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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

La memoria obstinada

Hace 38 años, un miércoles 24 de noviembre, a la una y veinte de la tarde era atacada la casa operativa Montonera de la calle 30 entre 55 y 56, en la ciudad de La Plata. La orden que se oyó fue la siguiente: “A los que están en la casa 30 número 1136, que salgan con las manos en alto. Están rodeados por efectivos de las fuerzas conjuntas”. Vino entonces el tiempo de la resistencia ante el ataque de los militares: 5 contra casi 500. Al finalizar el fuego habían muerto los 5 compañeros, y Clara Anahí, de 3 meses de edad fue secuestrada. Lo que sigue es una crónica de aquella tarde, de aquellos militantes que dieron la vida, entre quienes estaba Diana Teruggi, mi tía, a quien escribo desde esta Venezuela en revolución donde hoy me encuentro.

 

No existe la posibilidad de rendirse: es una decisión que ha sido debatida, en la organización, entre ellos. Saben además de los campos de detención, de la Escuela de Mecánica de la Armada, las torturas, los vuelos de la muerte, lo han denunciado en el último número que imprimieron y repartieron con el citroën que ahora está siendo acribillado en el garaje.

Entonces Diana intenta salir por el fondo, llegar hasta la medianera perpendicular al muro de la imprenta. Lleva a Clara Anahí en brazos, envuelta en una frazada, tal vez ya no quedan municiones a esa hora, cuando ya varios compañeros han muerto, y ella sabe que queda poco, nada, y debe intentar lo que parece inalcanzable, ese escape, su hija.

¿Escucha en ese momento la orden de Etchecolatz a sus espaldas, “tirale, negro, que no se nos escape, dale rajala al medio”? ¿La escucha y corre más rápido, y abraza más fuerte la frazada, la vida dentro de la frazada?

El último estruendo que se escucha es el impacto del disparo de basuka contra el frente de la casa. El proyectil atraviesa tres paredes, convierte el aire en polvo y piedras, hace más fuego el fuego. Luego se escuchan las órdenes, el ruido de las botas sobre los escombros, el entrar y salir de la casa de los jefes del operativo, los colimbas apostados en la entrada, algunos autos arrancando. ¿Cuántos ven en esos movimientos a un hombre sacar viva a Clara Anahí de la casa, mientras cerca del limonero del patio ha quedado Diana que será enterrada junto a los demás compañeros como NN?

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***

Ella fue Diana Teruggi. Parte de ella, mi tía, de quien nunca conocí los ojos verdes. Así llegó a lo que el poeta Rainer María Rilke nombró como la gran muerte que cada uno lleva en sí. Esa fue la suya y la miró de frente, de lleno y le disparó. Así también sucedió con los compañeros de la casa, con Daniel Mariani, asesinado 9 meses después en una calle de La Plata, con una generación que no pudo con el enemigo y cuya verdad quedó tendida boca arriba durante largos años, como un viento aplastado por la lluvia.

Pero la derrota que existió no triunfó. Por eso cuando una tarde apareció un joven llamado Guido la lluvia se alejó. Como ocurrió con Ana Libertad. Con los 115 nietos a quienes fue restituida la identidad. Como sucederá cuando Clara Anahí atraviese la puerta que siempre estuvo abierta, llamándola. ¿O es que alguien piensa que tanta búsqueda, tanta calle, tanto tribunal será en vano? Su aparición será arrancar la luz de la sombra, como una voz del pasado que volverá a mirarnos de frente –así nos veremos a nosotros mismos-, devolviéndole vida a la ausencia.

Pero también nos mira de frente esa verdad boca arriba. ¿Qué hemos hecho con ella? Ya ha sido condenada, olvidada, luego paseada hueca por salones, enjaulada como un recuerdo inofensivo hasta afirmar que hoy sería lo que se buscó ayer. ¿Acaso puede decirse que aquella etapa, ese proyecto que logró acorralar a las clases dominantes, es el que continúan quiénes hoy gobiernan? ¿Qué es lo que está por venir? No se llega donde uno nunca se ha propuesto ir -me cuesta imaginar a Diana aplaudir a la presidenta escuchándola afirmar en cadena nacional: “Terminen con esas locura del socialismo y todas esas cosas”.

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¿Entonces la verdad? Debemos reconstruirla para acompañar la nueva que se está inventando, puesta sobre la escena el 19 y 20 de diciembre del 2001, haciéndose en Venezuela, la de esta época, enraizada en el pueblo, en su idioma. Por eso volvemos una y otra vez sobre el intento de esa generación. Para preguntarle, increparla, encontrar nuevas respuestas, construyendo memoria. Y para no olvidar, porque necesitamos acercarnos a nuestros muertos, conversar con ellos, decirles que seguimos con la palabra obstinada y el viento levantado.

 

casa-2

 

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 Fuente: notas.org.ar  ///  comoelvientoenlanoche.wordpress.com

                                   

                                                          A Diana Esmeralda Teruggi

 

A cada quien le dejaste una soledad

exhausta mordida sola

nunca a la medida

          nunca abrigada

como si cada uno debiera nacer

con un pequeño invierno

en el lado izquierdo

un campo vacío

que recorrer

 

quién podía entonces explicármelo

decirme que tu nombre

cargaría la misma proporción

          de luz que de sombra

y que en esa sombra

encontraría el ruido más claro del agua

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yo solo sabía de una piedra

como rota en la mirada de cada día

lo que había quedado

después del fuego

en el centro

del fuego

 

por eso entré a tu casa

         empujando el viento

puse mañana tras mañana sobre la mesa

y a mi lado tu imagen

como una verdad

entera abierta

alejando el gran caballo de la derrota

 

y ahora lejos

donde la realidad  se parece

          a los pedazos de sol que le ponías en la mano

          a cada compañero

todavía algunas tardes siento ese invierno

en el lado izquierdo

esa soledad

que se acerca descalza

 

veo ese campo vacío que he elegido recorrer

la distancia hasta llegar al ruido del agua

donde tu nombre todavía pregunta

y la noche continúa

clara y sin descanso

 

                                                         Marco Teruggi

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