El escenario político argentino inició este año con claros signos que aventuran los tiempos que vendrán. Desde el convulsionado caso Nisman, que dejó al descubierto el entramado paralelo de los servicios de inteligencia y el poder de los medios de comunicación, el fin del ciclo kirchnerista en la Argentina muestra un horizonte cada vez más claro, donde el conjunto de las fuerzas políticas sistémicas se acomodan hacia la derecha. Con el objetivo de presentar el análisis de las distintas organizaciones de izquierda, reproducimos a continuación el posicionamiento del Frente Popular Darío Santillán – Corriente Nacional sobre la actual coyuntura en nuestro país.
La temprana y larga campaña electoral produce una mezcla de bronca y rechazo ante candidatos que se adjudican –sin ponerse colorados– tener soluciones para los problemas de un pueblo con el que poco tienen que ver. El libro de pases entre las “veredas” K y anti K –a la que pretenden de uno y otro lado contradicción principal del país– está abierto hace ya tiempo y no sorprende que quienes un día se lanzan mutuas acusaciones, al otro se tiren flores como aliados.
Una causa de tanta superficialidad se encuentra en el límite cada vez más impreciso entre quienes defienden un neoliberalismo que saqueó al país y un kirchnerismo que -con gran iniciativa política y pretensiones “nacionales y populares”- se manejó acorde a las reglas del capitalismo “serio” y a la reconstrucción de la institucionalidad corrupta y antidemocrática contra la que el pueblo se rebeló en el 2001.
A dos años de su desaparición física, vale destacar la diferencia entre un Hugo Chávez que asumió jurando sobre la “moribunda Constitución” e incitó a que el pueblo asumiera las tareas que el viejo Estado no quería ni podía hacer, con un kirchnerismo que se apoyó en los viejos partidos e instituciones para restringir al pueblo a simple receptor de políticas sociales y espectador de actos y festivales.
Innegables conquistas obtenidas por décadas de lucha popular y que el kirchnerismo, con lucidez y a diferencia de gobiernos anteriores, reconoció, fueron utilizadas para desmovilizar y fragmentar, recomponiendo la casta de políticos profesionales, jueces, burócratas sindicales, represores de uniforme, sotana o saco y corbata, remendando una avejentada democracia liberal donde la participación popular se restringe a votar cada dos años y su protagonismo es desalentado o castigado.
En la otra vereda, una parte de las grandes corporaciones, con sus obedientes políticos y multimedios, alimentan el odio de sectores de clase media paqueta y de los que aún creen que si lo dice la TV es cierto, porque no soportan siquiera la existencia discursiva de algo llamado “pueblo” ni que su gran modelo “civilizatorio”, los EE.UU., hayan perdido la exclusividad de las “relaciones carnales” y deba compartirlas con el imperialismo emergente chino. Y mucho más los ponen locos los gestos latinoamericanistas. Prefieren mirar a Europa y no a Venezuela, Bolivia o Cuba, tras el mito de la Argentina blanca y sin pueblos originarios.
Hay compañeros y compañeras –con muchos de los cuales compartimos y seguiremos compartiendo las luchas- que suponen que junto al kirchnerismo se pueden crear condiciones para la transformación social e incluso el socialismo. O que, más defensivamente, quien no está con el kirchnerismo le hace el juego a la derecha. Pero si tras estos 12 años de gobierno es la derecha la que viene avanzando, es porque el propio gobierno ha minando la relación de fuerzas abierta tras la rebelión popular de fines del 2001. Así les despeja el camino para gobernar la Argentina contra el pueblo.
Y si las recientes marchas del 18 F y 1M demuestran que estas veredas han logrado una polarización importante, no es menos cierto que la realidad de quienes trabajamos y somos parte del pueblo de este país, no encaja en ninguna de ellas ni puede restringirse a optar entre el menú K o anti K.
“Salvaje” o “con rostro humano”, se viene un ajuste
Más allá de quien resulte vencedor -cuestión hoy imposible prever aunque probablemente se dirimirá entre Daniel Scioli y Mauricio Macri- se puede afirmar -con una gran seguridad- que el próximo gobierno, sea cual fuere, intentará aplicar un ajuste antipopular.
Si históricamente a cada ciclo de aumento del consumo le sigue un período de ajuste para elevar la tasa de ganancia empresaria, en las condiciones de la actual crisis económica mundial, los candidatos del capital –ya sea del “salvaje” o el del “rostro humano”- se espera devalúen, aumenten tarifas, tiendan a que los salarios y jubilaciones vayan por detrás de los precios y acuerden con los fondos buitres la continuidad del pago de una fraudulenta deuda externa de la que este gobierno ya pagó más de 192 mil millones de dólares, sin por ello significara ningún avance concreto en el promocionado “desendeudamiento”.
