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Costa Rica: ¿un país sin Ejército?

Enclave estratégico para Estados Unidos desde que Centroamérica comenzó a irradiar la amenaza revolucionaria en los setenta, hoy Costa Rica se debate entre subordinarse a la supuesta ofensiva gringa contra el narcotráfico y estigmatizar a sus vecinos de Nicaragua como los grandes responsables de cualquier inestabilidad. Del otro lado de las rejas y los alambres de púas que hoy pueblan sus casas, los ticos ocultan una historia reciente: la de un país militarizado, pero sin ejército. 

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 “Los ticos son siempre así, más bien calladitos pero llenos de sorpresas, uno baja en San José de Costa Rica y ahí están esperándote Carmen Naranjo y Samuel Rovinski y Sergio Ramírez (que es de Nicaragua y no tico pero qué diferencia en el fondo si es lo mismo, qué diferencia en que yo sea argentino aunque por gentileza debería decir tino, y los otros nicas o ticos)”.

J. Cortázar, Apocalipsis de Solentiname, 1984.

 

Cuando Omar nació su papá le frotó las patitas de un pollito en sus pies. Su abuela echó a rodar el presagio y vaticinó que el niño nunca más miraría para atrás, se olvidaría de su pasado. La madre lo regañó y dijo: “Antes de que se marche, lo ato”.

Omar lleva la historia como una profecía marcada en el cuerpo. Quizás, prefiera creer en eso antes de voltearse y saber de su madre y sus trece hermanos en Nicaragua. Pero, acá está, del otro lado, treinta años después, mirando al cielo y aferrado a esa idea de que Dios existe y le salvó la vida.

De la finca algodonera en Chinandega, Nicaragua, al cafetal en Costa Rica y la albañilería en Guatemala. De regreso a tierras ticas, aterrizó en Heredia una ciudad de 123.067 habitantes, a 11 kilómetros de la capital, San José, ubicada en el Valle Central costarricense. Allí consiguió hace seis años cuidar las casas de los barrios que se encierran.  En la “caseta” de seguridad Omar trabaja doce horas seguidas. El pequeño habitáculo de dos metros y medio de largo y ancho, se convierte en su morada la mayor parte de su tiempo. En el espacio que le sobra acomodó una silla, un televisor diminuto, una radio, un microondas, algunos estantes con papeles y un baño. De su rutina, que consiste en afinar el ojo durante la mitad de un día, levantar la barrera para que pasen los autos de la vecindad y alertar a algún vecino sobre presuntos ladrones, lo que más prefiere es conversar.

– Decí que nosotros vivimos donde están los “chapulines” [delincuentes]– me aclara y señala la calle cuesta abajo.– Ellos ya saben, pasan por acá y dicen: “ah, es el ‘mae’ del barrio”, entonces no se meten.

Una de las particularidades ticas es que las calles se guían por referencias que han trascendido todas las generaciones. Por ejemplo: – del árbol de mango, 550 metros al sur. Es muy probable que el árbol de mango no exista más.  En los últimos diez años la geografía urbana ha ido cambiando. Menos árboles, para despejar la mirada. Rejas, candados, barrios cerrados y alambres de púas que rodean muros que ocultan las casas, de no se sabe bien qué. La percepción de inseguridad ha calado hondo en el imaginario urbano costarricense. Mientras que el drama del miedo se ha profundizado, desde el año 1999 se renuevan cada seis meses los acuerdos de este país con Estados Unidos para llevar adelante patrullajes conjuntos antidrogas. Una Centroamérica violenta rodea a la Costa Rica pacífica que se protege con tratados de libre comercio, militarización y policías especiales.

 

De la abolición del ejército a la Escuela de las Américas

El 1° de marzo de 1948, en medio de una fuerte crisis política, el Congreso declara la nulidad de los resultados de las elecciones del mes de febrero que habían dado como ganador a Otilio Ulate, después de una violenta campaña electoral que enfrentó a los dos candidatos de los partidos mayoritarios, Ulatepor el Partido de Unión Nacional y al ex presidente Ángel Calderón Guardia del Partido Republicano Nacional. Esta situación tuvo como desenlace la llamada “Guerra Civil” en Costa Rica, que dividió al país en dos bandos manteniendo en vilo a la población durante cuarenta días. Esas fueron las semanas más violentas que recordarán las generaciones mayores; para los/as jóvenes el fin de la “guerra civil” fue el momento fundacional de la paz  y la democracia liberal, íconos de la identidad nacional.

