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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

¿Cómo ganarle a Cambiemos?

Después de los resultados del domingo, los análisis, y las explicaciones, resta pensar el quehacer frente a un escenario novedoso y disruptivo de la política argentina, solo plausible a ser “frenado” por un nuevo escenario disruptivo.

 

El domingo, ya finalizada la jornada electoral que daría como resultado la rotunda victoria del espacio oficialista, la ex mandataria  Cristina Fernández se presentaba pasadas las 23hs., en el escenario del bunker de Unidad Ciudadana para pronunciar quizás uno de los discursos menos gratos de su carrera política. A su espalda se desarrolla una escena pintoresca, un Leopoldo Moreau (“radical k”) parado tras ella es corrido a los empujones por Fernando Espinoza, el  presidente del PJ bonaerense, quien se posiciona rápidamente atrás de Cristina con su particular semblanza dispuesta a ocupar un lugar predilecto en el escenario y frente a las cámaras. En ese pequeño acto se simplifica el intento abnegado y forzado de un pasado político que esta donde quizás no debería estar, y al cual se le sigue dejando abrirse camino.

Las elecciones legislativas del 2017 ya son tituladas por algunos analistas (más de este lado y más de “aquel” lado) como la consolidación de un nuevo ciclo político macrista. Sin embargo, nos parece más util, más que apurarse a imponer títulos, plantear algunas reflexiones/hipótesis que despierten interrogantes.

Sin negar lo obvio, y creyendo firmemente que las elecciones consolidan un proyecto hegemónico que jamás había acumulado tanto poder en nuestro país, creemos que lo que pasó el domingo, si de la apertura de un nuevo ciclo político se podría hablar, implica principalmente el cierre de un ciclo anterior. El problema es cuando asociamos liviana mente “ciclos” con periodos de gobierno (o espacios gobernantes) más que con “formas de hacer”, de pensar o “estados de ánimos de una época”, simientes principales sobre los que se basan los bloques históricos. Las variantes rondan en cuáles son las formas de construir poder y legitimidad en un momento determinado.

Las elecciones del domingo son un cachetazo al estructuralismo economicista, aquel que sostiene abnegadamente que cuanto peor mejor, que las situaciones económicas son determinantes en todos los planos, y no en última instancia como lo subrayara don Federico Engels. El ciclo que creemos que se terminó es el que le dio inicio a la destrucción de la institucionalidad política tradicional un diciembre del 2001. Hoy a 16 años de aquel estallido, podemos decir que quien mejor leyó esa crisis de la “política tradicional” y pudo reconstruir el lugar de poder de los sectores dominantes en su eterno anhelo de “paz y progreso” contra ese “tradicionalismo en bancarrota“ ha sido el macrismo, hoy bajo la forma de Cambiemos.

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Los ciclos tampoco se definen por como intentan resolverse las crisis, sino por el agotamiento de formas, prácticas o propuestas que pretendieron darle otro cause a la crisis inicial, re transformarla, pero que de pronto se agota tan abruptamente que nos cuesta entender ya como fue anteriormente tan victoriosa y hoy tan derrotada. Un entendimiento aún más complejo para los que se suman a última hora al carro de los ex ganadores (que derrotaron la crisis). Esa respuesta que se agotó se llama kirchnerismo + (más) pejotismo. Esa respuesta que supo convocar  a la pibeada de clase media que volvió a “la política”, pero que hoy, después de 12 años de gestión gubernamental, entra por el peso de las urnas en la bolsa de aquel pasado tradicionalista a superar.

Sin embargo no creemos que sea Cristina o el kirchnerismo el gran derrotado en estas elecciones, sino los viejos aparatos políticos tradicionales que se vieron arroyados por una maquina política y electoral llamada Cambiemos que no mantiene ataduras ni compromisos con ninguno de ellos. La ironía duranbarbista de comparar a Macri con un político radicalizado que venía a transformar las estructuras políticas al estilo de las revoluciones del siglo XXI se termina efectivizando.

No hay “momo” tradicionalista que haya quedado totalmente erguido después de estas elecciones, aun así los que mantuvieron la victoria electoral a base de mucho sudor. Y esta crisis de la política tradicional, esta crisis de terminalidad y de superación (ya que es una crisis con una alternativa llamada Cambiemos) no solo se da por derecha, las importantes elecciones de la izquierda trotskistas podrían leerse también como parte de esto, lo viejo que se tiene que morir y la búsqueda de “lo nuevo”.

En definitiva aquel “que se vayan todos” que durante el periodo anterior se corporizo en un “vinieron nuevos y mejores pero los de antes nunca se fueron” se termina de cerrar con un “se fueron todos y ahora llego Cambiemos”. La crisis de representatividad se cierra y comienza una nueva etapa de consolidación del bloque hegemónico. ¿Qué mayor fuerza política/simbólica que la instalación del discurso del “ahora empieza algo nuevo” y lo viejo “no vuelve más”?

