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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Segundo ciclo del neoliberalismo: coyuntura y alternativas

El cambio de gobierno ocurrido en 2012 no fue la simple garantía de la continuidad de las políticas liberales y mercantiles de los sexenios panistas, sino un intento agresivo y bien planificado de revitalización y profundización del proyecto neoliberal en nuestro país, proyecto que no quiere dejar ni una pisca de espacio a algún programa político ni moderadamente alternativo.

En este sentido, lo que se abrió en México con la llegada del PRI lo podríamos caracterizar como el segundo ciclo del neoliberalismo, que necesitó ganar batallas en distintos ámbitos para imponerse de manera si no contundente, si lo suficientemente fuerte…

El cambio de gobierno ocurrido en 2012 no fue la simple garantía de la continuidad de las políticas liberales y mercantiles de los sexenios panistas, sino un intento agresivo y bien planificado de revitalización y profundización del proyecto neoliberal en nuestro país, proyecto que no quiere dejar ni una pisca de espacio a algún programa político ni moderadamente alternativo.

En este sentido, lo que se abrió en México con la llegada del PRI lo podríamos caracterizar como el segundo ciclo del neoliberalismo, que necesitó ganar batallas en distintos ámbitos para imponerse de manera si no contundente, si lo suficientemente fuerte, derrotando electoralmente al obradorismo (1), reprimiendo y aislando al #Yosoy132 (2) y fraccionando la fuerte lucha de los profesores contra la Reforma Educativa. En otro nivel, el Pacto por México cumplió su papel neutralizando dentro de las fuerzas políticas parlamentarias las voces críticas y aislando a quienes se oponían abiertamente a la reforma energética, mostrándose la facilidad de cooptación y domesticación a la izquierda institucional.
 Este segundo ciclo presupondría un primer ciclo del neoliberalismo que se habría desarrollado plenamente en los años noventa cuando se abrieron grandes sectores de la industria nacional y muchas se remataron a privados sin cortapisas.

Este período tuvo dos emblemáticas oposiciones; por un lado el PRD (3), nacido de una ruptura del PRI y de la aglutinación de pequeñas organizaciones populares y de izquierda que ha cumplido cabalmente su papel adaptándose a la dinámica electoral y fungiendo como un partido legitimador de los procesos políticos que decía combatir, por otro lado, el EZLN que tras su levantamiento y la formación de una corriente de lucha a nivel nacional se ha diluido políticamente en la lucha social y se ha arrinconado en su territorio en resistencia. Ambas experiencias de lucha y oposición han fracasado en la batalla contra este primer ciclo del neoliberalismo, al tiempo que en América del Sur se levantaban pueblos enteros contra sus oligarquías nacionales construyendo salidas al neoliberalismo.

