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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

“Ser feminista no se resuelve desde la enunciación”

Katherine Castrillo, esta próxima a cumplir  33  años, Estudio letras en la UCV y es editora.

 

Es Presidente de la Fundacion Editorial el Perro y la Rana y ocupa el mismo cargo en la Editorial  Monte Avila Editores Latinoamericanos. Es militante de la Alianza de la Sexodiversidad Revolucionaria desde 2009.

 

P.-  Empecemos por el principio. De donde viene esta joven, que hoy me recibe en el despacho de Presidencia de El Perro y la Rana.

 

KC-   Mis padres son colombianos. Mi mama es de un departamento que se llama Córdoba,  que es la parte costeña, y mi papa, es de Valledupar, de donde es el ballenato. Mi mamá y mi papa llegaron a Venezuela en los años 80, que fue una de las épocas de mayor desplazamiento de personas hacia Venezuela por varias razones. Una de ellas es la acción del paramilitarismo, que se asentó con mucha fuerza en los departamentos de Córdoba y Sucre, y esto generó además de mucha violencia, una caída muy importante en la educación, la salud y la alimentación de la población.

 

P- ¿Eran campesinos?

 

KC- Si. Mi mama era de una familia campesina. El abuelo de mi mama ni siquiera hablaba español. Mi abuelos  siguen trabajando todavía el campo, viviendo de los que les da la tierra. Mi mamá se crió con cinco hermanos en un contexto de violencia y mucha pobreza y trabajo desde pequeña chica cuidando a otros niños. Una niña, cuidando a otros niños. Ellos Vivian en una población bastante abandonada que se comunicaban por unos caminos por donde pasaban personas en burro o a caballo, y mi abuela entregó a mi madre, siendo pequeña, a un  desconocido  que pasaba y que andaba buscando a alguien que cuidara a sus niños. Mi mama se fue al tiempo de ese trabajo y quería estudiar, pero no había posibilidades. Al final se fue con mi papa a la  frontera, a la zona del Rio Limón y termino ingresando indocumentada en Venezuela, donde ingreso a trabajar en una hacienda platanera en El Vigía. Mi mama era menor de edad y en su desesperación por esa vida que no quería hacer, se escapo a Caracas y empezó a vivir en Petare. Es decir siguió el destino de muchos colombianos que encontraron en Petare uno de los pocos lugares donde los migrantes  pudieron conseguir un lugar donde asentarse. Mi mama dormía allí hacinada con dominicanas, haitianas, y mujeres de otros países que también habían ido a parar allí  Entre el grupo de migrantes colombianos conoció a mi papa, que había llegado a ese lugar en las mismas condiciones, huyendo de la violencia y de la miseria e indocumentado. Mi papa hacia trabajo de lo que consiguiera: ayudante de herrero, albañil.

 

P- Tuviste hermanos.

 

KC- Cuando yo nací mi familia se componía de mis padres, dos hermanas mayores que eran hijas de mi papa con otra mujer y otros dos jóvenes que eran hijos de esa mujer que había sido pareja de mi papa. Y todos nos criamos como hermanos.

 

.P-  ¿Y cómo fue tu vida en la infancia?

 

KC-    El núcleo familiar se asentó en el barrio La Bombilla, que es uno de los más peligrosos Petare. Nosotros vivíamos en un lugar muy pequeño que era una habitación y una sala donde dormíamos todos los hermanos. Yo dormí en cuna como hasta los ocho años, porque no había otro lugar donde ponerme. ( Risas).- Y la casa no tenía baño propio. Lo compartíamos con la familia de al lado que era un montón de gente.

 

P-     ¿Y cómo vino lo de tu relación con la literatura?

 

KC- Mi mama siempre trató de mantenerme lo más alejada posible del contexto muy violento que se vivía en el barrio. Trató que estudiara en una escuela en otro lugar., en una escuela pública y pobre pero más tranquila… Y cuando estaba en casa trataba de que no saliera. Y creo que fue un poco por no aburrirme y no ver tanta televisión que empecé a leer. Y mi padre contribuyó mucho con eso con una prohibición. Y tú sabes que para una joven no hay nada más atractivo que desafiar las prohibiciones-

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P- ¿Y cómo fue eso?

 

KC- A mi padre le pagaban por sus trabajos de albañil u otros que hacía con dinero, pero también con otras cosas. Por ejemplo, libros. Y mi padre guardaba esos libros en una caja que yo tenía prohibido abrir. Y desafiando esa prohibición, cuando estaba en quinto o sexto grado,  me encontré un libro de García Marques “Crónica de una muerte anunciada” que me gustó mucho. A mi papa le encantaba García Márquez, así que le encontré en la caja una entrevista que le hicieron que se llamaba “El olor de la Guayaba”, y también “Cien Años de soledad”. Empecé a leer cada vez con más entusiasmo, y esas lecturas me permitían abstraerme de ese contexto tan violento donde estaba, de no poder salir o no poder quedarme hasta tarde en la calle. La literatura fue una manera de vivir. Y lo sigue siendo hasta ahora.

