Lucía Zavala y Julia Eva Vázquez
Estudiantes Terciarias
Agrupación Docente-Estudiantil “Simón Rodríguez”
¡Atención! Tenemos hoy un gobierno que está insertando recetas en todos los niveles educativos con poca información y un discurso amable pero lavado. El supuesto menú: mejorar la calidad educativa. Quienes somos estudiantes, docentes o de alguna manera transitamos la educación a diario, empezamos por preguntarnos por qué no participamos en estas reformas si en teoría vienen a beneficiarnos. Es entonces que nace una sospecha, que se convierte en una lectura y luego en una afirmación: estas recetas no eran para cocinar el plato que nos dijeron.
Inmediatamente otra idea: no eran recetas sueltas, estos platos se sirven todos en la misma fiesta y el neoliberalismo se vistió de gala.
Las escuelas porteñas vivimos hace varios años los famosos “avances” del PRO en los que la infraestructura, la soberanía pedagógica, las condiciones de trabajo docentes y la dignidad de los pibes y las pibas tan sólo retroceden.
Para comprender qué decimos cuando hablamos de modelo educativo, basta ver que ordenaron sus objetivos para cada uno de los niveles educativos en un anteproyecto de ley llamado Plan Maestro. Este plan está escrito en un idioma dulce que no quiere ser claro. Traducirlo a nuestro idioma, el de los y las estudiantes que defienden la educación pública, es muy fácil y alcanza con ver la realidad de nuestras escuelas. Leemos la traducción de este Plan en el día a día en reformas como la Secundaria del futuro, el Operativo Aprender y el Operativo Enseñar; en el ingreso de las ONGs y empresas a la escuela pública; en los criterios de becas y premios meritocráticos; en los supuestos de que la competitividad mejorará nuestras prácticas escolares; y en otros tantos alarmantes etcéteras.
En los terciarios se anda diciendo
Como sucede con la escuela primaria o secundaria, también hay políticas enfocadas en nuestro nivel. Hace ya algunos años que venimos siendo testigos de las políticas que el PRO impulsa para la formación docente. Mientras construimos nuestro presente como estudiantes y nuestro futuro como docentes,desde la perspectiva del gobierno, nos toca ser espectadores de proyectos, resoluciones que bajan de un día para el otro, decires mediáticos y estigmatizaciones. No contentos con este papel pasivo, tomamos la palabra para contar de qué se trata todo esto y para hacernos el lugar que nos corresponde como docentes en formación.
Desde que Cambiemos gobierna a nivel nacional hemos escuchado sobre el nivel terciario diversos análisis y propuestas. Dijeron que nuestra formación es muy larga, por lo tanto habría que acortar (¿o achatar?) la carrera. ¿Cómo? Virtualizando materias tales como Educación Sexual Integral o Ética y Derechos Humanos, justamente aquellas que nos forman como docentes críticos y críticas. Como vemos hay materias de nuestro plan de estudios que no les interesa que cursemos presencialmente. Aparentemente para este gobierno hay materias de primera y otras, vinculadas a “asuntos sociales”, de segunda. El interés no está puesto en planificar una mejor formación, sino en que esta se concrete en el menor tiempo posible. Necesitan tapar los baches que ellos mismos generan en el sistema educativo. La falta de docentes es uno de ellos.
A los que atravesamos el profesorado, se nos complica cumplir con el régimen de materias prácticas. Se nos pide habitar el aula entre uno a tres meses, lo cual muchas veces retrasa a quienes no pueden acomodar esto con su trabajo. Ahora bien ¿Cómo resolvió el macrismo esta problemática? Nos propusieron, por un lado, un “estímulo”. Vendieron como beca lo que no fue más que la expansión de la precarización laboral: trabajar como docentes por un salario muy por debajo del mínimo. Además, la manera de ingresar era a través de criterios excluyentes y meritocráticos como la cursada paralela de ciertas materias. Gracias a la resistencia estudiantil logramos transformar algunas condiciones que imponía este Programa. Por otro lado, se nos permitió a aquellos con un porcentaje de la carrera ya realizado ejercer en el aula. Así, mataban dos pájaros de un tiro: atacaban directamente nuestra formación precarizándola y, a la vez, a la educación la de los pibes y pibas.
Entonces llega la noche…
En mayo de este año, Esteban Bullrich planteaba públicamente la necesidad de cerrar profesorados, argumentando que “la formación inicial debería estar en menos instituciones pero concentrar a los mejores maestros de maestros”. De modo que la reestructuración proyectada para el sistema educativo no sólo agudiza la destrucción de lo público sino que pone en jaque a sus integrantes. Se advierte que hay mejores y peores, y que sobre ese criterio se harán los ajustes.
(http://www.losandes.com.ar/
Así llega el Operativo Enseñar. Un examen externo y estandarizado, que bajó a los profesorados de la misma forma que todo estos paquetes de medidas: de manera inconsulta. Ni docentes, ni estudiantes, ni graduados participamos en su armado. Por tanto, el rechazo generado en los institutos de formación docente no tardó en llegar. No solo se rechazó por su modalidad de implementación sino que en nuestra carrera rendimos como piso aproximado 80 exámenes, que tienden a respetar nuestros procesos de enseñanza- aprendizaje y que son tomados por nuestros docentes formadores. Esta evaluación no contempla nada de esto, es estandarizada y tomada por un evaluador externo que no sabe del contexto en el que está inserto cada instituto y desconoce su perspectiva pedagógica.
Caricaturesco resulta el hecho de que la evaluación se tome a estudiantes de 4to año que estén cursando residencias. Deja entrever el desconocimiento que existe sobre nuestra carrera. Son muy pocos los que pueden cursar, trabajar y hacer residencias al mismo tiempo. Pero suponiendo que aceptamos un exámen externo y estandarizado, si el examen es realizado por una porción poblacional tan acotada ¿Se pueden construir con los resultados generalizaciones adecuadas? En este sentido cabe también otra pregunta ¿Tiene sentido evaluar al final de la carrera, cuando ya no hay instancias para trabajar con los aprendizajes que en teoría nos están faltando? Quizás, si nos hubiesen preguntado a quienes estudiamos y trabajamos en educación, rápidamente se hubiesen dado cuenta de que esta evaluación a término no permite ni prevé ninguna manera de mejorar lo que ellos llaman “calidad” de la formación docente.
A todo esto hay que sumarle la falta de información brindada sobre qué se realizará con los resultados. Aunque ellos no los explicitan, a nosotrxs nos sobran ejemplos internacionales que nos muestran que ningún sistema estandarizado de evaluación sirvió para mejorar la educación. Muy por el contrario, el uso de estos datos puede ser muy peligroso. Podríamos anticipar, basándonos en recorridos de otros países como México o Chile, y teniendo en cuenta los dichos de los funcionarios, que la intención que hay detrás es avalar reformas posteriores, construir rankings de instituciones, considerarlos a la hora de repartir el presupuesto, o atar la habilitación del título docente al resultado de una única evaluación, entre otras opciones. Todas ellas nos alarman y también son parte de los fundamentos que nos llevaron a posicionarnos frente a este operativo.
Y cuando las papas quemaban…
En los profesorados no nos dio lo mismo que esta evaluación se realizara o no. Desde el momento en que el operativo se dio a conocer nos organizamos en asambleas y jornadas estudiantiles para poder discutir sobre lo que esto significaba y así poder construir entre todxs el panorama que nunca nos brindaron. ¿Las piezas claves? Por un lado, la participación de aquellxs residentes a los que querían evaluar, quienes hicieron escuchar su voz con fuerza y explicaron por qué no se presentarían. Por otro lado, el engranaje importantísimo que se generó entre las distintas discusiones colectivas, los espacios de encuentro y el trabajo organizado a partir de los Centros de Estudiantes que abrieron el juego para que suenen todas las voces y así se construyan de conjunto las medidas a tomar. El acuerdo era uno: había que hacerle frente este operativo antieducativo.
En este sentido la organización a través de la Coordinadora de Estudiantes Terciarios (CET), en conjunto con nuestrxs docentes, fue fundamental para salir a demostrar que la lucha es una sola y que no queremos evaluaciones que justifiquen sus políticas vaciadoras. Esta construcción colectiva y desde abajo hizo que el martes 31 los terciarios de CABA dijéramos NO al Operativo Enseñar.
NO: con cortes de calles, clases públicas, asambleas y radio abierta; invitando a todxs a conocer los motivos de nuestra decisión. Un NO gigante que se materializó en la Ciudad de Buenos Aires en un no acatamiento de más del 90% de los estudiantes convocadxs.
Cuando las políticas neoliberales quisieron vaciar nuestra formación y deshumanizar nuestras prácticas, el movimiento terciario se puso de pie. En unidad con docentes planteó la lucha en las aulas y en las calles. Dejando claro que la fuerza es moral y práctica. Que el poder no es patrimonio del gobierno. Demostramos que los terciarios SI queremos decidir qué educación necesitamos como pueblo. Porque SI creemos en la inteligencia colectiva de la comunidad educativa. Porque peleando construimos. Aquí vamos y aquí seguimos. Apostando al futuro con pedagogías de luchas presentes.
Julia Eva Vázquez y Lucía Zavala