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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Nuestra Tarea de la Etapa: Protagonismo y Unidad.

Nuestra Tarea de la Etapa: Protagonismo y Unidad.

Rosario Luaces Natacha Levisman Corriente Popular Juana Azurduy

1) ¿Qué estrategias de construcción tendría que darse la izquierda revolucionaria y con cuáles  prácticas políticas? Hoy encontramos organizaciones diversas que podríamos englobar dentro de esta denominación de “izquierda revolucionaria”. Sin embargo, para poder pensar en un espacio propio de esa izquierda, falta en la actualidad, un proyecto común que nos constituya como tal, donde podamos construir una estrategia que dispute el poder en todos sus sentidos. Esta estrategia de poder debería partir de luchas que se planifiquen y se den en conjunto, coordinaciones políticas que incluyan “lo estratégico” en sus discusiones. Consideramos que aún no hemos superado las meras coordinaciones sectoriales -que tampoco se presentan tan sencillas- ni las articulaciones en frentes políticos electorales. Necesitamos, para realmente configurarnos como espacio que hoy resulta vacante e imperioso, edificar sobre bases sólidas, una alternativa que no se presente solo como oposición permanente, sino como alternativa de poder, como un proyecto revolucionario, anticapitalista, feminista, decolonial. Para eso, tenemos que tener claro con quiénes vamos a darle cuerpo. La clase trabajadora de estos tiempos, se encuentra fragmentada, no por su propia voluntad, por supuesto, sino por los requerimientos del capital en esta etapa histórica. Es decir, el capital está necesitando una clase que no pueda reconocerse como tal, que no pueda construir una identidad común, dentro de las múltiples, que como sujetos configuramos en nuestra cotidianeidad. Apuntar a la multisectorialidad desde la concepción de un sujeto plural/múltiple en contraposición a la pluralidad de sujetos, es una idea fuerza estratégica que debería guiarnos si queremos que esta izquierda pueda ser algo más que un espacio de denuncia serial -que no deja de ser vital frente a la invisibilización constante de la realidad- o islas de buenas prácticas contrahegemónicas. No queremos ser contrahegemónicos, necesitamos una nueva hegemonía, como ya hemos expresado: anticapitalista, feminista, socialista. Sabemos, por sobrada experiencia, que la conciencia de clase, o el reconocimiento como oprimidxs, explotadxs, no garantiza que las relaciones que producen esa opresión y explotación terminen. Tampoco los procesos son lineales y constantes, hay un trabajo diario de formación, de práctica de la participación democrática, de prefiguración de esa sociedad, de ese sistema que soñamos, que debemos darnos en el hoy. La potencialidad radica, justamente, en poder, como izquierda revolucionaria, traducirnos,  como sujetos múltiples y plurales, como grupos subalternizados, en una clase que se reconozca a sí misma como una, para avanzar en un mismo sentido. Para esto, es bien ilustrativo el planteo de Gramsci acerca del “príncipe moderno” o la propuesta de Martí del Partido Comunista Cubano. Pensar no ya en un/a único héroe – individuo- en este lío, sino, en una fuerza social y política, a partir de la articulación de los grupos subalternizados, que resulte transformadora y que genere la acumulación necesaria y la correlación de fuerzas favorable para la construcción, la creación de un nuevo tipo de Estado. Necesariamente, intelectual colectivo, responsable de la tarea político pedagógica de cohesión, organización y  dirección del pueblo en su lucha por la emancipación.   2) Cuáles serían las potencialidades y los límites para desarrollar esas estrategias? La experiencia histórica de lucha y resistencia que acumulamos como pueblo en nuestro país y en América Latina, los grandes ciclos revolucionarios del siglo XX y XXI, aún son constructores de nuestra subjetividad y nuestra identidad tanto como organizaciones, como en nuestros proyectos políticos. La Revolución Cubana, el proceso boliviano y el chavismo, a nivel continental; el Cordobazo y la rebelión del 2001, en nuestro país, son algunas experiencias entre muchísimas otras, que todavía nos inspiran y nos dejan aprendizajes para poder abordar esta etapa, no en clave de dogma, sino siguiendo la premisa de Mariategui, “ni calco, ni copia, creación heroica”. Por supuesto que ese desafío nos presenta múltiples obstáculos y problemas complejos. La principal limitación, y sería casi una obviedad, es el sistema capitalista, heteropatriarcal, extractivista que se materializa de un modo particular, en un tiempo y espacio concreto:  la coyuntura. Estamos ante una ofensiva del capital a nivel nacional, regional e internacional, profunda. Los momentos de avanzada del capitalismo, como este, son asimismo momentos de desarticulación del tejido social y de reflujo de las organizaciones populares. En otras palabras, estamos profundamente convencidxs que cuanto peor, peor. Y hoy vemos que en nuestro país una persona de cada tres está en la pobreza, que casi el 50% de los niñxs no tiene sus necesidades básicas garantizadas, que en los últimos 18 meses podemos contar 50 despedidos por día, que asesinan a una mujer cada 18 horas. Vale ampliar un poco la mirada panorámica, y ver que a nivel regional el imperialismo avanza.  