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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Comuna de París. A 150 años de su caída

La Comuna se extendió desde el 18 de marzo hasta el 28 de mayo de 1871, fueron sólo setenta días, pero marcaron un hito decisivo en la historia del movimiento obrero mundial. Esa  primera experiencia de gobierno obrero y popular terminó en una masacre de trabajadores y trabajadores, realizada por el ejército francés, con la connivencia y colaboración del ejército prusiano.

La burguesía se preparó para reprimir a los comuneros, en las particulares circunstancias de que Francia había sufrido una terrible derrota en una guerra contra Prusia y tenía a la mayor parte de su ejército prisionero y a parte del territorio ocupado por sus enemigos. Logró la ayuda de los ocupantes, que devolvieron a los soldados  y oficiales que estaban prisioneros, para que lucharan contra los comuneros. Los rivales nacionales, Francia y Prusia, se pusieron de acuerdo para aplastar al enemigo de clase, los vencedores les dieron facilidades a los vencidos para desplegar el accionar represivo. Mientras combatían el internacionalismo obrero, los estados burgueses plasmaron una muestra del internacionalismo del capital.

Las cifras oficiales admitieron 20.000 muertos, tanto en combate como en fusilamientos posteriores, más muchos miles de presos y exiliados. Los fusilamientos afectaron incluso a mujeres, muchas de las cuales fueron ejecutadas contra el paredón del cementerio de Pere Lachaise, y más de un millar de ellas quedaron sometidas a juicio.

 A veces la indignación por la masacre relega un poco la valoración del movimiento social que fue aplastado por la fuerza. Por cierto es necesario recordar los miles de asesinados, presos, exiliados de la Comuna. Tanto o más indispensable es que estudiemos e incorporemos las enseñanzas que nos dejaron los comuneros. Ellos pusieron en acto una ideología de emancipación social, y realizaron la crítica práctica a la noción burguesa de estado al establecer instituciones sobre nuevas bases, con formas de democracia directa y modalidades de organización y distribución del poder en todo diferentes a las practicadas por la clase dominante. Fueron expresión del internacionalismo de la Asociación Internacional de Trabajadores, a la que una parte de ellos pertenecía.

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Los comuneros no fueron meras víctimas de la represión burguesa. Los representantes de los patrones y propietarios los reprimieron con saña por haberse rebelado contra la iglesia, el ejército permanente, la especulación financiera, por haber propiciado el reemplazo de la tiranía patronal con la gestión cooperativa y otras medidas radicales. Todo el conflicto transcurrió sobre un eje  de clase. No se trató de cualquier ejercicio de violencia e intolerancia, sino de una venganza del poder económico, político y cultural ante un cuestionamiento a fondo que consideraban inadmisible.

Cabe recordar las disposiciones  disruptivas, revolucionarias, que adoptó la Comuna:

-Abolición del servicio militar obligatorio y del ejército permanente

-Separación de la Iglesia y el Estado y expropiación de los bienes eclesiásticos.

-Establecimiento de una autoridad no basada en la noción tradicional de representación sino en la de delegados con mandato imperativo, revocables en cualquier momento.

– Las facultades legislativas, ejecutivas y judiciales quedaron articuladas y ejercidas por los delegados elegidos por el pueblo parisino.

-Equiparación de los sueldos de los funcionarios al sueldo de un obrero.

-Ocupación de las empresas abandonadas por sus dueños y puesta en producción bajo modalidades cooperativas.

-Clausura de las casas de empeño, para devolver a los trabajadores la libre disposición de sus bienes.

-Supresión de las agencias de colocaciones y su reemplazo por comisiones de la Comuna.

-Abolición del trabajo nocturno en panaderías.

A las anteriores se le añadieron acciones simbólicas sobre la materialidad de la ciudad de París, orientadas a demoler los signos del poder al que se pretendía destruir: fueron incendiadas las Tullerías –emblema del despotismo-, fue derrumbada la Columna de Vêndome –monumento que conmemoraba las campañas napoleónicas, considerado chauvinista-, se incineró una guillotina. Son todos actos que denotan la abolición del poder burgués por la acción revolucionaria.

