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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

La ascensión del albatros: a cien años de la Revolución de Octubre

“¡Dejen que la tormenta estalle con toda su fuerza!, graznó el albatros, mientras volaba orgulloso entre los relámpagos, irritado con el mar rugiente”, es parte de lo que anuncia “El canto del albatros”1, un poema compuesto por Máximo Gorki en 1901. El pájaro representa al pueblo ruso de aquel entonces, de allí a que vea con esperanza la tormenta que agita el mar. Este poema pasó a ser bastante popular durante la Revolución de Octubre, de la que dicho sea de paso, conmemoramos sus cien años.

 

No es mucho lo que se ha realizado hasta ahora en materia de conmemoración a la Revolución Rusa. Entre las actividades que vale la pena mencionar, está la Conferencia Internacional: “A 100 años de la Revolución Bolchevique. La experiencia de los ‘socialismos reales’ y los dilemas del mundo contemporáneo”, preparada por el Instituto de Humanidades y la Facultad de Ciencias Sociales e Historia de la Universidad Diego Portales.

 

Aunque desprovistas de la audacia del albatros de Gorki, ciertas ponencias y conferencias ofrecieron oportunas líneas de discusión en relación a la Revolución de Octubre, que sin haber salido de los márgenes académicos, vale la pena compartir. De ese modo, aprovecho de aclarar que me referiré específicamente a la conferencia de Sheila Fitzpatrick, denominada “Was the Russian Revolution a Failure?” (¿Fue la Revolución Rusa un fracaso?), así como a la última mesa redonda de la Conferencia Internacional, que llevó por título “El ‘internacionalismo proletario’, la Guerra Fría y los movimientos revolucionarios en Latinoamérica”.

 

Acerca de la influencia de la Revolución Rusa en Nuestra América

 

La Revolución Rusa, sigue siendo sin duda alguna, uno de los procesos más trascendentales del siglo XX, que contribuyó de manera decisiva al desarrollo de diversos movimientos revolucionarios en el mundo. Nuestra América no estuvo exenta de su impacto. De ahí que fuese imperativo asistir a la mesa redonda mencionada anteriormente, en donde cinco académicos2 abordaron la compleja relación que hubo entre la Unión Soviética y América Latina, especialmente durante las primeras décadas de la Revolución de Octubre.

 

En línea gruesa, las ponencias coincidieron en la necesidad de superar la supuesta hegemonía “cominterniana” en el movimiento comunista latinoamericano. Aunque más de un caso pareciese confirmar un alto grado de subordinación —es cuestión de tan sólo tomar en cuenta la historia del Partido Comunista local—, lo cierto es que las experiencias tuvieron un desarrollo más bien desigual, no viéndose homogéneamente sujetas a las directrices de Moscú.

 

Sabemos además, que no podríamos  concebir las particularidades de la región en materia de movimientos revolucionarios sin tratar los movimientos independentistas, indigenistas, y aquellos relacionados con la teología de la liberación, así como la conformación de una Internacional Socialista —opuesta a la influencia de Moscú—, y por supuesto, la influencia de la Revolución Cubana, que marcó el continente pasada la segunda mitad del siglo XX. No obstante, tales itinerarios merecieron apenas algunas menciones durante la mesa.

 

En el marco de lo heterogéneo del desarrollo de los partidos comunistas en el continente, cabe mencionar el caso brasileño, que destaca por haber sido fundado por ex-anarquistas, así como por sus conexiones militares —como es el caso de Luís Carlos Prestes—, siendo estas últimas fundamentales a la hora de fraguar la insurrección comunista de 1935. Su fracaso habría influido en el temprano anticomunismo, afianzado ya para el Golpe de Estado en Brasil de 1964.

 

Cabe señalar que se acusó la falta de estudios en relación con el anticomunismo latinoamericano, del que se aseguró, no sólo fue ampliado a partir de la propaganda liberal, sino que también a través de las propagandas nacionalista y católica, así como en el denominado “anticomunismo de izquierda”, el anarquismo, en el que se puso especial énfasis.

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Al respecto, en el plano local, se propuso reemplazar la idea de que después de la Revolución Rusa no tuvo mayor relevancia el anarquismo en Chile —idea sostenida por autores como Sergio Grez—, tomando en cuenta el notable desarrollo de los anarquismos iquiqueño, pampino y porteño, los que no permitieron ser desplazados por la “hegemonía bolchevique”. Es más, el anarquismo local permitió reabrir la amplia discusión en torno a la cuestión del poder, a partir de la experiencia soviética.

 

En aquel entonces, tomando en cuenta que gran parte del mundo quería conocer lo que ocurría en la URSS, se sabe que la prensa obrera nacional de la época contó con dos focos de información: el primero fue el aspecto testimonial en relación a viajes realizados a la naciente Unión Soviética. Información que fue recopilada  a partir de relatos que provinieron preponderantemente de extranjeros que habían llegado a Chile.