Con golpes de estado en sus diferentes versiones, acciones desestabilizadoras, atacando tanto los procesos revolucionarios- como en Venezuela- así como aquellxs, llamados, progresistas. En este contexto vemos, que hoy en el campo popular, priman las acciones de resistencia y defensiva por sobre las de avanzada y propositivas. Una segunda limitación, tiene que ver con el correlato en el campo político cultural que este momento presenta. Hay una unidad de sentido- que no es ni más ni menos  que la hegemonía de la clases dominantes- operando de múltiples modos y con una eficiencia peligrosísima. El individualismo, la despolitización, la exaltación del consumo, el otro- enemigo/competidor, son variables que forman parte de esa identidad desclasada con la que nos subalternizan. Nosotrxs no somos ellos, pero queremos serlo, porque pensamos que lo podemos ser, y competimos con nuestros hermanxs de clase por ello. En esta limitación, hay una tarea fundamental de las organizaciones populares, que es disputar en ese campo para generar una potencialidad: trabajar profundamente los núcleos de buen sentido de nuestro pueblo. La vigencia de la reivindicación de la memoria, la verdad y la justicia que se expresó en la marcha contra el 2X1 y vuelve con la desaparición de Santiago Maldonado, la defensa de la educación pública con las masivas manifestaciones y apoyo de principio de este año a docentes y estudiantes, la resistencia a perder derechos elementales (derechos laborales, jubilaciones, pensiones, AUH) que se han conquistado a lo largo de la historia y que a fuerza de organización, de lucha y militancia se han podido introducir y ganar en estas últimas décadas. Batallamos no solo contra un gobierno del capital sin intermediarios, sino también con la complicidad de las diversas burocracias sindicales que se han mantenido pasivas frente a los ataques desmesurados contra el movimiento de trabajadores y trabajadoras, o han negociado de formas poco felices, entregando importantes luchas en curso. No les ha sido gratuito, ya lo vimos con el atril revoleado por el aire el 7 de marzo y con la lamentable oratoria de 15 minutos del pasado 24 de agosto. Sin embargo hay sectores del sindicalismo que se proponen otras disputas, con otros métodos y sobre todo apostando a la democracia sindical de base y a la unidad, aunque aún no tienen el peso para gravitar como desearíamos. Allí nos ubicamos como esa izquierda revolucionaria que queremos desarrollar y tenemos múltiples desafíos por delante para derribar la loza que nos limita como movimiento obrero, que representan las burocracias.En los próximos días, tenemos como desafío demostrar esto en las elecciones de una de las centrales sindicales más importantes del país, la CTERA, donde nos presentamos como lista alternativa a la conducción actual, intentando recuperar una de las herramientas históricamente más protagónicas y activas que tenemos como trabajadores/as de la educación, y de trabajadores/as en general. La recuperación de nuestras herramientas gremiales como laburantes; el trabajo territorial entendiéndolo como espacio donde reconstruir el tejido social y las relaciones entre estos sujetos múltiples en una identidad común; la lucha por una educación pública y popular, que logre sintetizar los dos aspectos que mencionamos antes: la gremialidad, con la territorialidad, que piense a la comunidad educativa, al estudiantado y a la docencia como protagonistas de los procesos sociales y de la educación instituyente, una educación que cimiente la transformación social, son algunos de los puntos estratégicos a continuar desarrollando, desde nuestra perspectiva y experiencia. Por último, podríamos decir que las elecciones no nos pasan desapercibidas, en una época en donde la institucionalidad ha recuperado una centralidad importante. Allí tampoco como izquierda hemos podido construir una alternativa que condense este amplio espectro de organizaciones que pretendemos conformen ese lugar vacante. Las razones son variopintas y complejas, pero vemos no solo una potencialidad, sino más bien una imperiosa necesidad, en la construcción de ese lugar político a ocupar, que implica plantear un socialismo desde abajo, anclado en el poder popular. Una izquierda nacional, popular, latinoamericana y revolucionaria, arraigada en las mejores tradiciones de lucha de nuestro pueblo, que enfrente al capitalismo, al patriarcado y a toda forma de dominación, buscando