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Megaincendios en Australia: un punto de inflexión climático, en directo

La expresión punto de inflexión designa el momento en que un sistema pasa de un régimen de equilibrio otro, a partir del cual ya no es posible evitar que los cambios cuantitativos acumulados den lugar a un cambio cualitativo. Se emplea en terrenos muy diversos, desde el estudio de las poblaciones hasta el cambio climático, pasando por las ciencias sociales.

El fantasma del planeta estufa

La evolución del casquete glaciar de Groenlandia porporciona un ejemplo ilustrativo de un punto de inflexión en el terreno climático. Es sabido que la desaparición de todo el hielo acumulado sobre la isla haría que el nivel de los océanos subiera unos siete metros. Los y las especialistas constatan que la fusión se acelera de una forma inquietante, 1/ pero no parece que el casquete haya entrado todavía en un proceso de dislocación irreversible. Según el Grupo Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático (GIECC), su punto de inflexión se sitúa entre 1,5 y 2 °C de calentamiento. Al ritmo actual de las emisiones, entraremos en la zona de peligro hacia 2040…

Recientemente, desde el ámbito científico se ha insistido en el hecho de que diversos puntos de inflexión pueden encadenarse a través de retroacciones positivas (los efectos de calentamiento que a su vez aumentan el calentamiento). 2/ Según ciertos trabajos, la fusión del casquete groenlandés vertería tales cantidades de agua dulce en el mar que se verían perturbadas las corrientes oceánicas en el Atlántico. Dado que algunas de estas corrientes determinan el clima de la cuenca del Amazonas, la selva existente en esta región se convertiría rápidamente en una sabana. Este cambio constituiría a su vez un segundo punto de inflexión.

Una sabana absorbe evidentemente mucho menos CO2 que una selva. Por consiguiente, la concentración atmosférica de CO2 aumentaría fuertemente. De ello se derivaría un nuevo aumento del calentamiento, de modo que podría producirse un tercer punto de inflexión. Según los estudios realizados, podría producirse entonces la dislocación de dos gigantescos glaciares, el Thwaites en la costa occidental y el Totten en la costa oriental de la Antártida. Es sabido que ambos ya están fragilizados (según algunos, el Thwaites ya ha franqueado del punto de no retorno). 3/ También se sabe que su desaparición haría que el nivel de los mares subiera unos siete metros, tanto como la fusión de los glaciares groenlandeses.

Siete metros + siete metros: así, con tres puntos de inflexión llegamos ya a los catorce metros de subida del nivel de los mares. Y esto no es todo: fusión del permafrost, intensificación cuantitativa del fenómeno El Niño, colapso de otras partes del casquete antártico, etc.: los les puntos de inflexión podrían encadenare. ¿Qué sucedería entonces? Según dichos estudios, esta fila de dominós climática introduciría la Tierra con bastante rapidez en un régimen de planeta estufa, con una temperatura media en la superficie de 4 a 5 °C por encima de la actual. Nuestro planeta no conoce semejantes condiciones desde el plioceno, hace 1,4 millones de años (bastante antes de la aparición del homo sapiens). En aquel entonces, el nivel de los océanos era de 20 a 30 metros más alto que hoy.

La expresión planeta estufa entra un poco en el terreno de la ficción científica, pero la comunidad científica se toma muy en serio esta perspectiva en que las retroacciones positivas hacen que se encadenen los puntos de inflexión. El proceso conduciría con bastante rapidez a un mundo extremadamente diferente del que conocemos y que conocieron nuestros ancestros. Un mundo que sin duda sería muy pobre desde el punto de vista de la riqueza biológica. Tal vez el homo sapiens logre sobrevivir en él, pero hay dos cosas innegables: 1) no habrá sitio para 7 u 8 mil millones de seres humanos; 2) la gente más pobre pagará los platos rotos, cuando es la menos responsable de la destrucción ecológica.

Un punto de inflexión en directo

¿Qué relación guarda todo esto con los megaincendios que devastan Australia? Es muy sencillo: por un lado, no cabe ninguna duda de que esta catástrofe es resultado del cambio climático (desde 1986, parte de la comunidad científica australiana hacía sonar la alarma a la vista del peligro, pero en vano; lo que está sucediendo ahora coincide, por desgracia, con sus proyecciones); 4/ por otro lado, es probable que estos terribles incendios constituyan a su vez un punto de inflexión, un momento de aceleración de la crisis ecológica global.