Luego de la fundación de la Segunda República -1948- la política electoral tica se mantuvo bajo el ejido de un partido dominante, el Partido de Liberación Nacional. Fundado en 1951, su origen se remonta al Movimiento de Liberación Nacional, que en el marco de la Guerra Civil del ’48, obtuvo el poder quedando prohibidos el comunismo y el calderonismo, corriente política que acuñó el nombre de su líder, Ángel Calderón Guardia.

Desde el Cuartel Bellavista, ubicado en San José, el ejército controlaba la ciudad desde una perspectiva privilegiada. En 1948 José Figueres Ferrer asumió la presidencia interina y se convocó a la Asamblea Nacional Constituyente que redactó al año siguiente la Constitución Política de Costa Rica aún vigente. La nueva constitución abolió el ejército y el cuartel se convirtió en el Museo Nacional.

Una puerta de barrotes de hierro da paso al pasillo angosto donde se construyeron los pequeños calabozos del Cuartel. Las celdas mantienen hasta hoy graffitis de los ’30 y los ’40 que realizaban presos políticos o los soldados sancionados: “Se alquila cuarto con cajón de cama, con portón de fierro y candao, salirse ni a putas asta que lo saquen”.

“Eliminar el ejército fue una garantía para lograr la estabilidad política acordada luego de la guerra civil, situación necesaria para conseguir el apoyo de Estados Unidos, cuyo interés se concentraba en  crear un modelo de país que fuera diferente al resto de los países de Centroamérica, fundando sobre el ideal de la democracia liberal”, explica el coordinador de la Red Latinoamericana de Geopolítica y Estrategia, Bryan González. Esta decisión también fue posible gracias a que la institución militar se encontraba debilitada desde hacía una década atrás. El gobierno de facto de Alberto Tinoco de finales de la primera década del siglo XX,  y el fracaso de la guerra contra Panamá en 1921 incidieron en el desprestigio del país hacia las Fuerzas Armadas.

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– ¿Cómo defiende Costa Rica su soberanía?– Preguntan en las escuelas.

A modo de manual, a coro, el estudiantado responde:

– Con el Derecho Internacional.

A partir de entonces, las fuerzas de seguridad se organizaron en una Guardia Civil, una Guardia de Asistencia Rural yla Policía de Proximidad, también llamada comunitaria. La formación y el entrenamiento de sus cuadros policiales provino de la conocida Escuelas de las Américas, situada hasta 1984 en el Canal de Panamá, hoy denominada Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad, organización de instrucción militar del Ejército de los Estados Unidos situada en Fort Bennin, en la localidad de Columbus, Georgia.

En medio de un mundo que se sacudía entre amenazas geopolíticas que trazaban al mapa en dos, a partir de los años ’50 Costa Rica fue estratégico para que Estados Unidos mantuviera el control de la avanzada comunista en Centroamérica. Luego de la visita de John F. Kennedy y su Secretario de Estado, DeanRusk, se creó en 1963 el Consejo de Defensa Centroamericano (CONDECA), integrado por los Ministros de Defensa, quienes en una reunión posterior realizada en Nicaragua acordaron “intercambiar información y un servicio unificado de inteligencia en toda América Central como contribución a la lucha contra el comunismo”.

La fuerte influencia del país del norte llegó hasta el anecdotario del pueblo tico, no sólo por la instalación de aeropuertos clandestinos en la región de Guanacaste, sino por la presencia de soldados y barcos que derivaron en los nombres de muchas niñas como “Usnavy”, inspirado en las siglas de los buques: “U.S.A Navy”.

                               

Sandinismo, revolución y solidaridad 

Fines de los ’70. La dictadura de Somoza (hijo) en Nicaragua vislumbraba su fin. “Todo el mundo colaboraba. Recolectábamos medicinas y dinero; enviábamos armas y municiones por pasos clandestinos”, recuerda con orgullo Mía Galllegos, poeta costarricense, militante en aquellos años del Partido Revolucionario de los Trabajadores de Costa Rica, y remarca: “la gente se sumaba espontáneamente en la calle a la insurrección sandinista”.

