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Las Pruebas PISA, una versión neoliberal de la teoría del capital humano; intromisión y control externo de lo público

Por Adrián Barón (*)

El Estado Nacional no suscribirá tratados bilaterales o multilaterales de libre comercio
que impliquen concebir la educación como un servicio lucrativo o alienten cualquier
forma de mercantilización de la educación pública. (Artículo 10, Ley 26.206 de
Educación Nacional)

Tucumán ahora forma parte de las cuatro provincias argentinas que están siendo
sometidas a las pruebas PISA. Estas pruebas internacionales están a cargo de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un organismo
internacional con sede en Francia y que se dedica a pensar el orden económico
mundial en función de los intereses de los países más desarrollados; en América Latina
solo Chile y México son países miembros, justamente los dos iconos regionales del
Estado neoliberal. Argentina no es un país miembro de la OCDE, aunque el actual
gobierno nacional gestiona su ingreso.
PISA es la sigla con la que se conoce al “Programa Internacional para la Evaluación de
Estudiantes” y como lo indica su nombre, es una prueba que evalúa sólo estudiantes y
no sistemas, aunque sus resultados establecen categorías valorativas para toda la
estructura educativa. En el “Manual del coordinador PISA” que se distribuye en las
escuelas obligadas a esta evaluación, se puede leer que “se evalúa la preparación de
los estudiantes para la vida adulta” y por ello se “mide el conocimiento de los
estudiantes en lectura, ciencia y matemática 1 ”, esto se hace aplicando una prueba
estandarizada que evalúa conocimientos como resultados y productos en estudiantes
aislados, fuera de todo contexto, fuera de todo grupo. Consideramos que la educación
pública – como todo lo público- requiere ser evaluada sistemáticamente para tomar
decisiones políticas, organizativas y pedagógicas que vayan transformándola y
mejorándola en un proceso continuo. Pero ¿Necesitamos de la OCDE y de una
empresa multinacional aplicadora para evaluar nuestro sistema y decidir reformas
educativas?
¿Cuál es la legitimidad de las pruebas PISA para que nuestro país y nuestra provincia
se sometan a su aplicación? ¿Qué conocimientos evalúan? ¿Con qué instrumentos
evalúan? ¿Con qué lógicas evalúan individuos escolarizados para calificar a un sistema
educativo?
Las pruebas PISA tienen la legitimidad que se produce en relaciones de poder
asimétricas, ya que la OCDE representa los intereses económicos que mandan dentro
de los países dominantes, es decir, la OCDE construye legitimidad por prepotencia de
mando y por posesión de recursos para construir opinión pública favorable en torno
suyo. En las ediciones anteriores este organismo contrató a la empresa Pearson para la
aplicación de las pruebas; una multinacional británica con filiales en casi todo el
mundo que se dedica al mercado editorial y comunicacional, edita materiales
educativos y es dueña de Financial Times y The Economist. Para Pearson, las PISA son
un negocio redondo y jugoso, ya que es contratada para diagnosticar los problemas
educativos de los países participantes, quienes luego compran los servicios de
Pearsons para que ésta asesore en las soluciones de los problemas educativos que ella
misma diagnosticó. Entonces, la empresa, cobra para diseñar y aplicar las pruebas y
con los resultados de las PISA obtiene a sus clientes para venderles sus paquetes de
soluciones, también estandarizados y costosos como las evaluaciones.
Otra empresa participante es la Westat, una corporación de origen estadounidense
que vende servicios profesionales y tiene como principal cliente al gobierno de los
EE.UU. En su página web, se presenta diciendo que “trabajan para ayudar a los países
en vías de desarrollo”, léase, países que ellos catalogan de segunda categoría y que
desde la década del 60 requieren del tutelaje de los países desarrollados para que
éstos les iluminen el camino único del desarrollo y el progreso.
Como dijimos, estas pruebas evalúan estudiantes como productos y califican sistemas
que luego serán ubicados en un ranking, ya que, desde la perspectiva del mercado
neoliberal, las evaluaciones de calidad sirven para calificar, calificar para comparar y
comparar para diferenciar. Se evalúa para producir diferenciaciones jerárquicas que
terminan reafirmando la superioridad de los superiores y la inferioridad de los
inferiores, a la vez que justifican el tutelaje externo que luego es prestado, bajo
condiciones, a los países que les va mal en la tabla de los promedios. De esta forma,
con el acompañamiento y asesoramiento de los expertos internacionales, los países de
baja calidad podrían despegar y transitar hacia la zona de la tabla donde está el club de
los mejores posicionados. Esa dinámica de intromisión y control externo disfrazada de
tutela y asesoramiento ya no es solo desde los países desarrollados hacia los países
pobres, sino fundamentalmente, es la relación de sometimiento que establece el
mercado hacia todos los estados del mundo; con este tipo de intervenciones externas
como lo son las pruebas PISA, los verdaderos intereses beneficiados son los del
establishment.
Para graficar el nivel de determinación que tiene el mercado en el campo de lo público
podemos mencionar que una de las mayores potencias del mundo como lo es EEUU,
tiene un sistema educativo totalmente subyugado a las dinámicas e intereses del
grupo de poder económico e ideológico que hegemoniza los discursos educativos en
ese país, entre ellos los del mercado farmacéutico que forzó la medicalización masiva
como respuesta a los problemas pedagógicos emergentes en la población educativa y
hasta impuso – al inventar- el Trastorno de déficit de atención e hiperactividad
(TDAH), un trastorno que estigmatiza a niños y niñas, quienes en una muestra de salud
mental, se resisten a adaptarse a una organización escolar violenta y
homogeneizadora, la no adaptación a esos dispositivos escolares deshumanizantes son
vistos por las agencias del biopoder como conductas patológicas y por ello requieren
medicación. Medicalizan en un acto de negocio y un ejercicio de biopoder, esto es,
para controlar los cuerpos y domesticar las conductas, y al mismo tiempo, para
generar ganancias millonarias en la industria farmacéutica. El mercado editorial es
también un actor determinante en la educación de este país, al definir contenidos
curriculares e imponer las perspectivas y los modos de abordarlos a través de sus
materiales editoriales, por ello, entre otras otras razones que no mencionamos por
una cuestión de extensión, se trata de un sistema educativo sometido, pensado y
organizado desde los intereses económicos e ideológicos del establishment más
deshumanizado y deshumanizante. Traemos en este artículo el ejemplo del sistema
educativo estadounidense porque ese es el modelo de referencia – no reconocido-
para los organismos que coordinan y auspician a las pruebas PISA; en su horizonte
ideal los sistemas de educación pública devienen en ámbitos de mercado. Y pareciera
que ese norte educativo del establishment no queda tan lejos cuando observamos en
las escuelas publicas de la provincia la proliferación de consultas neurológicas en la
población infantil y el asalto de lenguaje medico en los discursos educativos, cuando
no, la rotulación estigamatizante y el diagnóstiquerio apresurado en las organizaciones
escolares que ven patologías por todos lados.
En coherencia con las prédicas del neoliberalismo y del neoconservadurismo, éstas
pruebas se presentan desideologizadas y exentas de intereses políticos, como una
eficiente tecnología educativa, objetiva, neutra y al servicio de los países contratantes
que no disponen de capacidades suficientes para evaluar su propio sistema de
educación. Ya sabemos que no existe instrumento técnico ni tecnología neutra y
mucho menos si se trata de tecnología educativa. Ante este velo de neutralidad
silenciosa que las cubre, nos queda a los trabajadores y trabajadoras de la educación y
a las comunidades educativas intentar ver lo no mostrado y decir lo no dicho en torno
a las PISA y aunque nos faltan debates y nos queden reflexiones por delante, ya
podemos decir que la implementación de estas pruebas internacionales tiene muchas
más consecuencias de las que hoy se dicen y una relevancia mayor que no condice con
la indiferencia que mostramos ante el tema. Por una cuestión de espacio, en este
articulo solo hacemos un pantallazo, unas puntadas gruesas de una urdimbre compleja
y con hilares finos que debemos ir desentramando antes que nos encontremos del
todo atascados en esta trampa.
La empresa Westat dice en su página web casi exactamente lo mismo que se lee en el
Manual del coordinador PISA que distribuye el Ministerio de educación de la nación;

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“Los resultados de esta investigación ayudarán a las partes interesadas a evaluar las
políticas educativas de su país en comparación con otras y utilizarán los datos para
ayudar a orientar sus decisiones de política para el futuro.
Las reformas en las políticas educativas resultantes de esta investigación pueden
conducir a un mejor rendimiento estudiantil, una mejor capacidad para competir
competitivamente en los mercados internacionales y, en última instancia, conducir a un
futuro económico más brillante para estos países 2 ”.
Entonces, según el propio discurso de las empresas PISA y del manual que elaboran, se
producen datos para “orientar decisiones políticas futuras”, se evalúa para impulsar
reformas en los sistemas educativos de los países ya que “Las reformas en las políticas
educativas resultantes de esta investigación pueden conducir a un mejor rendimiento
estudiantil”
La PISA aunque se presenta como un recurso técnico (neutro) produce resultados para
definiciones políticas, por lo tanto, se trata de tecnología moral, como diría Foucault, y
de un instrumento con implicancias directas en las políticas públicas. Estas
evaluaciones generan datos para fundamentar y justificar reformas que orienten el
sistema educativo hacia la producción de “una mejor capacidad para competir
competitivamente en los mercados internacionales y, en última instancia, conducir a un
futuro económico más brillante para estos países”. Ésta parece ser una reactualización
de las propuestas educativas desarrollistas impuestas por la Alianza para el Progreso
en la década del 60, es una versión neoliberal de la teoría del capital humano.
Necesitamos sus diseños de políticas educativas para producir sujetos competitivos y
capaces para el desarrollo económico porque, según esta mirada, nuestros problemas
económicos no tienen que ver con un modelo productivo y de distribución de riquezas,
con el lugar subalterno del país frente a los países desarrollados, nuestros problemas
económicos responden a carencias educativas y de formación deficitaria de capital
humano.
Con las pruebas PISA se cede autonomía ante un actor externo que impone un
instrumento para evaluar y para definir cuáles son los problemas educativos de la
educación pública provincial. Posiblemente el paquete evaluador también venga
acompañado de soluciones a esos problemas.

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Con experiencias, pero sin alternativas en disputa

Desde el año 2013 al 2016 se implementó en todas las escuelas del país el programa
“Nuestra escuela”, un programa nacional de formación permanente, que entre otras
cosas, generó prácticas sistemáticas y colectivas de autoevaluación institucional. En el
caso de Tucumán, estas experiencias se realizaron en la totalidad de escuelas públicas
de gestión estatal y de gestión privada. Fueron metódicas y situadas en los contextos

escolares donde se producen las practicas puestas en consideración y fueron llevadas a
cabo por los propios/as trabajadores de la educación, en algunos casos se hicieron con
la participación de la comunidad estudiantil y de las familias, es decir por los sujetos
que atraviesan y son atravesados por esas problemáticas educativas evaluadas en un
proceso de reflexión y debate. El trabajo reflexivo y sistemático producido en las
escuelas públicas ¿no tiene valor suficiente para definir los problemas del sistema
educativo?
El programa Nuestra Escuela lidió con toda la complejidad que supone poner en
marcha un programa de alcance nacional, tuvo muchas dificultades de
implementación, contradicciones en su hacer y errores cometidos, pero se trató de un
programa acordado con los gremios docentes, que podía ser debatido en las mesas de
negociaciones gremiales y que asumió que las escuelas son ámbitos de producción de
saberes, que son organizaciones con capacidad para reflexionar lo que hacen, tomar
decisiones y superar sus propias experiencias. Las pruebas PISA vienen en un paquete
que se compra cerrado, sobre lo que no hay deliberación posible y mucho menos
admiten un diálogo participativo de las comunidades educativas. Con las PISA a las
escuelas solo les queda acatar e implementar el instrumento siguiendo las indicaciones
del prospecto.
No decimos que el programa Nuestra escuela es la panacea que nos coloca la utopía
en el pasado al que hay que volver, decimos que ese programa es una muestra cabal
que contamos con los recursos, las capacidades y las experiencias para definir nuestros
propios problemas educativos y producir nuestras propias políticas para resolverlos.
Los problemas educativos son problemas de las prácticas pedagógicas y
organizacionales, son problemas de la puesta en marcha de políticas educativas
siempre en contextos históricos concretos y con la implicancia de sujetos particulares
¿Se pueden definir los problemas educativos sin la participación activa de los sujetos
que viven y producen cotidianamente las prácticas escolares y la vida organizacional de
las escuelas? En lugar de someterse a los instrumentos y la mirada de la OCDE ¿Por
qué no se financia la sistematización seria y rigurosa de todo lo producido durante las
experiencias de evaluación y auto evaluación institucional con el programa Nuestra
escuela y se generan unos instrumentos evaluativos que respondan a las diversidades
y particulares de la provincia y del país? Con ese trabajo se lograrían unos
instrumentos diseñados y consensuados en el propio sistema que se evalúa.
Con la intromisión de las PISA, las comunidades educativas son reducidas a objetos de
evaluación, ese es el lugar que históricamente le asignaron los sectores conservadores
a los educadores y educadoras. Y con el programa Nuestra Escuela ya se pudo ver con
creces que las comunidades educativas pueden ser sujetos activos de evaluación.
Sabemos que el establishment necesita un colectivo de trabajadores/as de la
educación fragmentado, silenciado, integrado por docentes en competencia con sus
propios pares y siendo pensados desde afuera, en lugar de un colectivo organizado,
reflexivo, con capacidad para debatir y transformar sus propias prácticas. Lo que queda
por saber es si los colectivos docentes se resignarán a ocupar el lugar de objetos
evaluados con un instrumento estandarizado o intentarán disputar la legitimidad de
sus voces y de sus saberes para definir cuáles son los problemas educativos reales de la
provincia de Tucumán y cuáles serían las políticas públicas educativas para afrontar
esas problemáticas.

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(*) Adrian Barón – Pedagogo, educador popular, integrante de la Escuela de Educación
Popular Berta Cáceres, para contrahegemoniaWeb y agencia TIMON
Imágenes: Vivian Rivadeo Monteros- Artista plástica, muralista

1 PISA 2018, Manual para el coordinador de escuela – Secretaria de evaluación educativa – Ministerio de
educación de la nación – 2018

2 https://www.westat.com/focus-area/education

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