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Trump y la guerra. De Siria a Corea

En un breve período el presidente Donald Trump tomo la decisión de bombardear Siria y Afganistán, autorizó el ataque en Yemen de una base de Al Qaeda y desplazó naves con armamento nuclear hacia la península de Corea, donde ya  tiene una base con 30.000 soldados. A pesar que viola flagrantemente el derecho internacional, rápidamente  consiguió el respaldo de la ex candidata Hilary Clinton y varios gobiernos europeo  que apoyaron o toleraron  las acciones.

El 7 de abril Estados Unidos lanzó 59 misiles de crucero Tomahawk, que llevan más de  500 kilos de explosivos, sobre una base Siria con el resultado de numerosas víctimas civiles. El argumento de la Casa Blanca fue la utilización de armas químicas por parte del gobierno de Bachar Al Asad en un ataque en la localidad de Khan Shaykhun. El bombardeo estadounidense se produjo mientras se realizaba una investigación de una  delegación de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) y antes que estos peritos pudieran determinar quién fue el responsable de estos crímenes

Nuevamente Estados Unidos hace honor al axioma “el poder da derechos”, es la primacía de ser  la primera potencia militar la que le permite violar sistemáticamente la Carta de las Naciones Unidas que subscribió y a la cual debe obligarse. Ahora como nueva e insólita norma ha incorporado el estado de ánimo y los sentimientos de su mandatario o su familia como razón de Estado para descargar toneladas de explosivos en cualquier lugar del planeta.

EEUU en  1991 encabezó  la  operación Tormenta del Desierto contra Irak. En 2001 atacó Afganistán destruyendo el país y dejándolo en ruinas. En 2003, con el argumento de armas químicas y arsenal biológico que nunca halló, atacó Irak dejándolo devastado. En 2011 los EE.UU condujo a sus aliados de la OTAN en una guerra contra Libia, que convirtió al país más rico de África, en un Estado fallido cuyos recursos están siendo saqueados por los vencedores.

En trece años de guerra, unos 3 millones de personas, según estimaciones fiables, han sido víctimas directas, hasta hoy, en estos conflictos armados que fueron iniciados por el uso ilegal de la fuerza y la intromisión de Estados extranjeros en los asuntos internos de los países en cuestión. Ninguna de las condenables acciones que los gobiernos autoritarios ejercieron contra sus pueblos antes de los ataques de Estados Unidos y aliados, puede compararse con la inhumanidad que ha sido consecuencia de la guerra contra estos pueblos.

Los señores de la guerra que han tomados las decisiones o las apoyaron, quienes son responsables de estas carniceras, de las cuales nunca se arrepintieron y que siguen sosteniendo, no tienen credibilidad alguna para hablar de sentimientos.

Esta línea no es original de la gestión Trump, durante los ocho años del gobierno de Barak Obama EEUU siempre estuvo en guerra, recordemos la ejecución online ordenada por el Premio Nobel de la Paz al supuesto Bin Laden, violando la integridad territorial de Pakistán  y cuyos restos fueron arrojados al mar en un  acto que no condice con la piedad cristiana proclamada.

Muchos analistas conjeturaron que el discurso electoral de Trump, caracterizado como populismo de derecha y basado en un proteccionismo pre-globalización inauguraba una nueva época, donde EEUU revisaría selectivamente cómo y cuando se  participaba en conflictos lejanos. Su atención se concentraría básicamente  en sus fronteras con México, muro mediante.  Esta retórica quedó rápidamente debilitada por las lógicas y previsibles dificultades de convencer a las corporaciones que han hecho de la externalización de costos el  modo de maximizar su cuota de ganancia y menos aun intentar modificar la  financiarización de la economía, el capital globalizado no sabe de fronteras, empezando por los negocios del propio Trump. Ante los magros resultados, este golpe de efecto  militar, que se dirige a las  siempre sensibles mentes pre-formateadas a base del miedo y el patriotismo más banal, aderezadas con invocaciones al mandato divino, puede servir para recomponer imagen y ajustar proyectos. Seguramente asistiremos a un paulatino recambio  del publicitado slogan de Trump: “America primero” por el histórico el Mundo para América, que guió  invariablemente la política exterior  de EEUU durante décadas.