El padre de Mía era un ganadero que tenía su finca en la zona norte de Guanacaste, cerquita de la frontera de Nicaragua. En aquel tiempo, algunas parcelas de su campo se convirtieron en campamentos sandinistas, donde también llegaban heridos para ser atendidos. Desde el Partido Vanguardia Popular, de afiliación comunista, se envió una brigada de solidaridad donde ticos y nicas combatieron juntos en el frente sandinista.

En ese contexto el presidente Rodrigo Carazo (1978-1982) perteneciente al Partido Renovación Democrática, apoyó a los sandinistas y no puso restricciones en los pasos de la frontera. Fue el único presidente que rechazó los programas de ajuste estructural y las presiones que ejerció el Fondo Monetario Internacional, decisión que derivó en boicots económicos que llevaron al país a una crisis profunda. En 1982 llega a la presidencia Luis Alberto Monge, del Partido de Liberación Nacional, iniciando la apertura neoliberal en el país, accediendo a todos los programas de ajuste estructural que demandaban los organismos internacionales.

“Monge permitió que hubieran aeropuertos de Estados Unidos para bombardear a los sandinistas, pero desde abajo y en la clandestinidad el pueblo continuó colaborando”, asegura Mía y da cuenta del inicio de una política de gobierno que, a contracara de la anterior gestión, garantizó la entrada libre de los Estados Unidos y la avanzada de “la contra” en territorio nicaragüense. A cambio, el gobierno de Costa Rica recibió durante toda la gestión de Monge un millón de dólares por día del Tío Sam, garantizando para siempre la coordinación geopolítica de Costa Rica con Estados Unidos.

“Estados Unidos comienza a quebrar a Nicaragua, a desestabilizarla, a evidenciar que ese es el problema que genera el comunismo y erige a Costa Rica como la democrática, la mejor desarrollada,  la pacífica”, explica Bryan González.

En 1984 el país estuvo a punto de entrar en guerra contra Nicaragua. La imagen se había invertido: “El nicaragüense uniformado penetrando en la pacífica Costa Rica”. La iglesia católica, la embajada de Estados Unidos, el periódico conservador “La Nación” y el movimiento de derecha “Costa Rica Libre” -que se organiza hasta la actualidad con una estructura paramilitar-, presionaron al gobierno para entrar en guerra. Finalmente, el país se declaró en una “neutralidad activa”, cuyo argumento fue que Costa Rica no tenía ejército,  por lo que no iba a participar en ningún conflicto bélico internacional.

Hoy para cruzar la frontera terrestre que separa Costa Rica de Nicaragua, los y las nicas deben mostrar su pasaje de regreso. Pero los caminos son flexibles y los cruces son variados a lo largo de la irregular división política entre ambos países.

El Río San Juan es uno de los límites naturales entre ambos países que ha traído varios conflictos. La tensión se reavivó en el año 2010 a partir de la demanda nicaragüense para dragar el río y facilitar su navegación. Esto ha generado una ruptura en las relaciones políticas, que devino en una militarización de una parte de la frontera y un relato esencialista que presenta a Nicaragua como una nación bélica por naturaleza y comunista. “Es Costa Rica, mostrando y desplazando, reconfigurando su no-ejército, en una intervención represiva de otra índole, creando otras fuerzas especiales de la policía”, analiza Bryan. En este contexto, en Nicaragua existen al menos dos grupos armados opositores al gobierno sandinista, “uno operando en la frontera de la Honduras post-golpe y otro moviéndose en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, muy cerca del megaproyecto militar que pretende construir una ruta paralela al Río San Juan”, explican desde el Centro de Acción por los Derechos Humanos. Esta importante cuenca transfronteriza de América Central se ha convertido en un “frente” de disputas que todavía no ha llegado a ninguna solución.

–“El tico se cree superior”, dice Omar bajando un poco la voz. “Los nicaragüenses son los más discriminados. Cualquier cosa que sucede acá culpan a los nicas. Yo por eso con los ticos mientras más larguito, más bonito y así está bien”, remata.