La aparición de este segundo ciclo neoliberal responde ahora, no sólo a la necesidad de que el Estado oligarca mantenga su hegemonía sobre el pueblo mexicano, sino que además es parte de la respuesta que el sistema capitalista necesita internacionalmente para iniciar la recuperación económica tras la crisis de 2008, revitalizándose mediante el despojo de sectores que se mantenían reservados para el momento necesario y la anulación de derechos que hacen pagar sobre todo en Europa a los trabajadores, esta crisis.
 Que las elites mundiales puedan darse el lujo de repetir las formulas ultraliberales y mercantiles que llevaron a la economía mundial a la crisis es posible en tanto que no hay un contrapeso suficientemente fuerte que dispute su hegemonía y les obligue a los gobiernos a dar al menos concesiones, como lo fue tras la victoria de la revolución rusa y la construcción de la amenaza roja a principios de siglo, cuando se respondió construyendo estados benefactores. El sistema dominante tiene apenas pequeñas resistencias.
 Por ello, este segundo ciclo del neoliberalismo tiene como objetivo aumentar aún más la tasa de acumulación de capital mediante la entrada de inversiones extranjeras sobre todo, y también dar una ofensiva agresiva ante la posibilidad de cualquier discurso alterno que pretenda posicionarse como opción de cambio. Para esto último el gobierno ha desatado feroz lucha de significantes o un discurso ideológico que mantiene las coordenadas del libre mercado, reiterando desde la maquinaria estatal un discurso viejo y rancio, reintroduciendo hasta el cansancio las ideas de la “competencia” “nuevas tecnologías”, “progreso” y “modernización” como un todo coherente que anuncia la prosperidad para todos a partir de la idea voluntarista del “mover a México”(4).
 Sin embargo, esta terquedad de aplicar las mismas políticas que han enterrado en la violencia y la miseria a nuestro país nos da elementos suficientes a la izquierda transformadora para recordar, basados en la experiencia de las lucha popular desde hace más 20 años contra este modelo, lo dañinas que son estas políticas y la necesidad de una estrategia cada vez más firme y amplia para detenerlas, estrategia amalgamada a un renovado discurso de ruptura con el régimen, pues sólo con el despegue de una forma original que mezcle la crítica de la situación social (no sobrecargada de elementos ideológicos) con el sentido común de la gente y sus necesidades básicas lograremos contrarrestar el opresor ambiente de uniformidad y obediencia. 
Además, existen más elementos que nos indican la profundidad de este período, pues esta nueva ofensiva ha llegado a tal grado que la élite gobernante tuvo que destruir las bases legales de la constitución heredada de 1917 para poder penetrar en todos los rincones de los derechos y aplastar toda reminiscencia de soberanía nacional.
 Será muy difícil que se repitan la disputas acontecidas en 2006 y 2012, que expresaron en estas coyunturas electorales los ánimos populares de cambiar el modelo socio-económico. Y más allá de lo limitación de AMLO (André Manuel López Obrador) en su estrategia enfocada en lo electoral y de su responsabilidad en el aislamiento y posterior represión del 132, la visión de una lucha no puede pensarse más que en términos de preparar una confrontación con el régimen en distintos ámbitos y en un lapso de tiempo que no esté guiado por las coyunturas electorales, pues han mostrado que para el movimiento y las luchas social es un terreno perdido a corto plazo. La participación electoral debe estar por ahora precedida de la articulación de un proyecto a nivel nacional que agrupe las diferentes expresiones de lucha y los distintos sectores emergentes. 
Por ello, es necesario que la estrategia tome otras dimensiones y no se pliegue el movimiento en su conjunto a una esperanza en el ámbito electoral, debemos desarrollar una estrategia que nos permita explotar lo político al máximo para construir una alternativa que sea representante digno de los cientos de movimiento sociales y luchas sectoriales. Sin descartar una preparación seria para disputar espacios de representación popular, que aunque son discursivamente muy criticados por ciertas corrientes en el movimiento social, son estos los que acaban subordinándose a la dinámica electoral a la larga, por cooptación o por imposición.

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La debilidad en estos momentos es doble: no existe una herramienta política a la altura que pueda encauzar y dar una perspectiva a la lucha de esos movimientos; y no hay una disposición sistemática a organizar a los sectores populares a partir de sus demandas más sentidas e inmediatas con la visión de superar el recurrente espontaneísmo de sectores movilizados como lo es el estudiantil. Necesitamos desarrollar de manera creciente las experiencias de autoorganización en todos los sectores de la población explotada, oprimida y excluida, que nos permita tener el elemento político y social fusionado en un mismo objetivo estratégico.
No está de más mencionar que la transformación social no se garantiza con la toma del poder político, ni los espacios de representación, ni de gobierno; ni se triunfa teniendo una mayoría social que no apoye de manera activa un proyecto de ruptura con este Régimen.

