Antonio Gramsci sostuvo que los pensamientos que lograron tener efectos revolucionarios, revoltosos, libertarios y hasta reformistas en las sociedades, en algún momento de la historia se convirtieron en sentido común, “un sentido común que nunca es único sino que es producto y un devenir histórico.”[1]De este modo, reveló que existen determinadas ideas y certezas que, por diferentes motivos, comienzan a formar parte de discusiones, necesidades, diálogos frecuentes, hasta cristalizar esos pensamientos en determinadas acciones. Para ello, existen focos de irradiación de las innovaciones en la tradición, como por ejemplo las relaciones de conversaciones, las comunicaciones verbales cara a cara, las relaciones del contacto cotidiano. Dichas relaciones, ya sean referencialidades personales, contactos diarios en la vida privada, en el trabajo, en la calle, en las instituciones, en los sindicatos, serán la piedra fundamental para este proceso de imperceptible y lenta conquista del sentido común.
En épocas reformistas, observamos un comienzo de irradiación de ideas y conquistas de un sentido común que comenzó a presionar para producir un viraje político, económico y social, que devino en la cristalización de ideales de revolución en años posteriores. Uno de los consensos que se fue construyendo fueel de terminar con la Córdoba conservadora y dar paso a la Córdoba libertaria (otros dirán liberal). En este sentido, entendemos a la Reforma Universitaria, como un movimiento que trascendió las aulas y marcó un momento de inicio y ruptura sin precedentes en la historia argentina y latinoamericana.
1918, ciclo de protesta y diálogos.
A partir de las movilizaciones de noviembre de 1917, tras la propuesta de las autoridades Universitarias de cerrar el Internado del Hospital Clínicas, los estudiantes universitarios y los centros de estudiantes, como sus principales órganos de representación comenzaron a posicionarse como sujetos capaces de intervenir en la vida política universitaria y extra universitaria. Fueron los estudiantes reformistas, quienes instituyeron la necesidad de la renovación de la Universidad Nacional de Córdoba, una institución que seguía regida por los estatutos de 1893, con profesores que no sólo obtenían cargos vitalicios, sino que el modo de determinar el desarrollo académico estaba atravesado por relaciones filiales, ideas monásticas y moralizantes.
Si bien esta disputa entre liberales y clericales en la dinámica universitaria alimentó la virulencia de los acontecimientos de 1918, lo que determinó el impacto del proceso cordobés fue, ante todo, la certeza construida desde diversos sectores de la sociedad, en torno a la necesidad del desarrollo de un conocimiento científico y académico en tanto un saber situado y que vaya más allá de las lógicas universitarias.
La creación de la Asociación “Córdoba Libre”, la Cultura Popular “Ariel” y la experiencia de la creación de la “Universidad Popular”, coadyuvaron a la organización de un conjunto de estudiantes que comenzaron a concretar actividades cada vez más visibles para la sociedad, como el dictado de clases nocturnas a trabajadores, entre otras acciones.
Uno de los integrantes de la Asociación “Córdoba Libre”, fue Saúl Taborda, oriundo del interior de la provincia de Córdoba. Miembro de una familia que lejos de ser adinerada y pertenecer a los círculos de relación aristocráticos cordobeses, mandó a su hijo a la ciudad a estudiar en la universidad, experimentando e incorporando con ello relaciones entre diversos grupos sociales, y quien, en tiempos de la reforma, ya ejercía como abogado. Vinculado al Partido Comunista Argentino, fue un férreo defensor de las nuevas relaciones que debían establecerse entre la vida universitaria y las necesidades más globales.
Taborda, junto a Deodoro Roca, fueron las primeras autoridades elegidas de este espacio. Impulsaron trabajos tendientes que acompañar procesos de empoderamiento a partir del asesoramiento en la obtención de personería de los sindicatos, incrementar las salas de lecturas y lugares de recreación públicos, hasta promover una ley de enfiteusis, entre otras acciones.
