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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Tenemos que pensar en el sujeto social capaz de construir esa alternativa

Presentamos una entrega del dossier “Alternativas populares en debate” donde luchadores sociales e intelectuales críticos comparten su mirada, el análisis y su pronóstico para el ciclo de luchas necesario para una transformación profunda de la sociedad. Compartimos las opiniones de Roberto Perdía *

1) ¿Ve una posibilidad de eventual “vuelta” de gobiernos progresistas en Latinoamerica? ¿Qué implicancias o viabilidad tienen estos “modelos” hoy? ¿Se agotó el denominado ciclo progresista?

La primera cuestión a dilucidar es dónde nos paramos para responder a los interrogantes planteados. Aquí analizaremos la realidad con la mirada puesta en las perspectivas de una emancipación social y liberación nacional. En síntesis, una segunda y definitiva independencia que complete la autonomía política, proclamada en el siglo XIX, con la posibilidad de un pueblo liberado de la relaciones de dominación y explotación que nos impone el sistema capitalista.

Desde el punto de vista planteado es lógico pensar que los avances en materia de organización y conciencia de los pueblos nuestroamericanos impiden que las fuerzas reaccionarias puedan consolidarse pacíficamente en el poder de la región.

De allí que sea absolutamente lógico que los pueblos aspiren a alternativas de gobierno diferentes a la que le ofrecen quienes desalojaron a los gobiernos progresistas.

Es por eso que, frente al horizonte de padecimientos que ofrecen estos gobiernos actuales, existe -en importantes franjas de la sociedad- una cierta nostalgia por ese pasado reciente. Ello crea las condiciones para el regreso al gobierno de algunas de esas expresiones. Ese progresismo trajo indudables mejoras, entre las cuales se pueden mencionar: una más justa distribución de los ingresos; un discurso reivindicatorio de la historia de los sectores sometidos; propuestas de integración regional que estaban en la línea de aquellos patriotas de la primera independencia que imaginaron aquella idea de que “Nuestra Patria es América”

Ahora bien, si la eventualidad de ese retorno está fundada en la posibilidad de reiterar las grandes líneas de lo desarrollado en las décadas pasadas estamos ante un serio problema. Esa perspectiva puede conducirnos a nueva frustraciones.

En los últimos años, la mayor parte de las sociedades nuestro-americanas fueron presididas por gobiernos progresistas. El hecho que varias de ellas derivaran hacia los actuales gobiernos reaccionarios sirve de puntapié inicial para tratar de desentrañar las razones de tal evolución. No parece que lo sucedido en estos años sea una casualidad. Se puede pensar, con sólidos fundamentos, que las propias características del pensamiento progresista constituyen la razón de ese indeseado tránsito. Como en todos los fenómenos sociales, es improbable que la evolución de estos procesos se pueda atribuir a una sola causa. De todas maneras da la impresión que hay una razón transversal que traspasa al conjunto de motivos que pueden ser invocados como causales. A esa explicación la podemos denominar: posibilismo. Los cultores de dicho posibilismo se reivindican pragmáticos y realistas, que “hacen lo que se puede…”. De un modo entre irónico, cínico y resignado, esa idea se ha instalado en la calle bajo la expresión: “Es lo que hay”. Cargados de lúcidos diagnósticos de la realidad, siempre eligen “el mal menor…”

Guiados por esos principios, terminan siendo lógicos reproductores del sistema que cuestionan y critican. Carentes de una verdadera autocrítica, no ponen en duda sus pensamientos; y sólo esperan enancarse en la lógica resistencia de los pueblos para reiterar —una vez más— ese inconducente posibilismo.

Vale la pena penetrar en algunos aspectos donde ese posibilismo aparece in fraganti. Ello nos permitirá revisar, con mayor fundamento, lo acontecido en esos años. Pero también nos permitirá ensayar una vacuna contra la amnesia, para evitar nuevas frustraciones a legítimas esperanzas de la sociedad y de sucesivas generaciones de jóvenes que se enamoran de un futuro inconducente. Desde esta óptica, se pueden señalar algunos de los aspectos planteados en un reciente libro “Prisioneros de esta democracia” donde desarrollo aquellos temas que, a mi modo de ver, están en la raíz de esas limitaciones de buena parte de las corrientes progresistas. Entre ellos se destacan:

*No cuestionar realmente a los mecanismos de explotación capitalista vigente es una parte vital de la matriz de ese pensamiento en materia económica y una de las razones de su fracaso, que termina consolidando el saqueo de nuestras riquezas y la explotación de los trabajadores.

