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Voces contra los agrotóxicos

Se realizó el III Congreso de Médicos de Pueblo Fumigados. El encuentro se realizó en la Facultad de Medicina de la UBA. Asistieron educadores que denunciaron el envenenamiento que sufren niños y docentes de las escuelas rurales que están rodeadas de plantaciones, conocidas como “escuelas fumigadas”.
Durante el Tercer Congreso Nacional de Médicos de Pueblos Fumigados, que tuvo sede en la Facultad de Medicina de la UBA, se encontraron y debatieron diferentes representantes de los 12 millones de habitantes de zonas agrarias que están rodeadas por los campos de monocultivos. En el congreso hicieron oír su voz trabajadores rurales, maestros de escuelas fumigadas, médicos e investigadores que coincidieron en la necesidad de frenar el uso “descontrolado de agrotóxicos que enferman a toda la población” dentro y fuera de los pueblos fumigados.

Matías y María José son docentes de Sociales en diferentes escuelas rurales del norte de Santa Fe. En esa zona de la provincia, las producciones de batatas, arroz, soja y girasol rodean a los establecimientos educativos de los parajes que los maestros definen como “escuelas fumigadas”.

Los educadores asistieron al congreso para contar que hay “fumigaciones en horario de clases, por las que hubo que encerrarse en las escuelas con los chicos”. Cuando esto sucede, “los chicos se ausentan por dolores en los ojos, alergias y descomposturas”. Además, los docentes denunciaron que en ocasiones se usa chicos “como banderilleros, cabeza de fumigación para que marquen hasta donde se fumigó”, explicaron los docentes.

En ocasiones, las “escuelas tienen los silos al lado, y cuando se los ventea, largan tóxicos, que afectan a los chicos. Aunque hay denuncias, se propusieron soluciones irrisorias como poner paredes de dos metros contra silos que son mucho más altos que la pared, la cual obviamente no detiene los químicos”, relataron los educadores a este diario.

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Los docentes expresaron la necesidad de contar estas experiencias y unirse para buscar una solución porque “muchas escuelas rurales dependen económicamente de productores, por la cooperadora. A veces los chicos son hijos de peones y tienen miedo de que sus padres pierdan el empleo. Hay muchos casos de cáncer, problemas de piel o de alergias”, relataron.

Además, los chicos “naturalizaron todo. En clases, durante Educación Ambiental, intentamos desnaturalizar el vivir fumigados”, concluyeron.

Ana Zavaloy es directora de la escuela rural 11 de San Antonio de Areco, ubicada a 20 kilómetros del casco urbano. Si bien tuvieron varias fumigaciones en horario escolar, Zavaloy recuerda puntualmente un día en el que terminó “con tos por dos meses y una parestesia facial que duró 15 días”. En la escuela ya es común “estar en clases, empezar a sentir olor al veneno y ver al Mosquito fumigando al lado o en el campo cercano. Muchos chicos reciben fumigaciones también en sus casas”, explicó.

Todos los días, la directora trabaja para explicarles a los estudiantes que no hay “patrones adentro del colegio y que ese es un espacio para formar conciencia”.

Salud y medio ambiente es la materia en la que trabajan “con proyectos de ciencias. Uno es biodiversidad en escuelas rurales en el que hacemos intercambios con otras escuelas rurales de la zona”, contó la directora. En esos encuentros, dieron con un colegio que está rodeado por haras. Ahí “no fumigan, porque los caballos valen mucho, te diría que parece que valen más que los chicos”, explicó Zavaloy.

Los estudiantes de la escuela libre de fumigaciones contaron “que tenían gran cantidad de mariposas en el patio, algo que no hay en nuestras escuelas y que llamó fuertemente la atención de los chicos. Uno de mis alumnos, que tiene en el patio de su casa un campo de soja, planteó claramente que para él las fumigaciones eran lo que mataban todo, hasta las mariposas”, relató Ana. A partir de estas observaciones, los nenes pudieron unir las investigaciones a vivencias cotidianas y, según la directora, “empezar a hablar de estos temas”.

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Ante la ausencia de respuestas municipales para realizar análisis toxicológicos, la escuela 11 recibió “gente de la Universidad de La Plata (UNLP) que tomó muestras de sangre de los adultos y del agua del lugar. El estudio dio siete agrotóxicos distintos en las muestras. Echó por tierra esto de que los agrotóxicos son inocuos y no tienen deriva. Desmintió que se pueda fumigar del otro lado del alambrado, con los chicos jugando al lado del Mosquito porque estaban a salvo”, explicó Zavaloy.

“Por eso vinimos al congreso, para que se detenga el uso descontrolado de agrotóxicos que enferman a toda la población y para resaltar la importancia que tiene la escuela como lugar de reflexión y denuncia para que los chicos y sus familias puedan defender su derecho a la vida”, concluyó la directora.

Damián Marino es profesor de Química Ambiental de la Facultad de Exactas de la UNLP y además es investigador de Conicet. Marino fue al congreso en representación de su equipo de investigación para “difundir una ciencia con todas las voces, como herramienta de lo social y espacio de construcción de conocimiento colectivo”.

En el congreso, presentaron resultados de investigaciones que demuestran una “presencia de plaguicidas en frutas y verduras de uso doméstico para todo el país. Hemos encontrado que un 80 por ciento de los productos hay al menos un plaguicida, en tanto que en más del 30 por ciento hay entre 3 y 5”, explicó.

Además, según el investigador, “el 10 por ciento de los productos no cumple con el límite máximo establecido por el Senasa. Si uno consulta a un toxicólogo, la ausencia de plaguicidas es lo normal. Podés tener colesterol, azúcares, pero el valor normal de los tóxicos es cero. Es un agente ambiental sintético que no debería estar en un cuerpo humano y que sin embargo aparece en cada vez más alimentos”, concluyó.

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Fuente: Página 12 (19/10/15)

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