MORENA (5) se prepara ahora para disputar nuevos espacios a la izquierda del PRD, criticando su alianza en el Pacto por México (6) y su corrupción, y aunque podamos decir que parte de la fuerza de MORENA cae sobre una ambigüedad de integrantes y líderes del PRD que tienen el pie en ambos lados, no podemos negar que MORENA es una fuerza de opción que ha podido marcar una línea frente a la política peñanietista. Es esta doble situación y su interés de posicionarse dentro de la estructura institucional lo que le hace mantener una ambigüedad que podrá resolver a menos que tenga una sobresaliente participación electoral en esta coyuntura que le permita emanciparse de cualquier alianza (explícita o implícita) con el PRD para sobrevivir como partido.
MORENA podrá seguramente disputar algunos espacios en las instituciones nada menores, pero tendrá que pasara las pruebas que le impone una política transformadora, por un lado, erradicar a las centenas de arribistas que lo asedian y que fundaron ese partido, y de la misma forma enraizarse consecuentemente en las luchas social de las que suele desentenderse olímpicamente. Sin embargo, en tanto que se está constituyendo como un partido al estilo PRD, siguiendo los mismos principios democratistas y la misma estrategia exclusivamente electoral, es casi previsible su deriva en la descomposición prematura. Y sobre todo considerando que lo que se expresará fundamentalmente en las próximas elecciones de 2015 (donde debutarán por primera vez) no será la batalla del campo popular contra el régimen neoliberal, sino una lucha de maniobras, alianzas y codazos entre tribus y líderes corruptos para ganar espacios que permitan a las fuerzas electorales actuales posicionarse a como de lugar en los puestos.

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En tanto, como fuerza que impulsa la transformación radical de la sociedad y reconociendo sus limitaciones actuales, la OPT (7) debe ponerse a la cabeza de un proyecto político a nivel nacional que articule a los movimientos sociales y que en la dialéctica de la lucha permita ofrecer una alternativa de combate para reconstruir los hilos de la izquierda anticapitalista y convertirla en un proyecto real y creíble para las mayorías, haciendo énfasis en la importancia de los procesos de autoorganización que nos darán una amplitud en la resonancia del proyecto y que apuntan a aquella nueva sociedad que queremos construir, reinsertando los procesos revolucionarios como el camino por excelencia para destruir al capitalismo.
Este ciclo será también un nuevo período de lucha que necesitará de una estrategia larga y compleja, pero segura y firme que nos permita disputar la hegemonía real, evitando los vicios sectarios de la izquierda marginal y las aberraciones autoliquidadoras de la supuesta “izquierda moderna”. Este régimen tratará de volverse a consolidar y estabilizarse por medio del PRI, pero aunque tengan la fuerza del Estado, existen demasiadas grietas que se han abierto a través de años de despojo e imposición, nuestra tarea es hacer de ellas un terremoto.

 

(1) Movimiento dirigido por Andrés Manuel López Obrador, quien fuera candidato de la izquierda nacionalista en las anteriores dos elecciones.

(2) Movimiento estudiantil nacido de la lucha contra la imposición del candidato Peña Nieto en las elecciones de julio de 2012 en México.

(3)El más grande partido de la izquierda institucional, 3era fuerza política en el país, nacido a finales de los 80 tras la ruptura del “ala democrática” del PRI y el fraude electoral de 1988.

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(4) Campaña del gobierno federal a favor de sus reformas neoliberales.

(5) Movimiento de Regeneración Nacional, movimiento recientemente convertido en partido para participar en las elecciones regionales y de diputados en 2015, liderado por AMLO, naciendo en gran parte de una ruptura a la izquierda del PRD.

(6) Pacto político impulsado por Peña Nieto del PRI para cooptar a todos los partidos con representación y poder asegurar el camino para la aprobación de las reformas estructurales.

(7) Organización Política del Pueblo y los Trabajadores (OPT) organización partidaria a la que pertenece el autor de este texto, convocada en 2010 por la dirigencia y la corriente principal del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), se define como clasista y anticapitalista. Agrupa ahora a corrientes de diferentes tradiciones políticas de izquierda radical y trabajadores de diferentes sectores.

 

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