*El fortalecimiento del extractivismo y el consumismo, que son dos aspectos inseparables de su proceder político-económico.

*La concentración y extranjerización económica y los privilegios del capital financiero, fueron efectos de sus políticas.

*Un cierto fetichismo del Estado que los lleva a considerarlo como el factor prácticamente excluyente de los cambios a producir.

*Como legítimos herederos del pensamiento de la modernidad eurocéntrica, consideran a las ideas de “progreso” y “desarrollo” (fundado en los datos sobre “crecimiento económico”) como claves de la sociedad y de la vida humana.

*El tema de la corrupción por parte de algunos dirigentes progresistas, hábilmente manejado desde ese gran corruptor que es el sistema capitalista y sus personeros, es un acto de traición a lo que dicen representar y proclaman querer realizar.

*También nos meteremos en la frustración que deja este modo de pensar y actuar en las cuestiones político-institucionales, con una democracia representativa alejada del pueblo, sus aspiraciones y necesidades.

*Su paso deja el saldo de una débil y auténtica organización y protagonismo del pueblo. Ello impide el despliegue de sus potencialidades y olvida aquel viejo principio que ¡Sólo el pueblo salvará al pueblo!

*Tampoco debemos eludir la consideración del abismo que media entre su discurso, cargado de “buenas intenciones”, junto a una práctica que termina por reproducir al sistema imperante.

Por eso es legítimo considerar que el pensamiento progresista, encarnado en estos cuestionados principios, ya está agotado. Solo nuevos valores, que rompan el nefasto posibilismo que guía sus políticas actuales, pueden alumbrar un futuro distinto.

Algunas tareas aparecen como fundamentales para que esta corriente pueda constituirse en una propuesta sustentable, al servicio del pueblo: Un claro combate al actual sistema explotador, que incluya la promoción de prácticas no capitalistas; que la propia construcción se haga desde el pie y no desde un Estado ganado por una corrupción estructural y una irrestricta confianza en la fuerza del pueblo organizado y su protagonismo en las tareas por la liberación de la Patria y emancipación del pueblo trabajador, donde las mujeres ocupen el rol que el tradicional patriarcado les viene negando.

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2) ¿Qué caracterización hace del avance de gobiernos de derechas en los países de Nuestramérica? ¿Se puede hablar de una crisis de esos proyectos en la región y/o del macrismo en la Argentina?

Lo que se conoce como los “gobiernos de derecha” llegaron –en estos últimos años- a la administración de varios Estados nuestroamericanos en andas de dos situaciones: Un deterioro del poder imperialista, lo que le demandó volver a hacerse fuerte en su patio trasero y las señaladas debilidades de ciertas corrientes –reconocidas como progresistas- que les facilitaron ese reingreso al gobierno.

La actual crisis de esas experiencias reaccionarias, donde los casos de Brasil y Argentina figuran entre las más notorias, no es algo inesperado y responde a la lógica de la resistencia de los pueblos. No hace falta abundar sobre el modo que los gobiernos progresistas facilitaron esa tarea del poder imperial. Ya se han señalado las limitaciones de esa corriente, lo que hizo posible el renacer de las fuerzas reaccionarias en los últimos tiempos.

En cuanto al deterioro del poder de los estados imperiales resulta bastante evidente. La recuperación de Rusia y el implacable avance de China le pusieron límites a un mayor despliegue del poder imperial de los países occidentales, encabezados por Estados Unidos. La sobrevivencia de su gigantesco poder militar (la mitad del presupuesto militar mundial radica en Estados Unidos) es lo que impidió, hasta la fecha que su debacle fuera más notoria. Primero fueron las tendencias hacia un poder multipolar lo que dejaron sentada la idea de un debilitamiento estatal de los países centrales.

