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Argentina: Monsanto y el año de las libélulas

A casi una semana de la notificación de desalojo, el bloqueo contra la fábrica de la multinacional continúa a pie. Las libélulas vuelan y se concentran mucho durante el verano. Se las ve pulular en los días muy cálidos. Se hacen notar cuando es de día. Pero cuando llega la noche, son difíciles de ver. Pero se las escucha cantar. Y cuando son muchas, el chirrido se pone muy potente.

Libélulas como esas se hacen ver en los períodos de verano dentro del bloqueo contra Monsanto, cerca de la ciudad de Malvinas Argentinas. Este verano no fue la excepción. Ya para entonces, habían pasado tres días y medio de la notificación de desalojo que recibieron el 30 de diciembre, cerca de las doce del mediodía.

“La verdad que recibí dos invitaciones para ir a vacacionar al río. Pero prefiero quedarme acá, en el acampe”, señala una de las que está presente, quien se vino desde Rosario de Santa Fe. Junto con otra compañera, habían arribado al bloqueo por la noticia de un posible desalojo violento en el lugar.

“La verdad que estamos muy bien –señala Juliana, una de las más jóvenes del acampe, al ser consultada sobre la situación actual-. Al principio, hubo mucha incertidumbre, un poco de miedo por esto del 31 de diciembre. No sabíamos con qué nivel de impunidad y de salvajismo iban a venir. Y de a poco, el acampe se empezó a poblar mucha gente”.

El bloqueo se mantiene en “Alerta Roja”, como le dicen ellos. A la espera de cualquier amenaza azul que arribe al lugar.

¿Cuál es la situación actual de Monsanto?

El 8 de enero de 2014, la sala 2da. de la Cámara en lo Laboral dictaminó que todos los permisos provinciales y municipales que consiguió Monsanto para trabajar en el predio de Malvinas Argentinas son “arbitrarios” e “inconstitucionales”. Por ende, ilegales. Un mes después, la Secretaría de Ambiente de la Provincia rechazó el estudio de impacto ambiental que había presentado. La principal razón fue porque no explicó claramente cómo iba a tratar todos los residuos que generaría su fábrica.

Por ende, Monsanto no cuenta con aval ni judicial ni gubernamental para trabajar en Malvinas Argentinas.

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A su vez, la fábrica está señalada de incumplir con la Ley de Uso de Suelo (Nro. 9.841), el cual establece que el lugar es una zona de actividad agropecuaria no contaminante. Sin embargo, las autorizaciones que consiguió establecen que se trata de una zona agro-industrial.

En estos momentos, Monsanto está preparando un segundo estudio de impacto ambiental. Según el artículo 20 de la Ley de Convivencia Ambiental, normativa aprobada en mayo de 2014, establece que “Todo proyecto que fuere desestimado o rechazado por la Autoridad de Aplicación, no puede presentarse nuevamente para su evaluación”. Para la Asociación de Abogados Ambientalistas, esto se interpreta de que Monsanto no puede presentar otro estudio y debería quedar por terminado sus intentos de instalarse en Malvinas Argentinas.

Muchos de los que participan del bloqueo no comparten la mirada y miran de forma reacia dicha Ley de Ambiente, más aun por el hecho en que se aprobó en medio de una represión policial, que costó la detención de 26 personas. “Se defiende un artículo que habla que solo se puede presentar una vez el estudio de impacto ambiental. Cuando a nosotros nos han informado que la ley no es retroactiva, como que le da un gris legal que le da el margen de poder presentar un nuevo estudio”, señala Elvira, una de las integrantes del bloqueo.

Un fiscal chapero

30 de diciembre de 2015. 12:01 am. Una camioneta con la inscripción del Poder Judicial se estaciona frente al bloqueo. Dos empleados se bajan del vehículo y entregan dos papeles redactados y sellados por el fiscal Víctor Chiappero. El ultimátum: 24 horas. Ya pasaron 84 horas y nada.

Chiappero es el fiscal cuya mano siempre ha sido la ejecutora de firmar o no cualquier orden de desalojo en el acampe de Malvinas. Para el 30 de septiembre 2013, el fiscal no se atrevió a poner su firma. De ahí que la primera represión policial que se llevó a cabo en el bloqueo se realizó sin ningún disparo con arma de fuego.