Existe coincidencia en reconocer el crecimiento de  la influencia del Pentágono en la toma de decisiones, por sobre el Departamento de Estado y las agencias de inteligencia. El predominio de la opinión de los militares en la política de Trump sobre Siria  se  aprovecha   del fracaso de la apuesta de Obama y su secretaria de Estado H. Clinton de apoyar con armas y dinero a una variopinta oposición  que quedo atrapada entre sus propias divisiones y la creciente militarización de la crisis  hasta desembocar en  la guerra abierta, por lo que la estrategia estadounidense perdió peso en el conflicto. Le reprochan  al anterior gobierno el espacio cedido a la política de Putin, en la pulseada por el  mantenimiento del régimen en sus variables con o sin Assad.

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Es sabido además  como pesan  los generales que trabajan en el edificio a orillas del rio Potomac,  los lobbys de la empresas como Raytheon, fabricante de los misiles Tomahauk, a 1,5  millones dólares cada uno, hay más de 3.500 apuntando hacia distintos lugares del planeta, corporación que  junto a  Lockeed, Boeing y Northrop Grumman son los  principales proveedores de las FFAA de EEUU y facturan 120.000 millones de dólares por año. En la  Bolsa, tan sensible al dolor humano, las acciones de Raytheon subieron un 3 % al día siguiente del bombardeo.

Una semana después de su ataque a la base del gobierno Sirio y para demostrar que hay paliza para todos los bandos, desde  un avión Hércules C130, EEUU arrojo  sobre un  supuesto reducto del ISIS, en el  distrito de Achin en Afganistán cerca de la frontera paquistaní, la bomba MOAB GBU-43/B Massive Ordnance Air Blast Bomb (MOAB) siglas también de Mother of All Bombs (la madre de todas las bombas), que porta  once toneladas de explosivo TNT, la de mayor potencia no nuclear. Mas que un golpe puntual a ISIS la acción busco hacer no solo un ejercicio militar para probar su armamento, sino demostrar que el poderoso musculo bélico de EEUU está en condiciones de actuar en cualquier momento y lugar.

Inmediatamente sus colegas rusos, como en un siniestro juego de guerra, respondieron que ellos tiene la  AVBPM, apodada “Padre de todas las bombas, cuatro veces más poderosa.

Se impone la brutal lógica de más violencia para terminar con la violencia y más guerra para terminar con la guerra. Qué bien les cabe la canción de J.M Serrat:

Algo personal

………………………………………………………

“Se gastan más de lo que tienen en coleccionar
espías, listas negras y arsenales;
resulta bochornoso verles fanfarronear
a ver quién es el que la tiene más grande”

El  drama sirio

El balance de seis años de guerra en Siria arroja cifras desgarradoras. Entre 320.000 y 450.000 personas han muerto y otros 1,5 millones han resultado heridas, el 50% de las infraestructuras del país han sido destruidas y al menos cinco millones de sirios se han visto obligados a huir del país mientras que entre 6  y 8 millones de ciudadanos han abandonado sus hogares y se han desplazado a otras zonas de Siria.  Un tercio de las víctimas mortales son civiles. Las fuerzas de la  coalición internacional han realizado desde septiembre de 2014 aproximadamente 7.000 ataques aéreos sobre objetivos de Al Qaeda e ISIS, bombardeos que  pocas veces discriminan combatientes de civiles.

La “primavera árabe” siria, que comenzó con las protestas de marzo de 2011 y se extendió en pocos meses por las principales ciudades del país, fue una respuesta popular en gran medida espontánea a la crisis estructural y política de la administración nepotista de la familia de Bashar Al Assad . A  fines de abril de 2011, el régimen abrió paso a la represión de las manifestaciones y a la militarización del conflicto que a comienzos de 2012 era generalizada. La implacable lógica que eso traía consigo implicaba la subordinación de la movilización popular a los objetivos militares y políticos, dictados por una oposición exterior que controlaba parte del flujo de  dinero y armas. En junio de 2014  la creación del  Estado Islámico en Iraq y Siria, cuya capital situó en la ciudad siria de Raqa, impuso una nueva escalada de la guerra. Desde entonces, 20.000 combatientes extranjeros de 100 nacionalidades distintas se han sumado a las filas del ISIS y  Nusrah (Al Qaeda) en Siria e Iraq. Entre ellos 6.000 son europeos.

Fue la ocupación estadounidense de Iraq en 2003  la que puso en movimiento estos procesos que transformaron al Estado y a la sociedad iraquíes y condujeron directamente a la surgencia del ISIS en 2014. La catástrofe que ha envuelto a Iraq y otras naciones de Medio Oriente ha puesto en movimiento un proceso fractal que creó las condiciones para la consolidación de estos dramas como el que afecta al pueblo de siria.