Por otra parte, el Partido Socialista Internacional de Córdoba (PSIC), lo que años más tarde será el Partido Comunista, estaba integrado por Miguel Contreras, Antonio Muñoz, Jacobo Arrieta y Pablo B. López, todos ellos también representantes de la FOL.[2]
Pablo López afirmó reiteradas veces la importancia de solidarizarse con las luchas de otros grupos, ya que sería la forma en que los demás también trabajaran para interiorizarse en la lucha de los trabajadores cordobeses.[3] También, observamos desde líneas de La Vanguardia –órgano de difusión del Partido Socialista- el esfuerzo por dejar bien en claro el porqué del apoyo a los estudiantes de Córdoba, por parte de los núcleos que reunían a los trabajadores. Así manifestaban sus expectativas por el Primer Congreso de Estudiantes Universitarios a realizarse en julio de 1918.
“Se espera que de él surja la nueva generación del pensamiento argentino. Ahora, el movimiento estudiantil es visto con buenos ojos por parte de los núcleos obreros de Córdoba. No sólo por la pujanza del ideal que sustentan, sino que hora a hora nos transmiten augurio de una patria más grande surgidas de ideales universales: liberal, racional y social. Córdoba, ahora está abierta, otrora soñolienta y aburrida. Se experimenta la sensación de un nuevo ritmo en las cosas y los hombres.”[4].
Para la segunda mitad del año `18, los enfrentamientos universitarios ya son irreversibles. También los sectores obreros de la ciudad, – en esa época, los gremios más movilizados eran los trabajadores del calzado, los panaderos, ferroviarios, y los trabajadores del molino Letizia-estaban en conflicto, exigiendo sobre todo mejoras salariales, disminución en las horas de trabajo y concreción del régimen denominado sábado inglés.
En septiembre de 1918, Enrique Barros, estudiante de medicina y Horacio Valdéz de abogacía, ambos representantes de la Federación Universitaria de Córdoba, (FUC) fueron encarcelados por estar en una manifestación organizada por la Federación Obrera Local (FOL). Esto, sumado a otras iniciativas, como la coordinación entre estudiantes y obreros para la concreción de talleres gratuitos en alfabetización, filosofía y salubridad urbana, dieron el puntapié inicial para generar lazos de solidaridad, que años más tarde conoceremos como la concreción de la identidad obrera- estudiantil.
1969, la cristalización de 1918
Desde 1918, pasaron 50años, muchas fueron las causas que hicieron que el estado social sea otro. La destitución de Yrigoyen por la dictadura del `30, hizo que el movimiento obrero que en 1917 estaba adquiriendo un rol preponderante quede desplazado de la escena económica política. Tiempo después, con el peronismo se revitalizó el protagonismo de la clase trabajadora y ya nada volvió a ser como antes. Entre otras medidas, destacamos la de noviembre de 1949. A partir del decreto 29.337, Perón, consagró la gratuidad en la educación Superior, un anhelo inalcanzable para los muchachos de la “Universidad Popular”.
La relación entre Reforma y Revolución, atravesó la dinámica estudiantil durante toda la década del `60. Santiago Pampillón era en ese entonces estudiante de Ingeniería y trabajador en la empresa IKA-Renault. También militante de Franja Morada, agrupación que junto al Movimiento de Orientación Reformista (MOR) y el Movimiento Nacional Reformista (MNR) – estructuras de organización política auto referenciadas principalmente con el legado de 1918- , eran las conducciones de la FUC. Fueron estas organizaciones las principales protagonistas en la oposición a la dictadura de Onganía y sus políticas en la Universidad Nacional de Córdoba. En septiembre de 1966, en la asamblea congregada en plaza Colón para definir nuevas acciones contra la dictadura, el asesinato de Santiago marcó el devenir del estudiantado movilizado, constituyéndose en el ícono de la necesidad de una relación con vastos sectores de la sociedad para avanzar en acciones tendientes a terminar con la represión.