En el terreno de la biodiversidad, la cuestión ya está zanjada: más de mil millones de animales han perecido entre las llamas, las que se han salvado difícilmente sobrevivirán en hábitats profundamente alterados, el incendio ya ha aniquilado varias especies de plantas y animales, y determinados ecosistemas únicos (como los vestigios del bosque primario que cubría el Gondwana hace 2.500 millones de años) 5/ no se reconstituirán. Es la definición misma de un punto de inflexión.

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En el terreno del clima, la cuestión es más compleja, pues determinados fenómenos intervienen en sentidos opuestos, como veremos. Antes que nada hay que insistir: no debemos perder de vista que la quema de combustibles fósiles es de lejos la causa principal de la alteración climática. Las emisiones de CO2 causadas por los incendios se han cifrado en 6,73 Gt (gigatoneladas) entre el 1 de enero y el 30 de noviembre de 2019. En comparación, las emisiones derivadas de la quema de combustibles fósiles ascendieron a 37,1 Gt en 2018 (33,1 Gt en 2010).

Sin embargo, las emisiones debidas a los incendios no deben menospreciarse. Por ejemplo, son superiores a las de EE UU, que emiten un poco más de 5 Gt de CO2 al año con la quema de combustibles fósiles. 6/ Puesto que el sistema climático está cerca del punto de inflexión groenlandés, el hecho de que los gigantescos megaincencios australianos reducen el margen de maniobra que nos separa del efecto dominó antes descrito no es un detalle menor.

Los incendios generan grandes cantidades de CO2, negro de carbón y aerosoles. Emitidos a la atmósfera a gran altitud, estos distintos elementos no tienen el mismo efecto sobre el clima: el CO2 y el negro de carbón contribuyen el calentamiento, mientras que los aerosoles producen enfriamiento, pues reflejan la radiación solar (eso mismo se produce a causa de las erupciones volcánicas). Lo que ocurre es que los aerosoles vuelven a caer al cabo de unos meses, mientras que el CO2 se acumulará en el aire durante más de un siglo. A la larga, por tanto, se impondrá el efecto de calentamiento.

La humareda produce un efecto de calentamiento añadido. Así, el hollín y los aerosoles vuelven a caer sobre la superficie, a veces a una gran distancia de Australia. Hace poco se han detectado sedimentos de hollín amarronado sobre los glaciares de Nueva Zelanda, y se dice que los hay incluso en la Antártida. La nieve y el hielo cubiertos de este modo de hollín sufren una disminución de su albedo, 7/ acelerándose su fusión.

Una incógnita importante es el impacto de la catástrofe en la supervivencia de los bosques a medio plazo. En Australia hay incendios todos los años. Hasta ahora, los bosques han resistido y se han regenerado. Los eucaliptos, en particular, son plantas muy resistentes al fuego. Sin embargo, por un lado los incendios actuales no tienen precedentes, y por otro el calentamiento y la sequía pueden dificultar la regeneración o incluso imposibilitarla. Un bosque maduro puede resistir durante mucho tiempo el estrés hídrico, pero este dificulta enormemente el crecimiento y la supervivencia de las plantas jóvenes que brotan en un suelo desnudo y en una atmósfera desecada a causa de la desparición de los bosques, donde los incendios se tornan así más probables. Australia se halla en un ciclo plurienal de sequías. 8/ En este contexto, especialistas temen que buena parte de los bosques no se regenerará y será sustituida por formaciones arbustivas, que contienen mucho menos CO2. 9/

Los optimistas dirán que en Australia predominan los suelos arenosos, calcáreos y arcillosos, de color más bien claro, y que estos suelos reflejan más rayos solares cuando en ellos crecen matorrales que cuando están cubiertos de bosque. En efecto, un bosque de frondosas forma una masa oscura que solo refleja del 15 al 20 % de la radicación, unas dos veces menos que un suelo claro. Sin embargo, es dudoso que este efecto de enfriamiento de un albedo incrementado vaya a compensar el efecto de calentamiento del CO2 emitido a la atmósfera a raíz de la destrucción de millones de hectáreas de bosque.

¡Pobres bosques!

En el mundo en general, muchos bosques tienen problemas. Espontáneos o provocados, los incendios tienden a proliferar y el calentamiento hace que se vuelvan cada vez más temibles y difíciles de dominar. Se ha visto recientemente en California, en Bolivia, en Ecuador, en Indonesia, en Congo, en México y en la región mediterránea (como por ejemplo el terrible incendio que causó la muerte de más de 80 personas en Grecia en 2018)… A los incendios se añaden, en el Sur global, las deforestaciones provocadas por el frenesí extractivista de los capitalistas de la madera, de la pasta de papel, de la ganadería. de la soja, del aceite de palma, así como de la explotación minera, petrolera e hidroeléctrica.