 

El segundo en tanto, fue el aspecto conmemorativo en torno a la denominada “pascua roja” —como también se le denominó en el país a la Revolución de octubre—, que a diferencia del caso anterior, provino comúnmente de organizaciones y dirigentes locales.

 

Por otra parte, en el caso argentino —como también ocurrió en ciertas orgánicas anarquistas en Chile—, la Revolución de Octubre fue leída en clave consejista. Hubo pues, en el país trasandino, entre el Cordobazo y el golpe de Estado de 1930, toda una efervescencia política-cultural que se vio alcanzada por la conmoción del proceso soviético, lo que quedó demostrado a través de revistas como Cuasimodo u Oriente, teniendo a referentes tales como José Ingenieros, que tomó de discípulo a un joven Aníbal Ponce, quien a su vez sería de gran influencia para Héctor Pablo Agosti, el mismo que en 1950 comenzó la primera traducción de Gramsci en español.

 

En otro orden de ideas, durante la mesa también se afirmó que la Revolución Rusa dotó de un rico imaginario a un amplio espectro de organizaciones revolucionarias, por fuera de la institucionalidad de los partidos comunistas, y como sabemos, lo sigue haciendo hasta el día de hoy. Ahora bien, según se enfatizó, las primeras lecturas del proceso comúnmente fueron:

 

1) Los soviéticos como constructores de un mundo nuevo

2) Gestión y conducción política de una sociedad socialista

3) Determinación de una concepción de socialismo

 

A partir de esto, también se señaló que las influencias todavía vigentes en América Latina son:

 

1) La concepción de imperialismo como fase superior del capitalismo

2) El partido marxista-leninista como organización de vanguardia para la revolución

3) El socialismo en tanto control estatal de los medios de producción

 

Este último sea quizás el modelo más “exitoso” en la región, como lo han demostrado los últimos gobiernos progresistas —el kirchnerismo en Argentina, la Bolivia de Evo, el Brasil de Lula y Dilma, el Ecuador de Correa—, los que como señala Raúl Zibechi, “han intentado definir un modelo propio de desarrollo basado en protagonismo estatal con la economía de mercado.”3

 

Curiosamente, el mismo autor se vale de la Revolución Rusa para sacar algunas conclusiones acerca de los límites y problemas que han enfrentado otras experiencias revolucionarias posteriores, tanto en el mundo como en Nuestra América, experiencias en este caso, “progresistas”.

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A modo de término, considerando que la totalidad de los expositores pertenecen a la disciplina de la Historia, no está demás exhibir las líneas de análisis que fueron propuestas para medir el impacto de la Revolución Rusa en la región, desde el campo historiográfico:

 

1) Historia de la intelectualidad comunista en el continente

2) Historia institucional de los partidos comunistas y su relación con la Comintern

3) Historia de las relaciones entre la URSS y los Estados latinoamericanos

4) Historia del anticomunismo en la región

 

¿Fue la Revolución Rusa un fracaso?4

 

Es la interrogante que planteó Sheila Fitzpatrick5 a partir del repaso de diversos historiadores contemporáneos, muchos de los cuales tildan la Revolución de Octubre indiscriminadamente como tal, sino es que como una tragedia. Pero la historiadora, antes de asumir una posición al respecto, propone considerar los alcances que representa un fracaso. Se pregunta de esa forma, si en este caso, el fracaso significa no haber logrado la Revolución. Y de ser así, ¿qué porcentaje de metas no logradas son iguales a un fracaso?

 

Para ella, hablar de fracaso suele encarnar un juicio subjetivo, tendencioso políticamente hablando, acorde a la historia que queramos contar o hayamos escogido, lo que dista de todo análisis concreto de la situación concreta, en términos de Lenin. El mismo caso suele verse, cuando por el contrario, tildamos unilateralmente a un proceso revolucionario como “exitoso”.

 

A esta condición ambivalente de éxito, se suma la problemática de cuándo empieza y cuándo finaliza una Revolución. En relación al “final” de la Revolución, hay quienes consideran que este se efectúa en el mismo mes de octubre (1917). Para otros en cambio, concluye con la victoria en la Guerra Civil Rusa (1917-1923). Hay para quienes la Revolución termina con la muerte de Lenin (1924). Asimismo, están los que afirman que esta cesó conforme Stalin se hizo del poder total (1927), sin desconocer a quienes consideran que la Revolución acaba con la Disolución de la Unión Soviética (1990-1991).