Años más tarde, Agustín Tosco (Luz y Fuerza), Elpidio Torres (SMATA) y Atilio López, (UTA) principales representantes del movimiento obrero organizado de Córdoba, promovieron la coordinación de acciones con estudiantes, para efectivizar la contundencia del paro y la movilización del 29 de mayo de 1969.
“el día 26 de mayo hay un plenario general de la CGT con la identificación de todos y por moción aprueba un paro activo de 37 horas, a partir de las 11 horas del día 29 de mayo, con abandono de las fábricas, de la Universidad, invitando a la población para que se concentre en el centro de la ciudad, frente a la CGT. De esta manera se quiso evidenciar masivamente el repudio y la condena a toda la política que se estaba llevando a cabo y el reclamo de medidas de naturaleza popular. Esa resolución, aprobada por el movimiento obrero el 26 de mayo de 1969, esa resolución aprobada por el estudiantado el mismo 26 de mayo, la adhesión de una serie de instituciones a esa medida, que tenía día, que tenía hora, que tenía lugares para concentrar a los compañeros que salían de la fábrica, de la Universidad, etc. Para ir a concentrarse frente a la CGT, demuestra que no existió el espontaneismo que se quiere adjudicar al Cordobazo para quitarle la profundidad de su proyección histórica”[5].
El día del Córdobazo, Alberdi y el Hospital Clínicas, símbolos del estudiantado, se convirtieron en el epicentro de la resistencia a la represión policial.
La experiencia de estas jornadas, no sólo consolidaron la unidad entre estudiantes y trabajadores, sino que profundizaron articulaciones entre diversos sectores de la política, que devinieron en la experiencia clasista de aquellos años.
Ahora sí, no caben dudas que fue el movimiento obrero organizado el verdadero guía del timón de la historia, y ya para los primeros años de los `70, la balanza sopesará hacia la vía revolucionaria. Después de haber vivido en carne propia la cristalización de la relación obrera estudiantil, el viborazo, la masacre de Trelew, la elección de Obregón Cano y Atilio López, consagró la importancia de los trabajadores en la toma de decisiones de nuestra provincia. Córdoba “la revolucionaria” era un hecho. Los estudiantes en esta etapa ya tienen estructuras organizativas con otras identidades: Montoneros, Juventud Guevarista, Juventud Universitaria Peronista.
Ahora bien, parece que en esta nueva época lejos quedó el legado Reformista. Lo cierto es que la línea de continuidad es sorprendente. Fueron los hijos de los reformistas, sus compañeros de estudios, sus amigos, sus conocidos en las peñas, en las marchas, en las asambleas, quienes vivieron la cercanía a la política para concretar la Patria Socialista y Revolucionaria. Gustavo Roca, hijo de Deodoro, para los `60 fue un abogado influyente en las jornadas del cordobazo y el viborazo, cercano al Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) y defensor de presos políticos; Miguel Contreras, hijo del referente de la FOL, militante del Partido Comunista, un protagonista del cordobazo; Ana Molina, nieta de Julio Molina – uno de los creadores de la FUC- , optó por ser militante en Vanguardia Comunista; e Inda Miravet, hermana de Horacio Miravet, docente universitaria, cesanteada en 1976 por su afinidad a la educación como modo de emancipación, son sólo algunos nombres que nos hablan de una relación directa entre la Reforma y los sueños de Revolución.
Esto nos acerca a la existencia del hilo rojo de José Aricó.
“Un hilo rojo que recorre todas estas experiencias, permitiendo establecer entre todas ellas una suerte de continuidad por encima de las distintas realidades históricas”[6].
Un hilo rojo que nos permite tejer historias con experiencias que nos unifican, nos potencian y fortalecen.
¿Qué nos queda hoy de aquellos días?
¿Cuál es el legado de esas jornadas que al calor de esos conflictos generaron diálogos y que dieron origen a nuestra querida Córdoba, la Combativa?
