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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Elecciones 2015: porqué votamos en blanco, impugnamos o no votamos

No tenemos la posta ni la bola de cristal. No consultamos ningún oráculo, ninguna bruja, ninguna pirámide. No somos voceros de ningún Vaticano infalible. Tan sólo expresamos un punto de vista, una corriente de opinión que en Argentina se siente parte de la tradición guevarista y a nivel continental forma parte del marxismo latinoamericano. Sabemos que somos minoritarios dentro del sistema político argentino claramente dominado por la burguesía y vamos a contracorriente de las franjas hegemónicas de la izquierda electoral.

RESPETAMOS a diversos amigos y amigas, compañeras y compañeros que apuestan por el camino electoral para cambiar la sociedad. Incluso, a quienes se sienten parte de la izquierda dentro de ese arco, les deseamos suerte en las elecciones. Pero tenemos un punto de vista diferente. No evangelizamos, sólo lo hacemos público. Obviamente hay otras opiniones, la nuestra no es la única. No recolectamos firmas, no hacemos ningún petitorio. Sencillamente compartimos nuestro punto de vista.

 

En Argentina, desde 1983 hasta hoy, EL PODER REAL NO SE DISCUTE. No está en disputa, ni siquiera figura en la agenda política como tema posible a futuro. El país que entre 1976 y 1983 remodelaron a sangre y fuego los grandes empresarios y banqueros criollos, las multinacionales imperialistas y sus sumisos empleados locales, las feroces fuerzas armadas y policiales y sus aparatos de inteligencia y represión, sigue inmodificado. Nos guste o no. Lo neguemos y nos hagamos los distraídos mirando al costado o no. Las reglas del juego, las de fondo, no se discuten, no están sometidas a votación alguna. La policía y el Ejército no se votan. El sistema carcelario y el ordenamiento jurídico que todo lo legitima tampoco. La dictadura de los llamados “mercados”, menos que menos. La única violencia permitida, legal pero no legítima, cada día más agresiva y cruel, es la violencia institucional del Estado que no se ejerce contra potencias extranjeras  que saquean nuestros recursos naturales sino contra el pueblo pobre y la juventud, sobre todo en los barrios más humildes. Su monopolio ni por asomo se pone en tela de juicio (a excepción del narcotráfico, de creciente influencia social).

La crisis orgánica que estalló en el 2001 se cauteriza y se recicla, pero de la mano de las instituciones parlamentarias, ahora refortalecidas. La subordinación al gran capital transnacional (las famosas “inversiones” a las que se exime de gravámenes y carga impositiva garantizando altísimas tasas de ganancia –“la levantan con pala” al decir de la propia Cristina-, mientras se atornilla el impuesto irracional contra el salario popular) es un dogma indubitable. Nada de eso está en votación. La SOBERANÍA ABSOLUTA del capital (local y extranjero) por sobre el pueblo argentino no está en cuestión. Hay elecciones, sí, pero muy lejos de la soberanía popular… que es algo muy distinto. Elecciones marcadas a fuego por el dinero, el marketing y la agenda de medios monopólicos de (in)comunicación. Soberanía sí (en tanto dominio estable del capital sobre un territorio geográfico y social) pero se trata de la soberanía de “los mercados”. Poder del capital, sí, más directo, menos directo, pero poder del capital a fin de cuentas. Eso es lo que hay. De eso no se habla. Se vive como “natural”.

El aniquilamiento físico de la insurgencia en los 70 y la extrema debilidad de la izquierda extraparlamentaria y extra institucional, principalmente de inspiración guevarista (actualmente todavía dispersa) aunque también de otras tradiciones revolucionarias, impide hasta nuestros días volver a poner sobre la mesa de debate y la agenda política el tema central del poder.