constituirse como nueva hegemonía, con vocación y perspectivas de poder. Por lo tanto, no podemos subestimar en esta etapa la táctica electoral, pero tampoco cometer el error de subsumir completamente nuestra acción militante y nuestro proyecto político en ella. Confundir táctica con estrategia, es uno de los grandes escollos de nuestra izquierda. Algunas organizaciones creemos que la izquierda revolucionaria tiene que tender a construir la superación de lo que nos propone la hegemonía actual. Cuando hablamos de una izquierda revolucionaria, justamente nos referimos a no conformarnos con un capitalismo inclusivo, “más humano”. No puede haber humanidad en la precarización laboral, tampoco en la violencia machista, ni en el extractivismo que nos despoja de nuestras tierras y de sus riquezas y se las regala a las transnacionales. No existe la inclusión de los que siempre sobrarán para este sistema, de los que eternamente esperaran que les llegue el derrame, las migajas, el parche, como queramos denominarlo según el ciclo capitalista en desarrollo. Organizaciones con las que hemos compartido ciertos recorridos, muchas luchas y una mirada regional, han optado por ingresar de alguna manera, dentro de espacios que consideran esta perspectiva como la adecuada. Si bien es difícil leerlo en sus discursos, este proyecto se cristaliza en las herramientas que se construyen a la hora de disputar en los ámbitos institucionales: en las intervenciones en los sindicatos, centros de estudiantes y en la intervención electoral. Creemos necesario poder sostener un diálogo fraterno con aquellxs compañerxs que apuestan en ese sentido para que encuentren en esta izquierda y no en los proyectos de los que hoy forman parte, el espacio potencial que nosotrxs vislumbramos. Lo que deja ver esta experiencia, es que cierta existencia de articulación en lo sectorial, grandes acuerdos teóricos y estratégicos, se ven obstaculizados en lo táctico y en las diferencias en la lectura de este último período -la etapa kirchnerista- la política de alianzas, cuáles son lxs sujetxs revolucionarixs, y las tareas del momento. Si quisiéramos -y deberíamos- mirar más lejos aún, también debemos trazar los puentes para acercar a aquellxs que se identifican con otras tendencias y corrientes políticas pero que visualizan claramente la necesidad de una alternativa anticapitalista, que nos permita plantear otro tipo de democracia, que cuestione los supuestos inamovibles de la indignidad a la que estamos sometidos por la tiranía del mercado. Es decir, construir la izquierda vacante es una tarea inmediata y primordial, pero con eso no basta, si queremos realmente llevar adelante una alternativa de masas que transforme de forma revolucionaria esta sociedad.Debemos atender a que esa masividad-para que sea tal- incluya a todx aquel que quiera una sociedad más justa, más igualitaria, que esté dispuesto a construirla colectivamente, es decir, a organizarse y de una manera u otra, luchar por ello.

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3) ¿De qué manera la izquierda revolucionaria debería intervenir en el panorama electoral? A esta altura, luego de más de una década de gobierno macrista en CABA, casi dos años del gobierno nacional y tras las PASO, es indiscutible la necesidad de dejar de subestimar al PRO, a Cambiemos, y empezar a elaborar una lectura más seria y sistemática que nos sirva para poder enfrentarlos como la etapa nos los exige. Ya no alcanza con las caracterizaciones que hemos hecho, porque esta derecha se aggiorna, avanza, propone, despliega su hegemonía de una manera veloz, lo que nos deja todo el tiempo en el plano de la resistencia, de la defensa. Lamentablemente no se trata solo de una cuestión temporal. Tampoco logramos trascender el análisis del período kirchnerista, ni de lo que el kirchnerismo implica como parte del movimiento peronista, en clave de cómo resignificar los núcleos de sentido que se afirmaron o fueron utilizados durante esos 12 años para lograr adhesión, identificación y pertenencia de gran parte de nuestro pueblo. Hablamos de los derechos humanos; de una suerte de transición identitaria del trabajador desocupado al ocupado -formal, informal, precarizado- por cierta recuperación del empleo; la reafiliación sindical y su peso específico en la vida política; la Asignación Universal por Hijo/a como una suerte de derecho consagrado; el reconocimiento legal de demandas históricas que varios grupos subalternizados venían peleando como el matrimonio igualitario, la Ley de Identidad de Género, entre otras. Por supuesto que podemos encontrar una contracara a cada una de las medidas y políticas que acabamos de mencionar, así como podríamos concluir que de haberse profundizado un proyecto político en este sentido, los resultados hoy serían otros. No era objeto del kirchnerismo la transformación social, ni la patria socialista. Más