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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

España 1936: El anarquismo en su encrucijada

Alguna vez el yunque, cansado de ser yunque, se convertirá en martillo” (Mijaíl Bakunin)

En la breve pero intensa Revolución Española de 1936/39 se van a dar cita en un mismo campo las diversas fuerzas antagónicas del momento. De un lado, una compacta unidad entre el gran capital, los terratenientes, el clero y el Ejército apoyados por la Italia fascista y la Alemania nazi; del otro, un contradictorio frente antifascista donde conviven fuerzas republicanas, socialistas, anarquistas, comunistas, regionalistas.

El mundo obrero, progresista y revolucionario de la época detuvo su respiración contemplando la guerra y la revolución; la militancia debatió y se alistó como voluntaria para luchar; juntó fondos, organizó la solidaridad.

Un paciente desarrollo de 70 años

“Esta ciudad la hemos hecho los trabajadores. La burguesía nos la ha arrebatado, pero un día la conquistaremos y será nuestra”.

Víctor Serge

(Poniéndole voz a Salvador Seguí en “El nacimiento de nuestra fuerza” – 1931).

El movimiento anarquista era consciente que el proceso que se habría en España iba a ser una dura prueba de fuego: por primera vez arribaba a un proceso revolucionario como la corriente militante más numerosa y organizada, fruto de un paciente y organizado proceso de casi siete décadas.

Había desarrollado, en definitiva, un potente movimiento de masas con implantación obrera, territorial, propagandística y militar: la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) era la central sindical mayoritaria que contaba con casi 2 millones de afiliados en el campo y la ciudad con epicentro en Cataluña, Aragón, Andalucía, Madrid y Galicia; la FAI (Federación Anarquista Ibérica), fundada en 1927, reunía a un nada despreciable grupo de fogueados cuadros; Mujeres Libres era una novedosa experiencia de miles de mujeres libertarias y feministas que disputaban sentido anti patriarcal desde la clase; la juventud obrera estaba organizada en la FIJL (Federación Ibérica de Juventudes Libertarias); los Comités de Defensa Confederales era un aparato de autodefensa clandestino y proletario desarrollado barrialmente que se convirtió, a la postre, en el verdadero embrión de la resistencia popular a la asonada fascista del 18 y 19 de julio.

Una revolución en varios frentes

Había escasez de todo, pero ningún privilegio” (George Orwell)

Luego de los significativos triunfos del pueblo en armas en Barcelona, Madrid, Valencia o Bilbao, la mayoría de las patronales y técnicos huyeron hacia la zona “nacional” o al exterior. La clase obrera española dará entonces un verdadero ejemplo de disciplina, imaginación y sentido histórico de su rol.

En la retaguardia y sin esperar decretos ni resoluciones gubernamentales se lanzó a ocupar en el campo las grandes tierras de la Iglesia y de los terratenientes, aplicando una profunda colectivización. En Cataluña, epicentro de la influencia libertaria, se socializaron bajo el auspicio de las organizaciones sindicales CNT y UGT1 las fábricas, talleres, hoteles, usinas, transportes públicos, medios de comunicación. Hasta los teatros, cines y peluquerías fueron puestos bajo gestión obrera. En un gigantesco esfuerzo, sin divisas ni recursos, la clase obrera barcelonesa convirtió a las fábricas metalúrgicas y automotrices en una incipiente industria bélica para la guerra.

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Mientras tanto, partieron hacia el frente batallones organizados por las organizaciones antifascistas y los sindicatos. Con las armas que se consiguieron requisar en los cuarteles y que cada quien arrebató a los Guardias de Asalto o militares sublevados, con una organización basada en la elección de delegados de centuria o columna y más acostumbrados a las barricadas que a las trincheras. Con nombres como “Tierra y Libertad” o “Los Aguiluchos”, los y las anarquistas fueron quienes más aportaron numéricamente a su formación. En ese sentido, la participación de las mujeres en las milicias no será simbólica o destinada a los lugares de cuidado o avituallamiento, comunes en otras corrientes; serán protagonistas fundamentales durante los primeros meses.

La revolución, entendió tempranamente el movimiento libertario, debía darse en todos los frentes de batalla: en el campo, la retaguardia, las casas, la fábrica o en el enfrentamiento militar contra el enemigo.

La unidad antifascista y la cuestión del poder

“Todos vivimos en el fango, pero algunos miramos las estrellas”(Oscar Wlide)

Con una España partida en dos, se comenzaba a debatir en la llamada zona republicana cómo llevar adelante la Guerra contra el fascismo mientras se desarrollaba la Revolución.