Más cerca, en el tiempo, es el avasallador avance Chino el que le pone topes a ese avance de los países capitalistas occidentales. La actual Guerra Comercial, entre Estados Unidos y China es una manifestación de esa disputa. De todos modos es justo señalar, aunque no sea materia de estas consideraciones, que ese deterioro del poder imperial estatal va a contramano de una mayor centralidad de la economía mundial manejada por los sectores financieros que, día a día, muestra un mayor control de los mercados mundiales. La endeblez de origen de esas corrientes reaccionarias se hace evidente a poco de andar. Si bien no está dicha la última palabra, su continuidad en lugares claves como Argentina y Brasil, está rodeada de multitud de dudas y no parece tener un gran futuro.

3) ¿Qué actores sociales y diferentes proyectos políticos aparecen como alternativas al macrismo?

Desde el comienzo parece interesante establecer una diferencia entre derrotar, vencer o derrocar al macrismo; construir una alternativa al mismo o construir una alternativa al sistema capitalista y explotador que subyace en la continuidad de diferentes gobiernos.

Para terminar con el macrismo no hay que descartar la búsqueda de acuerdos con todos aquellos que no comulgan con este gobierno. De todos modos, sin dejar de lado esta perspectiva, es bueno tener presente que no es lo mismo que Macri se vaya al cumplir su actual mandato a que lo haga obligado por la profundización de la lucha popular. El “helicóptero” de Fernando de la Rúa, como producto de la lucha del pueblo, es la evidencia que esas situaciones fortalecen al campo popular y abren el camino a cambios más profundos que los recambios electorales, atados a esta decrépita organización institucional orientada a la defensa y reproducción del actual sistema.

En cuanto a las alternativas al macrismo, si ellas se dan en el marco de las elecciones del 2019, cualquiera de las mismas quedará encorsetada en algunas cuestiones muy concretas. Unas, las limitaciones más tradicionales derivadas de nuestra historia institucional, con un Parlamento y una Justicia que pocas veces se colocan del lado del pueblo. Pero –además- ese gobierno deberá lidiar con un par de novedades que nos dejará el macrismo y cuyos efectos se harán sentir. Una de ellas son las modificaciones estructurales, a favor del capital financiero, que refleja la economía actual. Otra está vinculada a “execrable y odiosa” deuda externa que seguirá siendo la soga que tenemos atada al cuello de todos nosotros.

4) ¿Con qué ejes políticos y con quienes debería articularse el movimiento popular para enfrentar a la derecha y poner en pie una alternativa anticapitalista? ¿Podría mencionar medidas y/o propuestas concretas?

De lo que ya tenemos dicho surgen algunos elementos que debería contener toda propuestas que aspire a “enfrentar la derecha”. Una cuestión diferente es que tal perspectiva sea eficaz para “poner en pie una alternativa anticapitalista”. A los fines de construir una alternativa al actual sistema debemos tener presente la evolución de nuestra sociedad. Ésta ya no es la Argentina, que iniciaba su proceso de industrialización, de la década del 30; pero tampoco es la sociedad del pleno empleo y la justicia social del primer gobierno peronista.

En esta sociedad se ha profundizando el modelo agro/foresto/minero-exportador y con una tendencia a la concentración y extranjerización de la economía que lleva largos años. Sus consecuencias están a la vista. Un país escasamente poblado pero donde “sobran” o -en el lenguaje del Papa Francisco- “son desechables”, millones de compatriotas.

Bajo estas condiciones tenemos que pensar en el sujeto social capaz de construir esa alternativa y el rol que tiene el territorio o mejor dicho la territorialización de las luchas, en esa tarea. En este sentido la principal tarea pasa por construir la unidad del sector más dinámico del pueblo trabajador: las trabajadoras y trabajadores (formales y de la economía popular). En ese camino encontramos el rol relevante que le cabe a los sectores excluidos del sistema, quienes fueron expulsados del mismo o nunca formaron parte de él. En la periferia de las grandes ciudades, en el interior pobre y en las comunidades indígenas, tratan de sobrevivir millones de personas que no tienen un lugar donde asegurarse los medios para una vida mínimamente digna. Para el sistema económico no cuentan. Los ideologos del capitalismo consideraron que su influencia como “ejército de reserva”, para bajar los costos laborales, es cada día de menor importancia.