La conversión, tras la dictadura, de los grandes partidos tradicionales al neoliberalismo acompañó ese estado de cosas. No es casual que muchos cuadros políticos y “técnicos” de primera línea, en el radicalismo, en el peronismo y en el PRO se hayan formado al lado de Alsogaray o de Cavallo. Eso fue posible también por el debilitamiento de las identidades políticas populares, producto no sólo de la herencia de la dictadura militar y el genocidio sino también de cambios culturales globales y la explosión comunicacional. Si antes un segmento de la clase obrera argentina pintaba en las paredes la consigna “la vida por Perón” (para dar un solo ejemplo emblemático de una identidad política fuerte, transmitida de generación en generación), hoy… ¿quién está dispuesto o dispuesta a dar la vida… y por quién…? Un porcentaje importante de la militancia circula y rota por las organizaciones maniatada al clientelismo y a los cargos rentados, se cambia de orga y encuadre como de camisa, hay migraciones periódicas de identidades políticas, según la ocasión y la conveniencia coyuntural, combinando las alianzas más inesperadas. Pero aunque las identidades políticas populares de nuestro sistema electoral se debilitaron y deshilacharon, el poder absoluto de “los mercados” y el capital sigue firme y sólido, cada día más férreo, sin ser puesto en discusión. Lo llamen “círculo rojo” o adopte el nombre de turno que esté de moda. Todo el mundo sabe que existe y nadie planea acabar con él. No hay nada más allá de la queja verbal.

 

Si el PODER REAL no está en debate: ¿Qué se discute entonces en las próximas elecciones? ¿Qué se vota?

 

Lo que se dirime en las próximas elecciones es la mejor manera de administrar desde un gobierno “lo que hay”, el orden ya establecido e incuestionado a partir de la derrota de la guerra de Malvinas y la retirada ordenada-pactada por la gran burguesía con los militares.

En estas elecciones se discuten formas de gestión (“el relato”/”el anti-relato”), no el poder real ni el sistema capitalista (aunque cueste aceptarlo…. GOBIERNO NO ES = A PODER). Y se discute a través del marketing, las campañas publicitarias millonarias (siempre con dinero sucio, que nunca se explica de donde sale), la saturación mediática de más de lo mismo. El predominio de la imagen y la sonrisa televisiva por sobre los proyectos y las fuerzas sociales en lucha.

 

¿Propuestas electorales a la vista?

 

El arco es variado. Pero, hasta donde tenemos noticias, vemos con nitidez principalmente tres. Dos con posibilidades de dirigir la gestión del capitalismo dependiente. Una en cambio, como testimonio de deseos progresistas y resumen imaginario de una izquierda correcta y bienpensante (en su mayoría honesta), sin posibilidades reales de hacerse con la gestión del gobierno.

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El PRO-Macri, privatización explícita no apta para cardíacos

 

A nuestro modo de entender, este núcleo electoral constituye la herencia política civil y empresarial del videlismo, la continuación del viejo proyecto gorilón y de derecha extrema del capitán-ingeniero Álvaro Alsogaray. El neoliberalismo puro y duro. Privatizador a morir de todo lo que se mueva e incluso de todo lo que esté quieto. La única diferencia con “el chancho” Alsogaray (sobrenombre popular nunca mejor atribuido) es que los viejos grupitos neoliberales que aquel supo liderar eran más “doctrinarios” (acusaban, por ejemplo, a Martínez de Hoz de “estatista” y “dirigista”…) y ferozmente elitistas. Por eso fueron siempre ultra-minoritarios. A diferencia de Alsogaray, Macri no ha leído ni dos libros ni sabe quién es Milton Friedman ni von Hayek, sólo sabe hacer dinero. Alsogaray representaba política e intelectualmente a lo más concentrado de los capitalistas, Macri es directamente un capitalista. Por eso se presenta como distinto y contrario a “los políticos”. No miente del todo, porque él es, básicamente, un empresario capitalista que divide la sociedad entre los que tienen fortunas (los llama “talentosos”) y los pobres (los llama “necesitados”). Se acabaron pues las mediaciones. ¿Y cómo llegó a disputar electoralmente la presidencia alguien que carece no sólo de formación política sino incluso de carisma personal? A través de la gestión empresarial del club de fútbol más popular de la Argentina. El radicalismo –otro partido burgués tradicional, ya más que centenario- prefirió privilegiar su gorilismo para diluirse y licuarse, sin pena ni gloria, tras el empresario hijo de papá Macri. Nadie tiene dudas de la política empresarial y privatizadora de Macri. Todo está muy claro y se muestra con obscenidad a la luz del día. Quien avisa no traiciona…

 

El PJ-Scioli, ¿mentime que me gusta o mejor a calzón quitado?

