Una entrevista realizada a la feminista Marta Lamas en Página 12 acerca de las estrategias para la legalización del aborto nos convoca e interpela a pensar respecto de sus afirmaciones y de las diferentes acciones y gramáticas que acompañan dicha lucha en la región. Las mismas se articulan en relación a las condiciones de posibilidad, a las tensiones políticas de cada lugar y al momento de desarrollo de la demanda.
En el caso de México, la lucha se incardinó de manera feliz y oportuna con la presencia en el poder del PRD[1] que habilitó la posibilidad de armar una alianza con organizaciones diversas (con presencia del feminismo) para cumplir el anhelo de acceder a la legalización del aborto. Este logro que a mi entender se inscribe en la larga historia de luchas de las mujeres con sus potencialidades, contradicciones y fallidos, les permitió el acceso a las mujeres a un derecho clave para el desarrollo de sus deseos y proyectos de vida. La posibilidad de decidir en condiciones legales sobre el propio cuerpo abre un horizonte igualitario para las mujeres (y todas las personas con capacidad de procrear) y para el conjunto de la ciudadanía. Y produce una fisura significativa en un régimen heteropatriarcal que se sustenta en el dominio y poder sobre el cuerpo de las mujeres y las disidencias sexuales. Esa “victoria” sin embargo implicó reacciones adversas en otros espacios del estado mexicano que consustanciados con posiciones conservadoras produjeron una importante reacción del sistema político y sus aliados, donde la vida y el acceso de las mujeres se complicó de manera significativa.
Ahora bien, ¿qué significa “abandonar” el feminismo en una lucha histórica del movimiento de mujeres?
Es sabido que el desarrollo del feminismo tanto en el campo teórico como en la praxis política no está exento de sus propias contradicciones, avatares, logros y equívocos en articulación o desarticulación con otros movimientos sociales y políticos. Todo ello en relación con el momento histórico y las condiciones materiales de producción en una cultura y espacio geográfico determinado.
Acuerdo con Marta Lamas, brillante e histórica feminista, que las estrategias conocidas de las feministas de los años 70 en Europa y EE.UU. no son posibles de ser replicadas en contextos de países que tienen al menos, una larga raigambre de cultura religiosa que ha permeado la conformación de la cultura política. Sin embargo, la tradición de luchas políticas permite producir algunas diferencias e inferencias.
En el caso argentino la lucha por el derecho al aborto reconoce una importante trayectoria histórica. Se inscribió en organizaciones (quizás minoritarias) desde los años 60; se reactivó luego de la larga noche de la dictadura en los procesos de transición democrática en los 80 en concordancia con los movimientos de Derechos Humanos; se replanteó (o se silenció en pos de los derechos sexuales y reproductivos: debate importante en esos años) en contextos de ajuste estructural de los 90 y en un intento, a través de los Encuentros Nacionales de Mujeres, de las acciones piqueteras y de otras, de ponerle nombre a la injusticia. El aborto ha estado, con sus más y sus menos, presente en las luchas de las mujeres en la Argentina. La crisis del 2001 con su impronta de acciones callejeras y con formatos novedosos (asambleas barriales, fábricas recuperadas, bachilleratos populares, etcétera) amplificó la demanda al conjunto de la sociedad implicada en esas contingencias. La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto nace de esos avatares, y en sus principios fundacionales, año 2005, propone muchas de las ideas que desarrolla Lamas: problemática de salud pública (mostrando la incidencia de la ilegalidad del aborto en los registros de la mortalidad materna juntamente con un trabajo complejo con los trabajadores de la salud); cuestiones de inequidad social (que amplificaban la demanda a las luchas territoriales); invocación de los derechos humanos, y deuda de la democracia (puesta en la dimensión de la justicia reproductiva negada a las mujeres). Estos cuatro ejes pivotearon durante años el desarrollo de la Campaña que se planteó, inicialmente, la estrategia parlamentaria para el logro de la legalización del aborto. Ese horizonte se desplegó con varias acciones: estrategias políticas para avanzar en la despenalización (apuntando a la legalidad de las causales del Código Penal del año 1921); producción de saberes tanto académicos como de los feminismos populares; convocatoria a artistas, intelectuales, políticxs y medicxs a favor; solicitadas públicas; apoyo de universidades nacionales; producciones y acciones de los colectivos de arte, etc. Es decir, un sinnúmero de estrategias que acompañaron el despliegue de la demanda y fueron instalando lo que hoy podemos denominar la despenalización social del aborto.