Dada su escasa capacidad de consumo y los riesgos de desborde social que su situación conlleva, el Estado responde a su crecimiento —motivado por el propio sistema— combinando represión, aniquilamiento y “planes sociales”. Para ciertos círculos intelectualizados, estos sectores carecen de mayor significación. Para ellos la explicación es clara, autojustificatoria y suficiente: se trata de “lúmpenes”.

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Lo acontecido en nuestro país en las últimas décadas, sirvió para mostrar esa otra realidad que no estaba en las expectativas de unos, ni tampoco en los libros de los otros. No es objetivo de estas reflexiones, ni mucho menos, cuestionar o antagonizar con el rol que tienen los obreros en la lucha de clases y el cuestionamiento al sistema, por su rol específico en las relaciones de producción.

Lo que se dice es mucho más sencillo y modesto: se trata de analizar la evolución de la propia realidad y sacar de ella algunas experiencias. Y sobre las mismas construir perspectivas de futuro, fortaleciendo el protagonismo de nuestro pueblo, integrando y no fragmentando sus luchas. Los gobiernos conocidos como neoliberales o neodesarrollistas contribuyeron a incrementar la presencia de este sector.

El actual Estado tomó nota de los riesgos y posibilidades que contenía y trató, por todos los medios —con cierto éxito— de cooptar a sus organizaciones. Hasta los organismos internacionales los tomaron en cuenta, comprendieron que se podían constituir en un “peligro” para el futuro del sistema, y eligieron el camino de amortiguar el impacto de su incidencia. Avalaron las “políticas sociales” de diferentes gobiernos, y facilitaron los créditos necesarios para su ejecución. Así fue que, a partir de la década de los 90´, con la agudización de la crisis social que trajo aparejada la evolución capitalista y la concentración económica que la acompaña, florecieron estas modalidades asistencialistas. Este sujeto, el más dinámico territorialmente hablando, es en realidad, un sujeto histórico en transición que, en la medida que vaya organizando al pueblo de un determinado territorio irá adquiriendo significación política y capacidad de trasmitir su experiencia a otros sectores. Eso es lo que podemos denominar construcción de un poder dual. Eso es posible si –en esas construcciones- se pone en ejercicio la voluntad de gobernar y legislar sobre un determinado espacio físico; y más allá que no cuente con la institucionalidad estatal, vaya tensionando hacia la construcción de su propia institucionalidad. Eso es la acumulación constituyente o construcción del poder popular. Allí, en el territorio, es posible que la unidad del pueblo trabajador se haga más efectiva y le dé sentido y rumbo, a la que puedan acordar los referentes de sus respectivas organizaciones.

Fundamentalmente se trata —inicialmente—de una forma de articulación de aquellos sectores subalternos, dominados, que en el territorio son objeto de sometimiento y explotación. La construcción del poder popular es el modo que los mismos tienen para crear sus espacios de poder propios, que van confrontando con el poder establecido. Sus características centrales se pueden resumir en unos pocos conceptos que reflejen algunas de las tareas que se pueden desplegar en cada territorio. Esa organización de sectores populares se construye a partir de sus reivindicaciones de todo tipo, de sus necesidades que deberán constituirse como sus derechos. Ellos deberán ser arrancados de la entrañas del poder constituido, que es la manifestación del sistema que nos domina.

Esa construcción guarda cierta autonomía, en medio de una tensión permanente, respecto al poder estatal. Allí, en cada territorio, está el escenario para construir las expresiones de un poder dual en relación al propio poder estatal constituido. Ese poder dual podrá ir creciendo en varios sentidos: articulando diversos intereses reivindicativos (salud, educación, vivienda, producción, entre otros) y avanzando políticamente sobre el poder estatal de dicho territorio, sin negar la posibilidad de llegar a construir sistemas de seguridad o autodefensa propios que pongan freno a los daños que pueda producir el monopolio de la violencia estatal o paraestatal y sirvan para proteger lo construido. En esa construcción es donde las compañeras han demostrado su capacidad de participación protagónica, que habrá que incentivar y asegurarle que no se obture su presencia en los niveles de conducción.