 

Luego de veinte volteretas, se acabaron las ilusiones de prolongar los ademanes del progresismo en el próximo período (la reivindicación simbólica de la generación del 70 y los derechos humanos, el discurso nacionalista frente al capital financiero, una tímida renegociación de la dependencia con retórica desarrollista). En escaso tiempo el espacio kichnerista pasó de escupir primero “no me lo banco, jamás lo votaría”, luego a susurrar “tengo dudas” hasta que finalmente terminó tragando, una vez más, el sapo: “vamos con Scioli para que no gane la derecha”. La vieja y trillada cantinela del mal menor. La transformación fue rapidísima y muy pragmática, como no podía ser de otro modo en la realpolitik argentina. Scioli tampoco miente. Le preguntaron en el programa 6,7,8 si iba a apoyar a Venezuela frente a la embestida de Estados Unidos y fue directo “yo no soy Néstor Kichner”. Más claro echale agua. Su principal propaganda comienza con un primer plano de una bota (en Argentina máximo símbolo de la represión del ’76), luego una toma de gran angular con miles de policías y termina con la promesa  eterna de la derecha: mano dura. Su gran lema de campaña, copiado explícitamente de Lula, reconocer que “la negrada” (el pueblo pobre y la clase trabajadora) no puede ir a los hospitales de gran complejidad. ¿Entonces? Construir salitas de auxilio precarias (se arman en 120 días, antes de las elecciones, según declara con orgullo Scioli) para contener a una clase social que jamás podrá acceder a algo tan básico como el hospital. Es verdad que Holanda tiene ese sistema de salud y en Cuba también hay salitas de primeros auxilios y una medicina preventiva. Pero en los barrios más humildes de la provincia de Buenos Aires, estamos bien lejos de Holanda y Cuba… Acá, en Argentina, frenar a “los negros” (argentinxs humildes e inmigrantes pobres de países vecinos, habitantes de la periferia urbana y de las villas miseria) para que no lleguen a los hospitales de capital federal, tiene un contenido clasista y discriminador absoluto. Es legitimar la pobreza y la indigencia, negando incluso el derecho a atenderse en hospitales a quienes no tienen dinero. ¡Scioli lo plantea como un gran logro “progresista”! Dice a quien quiera oírlo –principalmente el empresariado y los grandes monopolios de (in)comunicación, que dirigen el marketing electoral- que él es… “confiable”. Y que incentivará aún más, como  si fuera una panacea paradisíaca, la extracción de minerales y la exportación de soja. A buen entendedor… se trata del viejo modelo primario—exportador, subordinado y dependiente del mercado mundial capitalista, que deja atrás los ademanes industrialistas, reducidos a mero efecto discursivo. El subsidio a la escuela privada y confesional (¡ahora el Papa es argentino!) sigue firme, mientras se deteriora día a día la educación gratuita y pública. Franqueza total. Aunque a la gente del programa de TV  6,7,8 le hubiera gustado otra cosa, un poco más de seducción y encantamiento, Scioli tampoco miente. Va a los bifes. Nuevamente… el que avisa no traiciona. Es claro su proyecto de gestión para renegociar la dependencia.

 

¿Son lo mismo el polo de Macri y el de ScioliI?

 

Creemos que no. No es lo mismo que las AFJP sean privadas o públicas. No es lo mismo que Aerolíneas Argentinas sea una empresa privada que pública. No es lo mismo pagar sin chistar, que demorar los pagos, intentando renegociar algo. No es lo mismo que exista la asignación universal por hijo y el clientelismo que coopta (y divide) organizaciones populares a través de beneficios puntuales, que directamente apalear a los trabajadores ocupados y desocupados y enviarles la infantería en primera instancia. Sólo a riesgo de caricaturizar y caer en simplismos propagandísticos y esquemas de pizarrón se puede decir que son lo mismo. Pero lo que a nuestro modo de ver no se puede negar es que ambas propuestas gestionan, con estilos diversos, el capitalismo dependiente. Una bajo una subordinación absoluta, directa y sin mediaciones al empresariado y el gran capital (local y transnacional), la otra “negociando” la dependencia, maniobrando y tratando de sacar un pequeño porcentaje para repartir, demorando los pagos a los fondos Buitre un poquito para que haya margen de negociación y el ciclo de la dependencia capitalista al fin de cuentas siga en pie. Pero aunque tengan estilos, historias y modos diferentes, ambas propuestas comparten la base fundamental incuestionada del capitalismo en Argentina.

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En ambos casos los sectores populares, los laburantes, el pueblo pobre y la clase trabajadora cargan sobre sus espaldas los costos de la crisis y terminan perdiendo, ya que los dos proyectos dejan intacto y profundizan el capitalismo en nuestro país. Por eso no votaríamos a ninguna de estas dos propuestas.

Estaría bueno que los sectores populares, sobre todo juveniles (en alguna medida repolitizados luego del desierto de los años 90), hasta ayer adherentes al kirchnerismo, alguna vez probaran otro menú distinto al de los sapos recalentados y refritos. Nos referimos principalmente a la militancia genuina, que existe y no es poca, no a la que se mueve en forma oportunista por cargos y rentas, justificando lo injustificable.

 

¿Y la izquierda electoral? ¿Un milagro para quién?

 

Quienes compartimos estas líneas no pertenecemos a ningún “observatorio” de esos que se pusieron de moda en los años ’90. No observamos desde afuera y con largavistas. Pertenecemos a la familia marxista y somos de izquierda, festejamos sus alegrías, sufrimos sus desventuras. No hablamos en tercera persona de modo impersonal. Nos sentimos parte de la tradición política del guevarismo que en Argentina todavía hoy no logra remontar la derrota de 1976 y continúa dispersa y disgregada. Nos duele el panorama que vemos. No nos es indiferente ni equidistante.

Y al compartir este análisis y nuestra posición, aclaramos lo obvio, pero que bien vale la pena reiterar y remarcar: RESPETAMOS a la militancia abnegada de la izquierda electoral y al mismo tiempo nos duele la orfandad política que hoy predomina en este arco ideológico. No ponemos en duda la honestidad y abnegación personal, cuestionamos sí una estrategia política. Conviene no confundir ambos planos para no aceptar chantajes ideológicos (“si criticas nuestro electoralismo le estás faltando el respeto a Mariano Ferreira” y disparates por el estilo). Diferenciando taxativamente abnegaciones y sacrificios personales de líneas y estrategias políticas que consideramos erróneas, es posible poner en duda ciertas supuestas “evidencias”, aunque eso tenga el costo de recibir automáticamente como respuesta una catarata irrefrenable de insultos (alguna vez PRENSA OBRERA nos dedicó una hoja entera, vacía de argumentos pero en cambio repleta de adjetivos descalificativos… cuanto más belicosos e hirientes en sus insultos, más tímidos y moderados en política, como si la acumulación de adjetivos agresivos compensara imaginariamente la progresiva y creciente moderación institucional).

 

¿Cómo vemos a la izquierda electoral? Frente a los dos grandes contrincantes tradicionales de la burguesía que polarizan la elección, hay varias propuestas intermedias desde el arco progresista, pero la mayoría son café con leche. Nuestra centro izquierda, que siempre fue timorata (basta comparar por un minuto al socialismo argentino con los gestos de nuestro vecino chileno Salvador Allende…), hoy en día encima está más aggiornada que nunca a los tiempos que corren. En menos de un año, la vieja socialdemocracia no tuvo vergüenza en tejer y destejer alianzas con el radicalismo y la derecha gorilona y paqueta más clásica. A nivel internacional Binner ni se sonrojó al apoyar a Capriles (el hombre golpista de los yanquis en Venezuela) contra Chávez. El PC desapareció y terminó diluyendo su historia más bien “problemática” (1976…) y la abnegación de varias generaciones de militantes disciplinadxs y honestxs bajo una subordinación absoluta al Banco Credicoop, rematando lo poco que le quedaba de su rica tradición cultural. Otras variantes de centroizquierda van y vienen armando y enhebrando alianzas sin un horizonte claro ni una perspectiva definida. Ni chicha ni limonada, con mucho afiche políticamente vacío cargado de sonrisas y “buena onda”, pero siempre a mitad de camino.

La única propuesta nítida de izquierda que vemos en el plano de las elecciones es el FIT, la alianza electoral entre dos corrientes que se odiaron y disputaron durante medio siglo. Ambas aspirantes, con escasa fortuna, a ser propietarios exclusivos y con escritura sellada de la herencia rebelde de León Trotsky (curiosamente o no tan curiosamente, Raymond Molinier, alias “el viejo Marcos”, mano derecha de Trotsky a lo largo de todo su exilio durante la década del ’30 hasta su asesinato en México, cuando vino a vivir a la Argentina no se sumó ni al grupo de Nahuel Moreno ni al de Jorge Altamira… ¿por qué será?).

El FIT es la alianza electoral entre el PO, la organización que dirige Jorge Altamira desde hace 50 años (sí, 50 años, el doble del tiempo que estuvo Stalin en el poder) con mano de hierro y sin ninguna posibilidad interna de disentir, y las organizaciones (PTS, IS) herederas de Nahuel Moreno, su eterno contrincante, otrora hegemónico en el arco trotskista local. Estas últimas, hoy dispersas, van en su mayoría a remolque de Altamira. Esta alianza no se formó a partir de una confluencia estratégica para impulsar cambios revolucionarios ni luchar por el poder real en Argentina. No. Es un secreto a voces que unieron sus representaciones electorales, luego de pelearse encarnizadamente y acusarse de las peores cosas durante décadas, exclusivamente respondiendo a una ley restrictiva que amenazaba con quitarles la personería jurídico-electoral. ¿Qué unidad puede alentar en la clase trabajadora una lucha revolucionaria a largo plazo contra las instituciones de la burguesía y el capitalismo como sistema y luchando por el poder real si nace, para cumplir, obedientemente, con una ley burguesa?

En la vida política argentina siempre hubo, desde fines del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX, un espacio para la izquierda institucional. La protesta tolerada dentro del sistema y que cumple a rajatabla las reglas del orden establecido, garantía de que el sistema de dominación pueda presentarse como “pluralista”. Flamear de bandera roja, abundante cita doctrinaria apelando a diversos “clásicos”, pacifismo a ultranza, armado de listas sindicales y la principal y gran aspiración a… cargos electorales (legisladores, diputados, senadores, concejales). Durante la primer mitad del siglo 20 ese papel de izquierda bienpensante, correcta, dialoguista con la burguesía y que tenía certificado de “buena conducta” lo ocupó el Partido Socialista de Juan B. Justo. Partido que, con todo su reformismo, tuvo incluso militantes asesinados. Un partido rojo (que publicó por primera vez el primer tomo de El capital de Marx en nuestro idioma)… pero “civilizado”.

Más tarde, el PS fue desplazado por el PC, también rojo (difusor de la obra de Lenin y Gramsci en nuestro idioma), pero igualmente “civilizado”. También con sus símbolos marxistas y apelaciones a los clásicos, su obsesión pacifista e institucional (que le costó innumerables sangrías juveniles de donde emergió gran parte de la insurgencia revolucionaria de los 60 y 70) y sus eternas alianzas con el mal menor, con lo más potable de la burguesía que, horror, siempre los terminó “traicionando”. También el PC tuvo sus muertos y torturados. Incluso bajo la dictadura militar de Videla, con la que su dirección política no se llevó mal, tuvo 106 militantes desaparecidos.

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Aquel viejo lugar de izquierda institucional hoy en día, con la crisis de la socialdemocracia y la casi desaparición de los PC, pasó a ocuparlo la alianza del PO y el PTS con sus diversos aliados (que han terminado remolcando a una fracción del autonomismo y a un desprendimiento del maoísmo). Nuevamente abundante bandera roja. Infaltable apelación doctrinaria (educando a sus jóvenes militantes con el eslogan: “los bolcheviques se presentaron SIEMPRE a todas las elecciones”,afirmación históricamente falsa que oculta aquellos textos de Lenin que cuestionan la participación electoral a cualquier costo). Retórica encendida –muy agresiva sobre todo con otras izquierdas y con cualquier protesta popular que no vaya dentro del camino institucional, protestas y broncas que son clasificadas livianamente como “foquistas”- combinada con una estrategia cotidiana demasiado suave con el poder que en la práctica, a contramano del discurso, termina subordinando casi todas sus actividades a lo electoral y al reclamo de un lugarcito dentro de las instituciones.

Esa timidez en lo doméstico es acompañada hacia fuera por la falta de internacionalismo real, ya que ambas corrientes principales del FIT se han caracterizado, siempre con retórica encendida y citas de prestigio, por no haber apoyado en concreto ninguna rebeldía antimperialista/anticapitalista que no cuadrara exactamente con sus esquemas preestablecidos. El único lugar donde participaron (a último momento) fue Nicaragua y la experiencia terminó en un escándalo y una polémica grotesca con acusaciones recíprocas y llamados a juicios entre altamiristas y morenistas en la que es mejor no abundar…

Sinceramente no queremos ofender, pero el sol no se puede tapar con la mano y la historia no se puede borrar en el codo. Al pan, pan, y al vino, vino. No nos olvidamos de las condolencias enviadas por integrantes de estas corrientes electorales a los militares genocidas del cuartel de La Tablada para garantizar certificado de “buena conducta”, el despropósito de haber marchado junto a Blumberg y su “mano dura”, el bochornoso festejo con champán junto a un cuadro histórico de la dictadura militar acusado de ser cómplice en la apropiación de menores en tiempos de Videla. (Tampoco nos olvidamos de todas las anécdotas que nos contaba nuestro entrañable compañero y amigo Gregorio Flores -candidato a presidente del PO en 1983- sobre el funcionamiento interno del PO y la falta de debate de su comité central).

Luego de repetir durante décadas las consignas maximalistas “Huelga general y asamblea constituyente” Altamira termina entrando, por fin, a la legislatura con una consigna bastante menos decorosa… “UN MILAGRO PARA ALTAMIRA”. Apelando al voto-lástima y sin cuestionar la sorna y la cargada de muchos periodistas de derecha extrema que lo promovían desde los medios de comunicación, riéndose de él y de la izquierda (bardeando, para decirlo sin eufemismos, con el “MILAGRO DE ALTAMIRA”) por fin logra ganar algún voto.  Y allí aparecen las sonrisas bien educadas y repetidas en la tele, el pasearse por diversos canales con mejores modales que François Mitterand y predicando un pacifismo que haría exasperar a Gandhi, todo para subir en las encuestas y ganar algún voto. Una verdadera lástima, porque en varios sindicatos lxs compañerxs del PO mantienen una conducta más que abnegada y esforzada. Nos consta. Incluso más de una vez los hemos votado en alguna lista sindical, porque les reconocemos su abnegación. No es verso que LOS Y LAS RESPETAMOS. Pero cuando pasan de la militancia sindical a la política general, viene sin remedio el tropezón electoralista derivado de su errónea estrategia institucional. ¿Por qué aceptar sin discutir ni cuestionar ese doble discurso que no deriva de la maldad personal de nadie sino de una estrategia política equivocada y errónea, llevada a cabo incluso por buena gente y buenas personas?

Estas conductas del doble discurso (izquierda roja para la agitación en la asamblea estudiantil, izquierda suavecita y más bien rosa o amarilla en los grandes medios de comunicación) no es exclusiva del altamirismo. La corriente del PTS, aunque tiene luchadorxs valiosxs, respetables y queribles, como algunas abogadas de derechos humanos más que valientes y enormemente solidarias que han enfrentado a milicos y policías, al mismo tiempo repite los mismos tropezones electoralistas e institucionales de sus socios-competidores del PO. Sin hacer una lista enorme, para no aburrir, no nos olvidamos del injustificable artículo publicado el 8 de octubre de 2014 contra el Che Guevara en el nuevo diario del PTS, reflotando la teoría de los dos demonios y poniéndose en este caso puntual incluso a la derecha de Cristina Kirchner quien aunque sea por conveniencia política y viveza criolla jamás haría responsable a Rodolfo Walsh de los asesinatos perpetrados por el almirante Massera, mientras que el PTS atribuye a Guevara y a la insurgencia la responsabilidad por las masacres sobre los mineros bolivianos. Triste. Doloroso. Patético. Aunque nos cueste que luego nos insulten, hay que decirlo con franqueza.

 

Desde un principio de realidad y con los pies en la tierra reconocemos entonces que las dos corrientes de Scioli y Macri son electoralmente hoy mayoritarias y de allí saldrá el futuro presidente argentino. Nos esperan tiempos jodidos. También reconocemos, dentro de la debilitada izquierda, que el FIT es hegemónico.

Sin embargo, por todo lo que hemos expuesto y aun RESPETANDO –no nos cansamos de repetirlo-  a muchos amigos y amigas, compañeros y compañeras, que siguen privilegiando y poniendo la mayor parte de su energía en el camino electoral, en este 2015 vamos a votar en blanco, impugnar o directamente no iremos a votar. La lucha de nuestro pueblo no se acaba en estas elecciones. Incluso con viento en contra, hay que seguir remando, con paciencia, perseverancia y tenacidad.

 

Argentina, julio 2015

 

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