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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Es ahora

Este gobierno se va. La cuestión es en qué términos y en qué condiciones, y es lo que están terminando de “acomodar” con las corridas cambiarias de estas últimas semanas y fundamentalmente de estos dos últimos días. Su problema es cuánto queda por repartir, a qué precio y en manos de quién va a quedar lo que quede.

El golpe de fuerza del bloque productivo, le permitió en junio ocupar ministerios como el de producción pero, a la vez, centralizar aún más el anillo principal de la economía de esta era, que es el del mercado de dinero. De esta forma, la salida productivista queda igualmente supeditada al vaivén bursátil no solo acá sino en el único mercado que es ya global.
Las acciones de los que grupos económicos locales que que cotizan en New York, fueron violentamente a la baja en la misma medida que se apreciaba el dólar en casi un 20% en dos días. Imaginemos en qué condiciones quedarían aquellas unidades productivas de escala doméstica que ni siquiera puede valorizarse en esa mesa de juego de mundial. Mientras tanto, y anticipando lo que se les viene, productoras de alimentos y de manufacturas de origen industrial han avisado a sus cadenas de comercialización minoristas que no tienen precio de referencia y que suspendan las ventas de sus productos.
Estas medidas eventuales de ayer corren encima del parate estructural del aparato productivo asentado en el país, graficado en estadísticas por el propio INDEC.
Y sobre la devaluación de la moneda de estos días, con la que licuan aún más la capacidad de consumo real del único sustento de vida que tiene la mayoría de la población, que son sus ingresos laborales, tanto en la rama estatal de la Agroindustria como en la de Fabricaciones Militares, los funcionarios ejecutan a sangre fría el despido de los trabajadores que habían quedado (530 hoy Agroindustria) y el anuncio del cierre de esos pilares de la soberanía sobre las cuales fueron creados y desarrollados los pilares industriales fundamentales que nos convirtieron alguna vez en una nación pujante, integrada, estable y potente.
Trabajadores de distintas ramas siguen reclamando que el gobierno retrotraiga sus medidas y que establezca condiciones de vida, no ya digna, sino al menos condiciones de una vida posible.
El pueblo reclama, esperanzado, de que puede haber una vuelta atrás aun cuando la disputa financiera por el dólar ya echó por tierra el valor real de lo que venía pidiendo hasta hoy: aumentos de salario, control de precios de insumos, control de precio de alimentos, bajar el precio de los servicios públicos esenciales, reincorporar a los despedidos, etc, etc…
Desde agosto de 2016, se abrió la etapa de la lucha política de la clase trabajadora que implicó y sigue implicando el desarrollo de legítimas disputas en las organizaciones con el objetivo de orientar el sentido de sus acciones. En diciembre de 2017 la confluencia de las protestas sectoriales-particulares hizo pico y su articulación multisectorial pasó a ser una consigna común para las acciones de reclamo.
La virulenta disputa financiera que están desarrollando por arriba los distintos sectores del capital, y que rapiña y arrastra por debajo a toda la población de esta forma inhumana, ha llegado a un momento crítico. Y ese momento es el escenario concreto en el que podemos decir -no pedir, sino decir, definitivamente basta.
Tomamos todos nuestros puestos de trabajo, hasta que se vaya este gobierno, en resguardo de lo único que nos queda para construir un futuro posible. No le reclamamos que cumplan ya con nada. Solo decimos que se vayan.
De esa manera, el pueblo trabajador anticipa el escenario de salida y transición, para que no sea una nueva corrida descontrolada que nos arrastre sino para demarcar los términos y la condiciones de una nueva situación, de un nuevo tiempo, en el que sea posible hacer realidad todo aquello que nuestras proclamas y programas venían hasta ahora reclamando.
Es el momento de convertir el conflicto social en lucha social. Los trabajadores, desde nuestros puestos de trabajo podemos amalgamar al conjunto del pueblo en una lucha no ya contra el poder de turno sino en una lucha por ejercer nuestro poder.
Los entuertos locales por vueltos y divisas que nunca fueron y nunca serán nuestros, la ruptura de la estabilidad social y de la gobernabilidad que la crisis capitalista está generando en todos los rincones del globo, en algunos lugares como guerra entre países, en otros como guerra dentro de los países y entre la propia población, son el escenario inmejorable para dejar de optar entre buenos y malos y anteponer, definitivamente, lo mejor: un escenario de lucha por la soberanía popular.

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Luciano Salerni 31/08/2018

lucianosalerni@gmail.com

 

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