bien se trataba como ya dijimos de un capitalismo “inclusivo” o “más humano”. Muchxs, identificados con esa retórica, apostaron pensando que tal vez que era la única, y hasta tal vez, la última posibilidad de llegar lo más lejos posible en términos de igualdad, justicia social, derechos conquistados. Olvidaban, quizás, muchas de las experiencias de lucha y de avance que tuvo nuestro pueblo a largo de la historia. También es cierto que no hubo un ofrecimiento de alternativas viables, plurales, que los convocaran. Por supuesto, hoy el kirchnerismo no es lo que fue, tampoco el PJ. Con un liderazgo debilitado y una notable fragmentación y disputa interna, no tienen voluntad política de oposición real al macrismo ni capitalizan los intentos de resistencia que se dan por abajo. Pero no se trata acá de juzgar las filiaciones, ni preferencias de nuestro pueblo, sino de pensar cómo salir de esta sensación de sopor colectivo que nos abruma. Muchas organizaciones compañeras se presentaron como alternativa electoral. Valoramos las construcciones y discusiones que llevaron a estos compañerxs al lugar donde están hoy. En la Ciudad de Buenos Aires, encontramos que la izquierda independiente, popular como Patria Grande, La Dignidad, el Frente Popular Darío Santillán  y Poder Popular se presenta en 4 listas distintas. Por otro lado, hallamos, además hubo otras listas de izquierda, una del FIT, otra de Izquierda al Frente y al sector de Luis Zamora. Este panorama electoral, con la coyuntura en curso, cristaliza la debilidad de nuestra izquierda y la imposibilidad de construir hoy, desde estos espacios, un proyecto anticapitalista que nos convoque en unidad, que genere una real oposición al macrismo  con una salida popular y revolucionaria. También, demuestra otro especie de talón de Aquiles, que hemos adquirido en esta última etapa como izquierda popular y que tiene que ver con cierta subsumisión electoral. Como nuestra izquierda ha tenido elementos autonomistas en su conformación, y somos herederos de un proceso de crisis de representación política, nos han costado siempre los debates en torno a la participación en elecciones y el mal llamado “salto político” al terreno institucional-electoral. Hoy en día, con más de una década de kirchnerismo, la reinstitucionalización de la política y la relegitimación del sistema de representación, acordamos con la necesidad de una participación institucional (campo que excede ampliamente lo electoral), y con la necesidad de presentarse en elecciones generales y legislativas. En los últimos años, muchas organizaciones del campo popular de origen no partidario han colocado el escenario electoral a modo de, lo que ya mencionamos como ‘salto político’. Si bien, algunas  han mantenido una línea clara durante varios procesos electorales, abonando determinada estrategia, otras han boyado en alianzas con diversos sectores, haciendo y deshaciendo coordinaciones que no necesariamente tiene que ver con una línea estratégica clara. Estos movimientos han desgastado e invisibilizado bastante la imagen de la izquierda revolucionaria en el panorama electoral. Además, estas intervenciones tenues han colaborado en parte en hacer que el FIT, luego de décadas de intervención electoral sostenida, se haya perfilado como la única izquierda a nivel electoral en el sentido común de los votantes, además de los propios méritos, innegables, que han hecho. Por otro lado, vemos que si la participación electoral se da en detrimento de la construcción en las calles, implicando el debilitamiento en los barrios y en las espacios de trabajo, desviándonos de la construcción de poder popular, no tributa a lo que necesitamos y nos urge. La construcción en torno a figuras ya gastadas de la política tradicional argentina, o la enarbolación de figuras propias siguiendo las reglas del marketing hegemónico, sólo abonan a construir propuestas fragmentadas y lavadas que no aportan en la actualidad a una disputa de sentido real a la institucionalidad burguesa. Para nosotros y nosotras, la intervención electoral de la izquierda revolucionaria tiene que ser mediante una herramienta amplia, contundente, que se constituya como la culminación de una experiencia que nos una como campo popular, porque de lo contrario abonamos a una fragmentación mayor. En este sentido, nos parece oportuno rescatar las experiencias latinoamericanas que muchas veces nos convocan como izquierda revolucionaria: la construcción de poder popular en Venezuela, entre otros, son fenómenos interesantes a los que deberíamos atender a la hora de pensarnos como izquierda revolucionaria en la dimensión electoral. Podríamos considerar, también, algunas experiencias locales, como Ciudad Futura, en Rosario, y Vamos, en La Plata, para referenciar algunos pasos de inicio de algún proceso de construcción de herramientas electorales novedosas. Pese a que, lamentablemente, la coyuntura de nuestra izquierda está lejos de asemejarse a lo antes descrito. En estas elecciones, creemos que nuestros votos deben estar circunscritos a cualquier lista que tenga organizaciones de la izquierda popular en su interior.   