El problema es traducir esto también como el producto de la crisis de la política, del que hacer político. El suponer esto equivale a decir que Cambiemos no es un fenómeno político ni superador, y en esta mirada se encuentra la causa misma de porque cambiemos, a pesar de su política macro y micro económica, sigue acumulando votos.

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¿Con todo esto entonces estamos diciendo que el kirchnerismo/Cristina es parte de lo viejo, de lo que termino de morir en estas elecciones? Una aseveración así solo podría reafirmar lo que en este artículo estamos criticando. Las rupturas son tales cuando al agotamiento de un práctica se le alterna una nueva superadora; el kirchnerismo, como práctica política, como primer intento de respuesta a la crisis que se abre en el 2001 está lejos de estar agotado, no por eso deja de estar en crisis y si necesita hacerse cargo del agotamiento de muchas de sus prácticas de acumulación si desea consolidar y hasta superar el espacio que alcanzo en estas elecciones. El problema radica en que el kirchnerismo puede convencer (a un piso importante del electorado) pero dejó de enamorar (una práctica menos consciente que el convencimiento pero más potente y masificable).

Pero dicho esto, es importante remarcar que sin el kirchnerismo, sin un 37% que a pesar de operaciones mediáticas-judiciales aun sigue firme como oposición al macrismo, un nuevo enamoramiento quedaría incompleto. El dilema que se presenta en esta elección es clarificar (por desgaste histórico o por decisión política, de alguna manera se va a clarificar) si Cristina es hoy la “punta de lanza” o un “puente” que tiene que dar lugar a algo realmente superador, que vuelva a enamorar. ¿Se puede seguir pensando con la cabeza de “volver”, cuando la realidad nos demuestra que ese discurso fue totalmente funcional a los que votaron contra lo “viejo”?

La cuestión de la renovación no es un tema novedoso, de hecho todos los sectores peronista anticristinistas apelaron a ese discurso, un discurso complicado al lado de los viejos carcamanes del PJ y de los distritos. Una renovación linda en lo retórico pero pobre en lo real. Y con esto queremos remarcar otro elemento, la política y la matemática no siempre van de la mano. Si bien el factor fragmentado de la oposición fortaleció al oficialismo, plantear que la unidad del peronismo hubiera garantizado la elección nos parece un error contra factico y conservador.

Remarcamos lo anterior porque la primera disyuntiva pos electoral seguramente se presentara entre si la tarea seria bregar por la unidad (peronista) de cara hacia el futuro, o renovar el espacio y la propuesta política. La segunda opción no garantiza las elecciones del 2019 (dudamos igualmente que algo las garantice a esta altura) pero si se quiere “futuro” no se puede dudar.

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Ahora bien ¿Esta tarea titánica, de construir un alternativa que supere el tradicionalismo enterrado en las urnas, que plantee una alternativa a su vez en las antípodas políticas y económicas al macrismo, debe realizarla el kirchnerismo? Vamos a limitarnos aquí a sostener que es una tarea urgente del denominado “campo popular” o “progresismo”, en donde quizás los elementos más irruptivos y con mayor capacidad innovadora quizás no estén dentro de la conducción de lo que hoy se entiende por kirchnerismo (elaboradores de las estrategias hasta ahora). Digamos que a la frase que “con el kirchnerismo solo no alcanza” nos gustaría sumar un aún más rotundo “desde el kirchnerismo no alcanza”.

Las perspectivas transformadoras y populares en nuestro país están en crisis, una crisis que se explica por fortalezas ajenas y principalmente por debilidades propias. Pero en las crisis el peor elemento a utilizar en lo político es la conservación. Pensar en derrotar a cambiemos y al proyecto de restauración neoliberal en nuestro país implica necesariamente pensar como generar nuevas “prácticas políticas” (subrayamos esto), nuevas formas del quehacer político, nuevas identificaciones con los sujetos actuales, nuevas formas de comunicar/dialogar y nuevas referencias. El punto de partida inexorablemente tiene que ser la crítica a la política tradicional que cambiemos supo leer mucho mejor que todo el “campo popular”.

Las fotos de las elecciones en América Latina muestran dos saldos muy diferentes de procesos populares, uno que bajo el eterno bombardeo foráneo y local pudo sobrevivir, tener iniciativa y hoy volver a ganar unas elecciones trascendentales en casi toda Venezuela, nos referimos a la Venezuela chavista. Por otro lado un proyecto nacional que se quebró primero desde adentro y luego desde afuera, que abrió paso al periodo en donde la derecha más se ha consolidado y legitimado en la historia argentina y cuyas fuerzas sociales organizadas se mostraron exiguas para tal embestida. Este guante necesariamente deberá ser retomado por la alternativa a construir, que será más o menos radicalizada mientras pueda asumir estos tres elementos, renovación política, protagonismo popular organizado y evitar que lo viejo se meta de prepo en la escena.

Ante la crisis de la política tradicional, repensar, renovar, nuevas propuestas y enfoques, sin negar lo acumulado hasta ahora, pero superándolo. Si no, hay cambiemos para rato

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