El fetichismo del poder consiste en creer que el sentido político se obtiene a través de la creación de un relato trascendente (o la simple adopción de uno preelaborado). La reinvención de la política consiste en apostar a la construcción colectiva (desde abajo) de un relato abierto.
El fetichismo del poder consiste en asumir la agenda formal y estandarizada del poder, centrarse en sus predilecciones por las instituciones burguesas y en sus afincamientos en las mismas, negando la complejidad del poder. La reinvención de la política consiste en romper –directamente– con las iniciativas del poder, consiste en irrumpir en territorio ajeno con agenda propia.
El fetichismo del poder remite a una razón de Estado. La reinvención de la política exige una racionalidad propia del movimiento popular.
El fetichismo del poder es el simulacro, es la conclusión ordenando la experiencia. La reinvención de la política es la hipótesis y la experimentación.
El fetichismo del poder son los rituales burocráticos, la centralización, la uniformidad (las ansias regimentadoras), la representación, las estructuras estatales y la estandarización de la voluntad colectiva. La reinvención de la política es la vitalidad comunitaria y multidimensional, es la armonización de las tramas plebeyas (de sus diferencias), el sentimiento movimientista, las ansias de ir, todo el tiempo, “más allá de lo dado”.
El fetichismo del poder es la realpolitik reformista, el campo de los tecnólogos de la política, de los expertos, de los representantes, de las elites iluminadas, de las “columnas vertebrales”. La reinvención de la política es la creación de un movimiento que incorpore expresiones variadas y heterodoxas y subjetividades comunitarias autónomas, un movimiento que genere estructuras orgánicas originales y flexibles, configuraciones abiertas y nuevos modelos organizativos. La reinvención de la política consiste, también, en una nueva forma de concebir las funciones del mando. Consiste en desacralizar la idea de que la tarea de gobernar exige saberes expertos y está reservada a sujetos preparados y excepcionales.
El fetichismo del poder consiste en creer que la política radical se hace con definiciones, discursos y relatos rimbombantes, y con aparatos. Así, la izquierda no puede exceder el eje: definición-aparato que nutre la representación política. La reinvención de la política exige el desarrollo de un conjunto de ideas y practicas con capacidad de enraizarse en comunidades concretas para gestar acciones democráticas y populares.
El fetichismo del poder es la política de las pequeñas palabras, es la reflexión ahogada en el internismo del aparato. Se trata de una política que renace siempre ante el reflujo de los paradigmas emancipatorios. Los que caigan en sus redes, seguramente, serán triturados por el Estado. La reinvención de la política plantea la necesidad de recrear un paradigma revolucionario en directa relación con espacios de la sociedad civil popular.
El fetichismo del poder consiste en pensar la transición (a un sistema poscapitalista) como el conjunto de las acciones para adaptar el proyecto de transformación a las condiciones y límites que impone la realidad. (Una confusión de teoría de la transición con la teoría de la adaptación o de la transacción). La reinvención de la política consiste en pensar la transición en clave de la “actualidad del socialismo” y como el conjunto de las acciones que modifican esas condiciones y realizan el proyecto ahora mismo, en la escala más alta posible, sin dilaciones de ninguna especie.
Por: Miguel Mazzeo