Y si el kirchnerismo no avanzó aún a fondo en el ajuste que las corporaciones pretenden, fue sin embargo construyendo un escenario social que facilita su aplicación: fomentando un imaginario en el que inversiones de corporaciones como Chevrón o Monsanto aportarían al desarrollo, sumándose al coro de quienes suponen que el crecimiento empresario termina derramando sobre los trabajadores (lo que nunca sucede); ninguneando voces discrepantes de la izquierda y de organizaciones populares. Y asimismo, mantiene las herramientas para “convencer” a palos. La designación de un represor como Milani al frente de las FF.AA y de la inteligencia militar, de un Berni como secretario de seguridad, el espionaje sobre militantes populares, la multiplicación del “gatillo fácil”, así como la sanción de la Ley Antiterrorista, son hechos contundentes en la dirección de una mayor represión y criminalización de la protesta.
Con este panorama, se hace imprescindible avanzar en la unidad de las izquierdas en todo el país para apoyar e impulsar las luchas contra el ajuste, para enfrentar a las burocracias sindicales -como se hizo con éxito en las “multicolores” docentes- y para construir un polo que en las elecciones rompa el consenso posibilista, mostrando una sólida alternativa al capitalismo.
¿De casa al trabajo y del trabajo a casa? La crisis civilizatoria
Esta frase con la que hace años se convocaba a la pasividad popular hoy resultaría inaplicable. Porque son muchos los compañeros y compañeras que, tras la “década ganada” no tienen ni uno ni la otra. Y poco sirven comparaciones con el pico de la crisis, cuando ya es parte estructural de la realidad cotidiana de millones. Y cuando, mientras escribimos, se agregan miles más que perdieron todo con las inundaciones que anegan cinco provincias argentinas.
La responsabilidad no se encuentra en la fatalidad ni en las asignaturas “pendientes” del modelo, sino en su aplicación. El monocultivo sojero, nacido durante el neoliberalismo pero alentado durante el ciclo actual, es responsable tanto de la deforestación e impermeabilización de los suelos que impiden el escurrimiento de las aguas tras las grandes lluvias, como del boom inmobiliario que resulta la cara urbana del saqueo extractivista. Miles de familias pierden sus viviendas o son expulsadas del campo a las villas en las ciudades. Similar proceso se repite con la fractura hidráulica para la extracción de petróleo o con la minería a cielo abierto, importando más las ganancias corporativas que la preservación de la naturaleza, la salud de la población y las fuentes de trabajo.
La otra faz del modelo, que no puede ocultarse tras los avances legislativos en la “equidad”, es la expansión de la trata de personas y del narcotráfico, que constituyen la cara ilegal del mismo modelo de sociedad y tiene los mismos actores: empresarios, narcos, políticos, barras, jueces y fuerzas de seguridad.
Necesitamos por tanto, como pueblo, ir más allá de la cosmética que de una u otra vereda nos prometen y de la que no pueden escapar al pararse ambas sobre bases productivistas y dependientes. No se trata de optar entre atacar o profundizar el “modelo”, sino de superar el modelo de civilización que el capitalismo nos propone. Nuestra sobrevivencia como pueblo y la propia existencia de la humanidad sobre la tierra es la que está en juego.
En este rumbo, las batallas a dar por tierra y vivienda, por el derecho a la ciudad, por el derecho al trabajo y a una vida sin precarización, por una educación y salud pública y popular, por poner la deuda interna por encima del pago de la fraudulenta deuda externa, por el derecho a un ambiente sano, por terminar con el patriarcado y por la integración de los pueblos latinoamericanos, constituyen algunos pilares para la transformación radical del país y de la sociedad, a través del protagonismo y autorganización del pueblo trabajador y de su recomposición independiente como clase; recomposición a la que desde las izquierdas tenemos mucho a aportar.
Hacia una campaña electoral unificada y nacional de la nueva izquierda independiente y los movimientos político-sociales llamando a votar al FIT
En este año, un hecho político central serán las elecciones, que ya dominan el escenario. Importantes pero no excluyentes, como están demostrando, entre otros, los docentes que en varias provincias salieron a luchar por el salario y en defensa de la educación. En este marco, muchos vecinos, compañeros de trabajo o estudio, nos preguntan ¿a quién votar?
Nosotros votaremos y llamamos activamente a votar a las listas del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT). Al tratarse de elecciones presidenciales, en las que las alternativas tienden a una mayor polarización, la batalla a dar para asegurar una fuerte presencia de la izquierda frente a las diversas opciones de las derechas deberá ser mayor.
La oportunidad existe, dado el corrimiento a la derecha de todo el arco político, la podredumbre del sistema institucional “democrático”, las peleas entre los de arriba y la existencia de un pueblo que va juntando bronca y no está derrotado, a pesar de las divisiones y confusiones alentadas durante la última década.
Los importantes resultados electorales obtenidos por el FIT y por expresiones locales de la izquierda independiente en el 2013, así como la inserción en las diversas luchas sociales, de los trabajadores, territoriales, estudiantiles, de género, de derechos humanos o ambientales, son muestra de esta posibilidad que trasciende lo electoral.
No es menor, en esta ocasión, que a diferencia del 2013 se han integrado a las listas del FIT compañeros y compañeras de organizaciones populares y de izquierda independiente, como Pueblo en Marcha y el MP-La Dignidad en la ciudad de Buenos Aires, o el “Perro” Santillán en Jujuy.
Saludamos esta integración, con la misma convicción con que el Che sostenía que “si fuéramos capaces de unirnos, que hermoso y que cercano sería el futuro”. Creemos que si el FIT, como alianza de tres partidos trotskistas, ha potenciado sus posibilidades mucho más allá de lo que hubiera logrado cada partido por sí mismo, una unidad abierta a otras tradiciones y culturas de la izquierda, así como a las organizaciones populares que surgieron en las luchas y supieron mantenerse independientes y con una mirada anticapitalista, puede multiplicar esta potencialidad. Y que el ingreso de más compañeros y compañeras de las izquierdas a las legislaturas, significará una palanca para las luchas y para el protagonismo y el poder popular, en tanto subviertan lo que nuestra también “moribunda” Constitución pretende: que “el pueblo no gobierne ni delibere”, poniendo patas para arriba la institucionalidad vigente.
Creemos también que sobre esta amplia base de unidad, que con esfuerzo construimos, se hace necesario el desarrollo de la llamada nueva izquierda independiente, a la que algunos ya nombran como izquierda en “búsqueda”, no como falta, sino como expresión de una práctica que, al decir de Mariátegui, “no puede ser calco y copia sino creación heroica”. Amplio espacio que, aún en su dispersión y juventud, contiene una tradición, cultura e identidad que resulta imprescindible para la transformación revolucionaria en la Argentina y en Nuestramérica.
Una campaña unificada de este espacio hoy disperso, con una estética, elementos programáticos, un perfil y una metodología amplia y participativa propia, pondría de relieve el apoyo al FIT de una nueva izquierda que sabe trabajar lealmente en unidad. Así como apuesta a la autorganización y auto-actividad de los trabajadores y de las clases populares y asume que un proceso revolucionario sólo puede surgir de un profundo cambio en la relación de fuerzas en la sociedad y no sólo por el fortalecimiento de una o más orgánicas.
Una izquierda que se juega con orgullo al triunfo de la revolución bolivariana, consciente de sus límites y contradicciones, pero también de sus fortalezas y potencialidades y de su importancia para toda América Latina. De una revolución que se encuentra amenazada y agredida no por sus defectos u omisiones, sino por haber actualizado el debate sobre el socialismo y haber generado condiciones para el empoderamiento de las clase subalternas, donde la experiencia de las comunas se proyecta como una práctica embrionaria insustituible para la transición a una sociedad socialista.
Una nueva izquierda que desde y con el pueblo apunta al desarrollo de una institucionalidad propia, lo que no se contradice con las incursiones en una institucionalidad ajena como es el Parlamento, para tensionarla hacia una radical democratización. Y que trabaja para la unidad, con la convicción de que será el pueblo, en el marco de sus luchas, quien corregirá rumbos y marcará, en trazos gruesos, el camino a seguir, así como la justeza o no de los diversos planteos en el seno de las izquierdas.
Nuestra Corriente asume el compromiso de poner todas nuestras fuerzas para intentar avanzar, junto a organizaciones hermanas como las que integran Pueblo en Marcha, el Frente Pueblo Unido, el MP-La Dignidad y las decenas de grupos, organizaciones populares, militantes e intelectuales que han firmado la declaración “Por un amplio polo de izquierda anticapitalista”, a encuentros y a una campaña nacional unificada de la nueva izquierda independiente o “en búsqueda” llamando a votar al FIT.
En Argentina, avanzar a una alternativa electoral unitaria de las izquierdas aportará importantes trazos de senderos anticapitalistas, de transformación revolucionaria, que hoy son embrionarios en nuestro país, rescatando y actualizando los sueños de emancipación que dejó abiertos el 2001, proyectándolos hacia el fututo.