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El agua condena a muerte a los indígenas del Chaco paraguayo

Una niña de tres años murió el jueves tras pasar varios días con una diarrea que ningún médico pudo detener. Sus padres, de la etnia maskoi, uno de los muchos pueblos indígenas que viven en situación de extrema pobreza en Paraguay, no tiene una camioneta doble tracción ni un tractor para llegar a un centro de atención atravesando los caminos de tierra ahora inundados. Tampoco nadie en su comunidad. Las lluvias que se repiten en esta época del año, y que ya han generado grandes inundaciones incluso en la capital, Asunción, hacen estragos en la región del Chaco paraguayo, parte del segundo bosque continuo más grande de América del Sur, compartido con Bolivia, Argentina y Brasil. Caminos de tierra que se vuelven intransitables y años de olvido condena a las comunidades más pobres, que exigen la atención del Estado.

En el Chaco paraguayo se usan los teléfonos celulares, pero la señal apenas llega a las comunidades indígenas alejadas unos pocos kilómetros de la Transchaco, la única ruta asfaltada en un territorio tan grande como Reino Unido, unos 245.000 kilómetros cuadrados. Solo por radio llegan los mensajes bien, y no todos tienen. Fabiana, la niña maskoi, falleció porque no tuvo medicinas ni atención a tiempo. El viernes, su familia acompañaba el vehículo del gobierno que cruzaba un puente precario con el diminuto ataúd de la niña atado en la parte de atrás.

Como Fabiana, un niño qom de cinco años murió de una pulmonía, una enfermedad que si se hubiera tratado a tiempo no habría sido mortal. Fue tres días antes del Domingo de Ramos cuando en un via crucis auténtico, su padre, su madre y su abuelo intentaron llevar al niño Milciades a un centro médico en una carreta de madera tirada por un caballo a través del lodo y el agua. Tras recorrer decenas de kilómetros llegaron al puesto de vigilancia de la Comisión de Caminos local, una organización controlada por terratenientes dedicados a la producción masiva de ganado para exportación que controlan la zona y que les impidieron pasar. Debieron regresar a su comunidad para que, dos días después, un helicóptero cedido por las Fuerzas Armadas recogiera a Milcíades, que murió esa misma noche en un hospital de la ciudad de Villa Hayes, a 25 kilómetros de Asunción, la capital del país. Días más tarde, su padre sufrió una apendicitis, y un diputado tuvo que ir hasta el lugar para que le abran el camino y llegar a tiempo a un centro médico.

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La mayoría de la veintena de pueblos nativos de cinco familias lingüísticas que viven en Paraguay están en el Chaco, que ocupa aproximadamente el 60% del territorio del país sudamericano, pero concentra a menos del 5% de la población total. También es un vital centro económico para el país. De allí sale la mayoría de la producción ganadera que sitúa a Paraguay entre los ocho mayores exportadores de carne vacuna del mundo.

Solo en uno de los tres departamentos del Chaco, Presidente Hayes, hay unas 25.000 personas de estas comunidades afectadas por la inundación que se repite cada año, según dijeron 25 lideresas que viajaron hasta Asunción para denunciar la falta de apoyo oficial. “Estamos en situación crítica. Va a llover otra vez y los caminos de acceso a las comunidades en todo el Chaco están bajo agua. Es imposible transitar en vehículo. Las ambulancias no pueden llegar o se quedan trancadas. Estamos pasando muchos momentos muy difíciles”, cuenta por teléfono Estela Marecos. enfermera del pueblo indígena enxét.

Marecos es de la comunidad El Estribo, donde además de todos los problemas de salud que sufren sobre todo niños, ancianos y embarazadas, han perdido bajo el agua su producción de sésamo de la que dependen económicamente. “No alcanzan los medicamentos para atender a los niños con diarrea o enfermedades respiratorias y afecciones en la piel por la contaminación del agua. Ni para bajarles la fiebre. Y solo hay un tractor de la gobernación, que hace todo lo que puede, pero que debemos esperar por turnos”, contó la enfermera.

Radio Pai Pukú es el único medio que se capta en la mayoría de las comunidades indígenas y rurales empobrecidas del Chaco paraguayo. A través de esta emisora se dan avisos y pedidos de auxilio. Escucharla estos días es como seguir un parte de guerra: “¡Helicóptero evacua a una niña de 15 años en Caroai! ¡Comunidad rodeada de agua! ¡Impactante rescate de niño chaqueño en helicóptero!”. Mensajes seguidos de coordenadas de caminos inundados e intransitables y de más noticias de familias pidiendo auxilio.

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Esta situación es “el ejemplo más claro de lo que es la discriminación estructural para con la población indígena”, dice José Paniagua, el coordinador ejecutivo de Tierraviva, una ONG paraguaya especializada en trabajar con los pueblos indígenas del Chaco. “Son situaciones sumamente previsibles porque no hay otra posibilidad en esta región: o inundación o sequía. Pero el Estado lo toma como una emergencia puntual”, añadió. “El problema de fondo es que el Estado no invierte en caminos de todo tiempo para las comunidades indígenas, los pocos caminos que existen están directamente privatizados o son caminos privados. Ese tipo de desastres climáticos afectan mucho más a las comunidades indígenas porque son las menos atendidas por el Estado”, explica el director de la Coordinadora de Derechos Humanos de Paraguay (Codehupy), Óscar Ayala.

El Gobierno paraguayo emplea a la Secretaría Nacional de Emergencias para la asistencia de las comunidades, un ente que también debe hacerse cargo de las aproximadamente 60.000 personas más que están afectadas por las inundaciones en el resto del país. El Ministerio de Obras Públicas tiene previsto un proyecto conocido como La ruta de la leche para hacer mejores caminos para los ganaderos en el Chaco. Las comunidades indígenas denuncian que es una iniciativa que, otra vez, las deja fuera, a merced de consecuencias fatales.

Fuente: El País (España)

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