Hay quienes creen que nada quedó. Que somos parias de una historia lavada y monumentalizada, sin repercusiones en nuestro presente.
A diferencia de estas afirmaciones, creo que somos los hijos de ese legado. Sí, es verdad y no podemos negarlo, por momentos en el campo popular sólo prevalece la falta de referentes, un horizonte programático y la fragmentación de las organizaciones sociales y políticas. También es cierto que éste presente es agobiante y la cantidad de políticas públicas destinadas a destruir lo conquistado genera desgastes, confusiones, desilusiones.
Pero mientras escribo, escucho las noticias desde Rio Cuarto, en donde estudiantes están apoyando a sus docentes de la Universidad de esa ciudad, quienes tomaron los pabellones para exigir mejoras salariales y terminar con el desfinanciamiento a la Educación Superior.
Por su parte, el órgano máximo de representación de los trabajadores: la CGT (Confederación General del Trabajo), llama a un paro general a nivel nacional en contra de la reforma laboral, el ajuste y el acuerdo entre el gobierno y el FMI. Una decisión acertada, la cual evidencia una vez más que somos los trabajadores los verdaderos productores de riquezas, que sin trabajo no hay país que progrese y que es el pueblo organizado y en las calles la oposición a este proyecto creador serial de injusticias.
A su vez, una estudiante comparte en sus redes sociales una foto junto a sus amigas, acompañando la marcha contra el desalojo y la brutal represión por parte de la policía de la provincia de Córdoba a 150 familias en Barrio Parque Esperanza, en la localidad de Juarez Celman. La ley de enfiteusis, que promovió Taborda no se concretó, pero hoy si hay universitarios que gritan, junto a otros jóvenes organizados:
“ni las mujeres, ni la tierra son propiedad privada”.
Esto es la Reforma hoy, una sociedad organizada en las calles exigiendo la aplicación de políticas que reconozcan legítimos derechos.
Paralelamente, este 15 de junio, en el acto oficial por el centenario de la derrota estudiantil del `18-, el Secretario General de la FUC, arremete contra el tono festivo del oficialismo en la Universidad Nacional de Córdoba. Luca Miani, representando a sus compañeros, pregunta:
“¿hay algo para festejar en este contexto de recortes, ajustes, desempleo de miles de argentinos?”.
Luca y sus compañeros de militancia, denuncian y sitúan frente al gobierno universitario, la pregunta sobre el sentido profundo de los homenajes y la construcción de memorias.
Los estudiantes, las discusiones, los
plenarios, las reuniones que escribieron ese discurso, nos enseñan, en este,
nuestro tiempo, que el mejor homenaje que podemos hacerles a los protagonistas,
a los sueños y a las ideas de los movimientos reformistas-revolucionarios, es sacarlos
de ese lugar inmóvil en el que a algunos les conviene ubicarlos. Nuestra tarea hoy
es la de reconstruir un “sentido común” que dispute ideas hegemónicas sobre el significado
de la libertad, el progreso, el bienestar, un “sentido común” que bregue por la
salida colectiva y rompa con el imperante individualista. Un modo, es devolviéndole a la Reforma su
carácter insurgente.
[1]Gramsci, Antonio. Antología. “Relaciones entre ciencia-religión y sentido común. Textos de los cuadernos posteriores a 1931”. Siglo XXI editores. Pp. 366
[2] LVI. 6/08/1918.
[3] LVI. 17/04/1918. p. 2 c. 3
[4] La Vanguardia. 10/07/1918. p. 1 c. 4
[5] Agustín Tosco- Topografía de la rebeldía. Archivo Provincial de la Memoria. http://www.apm.gov.ar/sites/default/files/topografiadelarebeldia.pdf
[6] Aricó, José. Tradición y modernidad en la cultura cordobesa. Revista de la Fundación Plural para la participación democrática. Año IV-Nº 13. 1989. Pp. 10-14.