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El último sueño de Chávez

Murió como vivió, desafiando tempestades y derrotas pero no como un Quijote delirante en guerras imaginarias, sino intentando romper sus propios molinos ideológicos, retrocediendo y avanzando, con una sola condición: no separarse nunca de los condenados de esta tierra de gracia en este mundo de mercaderes, imperios y demonios “democráticos”, y él supo aspaventarlos en las Naciones Unidas ante el dueño del mundo, y con un grito en Mar del Plata transformar en consigna de masas un sentimiento general, supo levantar en la OPEP y Miraflores, las banderas arriadas por generaciones vencidas, hasta escalar hasta el legado de un Estado Comunal como reemplazo del Estado rentista burgués que está fagocitándose todo lo bueno de la “revolución bolivariana” y sus mejores mujeres y hombres.

Ese fue el último sueño de su último combate, aquella tarde de octubre en que una lluvia bíblica bañó su rostro risueño antes de subir al Cuartel de la Montaña, y apagarse para siempre.

Cuatro años después de su último suspiro, en un hospital caraqueño, la pregunta no debe ser cómo llorarlo con nostalgia estéril, porque Chávez, como los buenos amigos, es inolvidable.

Este breve tiempo de restauración (dice Correa) tiene sentido, y ese sería un homenaje merecido a este líder que desafió su tiempo y quedó atrapado en el camino sin completar su obra, como tantos en la historia, si reflexionamos con pensamiento crítico sobre las causas que están conduciendo a la suma de derrotas y retrocesos, que, juntas, constituyen el mejor favor, aunque sea involuntario al estilo de los idiotas, al sistema internacional del capital, que busca reinstalar no sólo el neoliberalismo, que es apenas un medio táctico, sino el aplastamiento a largo plazo de todas las fuerzas de resistencia social y política. Eso hicieron en Estados Unidos a comienzos de la década del 70 con el poderoso movimiento negro y feminista, usando para ello la droga como mercado, la cárcel como sistema y una legislación punitiva adecuada a ese fin.

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Los ingenuos que crean que es un caso aislado, una fandanga o un argumento apresurado, deben revisar lo que intentan instalar en Colombia y México-(Centroamérica). No es casualidad que en el primero hubo una poderosa guerrilla con raíz social, el ELN y las FARC, y el segundo escenario geopolítico vivió una revolución sub-regional en los 80 y una insurrección indígenista sorprendente en diciembre de 1991.

México y Colombia son el espejo actual de nuestro destino continental, si homenajes como el de Caracas al Comandante Chávez, sirven para consolidar lo que existe, y no, para cambiar lo que se debe.

Entonces, es legítimo preguntarse si le sirve a la memoria del Comandante, llevar 100 invitados argentinos a Caracas, en medio de una sociedad que padece los rigores de la necesidad impuesta. Buena parte de esos invitados no cuentan con pergamino ni trayectoria que los acredite para las tareas venideras, sino con buenas relaciones entre funcionarios del Estado.

Junto con la Cumbre Presidentes y Mandatarios del ALBA, reunida en la capital venezolana para homenajear a Chávez, suman alrededor de 20 millones de dólares los gastos.

La derecha usará este dato al servicio de su propaganda canalla, pero el hecho es que no es un dato neutro cuando desde otros países debemos enviar medicamentos básicos a nuestros familiares, porque el gobierno-Estado no puede garantizar que el sistema comercial existente, funcione para ese elemental consumo individual.

Y garantizar ese derecho, sólo depende de nacionalizar todo el comercio exterior y no darle dólares baratos a los capitalistas importadores. Pero para ello, primero habría que apartar a los altos cargos convertidos en socios de ese negocio inmisericorde, como el General de la Armada que se fue a Miami con sus empresas.

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Todo homenaje tiene también su tiempo y condiciones. Este no escapa a esa lógica de hierro, aunque nos duela.

Fuente: Página 12

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