En los países desarrollados de las zonas templadas, la superficie forestal aumenta desde hace varias décadas. Sin embargo, desde hace algunos años tiende a declinar la salud de los árboles, debido en especial a la mayor severidad de las canículas. Por otro lado, han proliferado los incendios hasta regiones muy septentrionales, como Suecia, Canadá y Siberia. Según algunos científicos, las cenizas emitidas por los incendios, muy poco habitules en estas regiones, contribuyeron significativamente a la fusión récord del casquete glaciar de Groenlandia en 2012. 10/

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Si las emisiones de CO2 continúan aumentando, es seguro que los incendios forestales se multiplicarán. ¿En qué proporción? Científicos californianos consideran que la relación entre el aumento de temperaturas y los incendios no es lineal, sino exponencial. 11/ Es sabido que los planes climáticos de los gobiernos nacionales (las contribuciones nacionalmente determinadas) nos conducen a un calentamiento superior a los 3 °C a finales de siglo. Según el GIECC, con semejante grado de calentamiento, la frecuencia de los incendios aumentará en más del 60 % de la superficie del planeta. Recientemente, científicas brasileñas y estadounidenses han llegado a la conclusión de que, si no se cambia de política, la Amazonia podrá conocer, de aquí a treinta años, la misma suerte que Australia actualmente. 12/

Cabe temer, por desgracia, que estas advertencias no sean escuchadas en mayor medida que las que plantearon hace treinta años científicos australianos cuando dijeron que era probable que el calentamiento provocara incendios cada vez más graves. La causa de esta sordera, en efecto, no cae del cielo: se debe al hecho de que los gobiernos están a sueldo de los intereses capitalistas, y por tanto de la acumulación del capital que se deriva inevitablemente de la competencia en el mercado de los propietarios privados de los medios de producción. Ahora bien, es justamente esta dinámica de acumulación donde reside la causa de la alteración del clima.

Un negacionismo climático sistemático

Entre estos gobiernos capitalistas, el de Australia desempeña un papel especialmente cínico y criminal. El país es uno de los mayores emisores de CO2/habitante/año (más de 15 toneladas, por encima de EE UU; únicamente las monarquías del Golfo le superan). No obstante, desde el comienzo de las negociaciones climáticas, en 1992, los responsables políticos de los partidos en el poder no hacen más que frenar la aplicación de las medidas necesarias. Desde la negociación del protocolo de Kyoto, en 1996-1997, Australia decidió no aceptar ninguna reducción de las emisiones que afectara negativamente a la competitividad del país. Así, el país se mostró muy favorable a la compra de créditos de emisiones. En el plano nacional se contentó básicamente con plantar árboles y frenar la deforestación (por no hablar de la prima ofrecida por el sacrificio de dromedarios –importados en el siglo XIX– so pretexto de que estos animales son de grandes productores de metano).

Esta orientación se ha mantenido sistemáticamente hasta el día de hoy. Al amparo del acuerdo de París, Australia se ha comprometido a reducir sus emisiones entre un 26 y un 28 % de aquí a 2030. Recordemos que en dicho plazo, respetar el objetivo de 1,5 °C como máximo sin rebasamiento temporal requiere una reducción mundial de las emisiones netas del 58 % en promedio. Vistas sus responsabilidades históricas, la aportación de Australia debería ser una reducción de alrededor del 70 %…

El gobierno australiano no se contenta con pisar a fondo el freno cuando se habla de reducir las emisiones: además, hace trampa accionando sus dos argumentos favoritos: las absorciones naturales de CO2 y las compras de créditos de carbono. Por un lado, ha modificado el modelo de cálculo de las emisiones para incrementar la estimación de las cantidades de CO2 absorbidas por los bosques. Esta modificación comporta un doble resultado: el volumen de las emisiones durante el mandato del anterior gobierno laborista se ha reevaluado al alza, y después disminuye muy ligeramente desde que está en el puesto de mando del gobierno conservador. Pero cuidado: no se han contabilizado las emisiones debidas a los incendios. 13/

Por otro lado, los representantes australianos en la COP25 batallaron junto con Brasil, China e India para que las existencias no vendidas de créditos de carbono generados en el marco del protocolo de Kyoto puedan seguir intercambiándose en el marco del nuevo mecanismo de mercado previsto en el artículo 6 del acuerdo de París. Ahora bien, está demostrado que apenas el 2 % de estos créditos correspondían realmente a reducciones efectivas. 14/

Australia, proveedora privilegiada de la fábrica capitalista del mundo

La explicación del posicionamiento climático de Australia hay que buscarla en el lugar concreto que ha decidido ocupar su clase dominante en la división internacional del trabajo. País occidental imperialista y rico, gobernado por gente blanca, Australia no es una nación industrial, sino exportadora de materias primas: productos agrícolas, carbón, gas, hierro y otros minerales que su posición geográfica le permite rentabilizar en el comercio con China. Es este papel de proveedora privilegiada de la fábrica del mundo el que permitió a Australia convertirse en uno de los pocos países que se salvaron en gran medida de la crisis 2008.