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A su vez, está a cargo de la investigación sobre los incidentes de violencia ocurridos el 29 de noviembre de 2013, donde una patota del gremio de la UOCRA arribó al acampe, moliendo a palos a todos los manifestantes. Esta causa de Chiappero no prosperó en nada.

Luego, el fiscal ordenó un ultimátum para el 23 de diciembre de 2013 a los manifestantes. Pero luego fue desestimada mediante un acuerdo entre las partes para permitir el ingreso de baños para empleados de Prosegur y de generadores. Aun así, el 30 de diciembre de ese año se inició el día con otra represión.

Finalmente, su mano agarró su sellador para dar pie a la que sería una notificación de desalojo. La misma que se dispersó por las redes sociales. En dicho texto, se establece una doble justificación. Por un lado, por los incidentes ocurridos contra el puesto de Prosegur, la empresa privada de la zona, que custodiaba el terreno de la fábrica y que fue echado por los manifestantes. Y por el otro lado, por una serie de “entorpecimientos” de la circulación de personas y objetos (vehículos y maquinarias agrícolas) que afectan “el normal desarrollo de las actividades que debe realizar la empresa involucrada”.

Por la mañana del miércoles 31 de diciembre pasado, antes que se concretara las 24 horas del ultimátum, el abogado Dario Ávila presentó un pedido de nulidad a la orden de Chiappero. El argumento principal se basó en la contradicción de que el fiscal justifique el “normal desarrollo de las actividades” de Monsanto, sabiendo que no tiene permiso para trabajar en el predio. El juez de control 4, Roberto Cornejo, lo desestimó a las pocas horas.

“La justicia no tiene memoria y se pisa a ella misma”, señala uno de los manifestantes del acampe. No es la primera vez que el fiscal Chiappero aprueba un desalojo con olor a agrotóxicos. El 15 de abril de 2013, había firmado una orden de desalojo contra los campesinos que habitaban en el paraje Tres Esquinas, en la localidad de Piquillín. El pedido de expulsión fue llevada cabo por un empresario ligado a la soja de apellido Cattaneo.

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El Monsanto de afuera y el de adentro

“Estamos conservando la calma, porque estamos muy organizados. Y además porque sabemos que pueden venir en cualquier momento y no podemos estar con pánico, porque no sabemos cuándo van a venir. Pero mientras, el acampe se está fortaleciendo a un ritmo que no esperábamos”, señala Juliana ante el grabador del cronista. Por cierto, los nombres que aparecen en éste artículo pueden ser reales o de fantasía. Dependiendo de la presentación de cada entrevistado/a.

Bajo la pregunta de cómo seguirán trabajando, Uma responde en medio de la noche: “Enfocándonos en cómo seguir y reforzando la lucha. Porque si nos quedamos pensando que va a venir la policía todo el tiempo, no va a durar ni tres días en que vamos a querer irnos a casa”.

Para lxs chicxs del bloqueo, hay tanta responsabilidad del gobierno provincial como nacional. Incluso, la notificación del 31 de diciembre, lo comparan con la orden del presidente Mauricio Macri, previo a Nochebuena, para disolver el AFSCA, la entidad encargada de aplicar la “Ley de Medios”.

“Hay muchas cosas para hacer –señala Juliana-. El aporte de cada uno es importante. Están llegando mucha gente. Y por ahí las personas que no se pueden llegar, pueden hacer donaciones. Y apostar a la conciencia a nivel general. Nosotros estamos despiertos de que acá se está echando una planta de Monsanto. Pero es super-importante el cambio de hábitos a nivel de consumo. En realidad, es a nivel de todo. Es a nivel de poblar de otra manera. A habitar de forma diferente a este planeta”.

“No solo hay que matar al Monsanto que está afuera. Sino también matar al Monsanto que llevamos dentro, que también hay que reconocerlo y sacarlo bien de adentro nuestro”, cierra Pepe.

Ya la jornada del día se cierra con música de folklore, cuarteto y punk. No hay mucha luz. Pero las luciérnagas se escuchan fuertemente. Y vuelan rápidas. Tanto que cuesta captarlas desde la cámara de fotos de ECOS Córdoba.

Pero están ahí. Vuelan y cantan.

Por Lea Ross para Ecos Córdoba

Fotografía: Alana Rodríguez

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