 

P – El 8 de marzo de 2009, tuve el privilegio de asistir a un hecho de fuerte impacto para las luchas feministas que seguramente recordaras, porque seguro lo estabas protagonizando. Se había organizado un acto por el día de la mujer en una plaza y había miles de mujeres movilizadas por organizaciones territoriales, creo que algunas de ellas eran de la Misión Madres del barrio. En ese acto un grupo de feminista, apenas un puñado de compañeras colocó con mucho esfuerzo una bandera que planteaba la temática del aborto. La mayoría de las compañeras que estaban participando en el acto se sintieron muy molestas por esa irrupción de esa bandera y empezaron a hostigarlas al grito de “Pecadoras”. Se había creado  una tensión muy fuerte, que se disipo cuando llegó  Chávez, quien comenzó hablando en su discurso de un texto de Engels que hacía referencia a la doble explotación de la mujer. Después citando a cartas de Bolívar a Manuela Sáenz y escritos de Rosa Luxemburgo afirmo que el socialismo debe ser feminista.  ¿Cuál te parece fue la influencia de estas intervenciones de  Chávez, bastante a contrapelo de  la cultura patriarcal y machista de  Venezuela, en el avance de las discusiones de género?

 

KC – Creo que Chávez hizo un esfuerzo y un proceso de desaprender algunas taras que lo acompañaban en su formación previa que era fuertemente machista. No debemos olvidar que en él se conjuga que era llanero, y además militar. En esas identidades se expresan una síntesis de las peores versiones del machismo venezolano. Yo creo que Chávez, encabezando estos procesos de transformación fue capaz de entender, comprender y empatizar con cada uno de ellos. Pudo entender que todos eran importantes. En el caso de las mujeres que eran mayoría en las organizaciones y en las movilizaciones del chavismo, pudo entender el debate que se estaba dando, aunque todavía no tenían el alcance de movilización, como en Argentina u otros países. El  advirtió que había un debate y se propuso promover a que se desarrollara. Al proclamarse a sí mismo como feminista, contribuyo a que se ampliara la discusión. Cuando sucedió eso, hubo muchos compañeros y compañeros que se proclamaron también como feministas, pero eso no significa que exista una transformación.

 

P- Digamos entonces que a partir de la definición de Chávez, el feminismo se convirtió en una idea políticamente correcta, lo que esta bueno, pero no reemplaza lo que falta.

 

KC-  Es así,  y eso se mantiene hasta la actualidad. Ser feminista no se resuelve desde la enunciación. Hace falta  un proceso de elaboración, de deconstrucción, un proceso permanente de problematización de nuestras prácticas. Nos ha pasado por ejemplo que cuando compartimos campamentos con compañeras de movimientos  de base, y se plantearon temas como el de la violencia contra la mujer hubo mucho acompañamiento de las compañeras que eran líderes territoriales, o dirigentes obreras pero cuando abordamos temas como el aborto, esas mismas compañeras no solo se sintieron ajenas a nuestras posturas, sino que se sintieron ofendidas. Y yo creo que eso tiene que ver con que en Venezuela hemos tenido una tradición fuertemente católica, con culpa católica. Con el asunto cristiano de la culpa sobre el cuerpo, de la sexualidad. Todavía somos un país sumamente pacato, muy conservador en esos temas

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P-  Los testimonios de europeos que llegaron a las islas y costas territoriales de lo que hoy es Venezuela  como parte de las flotas invasoras a finales del siglo XV y principios del XVI   dan cuenta de su sorpresa de encontrarse con comunidades originarias que según su entender “ no tenían moral”. No se discriminaban a los homosexuales, las relaciones de pareja eran libres e incluso había mujeres que ejercían la autoridad de Cacicas como la mítica Urimare, que se puso al frente de la resistencia de todas las tribus originarias de Oriente a principios de mil seiscientos. Desmintiendo ese pasado de libertad en cuestiones de relaciones humanas, tú caracterizas a la venezolana como una sociedad conservadora, pacata, en relación a estos temas.  En el año 2014, nos sucedió en un taller de formación en Monagas que un joven de una comunidad originaria de Amazonas, en un momento que se abordó la sexo-diversidad,  se identificó como gay. Había pasado menos de una semana cuando nos enteramos que ese mismo joven había sido expulsado de su aldea por el cacique por “avergonzar a la comunidad”. El incidente nos ayudó a confirmar el comentario de que en Venezuela las posiciones más homofóbicas se anidan entre las poblaciones originarias. ¿Qué sucedió?

 

Lo que sucedió es que proceso de colonización no  pasó por debajo de la mesa.  Eso está allí. La iglesia jugó un papel en ahogar esa libertad, y en relación a los pueblos originarios fue muy importante el trabajo que hicieron las Misiones Religiosas. Aquí en Venezuela esas misiones cambiaron pensamientos, costumbres, nuestra forma de ver el mundo, manipularon nuestra propia cosmovisión. Y todo eso está latente en la formación de nuestra sociedad. Esas manifestaciones machistas que se dan en pueblos indígenas o no son el resultado del éxito de las Misiones.

