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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Guilherme Boulos, precandidato presidencial de los movimientos sociales brasileños, dialoga con #DeFrente

Guilherme Boulos es actualmente Coordinador Nacional del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) y del Frente Pueblo sin Miedo. Además, es precandidato del Partido Socialismo y Libertad (PSOL) a la presidencia de la República. Boulos no era dirigente ni militante del PSOL, se afilió recientemente a partir de una alianza construida entre el partido y un grupo de movimientos sociales para lanzar su candidatura presidencial. La candidata a la Vice-Presidencia será Sônia Guajajara, coordinadora de la Articulación de los Pueblos Indígenas del Brasil (APIB). #DeFrente conversó con él en Brasilia.

 “Política no se hace sólo en las urnas, en el Parlamento, en los palacios: política se hace en la calle”
#DeFrente: Brasil, en el último período, vio emerger con fuerza el carácter oligárquico de varias instituciones, además del aumento de la represión a los movimientos sociales, el golpe contra Dilma y el comportamiento de los tribunales en el caso Lula. ¿Qué posibilidades hay para una disputa democrática, y qué lleva al MTST y ese campo social más amplio que lleva a la candidatura a comprender que es importante dar esta disputa en este momento?

Tenemos hoy en Brasil una institucionalidad viciada, un sistema político que está en el suelo, que perdió la capacidad mínima de cohesionar a la sociedad, de formar mayorías  y que, finalmente, se expresa en una crisis de representatividad, en un sentimiento de anti-politica generalizada en nuestra sociedad. Nadie se  siente representado por este sistema político, a excepción del 1% que siempre ha capturado el Estado brasileño.

 Existe un movimiento que profundiza el vaciamiento democrático. Ese proceso no se inició con el golpe, pero sí consumó ese vaciamiento institucional y generó una situación en la que tenemos un Ejecutivo ilegítimo, un Legislativo sin moral -quien condujo el golpe parlamentario en Brasil fue Eduardo Cunha, un delincuente renombrado, hoy en la cárcel- y ese vacío de poder fue aprovechado por el poder judicial. El poder judicial ocupó en Brasil, así como en otros países de América Latina, un papel que antes fue ocupado por los militares, tiempo atrás, en el siglo XX: un papel de tutela, de apropiación de la política en un momento de crisis de poderes.

 En ese escenario, nosotros debemos tomar la lección de que ya no es posible que la izquierda haga una apuesta restringida a la institucionalidad, ya no es posible creer que vamos a viabilizar un proyecto de transformación en el país con ese modelo de gobernabilidad. El modelo de gobernabilidad que se basa solo en las mayorías parlamentarias falló, porque la forma histórica de construir esas mayorías en Brasil es una vitrina de negocios. Eso es lo que está en el origen del sentimiento de desesperanza de las personas en relación a la política, de las desmoralización de la política de cara a las mayorías del pueblo.

Entonces nosotros debemos desafiarnos a pensar formas de participación popular y a construir esas formas, tanto en la práctica como en el proyecto político que presentamos. En la práctica, significa entender que no basta con disputar el proceso electoral. Las campañas electorales tienen que ser momentos de movilización de la sociedad, para disputar un proyecto de país, pero al mismo tiempo debe tener la capacidad de restituir la esperanza, debe movilizar personas, debe construir respaldo. Porque la victoria de Dilma y después el golpe en su contra, demuestran que no es suficiente ganar la elección; tú puedes ganar la elección, pero si no estás respaldado por una movilización de la sociedad, en un proceso organizativo más profundo: o eres forzado a usar  los mismos viejos acuerdos con los sectores más atrasados de la política, o no se sustenta y cae. Entonces, el factor de movilización de la sociedad, que pasa por un papel protagonista de los movimientos sociales, debe ser visto como un componente de la política. Política no se hace sólo en las urnas, en el Parlamento, en los palacios: política se hace en la calle.

 

Al mismo tiempo, nosotros tenemos que osar presentar un proyecto de profundización y radicalización de la democracia.  La democracia no puede ser apretar un botón cada cuatro años y después “dejar la política para que la hagan los políticos”. La democracia debe ser un proceso de participación permanente, con plebiscitos y referendos sobre los temas fundamentales, con estímulo a que los consejos populares puedan participar de las decisiones políticas, inclusive presupuestarias, del Estado.  Nosotros debemos posicionar una democracia con “D” mayúscula, donde las personas sean parte del proceso político. Es poner al pueblo en el tablero, acercar el poder a las personas. Esa debe ser una característica esencial de nuestro proyecto.