 

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Requisas en los colegios. Fotos: Fuerza Pública de Costa Rica

 

“Donde no hay ejército la inteligencia es importantísima”

En 1994 se sanciona la Ley General de PolicíaN°7410, donde, entre otras cosas, las actividades policiales se reorientaron hacia el combate del narcotráfico, la prevención y represión de delitos contra el crimen organizado, mientras se fortalecieron los controles y los patrullajes de la frontera. “Hay que empezar por señalar la presencia de ejércitos extranjeros en nuestro país, aparatos de inteligencia y de espionaje, bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo, el populismo y el crimen organizado o incluso con intenciones ‘humanitarias’. Estas fuerzas proceden de países considerados ‘amigos’ por las élites gobernantes: Estados Unidos, Colombia, Israel o Chile”, manifiestan desde el Centro de Acción por los Derechos Humanos de Costa Rica.Estos países junto al Comando Sur de los EEUU son los encargados del entrenamiento de las fuerzas especiales que no dependen de la Fuerza Pública, como la Unidad Especial de Intervención (UEI), creada en 1977, de carácter paramilitar enfocada en los casos de “terrorismo” y narcotráfico. A su vez, se efectúan entrenamientos de policías, jueces y fiscales en la “International LawEnforcementAcademy” (ILEA), ubicada en El Salvador.

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“Nosotros somos responsables de la seguridad del Estado, donde no hay ejército la inteligencia es importantísima”, aseguró el ex director de la Dirección de Inteligencia y Seguridad (DIS) Roberto Solórzano, parafraseando al ex presidente Rodrigo Arias en el año 2008. En la actualidad, esta policía política al servicio directo del Presidente de la República está a cargo de Mariano Figueres, hermano del ex presidente de la República, José María Figueres, e hijo del fundador del Partido Liberación Nacional (PLN), José Figueres Ferrer. La prioridad de estas áreas en las políticas de gobierno pueden verse en las partidas presupuestarias, el 90% del presupuesto del Ministerio de la Presidencia está destinado a la Dirección de Inteligencia y Seguridad, al Instituto Costarricense sobre Drogas y a la Unidad Especial de Intervención.

“Costa Rica logra ocultar todo el proceso de militarización a partir de no tener ejército, por lo que tampoco hay un Ministerio de Defensa. Lo que implica que no haya un presupuesto destinado a la guerra. Entonces, cuando se analizan los gastos en inversión militar, siempre aparece en cero”, explica Bryan. En el año 2004 se creó el Consejo de Fuerzas Aliadas Centroamericanas, que apela a “la interoperabilidad de las fuerzas”: Estados Unidos ya no puede controlar solo la región necesita que los Estados aporten, dando comienzo a una profesionalización de las policías regionales.

Pero será en el año 2007, en medio de las manifestaciones contra el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre los Estados Unidos, Centroamérica y la República Dominicana, cuando el mítico agente encubierto de inteligencia retomará el camuflaje de la Guerra Fría y se inmiscuirá en las calles, las conferencias, las universidades, la cotidianeidad. Amenazas, escuchas telefónicas, “gringos” que tomaban meticulosos apuntes en las conferencias sobre el TLC y movimientos de derecha como el Movimiento Costa Rica Libre reactivando sus estructuras.

El 7 de octubre de 2007 el referéndum por el NO se perdió por un mínimo porcentaje. Las campañas de desprestigio por parte de la presidencia de Oscar Arias, del Partido de Liberación Nacional, llegaron hasta despidos en empresas dos días antes de la votación. Las empresas aducían que no se sabía qué podía suceder si no se aceptaba el TLC. Desde el diario La Nación de Costa Rica, se editorializaba que estar afuera del Tratado hacía al país más vulnerable ante la amenaza terrorista. Mientras que, quienes lideraban el NO al TLC eran definidos como rebeldes, asociados a la guerrilla colombiana y al narcotráfico.

“El TLC no será sólo un acuerdo económico, sino y ante todo, un acuerdo militar”, asegura Bryan. En el capítulo de excepciones, referente a la “seguridad esencial”,  se habilita la aplicación de medidas que se consideren necesarias para garantizar la paz y la seguridad internacional. “Con este tipo de cláusulas en los TLC, EE.UU cuenta con el apoyo de los países firmantes en la lucha contra sus enemigos en la región y la legitimación de la guerra contra el terrorismo y con ello la consolidación de una geojurisprudencia, creando un área de seguridad en el istmo centroamericano que junto al Plan Colombia pretende el control del continente”.