 

P-  Imagino que con ese contexto habrá algunas identidades que han sido más difícil de defender que otras.

 

KC- Yo, reconociéndome como mujer latinoamericana, no blanca, no burguesa, trabajadora, puedo tener un montón de complejidades y contradicciones que se derivan de que en la familia y el lugar donde fui criada la idea era que las mujeres no hacen esto, o lo otro. Te pongo un ejemplo: yo tenía como 18 años y nunca había tenido novio, estaba  en mis cosas. Y entonces me empezó a gustar  una compañera que era un trans masculino y esa fue mi primera pareja.  Después tuve una relación con una muchacha que duro algunos años. Desde que empece a experimentar mi sexualidad yo estuve solamente con mujeres, mis relaciones con hombres son más recientes, a partir de los 27 años. Y en esa época para mi mama eso era un choque porque decía,: ¿pero porque? Si yo te crie bien, porque tu sales así..  Y yo le decía, pero como;: estudio, trabajo, siento que me porto bien, no le jodo la vida a nadie, colabora. Que es lo malo. Mi mama no es religiosa, ni creyente de ningún tipo, pero estaba atravesada en cuestiones morales por la formaci{on judeo-cristiana.. Por eso te digo, que eso de la colonización queda allí  está latente en nuestra formación

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P-  Después de 18 años de Revolución bolivariana ha habido algunos cambios.

 

KC- Si, ha habido cambios. Si algo que ha logrado este proceso en Venezuela es reconocernos, unirnos y hermanarnos  a los sectores en las distintas luchas. Por ejemplo cuando fue el golpe de Estado bajaron la gente enardecida de los cerros a exigir que lo trajeron de vuelta a Chávez y allí  salió el motorizado tui, la señora que trabajaba en el comedor popular de la comunidad, la compañera  transexual que daba clases de danzas, la señora que rezaba el rosario, la evangélica del barrio., el trabajador, la vendedora que trabaja en la calle. .  ¿Y qué paso a partir de eso? Que surgió la necesidad, de organizarse como movimientos populares y la necesidad de acompañarse. Por eso aquí fue muy importante la convocatoria que hicieron los movimientos del Alba porque hicieron un llamado abierto a todas las organizaciones.  Fue muy importante la movilización de 2002 para enfrentar el golpe de Estado  y rescatar a Chávez porque, reconocernos antes  hubiera sido muy difícil. Entonces desde esa experiencia que nos enseñaba que, primero de todo, nos reconocemos por una cuestión de clase, fue mucho más fácil entender que cada cual tiene su identidad, sus  luchas particulares y es importante que nos acompañemos. Y nos damos cuentas que todas esas luchas van a tributar a alcanzar sueños como Soberanía, Identidad, proyecto de país,  determinación sobre nuestra forma de relacionarnos. Entonces cuando nos encontramos en el mismo plano ya nos damos cuenta que somos la misma gente, que compartimos sueños ideas, y que no tiene importancia si yo me acuesto con una persona o con la otra. En el acompañamiento de esas luchas pasaron cosas que nos enriquecieron. Recuerdo que en una movilización del Movimiento de Pobladores, en  2009 o 2010, participaron organizaciones de diversidad sexual y había una pancarta que decía “Las parejas del mismo sexo tenemos derecho también a una vivienda digna” y en esa época, para los mismos compañeros del movimiento de Pobladores fue un choque, y algunos nos llegaron a decir: Bajen la pancarta, porque van a pensar que esta es una marcha gay. Y bueno eso hubo que debatirlo. Y entonces compañeras y compañeros que están trabajando en la cuestión de la vivienda lo discutieron, si  personas del mismo sexo también tienen derecho a una vivienda. Y entonces apareció la problemática de personas que no les alquilan ni les venden por su orientación sexual. Lo que contribuyo entonces esa marcha, fue a que ese movimiento tuviera una perspectiva más amplia del problema de la vivienda

 

P-  En  las últimos años la Editorial El Perro y la Rana, imagino que por motivos económicos, a  ha recurrido a ediciones digitales. ¿Tú crees que el futuro del libro será digital?

 

KC – Yo no creo que libro digital vaya a reemplazar al libro físico. Creo que van a convivir. En nuestra experiencia, lo del libro digital comenzó por problemas económicos por el encarecimiento del papel, tintas,  acceso a las maquinas.  Es verdad que a nosotros nos gusta tener un libro, tocarlo, subrayarlo, ponerle notas personales. Pero con el libro digital hemos encontrado otros beneficios.  En nuestro caso lo que publicamos en forma digital ha estado articulado con una plataforma del Ministerio de Cultura y entonces nos hemos encontrado que libros que solamente íbamos a poder leer en Venezuela, lo están leyendo en distintas partes del mundo. Desde otros países nos están mandando comentarios de nuestros libros leídos en su formato digital.  Por eso insisto en que van a convivir.

 

Un reportaje de Guillermo Cieza

 

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