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Australia está cometiendo su suicidio climático

 

 

La librería en el pueblo devastado por el fuego de Cobargo, en Nueva Gales del Sur, cuenta con un nuevo letrero en la fachada: “la sección de ciencia-ficción post-apocalíptica se ha trasladado a la sección de actualidad”.

Y, por increíble que parezca, la respuesta de los dirigentes de Australia a esta crisis nacional sin precedentes ha sido no defender su país, sino la industria del carbón, un gran donante a los dos grandes partidos – como si estuvieran dispuestos a abandonar al país a su destino. Aunque los fuegos comenzaron a mediados de diciembre, el líder de la oposición laborista hizo una gira por las minas de carbón para expresar su apoyo inequívoco a las exportaciones de carbón. El primer ministro, el conservador Scott Morrison, se fue de vacaciones a Hawai.

Desde 1996, los sucesivos gobiernos conservadores de Australia han luchado con éxito para subvertir los acuerdos internacionales sobre el cambio climático en defensa de las industrias de combustibles fósiles del país. Hoy, Australia es el mayor exportador mundial de carbón y gas. Recientemente ocupó el puesto 57 de 57 países en sus medidas contra el cambio climático.

En gran parte, el señor Morrison debe su estrecha victoria electoral a principios de este año al oligarca de la minería del carbón Clive Palmer, que formó un partido títere para mantener fuera del gobierno al Partido Laborista, que se había comprometido a llevar a cabo una política limitada, pero real, de lucha contra el cambio climático. El presupuesto de publicidad del Sr. Palmer para la campaña fue más del doble que la suma de los dos principales partidos. Más tarde, Palmer anunció planes para abrir la mina de carbón más grande de Australia.

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Desde que el Sr. Morrison, que viene de la publicidad, se vio obligado a regresar de sus vacaciones y se disculpó públicamente, ha optado por pasar su tiempo distribuyendo imágenes positivas de sí mismo, posando con jugadores de críquet o su familia.Se le ve con mucha menos frecuencia en la primera línea de los incendios, visitando comunidades devastadas o con los supervivientes. El Sr. Morrison ha tratado de presentar los incendios como una catástrofe más, nada fuera de lo común.

Esta postura parece responder a un cálculo político escalofriante: sin una oposición efectiva del Partido Laborista, que no se ha recuperado de su derrota electoral, y con unos medios dominados por Rupert Murdoch, que controla el 58 por ciento de la circulación diaria de los periódicos, y que apoya firmemente el negacionismo climático, Morrison parece esperar que prevalecerá en tanto no reconozca la magnitud del desastre que sufre Australia.

El Sr. Morrison se hizo famoso como ministro de inmigración, perfeccionando la crueldad de una política que internó a refugiados en campamentos infernales de las islas del Pacífico, y parece indiferente al sufrimiento humano. Ahora su gobierno ha dado un giro autoritario inquietante, tomando medidas enérgicas contra sindicatos, organizaciones cívicas y periodistas. De acuerdo con la legislación en vigor en Tasmania, y que espera copiar en el resto de Australia, los activistas medio-ambientales pueden ser condenados hasta 21 años de cárcel por manifestarse.

"Australia es una nación en llamas dirigida por cobardes", escribió el conocido presentador de TV Hugh Riminton, hablando por muchos. Podría haber agregado “ e idiotas", después de que el viceprimer ministro Michael McCormack atribuyera los incendios a la ignición espontánea del estiércol de caballo.

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Así son los que abren las puertas del infierno y llevan a una nación a cometer su suicidio climático.

Se estima que más de un tercio de los australianos se ven afectados por los incendios. Pero una mayoría significativa y creciente de australianos quieren actuar para luchar contra el cambio climático, y ahora están haciendo preguntas sobre la creciente brecha entre las fantasías ideológicas del gobierno Morrison y la realidad de una Australia árida, que se está calentando rápidamente y ardiendo.

La situación recuerda inquietantemente a la Unión Soviética en la década de 1980, cuando los aparatos gobernantes eran todopoderosos pero perdían la legitimidad moral esencial para gobernar. Hoy en Australia, una clase política cada vez más esclerótica y demente en sus propias fantasías, se enfrenta a una realidad monstruosa contra la que no tiene la capacidad ni la voluntad de enfrentarse.

Morrison puede contar con una máquina de propaganda masiva gracias a la prensa de Murdoch y no tener oposición, pero su autoridad moral se desvanece por horas. El jueves, después de alejarse de una mujer que pedía ayuda, se vio obligado a huir de los residentes indignados de una ciudad quemada. Un político conservador local describió la humillación de su propio líder como "la bienvenida que probablemente merecía".

Como observó una vez Mikhail Gorbachev, el último líder soviético, el colapso de la Unión Soviética comenzó con el desastre nuclear en Chernobyl en 1986. A raíz de esa catástrofe, "el sistema tal como lo conocíamos se volvió insostenible", escribió en 2006 ¿Podría ser que la inmensa tragedia de los incendios australianos pueda ser el Chernobyl de la crisis climática?

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Richard Flanagan es escritor australiano, ganó el Premio Man Booker por su novela “The Narrow Road to the Deep North” (“El camino estrecho hacia el norte profundo”). Su última novela es “First Person”(”Primera persona”).

Fuente: NYT

 

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