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La  militarización impulsada por el régimen, por los distintos frentes islamistas y por las potencias internacionales acabaron con el proceso democrático de la “primavera árabe” siria, al igual que  paso en Egipto, con el dictador Abdel-Fattah el-Sisi, la represión en Bahréin  que no se ha aflojado desde el aplastamiento del levantamiento que hubo en ese país, al igual que la rebelión yemeni en la calles de  Saná, capital de Yemen y que hoy está sepultada en medio de una feroz guerra civil. La política del autoritario Recep Tyasip Erdogan, cuyo poder aumento tras el triunfo reciente en el referéndum realizado en Turquía, logro acallar los reclamos de la plaza Estambuli de Taksim, y continua golpeando duramente a la población kurda. No es un dato menor el hecho que Turquía es el único país fronterizo con Siria que integra la OTAN, Israel es miembro asociado.

Sin importar las  diferencias, tanto los regímenes autoritarios de la región como las potencias occidentales coincidieron en la estrategia de sofocar a sangre y fuego los esperanzados vientos de rebeldía que soplaron en 2011 en tierras árabes. Siria puede considerarse el fin esa gesta.

Entre esa fecha y diciembre de 2016 pasaron cinco años, es el momento  en que se produjo la  reconquista de los barrios del este de Alepo por la coalición internacional que apoya al gobierno  de Al-Assad, después de esos cinco años de terribles combates y la destrucción por ambos bandos de casi la mitad de la ciudad, el resultado fue  miles de muertos y decenas de miles de desplazados Quienes pensaron que  la recuperación de la martirizada Alepo, la ciudad más poblada del país,  por parte del gobierno pondría fin a la guerra desconocen que hay pequeños Alepos por toda Siria en los que el gobierno y sus oponentes, los yihadistas armados de ISIS y Nusrah, están jugando a buenos y malos, dependiendo de quién esté sitiando a quién. En las áreas  controladas por unos u otros, los pobres de las zonas urbanas y de las zonas rurales contiguas, para tener acceso a los suministros e ingresos básicos distribuidos  por las organizaciones del régimen y los frentes islamistas de la oposición armada, deben aceptar ser rehenes del sectarismo religioso, étnico o de clan.

Entre todas los potencias extranjeras involucradas, además de EEUU y sus aliados occidentales, un actor determinante en este cuadro es Arabia Saudita, el principal comprador mundial de armas de EEUU,  (en  2010 Arabia Saudí firmó un contrato récord de 60.000 millones para comprar artículos de defensa producidos por las empresas estadounidenses) sostiene a  las fuerzas islamistas sunitas que confrontan  a los islamistas chiitas del Hezbollah apoyados por Irán junto a las tropas de Assad,  que en su mayor parte provienen de miembros de la secta alawita. La realeza saudi ha logrado bajo la presión de sus petrodólares difundir el fundamentalismo wahabista en toda la región, es la base de la jijad que predican los salafistas armados de Nusrah.

Arabia Saudita con el apoyo de EEUU lidera la coalición que desde  marzo de 2015 atacó a la fracción de los huzíes en Yemen, desencadenando un enfrentamiento armado que en los  siguientes dos años se ha ido  propagado por todo el país. Este conflicto silenciado en el mundo, ha arrasado ciudades enteras poniendo a más de la mitad de los yemenies bajo la dependencia de la ayuda humanitaria para sobrevivir. El 27 de enero, el presidente Tump autorizo el  ataque de una veintena de helicópteros Apache –armados con ametralladoras pesadas– y drones estadounidenses que sobrevolaron la zona y bombardearon una escuela, una mezquita y una cárcel, consideradas como sedes de la agrupación terrorista de Al Qaeda,  murieron 57 personas, incluidos 16 civiles –ocho mujeres y ocho niños– y hubo  numerosos heridos atrapados  bajo los escombros de las casas alcanzadas por los bombardeos.

El otro protagonista esencial es Rusia. Desde el comienzo de la crisis estuvo claro que el gobierno de  Putin es el principal sostén del Bashar Al Assad, su histórico aliado en la región. En territorio sirio Rusia posee la única base de apoyo a su flota militar en el Mediterráneo con plena soberanía sobre ella por un acuerdo firmado en 1971 y ratificado recientemente. Sin el apoyo ruso el gobierno sirio hubiese caído sin remedio, el propio presidente Assad  reconoció en su momento que le resultaba imposible sostener la defensa en la mayor parte de su territorio, dando a entender que solo la intervención rusa podía evitar el colapso del régimen. Poco le importa a Putin que el régimen haya sido acusado de crímenes de lesa humanidad.