 

Un helado por una requisa

Una gorra azul sobresale del techo de un carro de helados ambulante. La gente hace cola y espera segura. La policía más dulce, es sin duda el “poli-copo” y así promueve su imagen: “la sangre azul”, está con vosotros. “Somos la gente que te cuida”, auspicia el nuevo slogan de la Fuerza Pública. Esta policía de “doble cara”, es la misma que entra en las escuelas, arma hileras de jóvenes contra la pared y les pide sus bolsos: “el narco está metido en todas partes”,  dicen….

El país ha tomado una estética urbana que manifiesta miedo y desconfianza.  A partir de los ’90 ha comenzado un proceso de encierro y en la actualidad el cercado de casas se viste con doble llave, rejas, alambres filosos  y cámaras.

El encierro rompe la comunidad, quiebra la comunicación. “Se genera una formación de campos de concentración familiares o comunitarias. Cuando uno se encierra, se estimula el aislamiento. Esto dificulta la formación de redes solidarias y el asilamiento violenta a la generación de una comunidad solidaria”, explica el sociólogo Carlos Sojo. “No hay desarrollo de la urbanidad, sino tenemos confianza en nuestros vecinos, pero sobre todo en los desconocidos que nos topamos en las calles”, agrega Rosendo Pujol, planificador urbano.

El “otro” en cualquier momento puede hacer daño. El enemigo es potencial, la seguridad es preventiva de afuera hacia adentro. Ahí entra el nicaragüense. “Muchas veces hay en Costa Rica una visión anti nicaragüense, ‘el nica es el otro’,  -dice Mía-, “pero en estos momentos son los que se encargan de todos los puestos de seguridad en las empresas, en las casas, en los condominios, las mujeres vienen a trabajar como niñeras y empleadas domésticas”. Entonces aparece el binomio moral: hay un nica bueno y un nica malo: el buen salvaje. “Son buenos porque vienen hacer el trabajo que los ticos no quieren hacer”, señala Bryan.

Según el último censo del año 2011, se registró un aumento de la población nacida en el extranjero que vive en Costa Rica, de las cuales las personas de Nicaragua continúan siendo mayoría -287.766- representando el 74,6% del total de inmigrantes. Sin embargo, la asociación arraigada al imaginario social que percibe al nicaragüense como lo peligroso y violento, se deshace al leer las estadísticas de homicidios en una de las regiones más violentas del mundo: Nicaragua tiene casi la misma tasa de homicidios que Costa Rica. El informe de la Policía Nacional de Nicaragua arroja que la tasa de homicidios bajó, siendo en el 2013 de 9 por cada 100.000 habitantes, mientras que en Costa Rica, a partir de los datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, es de 8,5 cada 100.000 habitantes, ambos países constituyen las tasas más bajas de Centroamérica.

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Foto: Casa en San José

 

Con las lluvias típicas del trópico, Omar pasa más adentro de la “caseta” que conversando. Los vidrios empañados disminuyen la probabilidad  del control “total”. La seguridad simbólica funciona como un ojo en sí mismo y la vecindad contenta. De lejos se escucha una salsa metalizada por el sonido quebrado del radiograbador. Cada tanto abre la puerta para sentir un poco de aire en la cara. Y no pierde la oportunidad. El compañero que custodia la otra cuadra le dejó cinco cigarrillos de pasadita.

– Para entretener la noche– dice. Pero yo no fumo y me regala los Viceroy.

– A mí me gusta la comida. Y le regalo un bocadito de dulce de leche, coco y guayaba.

 

La guerra contra el narcotráfico: declarada para no ser ganada

La sensación de inseguridad se ha generado como una construcción necesaria para fortalecer las políticas de control norteamericano. “Costa Rica necesita la cooperación de Estados Unidos y de otros países para combatir al crimen organizado y particularmente el narcotráfico”, declaró el flamante presidente Luis Guillermo Solís, representante del Partido de Acción Ciudadana (PAC), pero con veinte años de militancia en el tradicional PLN.

