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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

El frente único, la resistencia y la construcción de una alternativa política. Primera parte.

La actual etapa política, signada por la ofensiva del gobierno neoliberal de Mauricio Macri, colocó en el centro de los debates el tema de la unidad en la acción en el campo popular. En el seno de la izquierda de tradición marxista esto retoma el clásico debate sobre el “frente único obrero”. Nosotros rechazamos todo enfoque dogmático o cualquier recurso a la autoridad de los “padres fundadores” de nuestra tradición (Marx, Lenin, Trotsky, etc.) cómo método para dirimir una discusión sobre coyuntura o estrategia. Pero consideramos que una reconstrucción del sentido que tuvo la táctica del Frente Único en los debates correspondientes al III y IV congreso de la Internacional Comunista puede ser de cierta utilidad, si se la ubica creativa e inteligentemente en relación con problemáticas eminentemente actuales.

El texto que sigue se aboca a exponer una reconstrucción histórica y teórica de la cuestión del “frente único” en la tradición marxista. En una próxima entrega nos concentraremos en la coyuntura política actual y en la necesidad de la unidad en el plano social y político frente a la ofensiva derechista a la que estamos asistiendo.

 

EL Frente Único (FU) en los debates de la III Internacional

Los orígenes de la táctica del FU, en los años 20, se sitúan en el contexto de un giro significativo en las coordenadas estratégicas de la III Internacional, en el momento de mayor riqueza y creatividad del debate estratégico del siglo XX. En ese marco surgen muchas de las referencias que mantienen mayor vigencia para los revolucionarios de nuestro siglo: las reivindicaciones transitorias, la hegemonía, el “ir a las masas”, la táctica transicional del “gobierno obrero” (distinguido de la “dictadura del proletariado”).

El contexto estaba marcado por el fracaso de la revolución alemana de 1923 y el reflujo del aliento revolucionario proveniente del Octubre soviético. La Internacional Comunista percibió agudamente que ya no se trataba de declarar la situación invariablemente revolucionaria y de postular la ofensiva permanentemente, sino de emprender una lucha prolongada por la hegemonía para la conquista de la mayoría en el seno de las clases populares. El movimiento obrero europeo resultante de la posguerra se encontraba profunda y duraderamente dividido, política y sindicalmente, y la táctica del “frente único obrero” respondía a este objetivo al movilizarlo en unidad.

Si inevitablemente en la sociedad burguesa, especialmente en los periodos defensivos de la lucha de clases, se producen en las clases populares diferenciaciones, fragmentaciones y rupturas, la tarea de los revolucionarios o de las “fracciones más resueltas de los partidos obreros” – para retomar la fórmula de Marx – es elaborar una política para reagrupar y hacer converger todas las tendencias, todas las organizaciones, en torno a acciones y políticas que permitan hacer avanzar a la clase obrera en términos de consciencia y fuerza. Los revolucionarios, para ello, se muestran ante las clases populares no sólo como la vanguardia en la disputa por el poder, sino también como el “elemento unificador” de la clase en las luchas cotidianas.

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Dice Trotski: “El proletariado accede a la conciencia revolucionaria, no a través de un enfoque escolástico, sino a través de la lucha de clases ininterrumpida. Para luchar, el proletariado tiene necesidad de unidad en sus filas. Esto también es cierto en los conflictos económicos parciales, tanto entre los muros de una fábrica como en los combates políticos ‘nacionales’ como la lucha contra el fascismo. Por consiguiente, la táctica de frente único no es algo ocasional y artificial, ni una maniobra hábil, no, se desprende completa y enteramente de las condiciones objetivas del desarrollo del proletariado”.

La táctica del FU surge en los años 20 como una respuesta a un problema con el que los revolucionarios de esa época estaban trabajando: a diferencia del caso ruso, en los países de Occidente seguía existiendo una fuerte socialdemocracia, un reformismo obrero mayoritario en la clase trabajadora. El FU se considera entonces como una táctica en momentos de subalternidad de los revolucionarios frente a corrientes reformistas o nacionalistas mayoritarias, pero no tiene nada que ver con una adaptación a esas direcciones. Por el contrario, se trata de una táctica para la “conquista de la mayoría”. Solo siendo el ala más decididamente unitaria, los revolucionarios pueden señalar las inconsecuencias de las direcciones reformistas o burguesas. Si, en oposición a la lógica del FU, se esgrimen diferencias ideológicas o estratégicas (con los reformistas) como un argumento para no avanzar en una lucha en común, los revolucionarios aparecen como quienes dividen y debilitan una lucha, lo cual los marginaliza frente a las masas y refuerza a las direcciones reformistas.