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Cuando construímos una alianza (que es una alianza entre un conjunto de movimientos sociales, el PSOL, ahora con el PCB, que también va a componer la coalición partidista) para disputar el proyecto de país, pasó por esas dos comprensiones: primero, de que la política no se hace sólo con los partidos y con la disputa electoral: por eso una alianza con los movimientos sociales, y segundo, de que nosotros tenemos la necesidad de presentar a la sociedad brasileña, delante del vaciamiento de la democracia y delante de los riesgos de retrocesos mayores, un proyecto de democratización de la sociedad y de la política.

 

 

 

#DeFrente: En un escenario de aumento de la represión, ¿cómo interpretas la intervención federal militar en la seguridad pública de Río de Janeiro y, más recientemente, la ejecución política de la concejala Marielle Franco? ¿Crees que existe el riesgo de que Brasil se encamine a un Estado más parecido al de Colombia o México, que practican la eliminación sistemática de la oposición social y política?

 

Lo que pasó en Rio es muy grave. Hay dos asuntos significativos que necesitamos entender en cuanto a la intervención federal y militar. El primero de ellos es insistir en la lógica de la guerra como la forma de alcanzar la seguridad, profundizar la violencia de Estado sobre la supuesta perspectiva de combatir la violencia. Y, en este caso, la dicha guerra contra las drogas fracasó, en Brasil y en todo el mundo. Esta política de militarizar las favelas bajo el pretexto de combatir el narcotráfico sólo provocó un genocidio de la juventud negra y pobre; no combatió el narcotráfico, sólo creció en el último período. Tienes que combatir el crimen organizado enfrentando las grandes oligarquías que controlan efectivamente el tráfico de drogas y el tráfico de armas en el país. Y esa no es la lógica de la política de guerra a las drogas. La intervención en Rio refuerza esa política de  sólo más militarización.

 

Un segundo problema de esa intervención es que utiliza una idea muy peligrosa que se ha difundido en la sociedad, principalmente en momentos de crisis, de inseguridad, de desesperanza: la idea de que la fuerza se debe hacer cargo. Esa es la misma idea que está haciendo que Bolsonaro (candidato presidencial de la ultraderecha) tenga un 20% de las intenciones de voto en las encuestas: “los militares se hacen cargo”. Moverse con esa idea es algo peligroso, porque después no controlas para donde va. Soltar a un pitbull es fácil, lo difícil es después agarrarlo. Nosotros ya vimos a que llevó eso en Brasil y en América Latina.

 

La intervención no soluciona el problema de la seguridad pública en Rio. Puede generar una sensación inmediata de seguridad, por eso tiene la aprobación de buena parte de la población, hasta este momento. Pero así como las UPPs (Unidades de Policía Pacificadora) tuvieron su comienzo en Rio de Janeiro, después no se sustentaron como política, ya que fueron una “jugada de marketing”. Generaron una sensación de seguridad, pero luego esa sensación fue vencida por la realidad, porque es una política ineficaz, no funciona. Al contrario, funciona para continuar exterminando a la juventud pobre y negra de las periferias.  

 

En el caso de Marielle tenemos algo muy serio, porque ocurrió en un contexto de intervención, pero no sólo eso: es un crimen político. Marielle no fue blanco de una bala loca. Es un crimen simbólico: Marielle era una de las lideresas políticas más combativas y más promisorias de Rio de Janeiro. Mujer, negra, nacida en una favela, lesbiana, una lideresa que cargaba con un simbolismo de luchas del pueblo brasileño fuertísimo por sus características. Marielle denunciaba los abusos policiales y la intervención en Rio, era militante del PSOL, mujer de izquierda. Representaba ideas. Nosotros exigimos justicia, pero más que eso, la mejor respuesta que podemos dar es llevar el legado de Marielle adelante. Como dijo en estos días Jean Wyllys (diputado federal del PSOL por Rio de Janeiro), en un bello discurso “las ideas son a prueba de bala”. Creo que esa es la lección que sacamos de este proceso. 