Los excluidos del sistema, los asalariados y trabajadores de todo tipo son sus componentes sociales básicos, porque son ellos los que padecen en mayor grado por la continuidad y reproducción del mismo. Para asegurar la continuidad de esta perspectiva de acumulación, su construcción no debe estar ajena a una serie de tareas ineludibles. Entre ellas se destaca la promoción de la tríada: producción, distribución, consumo (de la producción –sobre todo de alimentos- para el mercado, a la producción para la comunidad). Esas acciones bajo relaciones de producción no capitalista (formas autogestivas, sin patrones) es la principal clave de un poder popular sólido, que articulado con otras formas de organización y lucha garanticen la fortaleza de una construcción sostenible en el tiempo, que sea alternativa al actual sistema.

Otras cuestiones que no podrán faltar a la hora de articular los intereses comunes en el territorio, están vinculados a:

La apropiación popular del sistema de salud; las políticas de intervención en materia de educación; las respuestas colectivas en las cuestiones de hábitat y vivienda; las acciones vinculadas a la realización de las políticas de género y juventud; el desarrollo de una estrategia de organización popular para en la recuperación del territorio de manos del narcotráfico; el desarrollo de las necesarias actividades de autodefensas.

Así es cómo podrá nacer y desplegarse una nueva perspectiva para las transformaciones que demanda una sociedad que se diferencie de ésta, que nos delata su fracaso a cada paso. Así es como, complementando más que negando otras estrategias, aparece la posibilidad de desarrollar fuerzas revolucionarias que –cotidianamente- procuren respuestas a las necesidades colectivas, recuperando derechos mientras van construyendo su propio poder.

En ese camino, cada mujer u hombre del pueblo puede dejar el rol de consumidor o testigo pasivo, al que lo quiere reducir la cultura dominante, para asumirse como un sublevado más, como un constructor de su propio destino. Esto es posible en tiempos que no son pocas las fuerzas que van comprobando el fracaso del capitalismo y de la actual democracia, que es su forma contemporánea de expresarse políticamente.

5) ¿Qué rol juega la institucionalidad democrática actual y la disputa político electoral en la construcción de alternativas populares?

Cuando se nos pregunta acerca del rol de la actual institucionalidad democrática es imposible no pensar en la profunda brecha social, la auténtica “grieta”, de nuestra Argentina actual. Ella da cuenta del doble carril por el que transitan nuestras sociedades, como parte de este capitalismo decadente. Por un lado, la sociedad formalmente reconocida como tal, con sus valores, su economía, su forma de organización y modos de resolver sus contradicciones. Por el otro avanza una sociedad paralela con valores distintos, con una economía que califican de ilegal, con distintos mecanismos de funcionamiento y organización. Para ella existen estrictos mecanismos de disciplinamiento y discriminación social, donde el asistencialismo y las estructuras represivas se complementan para constituirse en la principal interlocución que tienen con el sistema estatal.

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No se trata (como lo sostiene Jaime Durán Barba en una reciente nota de opinión en “Perfil”) de una gigantesca y generalizada anomia que se está desparramando por el tejido social de nuestra patria. Es algo diferente, es la cruel consecuencia de un modelo económico, social y político que puso fuera del “mundo” a una porción importante de la sociedad.

Esa situación generó una profunda división que el propio sistema pretende naturalizar y legitimar mediante el funcionamiento de estas instituciones democráticas, “el plato” del cual –nos dicen- que no podemos sacar los pies. Estas instituciones son uno de los principales instrumentos para asegurar la continua reproducción de un sistema expoliador. Son esas instituciones las que nos atan a una cultura eurocentrica, símbolo de una tarea civilizatoria que reniega del pensamiento, práctica e historia de lo propio y nativo, caracterizado como bárbaro e inferior ante la superioridad de una clase dirigente formada en la cultura dominante. En ella, la defensa irrestricta de la propiedad privada es su piedra angular. Todo ello es lo que le da vida a la actual democracia, su división de poderes, sus modos de representación y el rol protagónico de un sistema electoral fundado en unos –deslegitimados y formales- partidos políticos, expropiadores de la soberanía popular y limitados a su rol de engranajes para el acceso a la administración del Estado o ciertos ventajas o privilegios personales, como pago a su servicio al sistema.

En función de lo dicho, periódicamente nos convocan a que todos votemos, convenciéndonos que ésa es la democracia, la forma de participación adecuada para cambiar el orden actual. El tiempo, particularmente estos 35 años transcurridos desde que fue expulsada la genocida dictadura han demostrado las debilidades y limitaciones de la misma.Desde este punto de vista la democracia representativa, el capitalismo y el actual estado son la muestra de una asociación impúdica, de una trilogía que está en la raíz de la crisis que, desde hace tiempo, venimos atravesando.

Nos hacen creer que el día que votamos lo estamos haciendo en una sociedad de iguales, olvidando que “algunos son más iguales que los otros”. Eso acontece en el armado de los partidos y listas electorales. También en la disponibilidad de los recursos necesarios para afrontar una campaña como la que estos tiempos demandan. Sin olvidar que el dominio centralizado de los sistemas de comunicación y la información sobre cada uno de nosotros que tienen la grandes agencias mundiales de acopio de datos (Google, Apple, Facebook, Amazon y Twiter), lo que ha llevado a que científicos como el alemán Martin Hilbert, investigador de Sillicon Vallei, afirmen que estamos transitando una etapa de elecciones sujetas a un gigantesco “fraude informático”, por la capacidad informática de incidir en el voto de cada uno de nosotros a partir de una propaganda “personalizada”, según nuestros gustos y pasiones.

Esta historia no es nueva, ni absoluta. Ella forma parte de la vieja herencia, heredada de la conquista, colonización y saqueo. La misma que ha estado en la matriz de estos 200 años de república, que se han desplegado ignorando y negando la existencia de miles de años de vida anterior. Esa es nuestra democracia, la que fue construida por las burguesías de las élites costeras, predominantemente europeas. Al servicio de ellas y los intereses de aquel imperio británico se construyeron estos países/provincia, sin patria común que los contenga. Así fueron traicionados la lucha y el mandato de los primeros libertadores. Todo ello se hizo sobre la sangre regada de los indios, negros y criollos pobres, habitantes de esta tierra y del sueño de una patria compartida.

De todas formas es imposible no tener presente dos cuestiones:

*Las ventajas de esta democracia, con todos sus defectos, frente a las trágicas dictaduras del poder económico y la represión militar. Los argentinos, al igual que otros pueblos de la región, tienen vastas experiencias y heridas que aún no han cerrado de esos dolorosos tiempos.

*Tampoco se pueden olvidar algunas situaciones donde la participación electoral puede traer indudables ventajas a los pueblos involucrados. Para no abundar solo se citarán tres casos importantes:

a) Cuando las elecciones, al modo de una escribanía, cumplen el rol de legalizar un cambio en la correlación de fuerzas, ya legitimado en la sociedad. El caso típico son las elecciones de 1973, con el triunfo de Cámpora, producido luego de la triunfante resistencia popular.

b) Cuando una concertación de fuerzas se unifica para terminar electoralmente con quien es claramente el factor principal del saqueo y la explotación. Las posibilidades de echarlo a Macri, por este camino no pueden ser despreciadas. Aunque es justo reconocer las limitaciones ya señaladas de este procedimiento.

c) Merecería un capítulo y consideración especial la participación electoral a nivel local, como una manifestación más del poder popular construido en el territorio, en el marco de lo planteado en párrafos anteriores.

Más allá de tal o cual respuesta electoral que la coyuntura y la tradición hayan instalado, es conveniente tener presente que el arraigo y avance de capitalismo han hecho que esta democracia sea cada vez menos democrática. Esto es así porque como lo sostiene el pensador vasco Iñaki Gil de San Vicente: “La democracia burguesa es la forma externa de la dictadura del capital”.

*Roberto Perdía. Integrante de la Coordinadora Resistir y Luchar, formada por la OLP en la Mesa Gremial 19 y 20 de diciembre de CTEP; La Simón Bolívar; el proyecto comunicacional Resumen Latinoamericano, el Colectivo Cultural La luna con gatillo y referentes sociales, políticos y culturales que intervienen en diferentes espacios de organización popular.

Aclaración: una parte de las respuestas fueron extraídas de Prisioneros de esta democracia, el Cuaderno de formación N.º 1 de Resumen Latinoamericano (2018), último libro del autor de estas respuestas.

Ilustración: http://florpinta.blogspot.com

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