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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

La posverdad y los golpes blandos

Definiciones de la Verdad del Dicc. de la Real Academia (DRA.): “1. Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente. // 2. Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa. // 3. Propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna. // 4. Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente…”

Como se desprende de las definiciones precedentes en torno a la palabra verdad, ofrecen una serie de precisiones que a su vez encierran ambigüedades. O sea, brindan una claridad que también conlleva una significación evanescente que mueve a la interpretación. Empero, esto no es una exclusividad de ese término sino una característica del lenguaje. (1) Veamos.

Acerca de la acepción “1”: la conformidad es relativa en tanto no defina a qué mente se refiere. El concepto de un científico sobre la cosa difiere de la creación que de ella hace un poeta. La “2”: aquí la ambigüedad es manifiesta, depende de la subjetividad. La (3): la inmutabilidad puede cuestionarse, por ej., desde la Teoría de la Relatividad. En todo caso requiere determinaciones adicionales. La “4”; pareciera la más concluyente. Sin embargo, la dificultad se traslada a la problemática de la racionalidad.

Este rodeo apunta a enfocar la significación y empleo de la llamada posverdad que busca imponerse en el actual escenario político-ideológico. Los recursos del lenguaje y su ambigüedad intrínseca brindan su andamiaje para alterar conceptos como los de explotación y dominación, esenciales para el capitalismo. Mentiras existieron siempre pero la posverdad innova generando nuevos códigos que manipulan el significado reconocido de la verdad para adecuarla al interés de su emisor. Esto origina un lenguaje falaz que se aplica a la política y lo social. No se trata de sinónimos como en las voces del lunfardo sino de la falsificación de las ideas que se emiten a fin de engañar a sus receptores. Vale decir, constituye la sistematización de la mentira.

Lo anterior no sería viable si no fuera obra de un poder capaz de imponerla en la sociedad. Para lograrlo, dicho poder debe asentarse en determinados pilares. En lo económico, la aquiescencia de las grandes corporaciones; en la comunicación, el manejo de la prensa oral y escrita; en lo político, la instrumentación del Estado; y para licuar resistencias legales, el control del Poder Judicial. Hoy, el gobierno de Macri, o sea el de los CEOs, reúne esos requisitos y su principal efecto es ir construyendo una subjetividad social acorde con sus intereses.

Los Golpes Blandos

La consolidación de la derecha se apoya en el poder que detentan los sectores hegemónicos para operar y desplazar a quienes los enfrentan o los molestan. Existen diversos niveles entre los países que conforman el campo internacional. Simplificando, se puede dividir ese vasto espectro entre los de mayor poder y desarrollo del capital (antes, el primer mundo) y los más débiles, los periféricos (antes, las naciones dependientes). Y al interior de tales agrupamientos también aparecen diferencias apreciables. Abarcando ahora a la esfera mundial, se produjeron cambios sustanciales de imprescindible consideración.

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Hace más de treinta años, aún existía en el planeta el campo comunista surgido de grandes revoluciones que negaban al capitalismo y le disputaban su hegemonía en el mundo. Etapa signada por la existencia de esos bloques que explicaban la inestabilidad política reinante. Las tensiones entre las potencias llegaron a bordear la 3ª guerra mundial. Dichas tensiones se transmitían a los países periféricos según su importancia. Y en las últimas décadas de ese período, el principal recurso de los grupos hegemónicos para frenar las luchas populares y destituir a sus gobiernos afines, fueron propiciar los golpes militares. Así las Fuerzas Armadas constituyeron el reaseguro de los intereses del poder económico concentrado. Es que, por entonces, el mismo no lograba el consenso de suficientes adherentes a su causa como para ganar elecciones.

Luego, debido a la implosión del comunismo se consolidó el orden imperial y se produjo la “resurrección” de la Democracia Representativa como instrumento dócil a sus designios. Mas, le brotó un imprevisto “forúnculo” en Sudamérica que se engendró a raíz de la elección de gobiernos de signo popular en los inicios de este siglo (Venezuela 2 años antes). Esto originó un cambio político considerable en nuestro subcontinente. Se dieron procesos, con sus diferentes alcances y matices, que conformaron un núcleo de países donde el control del Estado fue alcanzado por distintas expresiones de las fuerzas populares. No obstante, éstas conviven con un acechante “Caballo de Troya” cuya existencia proviene de las relaciones capitalistas internalizadas. Relaciones que por ahora no se han podido superar. Y ya orillamos la antesala de los golpes blandos.

Previo al brote del “forúnculo”, la derecha vio que ya no peligraba su dominación económica y social y dejó de impulsar los clásicos golpes militares (2). Es que no se comprometían sus ganancias ni el libre juego de las Corporaciones. Los roces eventuales con algún gobierno “progresista” podía llegar a molestar pero no alteraban sus negocios. Entonces, se abandonó el recurso de las dictaduras abiertas ya que ese feroz remedio dejaba heridas profundas que con el tiempo amenazaban con volvérseles en contra. Así ocurriría después cuando la resistencia popular desembocó en la consagración de los gobiernos opositores. Sucesos también alimentados por las recurrentes crisis económicas, de variable intensidad, propias del ciclo del capital.

Al ser ya innecesarias las dictaduras que declinaban tras su misión cumplida, se dieron las condiciones para el resurgimiento de la Democracia Representativa. En ese proceso también emergieron gobiernos obsecuentes como el de Carlos Saúl Menem en Argentina o el de Fernando Henrique Cardoso en Brasil que al alimentar las resistencias favorecieron el posterior triunfo de los gobiernos populares. Y ese giro regional, durante unos quince años, fue generando en la derecha un agudo malestar pues no lograba el poder político necesario como para poner la Democracia a su servicio exclusivo. Contradicciones del capitalismo periférico que no paría una burguesía nacional independiente y tampoco conseguía legitimar el control estatal de parte de las grandes Corporaciones internas y extranjeras.

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Tal situación exhibe las vísperas del cambio de estrategia de los sectores hegemónicos del gran capital. La Democracia ambivalente no les servía. Tenían que transformarla en una institución que les permitiera disimular el ejercicio de su dominación. Para eso debían adueñarse del control del Estado, principal soporte del “populismo”, y así destruir sus realizaciones y domeñar a cualquier eventual opositor.

Esa mentada estrategia incorpora los golpes blandos en la medida en que no funcionen la cooptación ni los procesos electorales digitados. Y como ya comenté, eso requiere el concurso de tres poderes: el control del Estado, el mediático y la “Justicia” puesta a su servicio. Un mayúsculo ejemplo es la destitución de Dilma Rousseff y el escandaloso encarcelamiento de Lula. Esos sucesos son tan burdos que no resisten análisis ni admiten tapujos que los disimulen. Distinto es nuestro caso pues la derecha logró legitimarse adecuándose a los cánones de la “Democracia” realmente existente. Y su gobierno es un buen exponente del empleo y difusión de la posverdad para ganar conciencias, gestar subjetividad social e impunidad para desarrollar su política reaccionaria. Fenómeno que demanda la mayor rigurosidad posible para evaluar los errores y las contradicciones del campo popular que le abrieron las puertas al Macrismo. De hecho, una suerte de golpe blando legitimado electoralmente.

Política de nuevo tipo se necesita…

“En el 68 recuperé mi adolescencia de esa forma, sin estructuras, con la solidaridad, la juventud, la alegría de vivir y las ganas de cambiar el mundo.” (en el mayo francés tenía 30 años y había comenzado a militar a los 14). (…) “…la creación existe en lo no académico, en la no repetición.” ( Entrevista a Marin Karmitz, histórico productor francés; produjo a Kiarostami, Kieslowski, Loach, Resnais, Godard, etc… ver Página 12 del 17/04/18).