Ante los fracasos de la ley y las continuas derivas críticas al interior de la propia Campaña se fueron articulando nuevas estrategias: Socorristas en Red (que constituyó una Red Nacional de mujeres que acompañan a mujeres que abortan); Red de Profesionales de la Salud (que se instituyó como una red nacional con trabajadores de la salud que operan en el sistema público haciendo cumplir las causales de aborto legal); Red de Comunicadoras (que articulan estrategias diversas de comunicación masiva: twitazos, declaraciones, respuestas a situaciones de incumplimiento de la ley, etc.); Red de Docentes (que operan en sus espacios de ejercicio docente la demanda por el aborto dentro de los lineamientos generales de la aplicación compleja de la Ley de Educación Sexual Integral); grupos de feministas territoriales (organizaciones en territorio a través de consejerías pre y post aborto); Cátedras Libres por el Derecho al Aborto Legal en un sinnúmero de universidades nacionales, y tantas otras acciones.
Todo ello con el emblema del pañuelo verde (significativa metáfora de nuestras luchas por los derechos humanos), adoptado por múltiples organizaciones sociales y políticas, y que atraviesa de manera transversal a diferentes grupos y clases sociales. Esa imagen es visible en todas las marchas que se producen en el país por diferentes demandas, especialmente en el actual período de restauración conservadora donde todos los derechos adquiridos están en cuestión. Además, la incorporación permanente de jóvenes a las diferentes estrategias de la Campaña que proponen formas de acción y modos de operar en la realidad de manera creativa.
¿Por qué razón, ante múltiples acciones desplegadas,el derecho continúa siendo denegado? Varias cuestiones me parecen clave, a considerar: el compromiso político o no de los diferentes gobiernos de turno (esto nos refiere no sólo a las adhesiones personales -que son muchas- sino a la posición de obediencia debida a los lineamientos generales de cada partido); el plantear un derecho desde la autonomía y la libertad que refiere a un derecho individual liberal y su complejo proceso de transformación en un derecho colectivo; la presencia de dirigentes católicos que reafirman posiciones pro vida, con un Papa argentino que produjo en los partidos políticos gobernantes un estrecho acercamiento y tantas razones más.
La articulación de alianzas quizás ha sido una de las debilidades de la Campaña, pero si se toma nota, más allá de lo explícito o no, de las acciones que desarrollan diversos colectivos y que muestran en las movilizaciones en la calle, es evidente que se han logrado apropiaciones que trascienden a la propia Campaña. Esto no obsta la redefinición de acciones de la Campaña que obligan a una reformulación permanente de las estrategias y que no siempre se despliegan.
Es conocido que los derechos no se otorgan sino que se luchan, y ello supone una acción colectiva. Si bien en México la creación de GIRE (Grupo de Información en Reproducción Elegida) ha sido clave para el logro de la legalización en el Distrito Federal, considero que sólo la lucha colectiva (que a mi entender expresa con sus dificultades la Campaña) propone una acción política instituyente que trasciende el logro de la ley: en las calles, en las fábricas, en los territorios, en las universidades, en los colegios, en los medios de comunicación, en todo espacio donde la potencia colectiva pueda desplegarse.
Hasta hace algunos años, en la Argentina no se nombraba la palabra aborto, era un vocablo en clave feminista. Hoy, con intereses y posiciones diversas, no hay quien niegue la existencia de esta realidad, reflejada en los 500.000 abortos por año. Ante esa contundencia, la palabra reemplaza al silencio u omisión y da cuenta de la necesidad de encontrar soluciones. Entre tanto, la propia acción colectiva amplifica el acceso de las mujeres con el incremento del activismo sociosexual y el desarrollo tecnológico a su alcance.
A mi entender, las luchas son colectivas y las estrategias suponen un debate intenso, conflictivo y contradictorio al interior de las organizaciones. Para ello se requiere amplitud de criterios y sentidos que permitan desplegar la mayor inclusión -realidad que no siempre se evidencia. Las propuestas planteadas por Lamas son consideradas en las estrategias de la Campaña y en numerosos actores sociales que las encarnan en sus acciones. Sin embargo, la sociedad heteropatriarcal resiste, pero sin poder impedir que las mujeres sigan decidiendo sobre sus vidas y cada vez en condiciones de mayor conocimiento, información y seguridad.
Estas situaciones, en un contexto adverso, hablan del importante desarrollo de las luchas colectivas que son feministas aunque no siempre se nominen como tales.
(*) María Alicia Gutiérrez es docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito
[1] El PRD (Partido de la Revolución Democrática) triunfa por primera vez en el DF en el año 1997. En el año 2000, con la presentación de Chautemoc Cárdenas a las presidenciales sufre una importante derrota. Pero en ese mismo año, con Andrés Manuel Lopez Obrador mantienen la gestión del Distrito Federal.