Las corrientes sectarias son en general hostiles a la táctica del FU. Las políticas sectarias continúan, más bien, las corrientes izquierdistas de la IC que resistieron al FU, como el bordiguismo, y se acerca a la deformación izquierdista de esta táctica que tomó el nombre, a partir del V congreso de la IC, de “frente único por abajo”, cuyo objetivo fundamental era “desenmascarar al social-fascismo”, y no permitir la acción unitaria de los trabajadores (lo que prefiguró la táctica criminal del estalinismo de “clase contra clase” que facilitó el ascenso del nazismo). Dice Trosky al respecto con su particular contundencia:

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El Frente Único, ¿comprende solo a las masas trabajadoras o incluye también a sus dirigentes oportunistas? El solo hecho de hacer esta pregunta demuestra incomprensión del problema. Si pudiésemos simplemente unir al proletariado en torno a nuestra bandera o alrededor de nuestras consignas prácticas, y saltar por encima de las organizaciones reformistas, ya fuesen partidos o sindicatos, lógicamente, esto sería lo mejor del mundo. En este caso, el problema del Frente Único no existiría en su forma actual. La cuestión surge de que algunos sectores muy importantes del proletariado pertenecen a organizaciones reformistas o las apoyan. Su experiencia actual es demasiado insuficiente para permitirles abandonarlas y unirse a nosotros. Es precisamente luego de intervenir en aquellas actividades de masas que están a la orden del día, que se producirá un gran cambio en la situación. (Las tácticas del Frente Único)

Las corrientes izquierdistas suelen reducir el frente único a una táctica para acelerar la experiencia política de las masas y/o la vanguardia con sus direcciones reformistas o centristas. Ésta es una muy extendida deformación, que desnaturaliza el sentido de la táctica. Esto lleva a formular esta política de manera inversa a cómo la concibieron los revolucionarios de la III internacional, para la cual esta consigna representaba “la expresión sincera del deseo de oponer a la ofensiva patronal todas las fuerzas de la clase obrera”. El frente único es necesario, en primer lugar, para permitir a las clases populares defenderse mejor de los ataques del capital, del gobierno o de los fascistas, y procede de profundas necesidades, deseos e intereses de las mismas masas. La delimitación con las direcciones reformistas o centristas es un subproducto de su inconsecuencia y de la experiencia práctica de las masas que las corrientes revolucionarias deben ayudar a acelerar mediante planteos prácticos audaces para enfrentar mejor la ofensiva del capital y hacer progresar la fuerza y la consciencia de la clase obrera. El “espíritu de escisión”, al que se refiere Gramsci como característica de los revolucionarios (es decir, la tarea estratégica de separar a las clases populares de la burguesía, a la vanguardia de sus direcciones reformistas o vacilantes) solo puede desenvolverse sobre el fondo de la más amplia unidad de acción contra los enemigos comunes. Solo de esta forma la lucha política no se transforma en un faccionalismo de secta hostil a los intereses de las masas. Como ya afirmaba Marx en 1848 (enemigo sistemático de todo comportamiento sectario o ultimatista),  los comunistas no somos una fracción aparte y opuesta al resto de las organizaciones políticas del proletariado, no tenemos intereses separados a los de la clase obrera, “los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios…  en que representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto”.

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Todo esto no quita que dentro de la política de unidad de los trabajadores puede llegarse a momentos de alto conflicto con los reformistas y puntos de ruptura. Por el contrario, el frente único genera las mejores condiciones para encarar esa lucha política. “Si los reformistas sabotean la lucha, contradiciendo la disposición de las masas, nos reservamos el derecho de sostener la acción hasta el fin, sin semialiados temporales, a título de organización independiente… Son las masas quienes deciden. A partir del momento en que las masas se separan de la dirección reformista, los acuerdos pierden todo su sentido. Perpetuar el frente único significaría no comprender la dialéctica de la lucha revolucionaria y transformar el frente único de trampolín en barrera. Para los marxistas, el frente único sólo es uno de los métodos de la lucha de clases. En determinadas condiciones el método es completamente inutilizable: sería insensato querer construir un acuerdo con los reformistas para el cumplimiento de la revolución socialista”. (La lucha contra el fascismo, Trotsky). En efecto, como explica Daniel Bensaïd, “el frente único siempre tiene un aspecto táctico. Las organizaciones reformistas no lo son por confusión, inconsecuencia o falta de voluntad. Expresan cristalizaciones sociales y materiales… Las direcciones reformistas pueden ser pues aliados políticos tácticos para contribuir a unificar a la clase. Pero, estratégicamente, siguen siendo enemigos en potencia. El frente único se propone crear condiciones que permitan romper con la mejor correlación de fuerzas con esas direcciones, en el momento de las opciones decisivas, y arrastrar a capas lo más amplias posibles de las masas” (Strategie et partie, 1986).

 

Ver también: El frente único, la resistencia y la construcción de una alternativa política. Segunda Parte

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