Esa referencia a lo que dice Karmitz en la entrevista, muestra una frescura digna de asumirla en estos tiempos en que vivimos tantas “pálidas” que nos predisponen al pesimismo. Y éste ensombrece nuestra rica historia de luchas que también incluye falencias y derrotas que no la desvirtúan. Los errores e insuficiencias que padecemos hoy, demandan un pensamiento crítico capaz de engendrar nuevas ideas y prácticas afines si es que deseamos asimilar el pasado y cambiar esta penosa etapa.

Lógicamente, se produjeron errores que condujeron a la derrota en las elecciones. La principal responsabilidad recae en el kirchnerismo que gobernó durante quince años. Esa responsabilidad surge del papel que cumplió aunque haya favorecido la causa popular. Las limitaciones, nos guste o no, alcanzan a todos los que integramos el campo del pueblo, sean partidarios K o quienes exhiben insuficiente creatividad. No hemos sido capaces de gestar una nueva política que supere la existente atada al orden sistémico.

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La situación actual trasluce un nivel general de desorientación acompañado de una mezcla de fuerzas tan diversas como cuestionables. En resumen, resulta tediosa la tarea de enjuiciar los aportes de la falsa “oposición” a este giro copernicano que produjo la derecha. Sea por complicidades previas facilitadoras de su triunfo por más que ahora se muestren “críticos”. Y ni qué decir de los oportunistas que viraron 180º.

Para concluir, propongo un cuestionario tentativo acerca de los interrogantes que afectan a todos los que nos preocupa (y ocupa) el bienestar de nuestra sociedad. Dichos interrogantes remiten a una problemática tendiente a la gestación de políticas de nuevo tipo. La intención es poner en foco interrogantes referidos a una construcción superadora del estancamiento actual o del eterno retorno de la política realmente existente. Con ese criterio esbozaré algunas preguntas que me parecen significativas en esta etapa retrógrada que protagoniza la derecha.

** La revolución tecnológica que potencia al capital, ¿promete un porvenir próspero o puede llevar a la asfixia del sistema?

** ¿Cuáles son los ejes para constituir un campo político común?

** ¿Cómo enfocar las diferencias para que aporten y no frenen la actividad conjunta?

** ¿Cómo articular los objetivos a corto y a largo plazo para que exista correspondencia y no resulten trabas el uno del otro?

** Si los procesos de liberación nacional no funcionan dada la hegemonía mundial del capitalismo, ¿sobre qué bases debieran desarrollarse las luchas liberadoras en los países periféricos?

** ¿Qué características tendría que reunir hoy un sujeto revolucionario?

** ¿Cuáles son los alcances de las clases sociales y en particular, los de la clase obrera?

Esta opinable selección de interrogantes es un llamamiento a una participación colectiva que abra nuevos espacios de reflexión política y de acción. Espacios que contribuyan a despojarnos del auto conferido rol de “dueños de la verdad”, en estos tiempos en que prevalece la incertidumbre. Por contraposición, la misma puede resultar un incentivo para no bajar los brazos y revalorizar la historia de lucha de nuestro pueblo que sumada a las que hoy se libran, nos proyecten hacia un futuro mejor. Historia viva que debe alimentar la creación de nuevas alternativas.—–

Jorge Luis Cerletti – (29 de abril de 2018)

NOTAS :

(1) “El lenguaje tiene un lado individual y un lado social, y no se puede concebir el uno sin el otro. (…) En cada instante el lenguaje implica a la vez un sistema establecido y una evolución; en cada momento es una institución actual y un producto del pasado.” (“Curso de lingüística general” de Ferdinand de Saususure, pág. 50)

(2) El llamado “Proceso de Reorganización Nacional” (la dictadura genocida Argentina (1976-1983); derrocamiento del gobierno socialista de Salvador Allende en Chile por el golpe despótico de Augusto Pinochet (1973-1990); derrocamiento de Joäo Goulart en Brasil por la dictadura que inició Castelo Branco en 1964 y concluyó con Joäo Figueiredo en 1985, etc. etc.

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