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#DeFrente: Su candidatura junto a Sonia Guajajara, representa a los excluidos de las periferias urbanas, a los pueblos de las selvas, a los pueblos indígenas. ¿Cuáles son las principales reivindicaciones y propuestas de la candidatura, que provienen de esos mundos y de todo el conjunto de los movimientos sociales que componen esa coalición?

 

Lo primero que tengo que decir, es que tengo el mayor orgullo de componer una lista con Sonia. Ella es una de las mayores lideresas indígenas de Brasil. Nordestina, guerrera y con una sintonía muy fuerte, no solo en nuestra relación, sino en la relación del MTST con la APIB (Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil) y también con otros movimientos, como Mídia Ninja. Que el PSOL haya tenido la apertura y generosidad de acoger un proceso más amplio junto a movimientos sociales fue algo muy importante y demuestra la fuerza con que viene esto y lo inédito que tiene: son dos líderes de movimientos sociales disputando la presidencia de la séptima mayor economía del mundo, en un país en contexto de golpe, en un país en contexto de criminalización. Es un desafío enorme. Nosotros estamos haciendo una construcción programática con la cara de un proyecto que la gente quiere para el país.

 

Nosotros tenemos que ser coherentes con lo que la gente defiende, con lo que la gente cree y esa posición programática tiene que ocurrir a varias manos, con encuentro de ideas, con diversidad de posiciones políticas construyéndose de abajo para arriba. Nosotros comenzamos eso, incluso cuando la candidatura no estaba situada colocada, en el proceso del Vamos: una experiencia extraordinaria, seis meses de debate en el segundo semestre de 2017, más de 50 debates en todas las regiones de Brasil, más de 150 mil personas por la plataforma virtual que presentaron propuestas sobre los grandes temas nacionales, sobre las cuestiones que interesan para la vida de las personas, el 99%. Esto generó una primera síntesis. Esta síntesis es la base de nuestro programa para Brasil, pero queremos ir más allá. Nosotros ahora estamos montando grupos de trabajo con lo mejor que hay de la intelectualidad progresista brasileña junto a líderes de movimientos sociales  y esos grupos de trabajo van a sistematizar los resultados del Vamos y presentarán un resultado programático, más cualificado. Encima de ese resultado, nosotros vamos a reabrir plenarias en Brasil entero: van a ser por lo menos 16 de ellas en 16 ciudades diferentes de Brasil, para discutir nuestros ejes programáticos.

 

Desde ya, nosotros tenemos algunos ejes de la campaña. Primero, nosotros necesitamos deshacer el estrago que fue hecho en Brasil: no es posible hablar de un gobierno popular para las mayorías sin un referendo para revocar las medidas del gobierno ilegítimo de Temer. Una segunda cuestión es el combate radical y profundo a la desigualdad. Brasil es uno de los países más desiguales del mundo. Como mostró un informe de la Oxfam hace pocos meses atrás, seis billonarios tienen más que cien millones de personas. Esa desigualdad se expresa en la renta, en las riquezas, en la distribución de tierras, en todo. Esa desigualdad se expresa contra los negros, contra las mujeres (en términos de desigualdad salarial, incluso). Es un abismo social en Brasil. Eso debe ser enfrentado con políticas decididas, haciendo al piso de arriba pagar la cuenta que nunca pagó.

 

El capitalismo brasileño nosotros le llamamos “capitalismo de la Casa Grande”, ya que así era llamada la casa en que residía la familia de los propietarios de esclavos, en oposición a la senzala, donde estos últimos. Nosotros necesitamos una reforma tributaria profunda. El rico en Brasil, proporcionalmente, paga mucho menos impuesto que el pobre y la clase media. El impuesto sobre la renta en Brasil es menos del 20% de la recaudación. En los Estados Unidos, país que no puede ser acusado de bolivariano, es 40%. El impuesto sobre la herencia es de un 7%; la tributación a la ganancia y dividendos no existe; quien tiene un auto viejo paga impuesto, quien tiene un jet, no. Son distorsiones profundas que reproducen una lógica de desigualdad. El sistema financiero brasileño no es regulado: las tasas de interés son de las más altas del mundo; el spread bancario, uno de los más altos del mundo. O sea, en Brasil no hay regulación, es una verdadera Disneylandia financiera. El Estado brasileño es un Robin Hood al revés. Nosotros necesitamos modificar eso. Un punto de partida es un reforma tributaria progresiva, que haga al rico pagar impuestos y, al mismo tiempo, regule el sistema financiero y a los bancos.

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Y una tercera medida fundamental que nosotros tendremos como base de la construcción de nuestro programa es la radicalización democrática, ya hablé de eso aquí: plebiscitos, referendos para asuntos fundamentales, aproximar el poder al pueblo. Transformar mayorías sociales en mayorías políticas.

 

 

#DeFrente: ¿Cómo interpretas el papel que el PT va a desempeñar en estas elecciones y en los próximos años, en ese nuevo ciclo político que de alguna manera se está iniciando ahora, en especial si Lula  fuese impedido, por la persecución judicial, de ser candidato? ¿Cuáles van a ser la estrategia y la visión de su candidatura y de ese campo político del Frente Povo Sem Medo (Frente Pueblo sin Miedo) y PSOL, en la relación con el PT?

 

Primero, nosotros defendemos de manera clara el derecho de Lula a ser candidato. El hecho de que tengamos diferencias políticas con el PT o con Lula, no nos hace cómplices de la injusticia. El proceso que juzgo a Lula fue un proceso sin pruebas, fue una condena política, en que sectores de la Justicia actuaron como jefes de partido, con visible interés en retirar a Lula del proceso electoral, en el tapetão como décimos (cuando un equipo de fútbol pierde un partido en la cancha, pero gana con un decisión judicial). Entonces la defensa del derecho de Lula a ser candidato no es la defensa del programa político que Lula y el PT presentan, es una defensa democrática: hoy con Lula, ¿con quién va a ser mañana?

 

Cuando la Justicia resuelve hacer política, es muy grave. Yo creo que hoy, en Brasil, tenemos dos tareas en relación a lo de Lula: una es la resistencia al golpe y a todo lo que representa (represión, retirada de los derechos, etc). Esa resistencia tiene que ser lo más amplia y unitaria posible: toda la izquierda y todos los sectores democráticos tienen que caber en una resistencia como esa, tiene que ser la democracia contra la barbarie.

 

Al mismo tiempo en que nosotros tenemos que resistir y combatir el golpe, tenemos que aprender las lecciones de éste y ahí es donde se colocan nuestras diferencias. No es posible querer recomponer un modelo de alianzas con los viejos partidos oligárquicos. O sea, después de que el PMDB haya tramado un golpe, tú no puedes aprender esa lección y hacer nuevamente alianzas con ellos, como han sido hechas por el PT en varios estados, eso no es aceptable. El momento hoy, por la crisis económica, por el agravamiento de la polarización de Brasil, es un momento en que ya no es posible una estrategia de conciliación, de “ganar-ganar”. Ese capitulo se cerró. Nosotros estamos en un momento en que ya no da para tener avances sin enfrentar privilegios, no da para avanzar en los derechos sin conflicto. Es eso lo que esta puesto hoy para la realidad brasileña y para buena parte de los países de nuestra América Latina. Eso marca la construcción de nuevos ciclos de la izquierda. Cómo el PT va a posicionarse en ese proceso depende de cómo va a colocarse en esas dos encrucijadas: si delante de un sistema político fallido va a insistir en un viejo modo de hacer política o no. Lamentablemente, hasta ahora, no ha dado señales de cambio.

 

 

#DeFrente: Los gobiernos del PT privilegiaron a las naciones del BRICS y no a las del ALBA. ¿Cuál sería la política de un eventual gobierno suyo para la región?

 

La prioridad es la integración Sur-Sur, la integración con América Latina y con África. Esa es una prioridad, no sólo pensando en relaciones económicas de comercio exterior, sino pensando en relaciones políticas históricas. Evidentemente, no es posible decir que un gobierno de izquierda no va a tener relación con otros países, no va a tener relación con China, con India, con Rusia. Es evidente que va a tener. Ahora, nuestra prioridad es el fortalecimiento de la relación Sur-Sur y en especial de la integración latinoamericana y el ALBA es una expresión importante de eso. El ALBA necesita ser fortalecido y ampliado.

 

 Por Nicolás Valenzuela Paterakis y João Telésforo

Con la colaboración de Mariana Cruz, Daniela Miranda y Salvador Ferrer

 

#DeFrente, 2018

 http://revistadefrente.cl/guilherme-boulos-precandidato-presidencial-de-los-movimientos-sociales-brasilenos-dialoga-con-defrente/

 

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