación. Huelga las apreciaciones personales que podamos hacer de lxs candidatxs, sabemos que lxs mismxs no actúan del mismo modo cuando se sienten libres para hacer lo que quieran, que cuando siente al pueblo alsándose sobre sus espaldas. De este modo, luchar hoy, ocupar las calles es, una vez más, la mejor manera de derrotar a Cambiemos hoy, de derrotar a Macri en las elecciones y de derrotar sus políticas en el futuro inmediato.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *