El 22 de agosto de 2015, lo que durante las semanas anteriores había sido una pequeña protesta contra la falta de la recogida de basuras en Beirut se convirtió en una gran manifestación contra la corrupción que exige cambios políticos y económicos profundos en el Líbano. Las protestas no han tenido otra respuesta que una escalada de violencia represiva. El movimiento ha pillado por sorpresa a las dos coaliciones de la muy polarizada clase política libanesa. Jadaliyya entrevistó a Moe Ali Nayel, un periodista residente en Beirut, para conocer los antecedentes y la dinámica actual del movimiento de protesta y las reacciones de los diversos grupos.
Jadaliyya (J): ¿Cómo y por qué se ha producido la “crisis de la basura” en Líbano y por qué no se ha resuelto aún?
Moe Ali Nayel (MAN): El 17 de julio de 2015, el contrato del gobierno libanés con la empresa Sukleen, que le concedía derechos exclusivos para la recolección de basura en el país, expiró. Como consecuencia, los servicios de recogida de basura cesaron. El contrato de Sukleen con el gobierno libanés tiene sus orígenes en la década de 1990, en lo que muchos consideran un proceso de licitación no competitivo. Sin embargo, este contrato ya se ha renovado varias veces, cada vez a un coste mayor. Este verano el gobierno no renovó el contrato al considerar los precios de la oferta excesivos. Si bien el gobierno ha “considerado” alternativas a Sukleen, aún tiene que decidirse por una. Hay una lucha constante entre los distintos bloques políticos del Líbano para promover los intereses empresariales en que se apoyan. Las maniobras políticas a favor o en contra de las distintas empresas que licitan para este lucrativo contrato ha conducido a la parálisis del gobierno.
No obstante lo anterior, los intereses empresariales y la corrupción política no son las únicas raíces de la crisis. Además de la falta de un nuevo contrato con el gobierno para la recolección de basura hay que considerar el problema de la gestión y la eliminación de los residuos. Desde 1997 la basura de las dos regiones más pobladas del Líbano, Beirut y Monte Líbano, ha sido acumuladas en una zona conocida como Na’ameh, una ciudad costera a unos veinte minutos al sur de Beirut. Desde el año pasado, los residentes del área han estado exigiendo el cierre de este vertedero por los riesgos sanitarios y ecológicos que plantea. A pesar de las promesas oficiales de encontrar una alternativa a Na’ameh, y su carácter de vertedero provisional, el gobierno no ha hecho nada al respecto. Así que este verano los residentes de Na’ameh y de pueblos de los alrededores bloquearon la carretera al vertedero.
A raíz de la crisis, la basura de Beirut está siendo acumulada cerca del puerto de la ciudad, justo al lado de los silos de trigo del país, y cerca del aeropuerto. Estas montañas de basura de nueva creación atraen bandadas de aves que han obligado a cambiar por razones de seguridad las trayectorias de vuelo utilizadas por los aviones al acercarse al aeropuerto de Beirut. Fuera de Beirut, la basura se acumula en las aceras y calles, o es arrojada subrepticiamente en algunas de las zonas más marginadas del país. La sugerencia más reciente, del ministro del Interior Nuhad Mashnuq, es llevar la basura de Beirut a la región de Akkar, en el norte de Líbano, a cambio de cien millones de dólares en fondos para desarrollo. Pero la idea acabó siendo un tiro por la culata. La juventud de Akkar se movilizó al grito de “Akkar no es un contenedor de basura.”
J: ¿En que consiste la campaña “Apestas”, quien la dirige y qué pretende lograr?
MAN: La campaña “Apestas” comenzó como una reacción al problema de la basura, cuando la basura comenzó a apilarse en las calles de Beirut, en particular, y el Líbano en general. El movimiento fue organizado por activistas de la sociedad civil que tienen una mayor presencia en los medios sociales que en la calle. Sin embargo, su llamamiento a una campaña de protesta tuvo eco en la opinión pública, y la gente respondió saliendo a las calles para denunciar la parálisis del gobierno y la corrupción. Hasta el 22 de agosto, la campaña se centró en conseguir una solución a la epidemia de basura. Pero a partir del 22 de agosto, la gente salió a las calles del centro de Beirut, en un número mucho mayor que antes. El catalizador fue una serie de videos virales que mostraban escenas de brutalidad policial contra una manifestación el 19 de agosto. Ese material desencadenó una nueva serie de manifestaciones, que siguieron arrastrando a los sectores sociales que habían apoyado hasta entonces el movimiento, pero también a nuevos sectores muy diferentes, que están muy familiarizados con la violencia del estado en el Líbano. Los manifestantes encontraron fuerza en la unidad y las reivindicaciones planteadas de forma espontánea fueron más allá de la recolección de basura. Empezaron a pedir la dimisión de ministros específicos, de todo el gabinete, y hasta la dimisión de toda la clase política. El movimiento “Apestas” fue desbordado por gente que exigía la dimisión del gobierno, pero “Apestas” mantuvo la representación pública mayoritaria de las protestas.
El 23 de agosto, la campaña “Apestas” abandonó las protestas en Beirut. Lo hizo cuando las manifestaciones estaban alcanzando su punto álgido en términos de asistentes y reivindicaciones. El contexto fue la escalada de violencia del gobierno y los enfrentamientos posteriores entre algunos manifestantes y la policía antidisturbios y el ejército. Cuando el gobierno intensificó aún más su represión contra los manifestantes el 23 de agosto, la campaña “Apestas” anunció a través de su página de Facebook que se retiraba de la Plaza de los Mártires. En lugar de asumir la responsabilidad de un movimiento de protesta que había pasado de ser una reunión pacífica a una manifestación multitudinaria contra la autoridad del Estado, algunos de los organizadores anunciaron su retirada y exhortaron a las autoridades a tomar medidas enérgicas contra los manifestantes y a “limpiar las calles de agente de provocadores, gamberros y matones”. Varias personas afiliadas a la campaña comenzaron a denunciar que había matones armados enviados por el movimiento Amal que se habían infiltrado en las filas de los manifestantes, y planeaban sabotear la naturaleza no violenta de las protestas. Frente a la escalada de violencia del gobierno y los intentos por parte de algunos manifestantes de defenderse, la actitud de “Apestas” fue básicamente abdicar de su responsabilidad. Al día siguiente, el lunes 24 de agosto, la campaña “Apestas” desconvocó oficialmente la protesta programada para el día siguiente, martes 25 agosto, alegando el peligro de infiltración y la posible violencia de un sector de manifestantes. Sin embargo, los manifestantes volvieron a concentrarse en gran número ese martes, poniendo en evidencia que la campaña “Apestas” ya no representa ni a la mayoría de los manifestantes ni la dinámica de las movilizaciones. Ese día, los manifestantes exhibieron pancartas que decían: “Soy un matón” y “Soy un agente provocador,” básicamente denunciando la vergonzosa actitud de la campaña “Apestas”. Fue entonces cuando los organizadores de la campaña “Apestas” comenzaron a disculparse por haber demonizado a los manifestantes y a pedir “olvidar el pasado” y “seguir adelante”. Sin embargo, la campaña se había auto-estigmatizado y, a pesar de una presencia continua en la calle de manifestantes, la campaña dejó de representarles. La campaña “Apestas” ha perdido un apoyo importante, porque evidenció y, de hecho refleja, una división real en la sociedad libanesa.
J: ¿Cuál es la relación entre la campaña “Apestas” y quienes protestaban en las calles durante las últimas semanas? ¿Esa relación ha cambiado con el tiempo?
MAN: La campaña “Apestas” y su llamamiento desencadenaron las protestas a finales de julio de 2015, lo que creó un espacio para que intervinieran gentes de clases sociales diferentes de que quienes iniciaron la campaña. Desde la primera protesta, los jóvenes de zonas marginadas y pobres continuaron lo que previamente habían estado haciendo solos, sin ningún tipo de campaña en los medios sociales. Estos jóvenes generalmente no funcionan en la órbita de las llamadas organizaciones de la sociedad civil, pero han estado protestando por propia iniciativa, desde los severos cortes de agua y electricidad del verano pasado. Este verano, sus protestas se intensificaron en reacción a la crisis de la basura, y su proximidad al centro de la ciudad hizo posible que se unieran a la manifestación convocada por la campaña “Apestas”. Comenzaron a quemar basura y a bloquear las calles que conducen al centro de Beirut ya en la primera protesta. Su posición era: “Estamos con vosotros, pero esta es nuestra forma de protestar.” Fue en ese momento cuando se juntó su ira por la represión del gobierno, los cortes de energía y la escasez de agua.
J: ¿Cómo ha respondido el Gobierno a esta campaña y las protestas?
MAN: El gobierno libanés ha respondido a la campaña con sus tácticas dilatorias habituales. Está tratando de barrer la basura debajo de la alfombra, recogiendo literalmente la basura de las calles de la capital y arrojándola en lugares perdidos por todo el país. Como las reivindicaciones del movimiento de protesta van ya más allá de la solución de la crisis de la basura, y han desbordado a las de la campaña “Apestas”, el gobierno intensificó gradualmente sus tácticas represivas, e incluso construyó un muro de hormigón entre los manifestantes y el Gran Serrallo, donde se encuentra la Oficina del Primer Ministro. Los manifestantes lo han apodado “el muro de la vergüenza”, y han denunciado lo mucho que se parece a los muros de la Zona Verde de Bagdad.
Durante las protestas, el 22, 23, y 25 de agosto, el gobierno desplegó personal de los distintos aparatos de seguridad, que actuaron con gran brutalidad. En la noche del 25 de agosto, los manifestantes fueron expulsados ??del centro de la ciudad por las cargas de la policía antidisturbios, apoyados por militares. Sacaron a gente de los taxis y las ambulancias, para golpearlos en las calles. Secuestraron a jóvenes de las calles de Hamra, Gemayzeh, y otras áreas que rodean el centro, llevándolos a diferentes estaciones de policía por todo Beirut. Uno de los detenidos fue severamente golpeado; con fracturas en el rostro. Hubo muchos más casos de brutalidad represiva del gobierno, y ello produjo un efecto de bola de nieve. Desde entonces, decenas de abogados se han ofrecido para defender a los manifestantes detenidos, y se han producido muchas protestas ante las comisarías.
En pocas palabras, la protesta que desencadenó la violencia contra la violencia del Estado no fue un acto de “vandalismo” de “saboteadores” que seguían instrucciones del movimiento Amal y del presidente del Parlamento, Nabih Berri. Las personas que hacen este tipo de análisis no reconocen el abuso económico cotidiano que la mayoría de los libaneses han estado soportando durante años. Es todo un sector de libaneses airados que han encontrado la forma de unirse y contraatacar frente a un estado que ha venido fallando en todos los aspectos, y un aparato de seguridad del Estado que ha sido particularmente brutal desde que Mashnuq se convirtió en ministro del Interior hace un año. Los jóvenes más marginados, los de Dawra, Burj Hammoud, Khandaqal-Ghami, Sabra, Tariq Jdideh y Shiyyah, fueron los que devolvió el golpe a las autoridades del estado con toda la fuerza de una venganza largamente rumiada en la amargura. Estas son las víctimas del mismo orden social que condena a sus hermanos a languidecer en las cárceles sin juicio por el simple hecho de fumar un porro, o estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Dos hombres jóvenes con los que hablé me ??dijeron: “Estamos en la calle, sin trabajo y sin ningún lugar a donde ir. Nos atiborramos de pastillas para olvidar la mierda en que vivimos”. El scooter que habían comprado a crédito fue confiscado por el gobierno porque no podían darse el lujo de registrarlo, pero lo necesitaban para trabajar y ganar dinero. Estos jóvenes marginados ven todos los días como se utiliza la ley para castigarles por ser pobres. Todo esto mientras la exclusiva clase dominante se pasea por la ciudad con sus cuatro por cuatro de cincuenta mil dólares, rodeados de guardaespaldas, con ventanas oscurecidas, y que atropellan, golpean, y a veces matan a cualquiera que se interponga en su camino. A estos oligarcas el estado los protege, les concede seguridad del Estado e inmunidad legal. Hace dos semanas, las Fuerzas de Seguridad Internas (ISF) detuvieron a un grupo de adolescentes cabreados y les dieron una paliza brutal. Al día siguiente les dijeron que había sido un error de identificación. Ni siquiera les ofrecieron una disculpa.
Por lo tanto, en la noche del 22 de agosto, y como respuesta a esta violencia y abandono, surgió un inusual sentido de solidaridad y espíritu revolucionario que se manifestó en una enorme multitud en la calle al día siguiente. Hasta ahora, la dinámica de la protesta es inclusiva. Está uniendo a diferentes estratos de la sociedad libanesa de una manera inusual para hacer frente a un sistema económico y político de explotación.
J: ¿Cómo han respondido las diversas fuerzas políticas del Líbano a esta campaña?
MAN: Han respondido a esta campaña de dos maneras. Algunos han tratado de cooptar el movimiento para utilizarlo para sus propios intereses o subirse a la ola de protestas para sacarles partido. Otros han tratado de criminalizar y sectarizar el movimiento de protesta y denunciarlo como una conspiración premeditada contra el Líbano. Hay quienes incluso han ido tan lejos como denunciar que los manifestantes estaban siendo entrenados por agencias de inteligencia extranjeras. Esto es por supuesto absurdo, pero refleja el miedo que el movimiento de protesta ha generado en la élite política. Sin embargo, los manifestantes y los jóvenes han sido capaces de no caer en provocaciones hasta el momento. Es muy importante reconocer que las movilizaciones son ahora el resultado combinado de la crisis de la basura, unos servicios públicos muy ineficientes, y la marginación socioeconómica, todo ello responsabilidad de una clase política corrupta e ineficaz. Quienes protestan han rechazado y expulsado a todos los políticos que han intentado sacar provecho de las movilizaciones y del sentimiento popular.
J: ¿Qué cree que pasará y como evolucionarán la situación y las protestas?
MAN: dado el contexto regional, no hay que descartar que este movimiento fracase y que incluso sea la excusa para una dictadura militar. Sin embargo, parece que hay un consenso entre los manifestantes de base de salir y ocupar las calles si esta clase dirigente corrupta cae. Lo único que parece importar en la calle ahora mismo es romper el statu quo que ha aprisionado desde hace tanto tiempo al Líbano y su pueblo.
Si se puede llamar a esto un levantamiento, es importante tener en cuenta la dinámica sobre el terreno: la calle y las fuerzas que la ocupan. Muchos libaneses están saliendo en este momento de los estrechos confines de los estereotipos sociales y religiosos sectarios. Para comprender el núcleo de este movimiento de protesta, hay que estar en el corazón mismo de esta rebelión y comprender sus sentimientos. Es una mezcla de ira y venganza de los desempleados, los pobres, los jóvenes socialmente alienados de las diferentes sectas religiosas; de individuos y activistas LGBT que están hartos de ser objeto de que los maltrate y los hostigue un estado patriarcal; distintos movimientos de izquierda de base; activistas y redes feministas cada vez más activas y visibles en los últimos años; madres y padres jóvenes que luchan para proporcionar una vida decente a sus hijos.
Los jóvenes del Líbano ha seguido un levantamiento tras otros en otros países árabes, reconocido sus posibilidades, y anhelado un cambio real. Hasta ahora, esta campaña parece ser la única oportunidad que ha sido capaz, hasta el momento, de unirnos más allá de la obligada polarización entre los bloques políticos del 14 de Marzo frente al 8 de Marzo, y que exige el fin de este régimen político. Es precisamente este sentimiento, este tipo de ira, en el que tenemos que concentrarnos y hacer que vaya más allá, para dar un golpe al status quo.
Moe Ali Nayel es periodista, residente en Beirut, Líbano
Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique García