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Incendio en el Museo de Río de Janeiro. Austericido, negligencia y crimen cultural

Los museos son lugares donde el tiempo se transforma en espacio”. Orhan Pamuk

 El tiempo: 200 años, el espacio: el del Museo Nacional de Rio de Janeiro (MNRJ).

Este domingo 2 de septiembre, un enorme incendio devastó el museo, destruyó  una de las joyas culturales más preciadas de Brasil, con un acervo de más de 20 millones de valiosas piezas.

El fuego comenzó alrededor de las 19.30 y solo fue controlado alrededor de las 3 horas del día siguiente. Los bomberos estuvieron casi dos horas sin poder actuar porque los hidrantes no tenían agua, tuvieron que buscarla  en un lago. El rector de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), Roberto Leher declaro: “Reconocemos el trabajo valeroso del Cuerpo de Bomberos, pero la forma de combatir el       fuego no fue de la misma proporción y escala del incendio. Percibimos claramente que faltó una logística y una capacidad de infraestructura”

Austericidio, negligencia  y crimen cultural, son  el resultado de los planes de recortes presupuestarios y ajustes que se aplican a las instituciones culturales y educativas en la mayoría de los países latinoamericanos. Argentina es un  triste ejemplo de estas políticas destructivas.

El MNRJ no recibía la asignación que necesitaba para su manutención desde hacía cuatro años. Al menos 10 de los 30 espacios de exposición estaban cerrados y solo 1% de la colección estaba expuesta al público. En este año, la institución llegó a cerrar sus puertas durante 10 días después de una huelga de los empleados responsables de la limpieza del local que reclamaban sueldos atrasados. Desde 1946, el Museo Nacional está asociado a la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), que también estaba sometida a recortes de presupuesto. La dirección del museo negociaba con el Banco Público de Fomento (BNDES) fondos para su manutención, que incluía la instalación de un sistema anti-incendio, actualmente inexistente. Pero el fuego llegó antes que la ayuda.

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Luiz Fernado Dias Duarte, subdirector del Museo Nacional declaró:  “Son 200 años de memoria, ciencia, cultura y educación, todo perdiéndose en el humo por falta de apoyo y conciencia de los políticos brasileños”. Su desahogo encuentra apoyo en la realidad. Cuando el museo cumplió 200 años, el pasado junio, ningún ministro de Estado aceptó la invitación para asistir a la ceremonia.  “Todos quieren dar apoyo ahora. Nunca tuvimos suficiente apoyo”. Dijo sentir una “inmensa rabia” por todo lo que lucharon y que “fue perdido en la fosa común”.

Protestas después del incendio

La SBPC (Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia) de Río de Janeiro señaló: “El incendio es símbolo del descuido del gobierno de Michel Temer con ciencia, cultura y patrimonio”. Pero admite que esa indiferencia viene desde la gestión petista del gobierno de Dilma Russef:  “Desde 2014 el gobierno federal no hace la transferencia de los recursos apropiados para el mantenimiento del museo”.

La curadora e investigadora académica Ivana Bentes, ex secretaria de Ciudadanía y Diversidad Cultural del Ministerio de Cultura, clasifica el incendio de “barbarie” y no “accidente” producto de  la precariedad de sus instalaciones. “El museo sobrevive con el mínimo de recursos del Estado, el público hacía contribuciones para  ayudar en el mantenimiento”, recuerda.

Marco Aurelio Caldas, un museólogo que  trabajó en la institución durante más de nueve años, llegó al museo tan pronto como se enteró del incendio. “Son 200 años de trabajo de una institución científica, la más importante de América Latina. Todo está terminado. Nuestro trabajo, nuestra vida estaba allí”.

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El urbanista Washington Fajardo, que fue presidente del Consejo Municipal del Patrimonio Cultural de Río de Janeiro declaró:  “Que las generaciones futuras nos perdonen. Somos la gran nación desmemoriada, vagando por el cosmos sin saber lo que fuimos, o podemos, o soñamos. Ahora son cenizas aquello que debería inspirar a los jóvenes a guiar la nación”.

Otros trabajadores de museos, investigadores, académicos y pasantes también acudieron al barrio de Sao Conrado en Río. Muchos de ellos lloraron mientras observaban cómo las llamas consumieron el edificio.

                                          Protestas después del incendio

El MNRJ, devorado por las llamas este domingo en Río de Janeiro, es el último de una larga lista de instituciones y entidades culturales que han sido parte de la desidia, abandono y  pasto de las llamas en Brasil en los últimos años.

En 2010, un incendio afectó al laboratorio de reptiles del Instituto Butantan, también en Sao Paulo y sede de una de las principales colecciones de cobras de Latinoamérica.

En 2011 el Palacio Universitario de la UFRJ, situado en playa Vermelha, también fue pasto de las llamas, que devoraron la capilla y el almacén de la Facultad de Educación.

En 2013, el auditorio del Memorial de América Latina, en el que se encontraba expuesto un enorme panel de la centenaria artista nipo-brasileña Tomie Ohtake en Sao Paulo, obligó a los bomberos a actuar durante horas en el local, proyectado por el célebre arquitecto Oscar Niemeyer.

Por aquel entonces también se denunciaron los recortes acumulados destinados a la Secretaría regional de Cultura.

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Por otro lado, el Museo de Ipiranga, dependiente de la Universidad de Sao Paulo (USP), está cerrado desde hace cinco años mientras se culminan una serie de reformas después de que un informe alertara sobre el riesgo de derrumbamiento del edificio, también de un gran valor arquitectónico e histórico.

En octubre de 2016, la octava planta del rectorado de la UFRJ fue calcinada y dos años antes, un cortocircuito en un aire acondicionado provocó otro incendio en el Centro de Ciencias de la Salud de la entidad.

En 2016, la Cineteca brasileña, en São Paulo, perdió una colección de 1.000 películas latinoamericanas por el fuego que llegó a uno de sus depósitos. Tres meses antes, el Museo del Idioma Portugues (Museu da Língua Portuguesa), también en São Paulo, había sido dominado por el fuego.

En agosto de 2017, hubo cuatro heridos en otro incendio en una residencia estudiantil de la universidad fluminense, que, con más de medio siglo de antigüedad, nunca pasó por una reforma y no contaba con salidas de emergencia, ni alerta de incendios.

Hace un mes  una explosión en el laboratorio de metalurgia del Instituto Alberto Luiz Coimbra dejó tres heridos. Dos meses antes, en junio, se prendió fuego uno de los pisos del Hospital Universitario Clementino Fraga Filho

 

 

 

 

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