4) Cómo ve el escenario después de las elecciones PASO, frente a los anuncios de más ajuste? Se avecina una nueva ofensiva del capital sobre el trabajo, a la que podemos entender como algo más profundo que una nueva etapa de ajuste. La reforma laboral en curso, basada en el modelo que instauró la dictadura de Temer en Brasil, viene a reformar las relaciones de producción capitalistas, poniendo las viejas recetas de la productividad y la eficiencia al servicio del aumento de la tasa de explotación, principal objetivo y necesidad del capitalismo dependiente argentino en esta etapa. En este sentido, hay un  ataque particular al sector estatal.  El PRO viene a terminar la tarea que en los 90’ la derecha no pudo terminar: desarmar la estructura estatal y los derechos laborales adquiridos en ese sector que sobrevivieron durante décadas en nuestro país. De esta forma, la reestructuración de ministerios, los despidos masivos y el desprestigio de sus trabajadores fue el blanco de la primera etapa de este ataque. Ahora continúan por el sector educativo. Hace meses que los medios hegemónicos vienen sosteniendo un ataque profundo y en todos los planos, a los y las docentes. La anulación de la paritaria nacional y el anuncio del Plan Maestro -un paquete de reformas que a partir de una culpabilización de la docencia por el estado de la educación, plantean la necesidad de reestructurar la formación docente y los derechos laborales de los maestros y maestras- inician una nueva etapa de ataque a los derechos laborales de los trabajadores y trabajadoras de la educación. En el mismo carril, y frente a los últimos acontecimientos, no podemos pensar estas reformas sin una consecuente represión montada sobre la aprobación de una parte del sentido común hegemónico. La persecución de referentes de organizaciones sociales, es un punto al cual deberíamos atender. Por otro lado, la criminalización del pueblo mapuche y los grupos de solidaridad y la militarización de sus territorios, muestran grandes intenciones de seguir avanzando con el extractivismo sobre nuestros recursos naturales. En este plano, la lucha por la aparición con vida de Santiago Maldonado es tema que pone sobre el tapete muchos elementos. Por un lado, convoca a todos los sectores no oficialistas a salir a la calle juntos, luego de mucho tiempo; por otro lado, es un tema que atraviesa todas las dimensiones de la sociedad. Desde la escuela, los hospitales, la calle, nos vemos interpelados por un hecho que no puede pasar por desapercibido a nadie. Nos da la oportunidad de poner en la discusión mediática el problema de las fuerzas represivas del Estado y la gravedad que implica la desaparición de una persona por parte de ellas en tiempos de democracia. En ese sentido, entendemos que las organizaciones de la izquierda popular y revolucionaria seguiremos, quizás aún más profundamente, en la etapa defensiva de nuestras luchas en la cual nos encontramos, fuertemente, desde el inicio del gobierno nacional de CAMBIEMOS. Y no podemos dejar de pensar la continuidad de la etapa defensiva con cierta preocupación: como dijo hace algunos años en una entrevista el Ministro de Educación y candidato a legislador por la Provincia de Buenos Aires, Esteban Bulrich, el gobierno de CAMBIEMOS nos abre permanentemente cinco, diez, quince frentes de ataque, porque si en la lucha defensiva podemos frenar algunos, otros pasan. Es por eso que planteamos, a contramano de la etapa pero con el optimismo de la voluntad, que tenemos que pasar a la ofensiva desde las organizaciones populares. Sabemos que el macrismo viene por todo y, en base a nuestra experiencia de 10 años de gobierno PRO en la Ciudad de Buenos Aires, es dificilísimo resistir las embestidas si no tenemos iniciativa propia. En este sentido, creemos que tenemos algunas tareas como organizaciones revolucionarias del campo popular: profundizar nuestros niveles de unidad en todos los planos, desarrollar mayor capacidad de anticipación respecto a las medidas del gobierno, y con más fuerza, plantear iniciativa propia. Como decía Tosco, de lo que se trata es de arremangarse, echar carbón a la caldera y hacer andar la locomotora, porque nadie lo va a hacer por nosotrxs. El protagonismo de esta nueva democracia que necesitamos, una verdadera que implique una sociedad más justa, no vendrá de la mano de héroes ni magos sino del seno mismo del pueblo organizado y decidido a avanzar hacia ella, y es nuestra tarea como organizaciones en unidad darle una dirección colectiva a ese proceso.

Rosario Luaces Natacha Levisman Corriente Popular Juana Azurduy

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