La región centroamericana es un área de biodiversidad por excelencia, siendo el interés de la potencia del norte garantizar el control de los recursos del corredor biológico mesoamericano, mediante diversos acuerdos de cooperación internacional. En el año 2008 se firma la Iniciativa Mérida, un tratado de seguridad liderado por Estados Unidos con México y los países de Centroamérica, que otorga 65 millones de dólares para cada país; mientras que la Iniciativa Regional de Seguridad para América Central (CARSI, por sus siglas en inglés), es una extensión del anterior tratado que coordina países con instituciones financieras internacionales, el sector privado, la sociedad civil y el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), donde Estados Unidos destina $642 millones de dólares para Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá.

Desde el Departamento de Estado de los Estados Unidos explican cómo a través del CARSI se han puesto en práctica programas sostenibles y de alto impacto en la formación y profesionalización de la policía. Estos acuerdos también garantizan el intercambio de información dentro de la región, el refuerzo de dotación policial y fuerzas especiales de seguridad.

Por último, en septiembre de este año el gobierno de Estados Unidos anunció una “donación” al país tico de 1,7 millones de dólares para la lucha contra el narcotráfico, destinados a la compra de helicópteros, barcos y capacitación policial. Este anuncio se hizo en el marco de la visita al país del comandante del Comando Sur estadounidense, John. Kelly.

Las noticias diarias sobrevuelan el temor de que Costa Rica se convierta en México. “Se está declarando una guerra abierta a un fantasma”, dice Bryan y agrega, “acá la policía se va a dar una guerra en forma total, el narcotráfico permeó todos los estratos de la sociedad. El mismo discurso que se está utilizando para México y Colombia, una guerra totalComo se totaliza al enemigo, afecta a todo el espectro de la vida, entonces las medidas del Estado también deben totalizarse para poder cumplir con la misión de protección. La seguridad debe permear en todos los ámbitos de la vida”.

El proceso de militarización coincide con el discurso interno de seguridad de la guerra contra las drogas, la delincuencia del nica, el narco colombiano y mexicano. “La policía que se dice civilista se ve con armamento de guerra, cargando un M-16, arma oficial del ejército de los Estados Unidos, con ametralladoras SM-60, o sosteniendo fusiles UZI, -de origen israelí-. Hay una profesionalización de la Fuerza Pública, dicen ellos, pero con una permanente formación militar, aunque esté prohibida”, expresa César Barbosa, integrante del Centro de Acción por los Derechos Humanos. “El enfoque militarista para combatir el narcotráfico no funciona, -continúa-, pero ha servido de pretexto ideal para fortalecer cuerpos policiales encargados del resguardo del ‘orden’ de opresión e injusticia y de frenar cualquier intento reivindicador a garrotazos”.

La última vez que Omar vio a su papá tenía seis años. Recuerda aquella mañana como una foto que se congeló para siempre en su retina. Eran tiempos de la revolución sandinista. Las zonas rurales se envolvían en aires revueltos que aventuraban cambios y un pueblo se congregaba en la rebelión.

Por la mañana temprano ya el sol comenzaba a anticipar  un calor intenso. Omar y sus hermanos más grandes se levantaron al amanecer  para ir a sacar a machete el rastrojo del algodón que había quedado después de la cosecha: -vieras que dura esa vara. Antes, tenían que regar los frutales de la casa: naranjos, limoneros, bananos y mangos. Su padre ya había salido, pero llegó a verlo cuando tomaba el camino de tierra rodeado de matas que brillaban con los primeros vestigios de luz luego de una noche lluviosa.

–No sé por qué, ese día mi tata interrumpió su marcha, se dio vuelta y me saludó.

Desde que está en Costa Rica, Omar respira el augurio de su abuela. Y aunque nunca más regresó a su casa ni volvió a abrazar a su padre, se despierta con una sensación: el mismo calor intenso con el que su pueblo amanecía insurrecto por las mañanas de 1979.

 

Imagen principal: Representante de la policía costarricense en las Olimpíadas Militares “El Salvador 2011”. Foto: Comando Sur del Ejército de los Estado Unidos.

 

(*) Una parte de esta nota salió publicada en Revista Sudestada, nº 134, noviembre de 2014.

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