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Un segundo objetivo de la estrategia de Putin, es mostrarle al mundo su poderío militar, algo semejante a lo que hizo EEUU con la Operación Tormenta del Desierto.  Frente aesta demostración rusa el bombardeo decidido por Trump también apunta a recuperar una iniciativa que había perdido en manos de su aliado-enemigo en el conflicto.

A pesar de la contundencia  de todos  los hechos que grafican la tragedia siria, los involucrados esgrimen sus falaces argumentos para justificar sus criminales actos, no hacen más que confirmar el axioma que dice que la primera víctima de la guerra es la verdad.

 

Corea y el peligro nuclear

En el año  2002 el entonces  presidente George W Bush  incluyo a la República Popular de Corea  junto a Iraq e Irán en lo que definió como “el eje mundial del mal”. Desde esa fecha no paso día sin que en algún medio periodístico apareciera una noticia sobre el peligro que el país asiático significaba para el mundo. Así las  cualidades opresivas del realmente indefendible régimen nepotista de los  herederos de Kim Il Sung y los regulares  incidentes fronterizos entre ambas Coreas, se mezclan con la advertencias sobre el riesgo de la existencia de un arsenal nuclear en manos de un líder demente y sin escrúpulos.

El clima de tensión  no es nuevo, tiene origen en la guerra de 1950  que con participación determinante de EEUU y un millón de victimas dividió la península en dos países, pero  adquirió en el último período un rango de prioridad entre los objetivos de la política exterior y militar estadounidense.

Ahora el Pentágono, como parte de esta escalada bélica asumida por el gobierno de Trump,  envío una flota encabezada por  al portaaviones estadounidense USS Carl Vinson al mar de China Oriental a la que se sumarían naves de Japón. El argumento de que EEUU tiene que intervenir porque China no logra contener a su vecino, es ciertamente novedoso y absurdo. Por el contrario el coloso asiático, que no quiere nada parecido a una guerra en su frontera,  llama a desacelerar la confrontación, que según defino un dirigente chino, “se  asemeja a un previsible choque de trenes sin que nadie aplique el freno”. Con el ingrediente  que esos trenes llevan suficiente armamento nuclear para destruir gran parte del planeta.

A diferencia de  la guerra en Irak o Siria estamos ante la posibilidad de una confrontación entre países que poseen armamento nuclear, un riesgo similar solo se vivió en 1962  en ocasión de la crisis de los misiles entre EEUU y la URSS. El peligro hoy es aun mayor porque no hay ámbitos claros de negociación, habida cuenta del papel cada vez mas colateral  que desempeña la ONU en los acontecimientos mundiales y la debilidad de la opinión pública mundial en defensa de la paz. Tampoco parece probable que Trump se retire o baje el volumen sin ofrecer algún éxito en su  aventura.

En los 70 y los 80 un poderoso movimiento por la paz era sostenido por millones de jóvenes contra la intervención en Vietnam, para impedir  la instalación de misiles nucleares en territorio europeo y para frenar  las aventuras bélicas en distintas regiones del planeta.

A partir del 11 de septiembre de 2001 una nueva  construcción  de los peligros  cambio los parámetros de referencia para pensar el mundo, se impuso el temor al terrorismo en sociedades  capturadas por el miedo, por  la sensación de vivir permanentemente amenazadas por acciones que no discriminan victimas,  presas de  crecientes niveles de xenofobia, racismo e islamofobia, sacrificando libertad por supuesta seguridad que aceptan los mecanismos de vigilancia y control social que se extienden primero a los inmigrantes y luego a toda la población. La impotencia y confusión  ha paralizado a los pueblos. Aunque parezca quimérico, es imprescindible organizar un movimiento anti-guerra y anti-imperialista contra la intervención en Medio Oriente, de solidaridad con los refugiados, de apoyo a los desplazados y víctimas del conflicto. Exigir una tregua inmediata, negociaciones de paz y  frenar la escalada bélica en Corea. Es hora de imponer el derecho  de los pueblos por sobre la fuerza militar de destrucción y muerte.

21 de abril de 2017

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