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Al margen de ciertos matices, los dos partidos principales (laborista y conservador) están fundamentalemente al servicio de este sistema y de las políticas que requiere. Hay que ser especialmente competitivos para abastecer de China de materias primas, pues la competencia es ruda con los países emergentes del Sur. Por tanto, hay que ser especialmente neoliberales.

Las consecuencias están ahí, en todos los terrenos. Energético: el 80 % de la electricidad se genera con carbón (por mucho que el recurso solar sea abundante). Social: entre 2003 y 2015, la riqueza media del 20 % de los hogares más ricos ha aumentado un 53 %, la del 20 % de los hogares más pobres ha descendido un 9 %. Medioambiental: los recursos naturales están al servicio del sector privado (especialmente el agua, considerada un recurso minero, se cotiza en bolsa). 15/ Democrático: el poder australiano aplica una política particularmente inmunda de rechazo de la inmigración 16/ y es un adalid de la represión de los sindicatos, de los y las periodistas y de los movimientos ecosociales que se oponen a la destrucción del medioambiente. 17/ Científico: el gobierno ha ofrecido cuatro millones de dólares australianos al negacionista climático Bjørn Lomborg y al parecer le ha ofrecido todavía más para que se instale en la Universidad de Perth, un proyecto al que ha tenido que renunciar ante la protesta del mundo científico… 18/

La influencia del gran capital extractivista en la vida política australiana quedó bien patente en la última campaña electoral. El magnate del carbón Clive Palmer (conocido negacionista climático, famoso por su proyecto de ampliación de una terminal carbonera que dañaría gravemente la gran barrera de coral) invirtió enormes sumas (53.600 millones de dólares australianos, más que conservadores y laboristas juntos) en la creación de un seudopartido político, con el único fin de quitarle votos al partido laborista y asegurar así la victoria de Scott Morrison, que es un fiel devoto de sus proyectos. 19/

¿Hacia un punto de inflexión político y social?

La gestión de los megaicendios es un fiel reflejo de esta política vendida al gran capital hasta la médula. La lista de fallos del gobierno en esta crisis es, en efecto, tan larga que no es posible enumerarlos todos en este artículo. Morrison descansaba en Hawai mientras que su país estaba en llamas. Los servicios antiincendio están formados únicamente por voluntarios insuficientemente equipados. La dejadez del poder es directamente responsable de la muerte de por lo menos 23 personas, de que más de 2.000 familias hayan perdido su casa, de que más de 250.000 habitantes hayan tenido que desplazarse, de que cinco millones hayan inhalado humos tóxicos y de que miles de personas aterrorizadas tuvieran que refugiarse en las playas porque estaban rodeadas por muros de llamas de más de 70 metros de altura.

Como escribe un periodista neozelandés, semejante balance no surge de la nada: refleja un profundo desprecio por el populacho. María Antonieta decía de la población francesa hambrienta en 1789 que si no tenían pan, podían comer brioches, y Morrison parece pensar que la retransmisión de partidos de cricket en televisión y los fuegos artificiales de la Nochevieja (que se mantuvieron en Sidney ¡en medio de la catástrofe!) llevarán a la masa a seguir caminando como sonámbulos hacia el cataclismo climático, sin extraer lecciones políticas del desastre, sin percatarse de que esta política conduce en línea recta a una situación en que los ricos se saldrán con la suya y el resto de la gente morirá. 20/

La noción de punto de inflexión se aplica asimismo en ciencias sociales, decíamos al comienzo del artículo. Esperemos que la magnitud de la catástrofe marque el comienzo de un cambio de la opinión pública australiana. Esperemos que la mayoría social luche por que los responsables económicos y sus lacayos políticos paguen la factura, que promete ser cuantiosa. 21/ Esperemos que surja una alianza de fuerzas capaz de poner sobre el tapete la ruptura con el productivismo, el extractivismo, el neoliberalismo, el racismo (contra la inmigración y la población aborigen) y la ideología de dominación (sobre la naturaleza y sobre las mujeres). La toxicidad de este nexo mortífero ya no necesita demostración. Otro mundo, no capitalista, no solo es posible: es cada vez más urgentemente necesario. Luchemos sin fronteras por su advenimiento.

13/01/2020

Fuente: https://vientosur.info/spip.php?article15531

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