 

En lo que a Fitzpatrick respecta, la Revolución Rusa finaliza cuando la Unión Soviética ingresa a la Segunda Guerra Mundial. Pues la historiadora asegura que antes de 1941, la Revolución de Octubre era la base del régimen soviético. Sin embargo, concluida la guerra, es la victoria de la Gran Guerra Patria o Gran Guerra Patriótica la que pasa a ser el nuevo cimiento, de modo que el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) le reasigna otro lugar en la historia a la Revolución de Octubre.

 

Asimismo, la autora de la “La Revolución Rusa”, aprovechó de referirse a la comparación de ésta con la Revolución Francesa que los mismos bolcheviques solían favorecer, quienes habrían asimilado una revolución que manifestándose al principio de forma violenta —como lo fue la “toma del poder”—, seguía su curso a través de un “período de reconstrucción”. En el caso soviético, tal período habría sido substituido por la “revolución desde arriba” conducida por Iósif Stalin, a través de las políticas radicales de colectivización e industrialización, que como sabemos, fueron más tarde sucedidas por la Gran Purga.

 

No está demás comentar que de forma previa a la conferencia, la historiadora concedió una entrevista a La Tercera, que consideramos tiene significativa relevancia. Esto porque al ser consultada por estos 100 años y por cómo se perciben en Rusia, la autora señaló: “El centenario es un bochorno para el gobierno de Putin, porque no están seguros de lo que piensan acerca de la Revolución. Stalin, entendido como constructor de la nación, encaja fácilmente en el pasado utilizable, pero con Lenin y la revolución bolchevique el asunto se complica. Así las cosas, no están planeando ninguna celebración pública: sólo unas pocas conferencias académicas”6.

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Cien años han desde que aquel albatros descrito por Gorki, decidió cruzar la tormenta. Es demasiado lo podríamos agregar al respecto, pero no olvidemos que un artículo se identifica por su brevedad. Por ello, quizás lo más pertinente para terminar un minúsculo repaso por la Revolución de Octubre, sea que uno de sus propios protagonistas, nos introduzca a ella. En su colosal obra, “Historia de la Revolución Rusa”, León Trotsky expresa:

 

 

“En los primeros meses del año 1917 reinaba todavía en Rusia la dinastía de los Romanov. Ocho meses después, estaban ya en el timón los bolcheviques, un partido casi ignorado a principios de año y cuyos jefes, en el mismo momento de subir al poder, se hallaba aún acusados de alta traición. La Historia no registra otro cambio de frente tan radical, sobre todo si se tiene en cuenta que estamos ante una nación de ciento cincuenta millones de habitantes. Es evidente que los acontecimientos de 1917, sea cual fuere el juicio que merezcan, sin dignos de ser investigados.”7

 

Notas

 

  1. “El canto del albatros” (1901), Máximo Gorki. Disponible aquí.

 

  1. Los académicos presentes durante las jornadas con sus respectivas ponencias fueron Santiago Aránguiz (Universidad Diego Portales): “Los constructores del mundo nuevo. Rusia soviética y el comunismo chileno”, Tania Harmer (London School of Economics): “Repensando la guerra fría en América Latina: legados e impactos de la revolución bolchevique”, Rodrigo Patto Sá Motta (Universidad Federal de Minas Gerais): “Comunismo e anticomunismo no Brasil, antigos e novos combates: 1935/1964”, Adriana Petra (Universidad Nacional de San Martín / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas): “Reverberaciones y lecturas de la Revolución Rusa y la URSS en la cultura argentina. Desde Octubre a la Guerra Fría” y Tobías Rupprecht (Exeter University): “Ecos de la ‘Aurora’. 100 años de la Revolución en América Latina”.

 

  1. Zibechi, Raúl (2016). Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo. Santiago de Chile, Quimantú.

 

  1. La conferencia de Sheila Fitzpatrick puede encontrarse aquí: Conferencia “Was the Russian Revolution a Failure?” – Audio Traducción

 

  1. Sheila Fitzpatrick (1941, Australia) es profesora de historia en la Universidad de Sidney, profesora emérita de la Universidad de Chicago y está especializada en la Unión Soviética. Es autora de “Historia de la Revolución Rusa”, “El equipo de Stalin”, “Lunacharski y la organización soviética de la educación y de las artes (1917-1921)”, entre otros. “Historia de la Revolución Rusa” puede ser descargado gratuitamente aquí.

 

  1. Sheila Fitzpatrick: “El centenario es un bochorno para el gobierno de Putin”.

 

  1. Trotsky, León (1972). Historia de la revolución Rusa. Tomo I. Santiago de Chile, Editora Nacional Quimantú.

Por Ignacio Andrés

América Latina desde Abajo

 

Imagen: “¡Dadnos más tanques!”, cartel creado por El Lissitzky en 1941, que sirvió como afiche de la Conferencia Internacional: A 100 años de la Revolución Bolchevique. La experiencia de los ‘socialismos reales’ y los dilemas del mundo contemporáneo.

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