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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Ellos tan gendarmes, nosotros tan niños

Foto: Enfoque Rojo

¿Qué cambia en el ardiente pavimento de estos días el proyecto Bullrich – Garavano? ¿Qué más condena? ¿Qué otro estigma hace sangrar en esta infancia? ¿Qué distingue al hoy con castigo penal a los 16, de mañana con punición a los 15 o a los 14? ¿Qué cambia si ya hay una cárcel bonita y distinguida para los de 18 y mañana alzarán otra para los de 15 o 14 y los muros serán los mismos que los que separan el barrio del country, la villa de la fortaleza con perros y púas, la periferia de la zona confortable?

¿Qué cambia si en la calle la policía –la ciudadana, la bonaerense, la federal, la gendarme, la prefecta- tiene libre disparo hacia la espalda de los adolescentes? ¿Qué distinto puede ser si la pena de muerte de facto se devora a los pibes por bala, por veneno, por paco, por hambre? ¿Para qué sirven los niños de los arrabales si no es para construir delincuentes que justifiquen políticas duras para calmar los colmillos ciudadanos y aplacar la crueldad económica? ¿Para qué sirven los niños de los arrabales si no es para exacerbar la desconfianza en el otro, para afinar el individualismo y construir patíbulos para los débiles? ¿Qué cambia entonces si su carne va a la parrilla del estado para placer social y político a los 16, a los 15 o a los 14? ¿Qué si la condena es condena de todas maneras? ¿Qué si la sentencia se fundamenta en el origen, en la piel, en el piercing, en la ceja cortada, en el linaje de abandono, en la historia de plombemia, desnutrición y desempleo adquirido, en las naranjas para el malabar, en la ranchada, en el piraña, en el punga?

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¿Qué cambia si el pibe crecido en el formateo social del delincuente es un peligro público desde el arranque, un sujeto impolítico, sin probabilidades de luchar para transformar su vida, un objeto modelado impermeable a políticas públicas que jamás le llegan?

¿A qué sociedad modifica la punición a los 15 o a los 14 si el pibe formateado nació sin algodones, creció en un ambiente contaminado, respiró agroquímicos en la escuela rural, plomo en la cuenca del Riachuelo, fue a la escuela espasmódicamente cuando la panza no gruñía ni el catarro le hacía piquete en la garganta, sobrevivió al abuso en casa, al hacinamiento, al embarazo a los 11, a la negativa del aborto legal, a los golpes por llorar, a la venta al vecino, al paco en la esquina, a la pobreza aluvional que es cada vez más niña, cada vez más pibe?

¿Qué le cambia al millón y medio de chicos con hambre? ¿Qué a los ocho millones de niños pobres? ¿Qué distinta será esta tierra para los pibes de 15 o de 14 si Garavano – Bullrich les prometen castigo temprano? ¿Qué distinta será si no protegen a su madre estragada que cobra la AUH, si no hay vivienda, ni escuela que convoque ni comida rica en el país que alimenta a 400 millones ni futuro pensado ni construcción de porvenires colectivos ladrillo por ladrillo?

El castigo ya está. Habrá que tejer una sociedad nueva. Que puedan ver los niños si se ponen la mano como visera a la altura de los ojos. Que se vea. Como una esperanza incauta enancada en el horizonte. Que sea posible.

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Fuente: Agencia Pelota de Trapo

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