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A propósito de la gesta comunera, Carlos Marx, en su escrito conocido como La guerra civil en Francia, destaca el núcleo internacionalista de su acción: “La Comuna era, pues, la verdadera representación de todos los elementos sanos de la sociedad francesa, y por consiguiente, el auténtico gobierno nacional. Pero, al mismo tiempo, como gobierno obrero y como campeón intrépido de la emancipación del trabajo, era un gobierno internacional en el pleno sentido de la palabra. A los ojos del ejército prusiano, que había anexado a Alemania dos provincias francesas, la Comuna anexaba a Francia los obreros del mundo entero.”

Veinte años después de los hechos, Federico Engels dio a su vez su visión sobre las innovaciones radicales de los comuneros:  “La comuna tuvo que reconocer desde el primer momento que la clase obrera al llegar al poder no puede seguir gobernando con la vieja máquina del Estado, que para no perder de nuevo su dominación recién conquistada la clase obrera debe barrer toda la máquina represiva utilizada hasta entonces contra ella y de otra parte precaverse contra sus propios diputados y funcionarios, declarándolos, a todos sin excepción, revocables en todo momento.”

Esa “precaución” contra la burocratización de los delegados y funcionarios, contra la posibilidad de que se volvieran independientes de sus mandantes, constituye un aspecto sustantivo de la construcción comunera, un legado que debe atesorarse hasta hoy, después de tantos casos de experiencias desgraciadas en las que el poder que se suponía obrero y popular terminó por completo divorciado de las masas cuyos intereses, necesidades y deseos proclamaba encarnar. También resulta aleccionadora la noción acerca de la necesidad de terminar con un Estado nacido para la opresión de las mayorías en resguardo de las clases propietarias, insusceptible de ser readecuado o reformado al servicio de los trabajadores.

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Si bien es acertado considerar a la Comuna como el hecho revolucionario más importante de la historia europea hasta el advenimiento de la revolución rusa, también es cierto que no debe ser vista como un mero preámbulo, una suerte de anuncio del Octubre ruso. Su pluralidad ideológica (había allí anarquistas, blanquistas, jacobinos, marxistas) fue superior a la de la revolución de octubre. También se distinguió por la fuerte preocupación por la “destrucción creadora” de la ciudad burguesa y la sistemática anulación del capital simbólico de la burguesía. Son rasgos bien peculiares del movimiento comunero y forman parte de una herencia a rescatar.

Un socialista británico que actuó en la segunda mitad del siglo XIX, William Morris, ofrece una caracterización que completa la mirada de los fundadores del marxismo: “Es por haber aprovechado la oportunidad que se les presentó para elevar de esta manera a la masa de los trabajadores al heroísmo que hoy celebramos a los combatientes de la Comuna de París. Es verdad que fracasaron en la conquista inmediata de la libertad material, pero avivaron y fortalecieron la idea de la libertad con sus valerosas acciones e hicieron posibles las esperanzas que tenemos hoy en día; y aunque hoy en día alguien dude de que estaban luchando por la emancipación de los trabajadores y de las trabajadoras, a sus enemigos de aquel tiempo no les cabía ninguna duda.”

La Comuna fue un grito de libertad, como escribe Morris, de emancipación de las trabajadoras y trabajadores, enfrentado contra  la unión de patrones, iglesia y ejército y orientado a terminar con el poder del capital. Impugnó las instituciones estatales que bajo apariencia parlamentaria, clausuran las verdaderas posibilidades de autogobierno popular.

Las demandas y propuestas de la Comuna siguen vigentes en su esencia, en América Latina y en el mundo. Las fuerzas de la burguesía continúan hasta hoy con la estigmatización de todo lo que huela a “comunismo” y con las respuestas represivas a todo proceso de movilización popular, como vemos hoy en Colombia. El impulso liberador y revolucionario de los comuneros nos  ilumina todavía. Y aún llena de temor a la clase de los capitalistas.

Buenos Aires. 25 de mayo de 2021.

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