El anarquismo, hegemónico en Cataluña y Aragón era minoritario en el Norte o en Madrid. En diversas resoluciones orgánicas votó la colaboración con las otras fuerzas del Frente Popular2: socialistas, comunistas, republicanos, nacionalistas catalanes y vascos. Era consciente que una “dictadura anarquista” era posible (aunque no deseable) en Barcelona y alrededores, pero imposible en el resto de la zona republicana. La colaboración y la unidad ante el enemigo común debía ser generosa y honesta.

Pero no iba a ser sencillo. Al poco de andar otro debate comenzó a circular entre las bases del anarquismo: nadie dudaba que para vencer a la reacción y profundizar las conquistas revolucionarias había que compartir una amplia unidad antifascista, la cuestión era donde se daba esa unidad.

La discusión sobre el poder comenzaba a tensionar a la militancia anarquista. Y no como un simple ejercicio teórico, sino acuciado por las zancadillas que estaba soportando en los espacios de poder gubernamental y por el empuje, en un sentido contrario, de la clase trabajadora que representaba.

Como remedo ante la falta de una coherente estrategia, la participación de Ministros anarquistas en el Gobierno central de Largo Caballero y luego en el de Negrín fue entendida como la única posibilidad de unidad y participación por la dirección de la CNT y la FAI. En las ciudades, tal vez a excepción de Aragón (donde una Junta íntegramente proletaria y revolucionaria potenciaba las conquistas revolucionarias), los diversos Comités, Juntas o Alcaldías iban a la saga de las necesidades de la clase trabajadora.

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Mientras tanto, en el frente de batalla, la influencia de la Unión Soviética (único país que aportó armas al bando republicano) hizo que se privilegie las carreras de Comisarios Políticos y Comandantes del pequeño y estalinista Partido Comunista. De la mano de esto, se comenzaría a ahogar la Revolución en la retaguardia con una consigna claudicante: “primero ganar la Guerra”, cuyo efecto inmediato fue la desmoralización revolucionaria. Con la construcción de un Ejército profesional y regular, la improvisación estratégica para satisfacer ambiciones políticas de fracciones, la reimplantación de jerarquías y castigos, etc también se empezó a perder la guerra.

La institucionalidad democrática-burguesa se fortaleció y lo que al principio se utilizó como fachada ante las potencias “democráticas” como Inglaterra o Francia se convirtió luego en un corsé reaccionario.

Un reclamo comenzó entonces a crecer lentamente entre la militancia confederal y el activismo libertario: era necesario construir, sobre la base de los Comités de Fábricas, los Comités de Defensa Confederal y las milicias obreras, un nuevo poder proletario, democrático y de nuevo tipo que volviera a poner en el centro de decisión a la clase trabajadora, lentamente suplantada en su protagonismo por la burocracia de las centrales sindicales, los políticos republicanos profesionales y la pequeña burguesía refugiada en el PC.

La derrota popular comenzó mucho antes que la derrota militar

Las masas nunca serán mejores ni los dirigentes, jamás, peores” (Abraham Guillen)

En mayo de 1937, en plena ofensiva militar franquista, la retaguardia y la clase trabajadora barcelonesa sufren provocación tras provocación por parte del Govern de la Generalitat3, sobre todo por los integrantes del PSUC4 y de Esquerra Republicana5.

Nuevamente se levantan barricadas en la Ciudad Condal, pero esta vez en una trágica lucha interna.

Las bases confederales, los Comités de Defensa, la mayoría de las Juventudes Libertarias, la Agrupación Los Amigos de Durruti6, sectores de la izquierda socialista y el ya perseguido POUM7 son quienes se oponen a la deriva burocrática y liquidacionista de la Revolución y plantean un programa claro8: constitución de una Junta Revolucionaria integrada por obreros, campesinos y combatientes; control de la economía y distribución por los sindicatos; liquidación de la contrarrevolución; creación de un Ejército Revolucionario; justicia proletaria; control del orden público por la clase trabajadora.

La dirección cenetista y sus ministros, en vez de ponerse a la cabeza del planteo, llamarán a la calma, la desmovilización y el desarme de la clase obrera barcelonesa. Temiendo romper la unidad antifascista tendrán una lectura errada y conservadora que precipitara los acontecimientos: su planteo será aprovechado por la contrarrevolución estalinista y republicana y las conquistas de la Revolución comenzarán a retroceder9 o congelarse.

El fascismo y la reacción derrotaron militarmente a la Revolución Española hacia 1939, implantando una dictadura oscurantista y patronal durante casi 40 años.

Un debate: las enseñanzas para el anarquismo en España

“Los años me han enseñado

el ahorro de energías

y la precisión.

Y hasta a mirarse en los espejos

con la ceguera necesaria.

Sabemos que hay siempre una frase

que nos espera.

Pero hay cosas que todavía nos indignan (…)”

(Emma Barrandeguy)

Para la militancia anarquista actual, la Revolución Española sigue siendo una referencia fundamental.

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Sin embargo, en líneas generales, poco se debate acerca de la intervención integral en el proceso; sobre los errores, aciertos y, fundamentalmente, sobre las enseñanzas para la intervención concreta.

Tal vez uno de los aspectos más importantes a remarcar, es la necesidad del debate mismo entre las diferentes corrientes del movimiento libertario y de una lectura crítica.

Existe una tendencia a remarcar y reproducir estéticamente las imágenes más épicas de las milicias armadas en el frente o achacar la derrota únicamente a la evidente y alevosa traición del estalinismo. A la vez solemos obviar errores groseros, como la falta de una estrategia de poder obrero y popular autónomo y antiestatal que derivó en la participación, sin más, en la institucionalidad burguesa. O la creciente burocratización de la dirección cenetista y faísta que los fue alejando de sus cuadros medios y de las bases.

Poco se estudia también sobre algunos de los grandes aciertos; como la paciente y estratégica inserción en la clase obrera en las décadas anteriores y sobre la disciplina cenetista en las distintas coyunturas; o acerca del desarrollo de una sólida organización política libertaria como la FAI y sobre la vocación de unidad con las otras fuerzas antifascistas y proletarias en la Revolución o, quizás lo más importante, la constante innovación teórica y programática ante los diversos desafíos que se le presentaban.

Partiendo que somos una corriente extremadamente minoritaria pero con una tradición histórica importante, no son pocas las enseñanzas que la gesta española de 1936 nos puede aportar al desarrollo de una política de masas con un horizonte que se plantee un socialismo autogestionario, antiestatal y libertario.

Bibliografía utilizada:

  • “Historia de la Revolución Española” de Abraham Guillen (Editorial Coyoacán, 1961)
  • “Barcelona, Mayo de 1937” de Agustín Guillamón (Editorial Utopía Libertaria. 2019)
  • “La revolución y la guerra en España” de P. Broue y E. Temine (Biblioteca Actual, 1989)
  • “Homenaje a Cataluña” de George Orwell (Editorial Reconstruir, 1996)
  • “Hacia una nueva Revolución” de Jaime Balius Mir (Editorial Pensamiento y batalla, 2018)
  • “Josep Rebull, la vía revolucionaria” de Agustín Guillamón (Editorial Pensamiento y batalla, 2018)
  • “El corto verano de la anarquía. Vida y muerte de Durruti” de H.M. Enzensberger (Anagrama, 1998)
  • “19 de Julio: Coordenadas Libertarias” de ASL https://www.facebook.com/notes/721023178624603/

* Agradezco a Mariana Frega su atenta lectura y comentarios sobre el texto.

1 Unión General de Trabajadores, central sindical de orientación socialista.

2 Frente electoral y político triunfador en las elecciones del 16 de febrero de 1936.

3 Donde participaban todas las fuerzas antifascistas

4 Partit Socialista Unificat de Catalunya, la versión catalana de estalinismo.

5 El partido de la izquierda republicana catalanista.

6 Agrupación anarquista crítica del camino que estaba tomando la dirección de la CNT y la FAI.

7 Partido Obrero de Unificación Marxista, organización marxista heterodoxa fundada por Andreu Nin y Joaquín Maurin, ex cenetistas.

8 Resumido en una octavilla de “Los Amigos de Durruti” ampliamente difundida entre las barricadas barcelonesas en las Jornadas de Mayo de 1937.

9 Durante las Jornadas de Mayo de 1937, las chekas estalinistas asesinarán a dirigentes importantísimos como el anarquista Camilo Berneri o el poumista Andreu Nin. Inmediatamente después de la derrota del programa revolucionario, destacamentos militares estalinistas destruyen colectivizaciones intentando impulsar una contrarrevolución en el campo.

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