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Venezuela: elecciones, desafíos económicos y el futuro de la revolución

El próximo domingo hay elecciones presidenciales en Venezuela. La tinta habló con Giordana García Sojo sobre el convulsionado panorama que atraviesa el país.

Por Redacción La tinta

Giordana García Sojo, investigadora venezolana y analista en temas latinoamericanos, dialogó con La tinta sobre los comicios en Venezuela que se realizan el 20 de mayo. Los desafíos del chavismo frente a la reelección de Nicolás Maduro, una crisis económica cada vez más profunda, la injerencia internacional que intenta fracturar al pueblo venezolano y la apuesta por la “soluciones” comunales fueron algunos de los temas abordados.

—¿Cuáles son las expectativas para las próximas elecciones presidenciales?

—Lo primero es mantener la paz. Luego de meses de dosis letales de violencia inducida en 2017, la gente ha demostrado que prefiere y defiende la paz. La oposición tradicional (lo que queda de la Mesa de la Unidad Democrática – MUD) ha hecho llamados a retomar las calles y marchar en contra de las elecciones del 20 de mayo. La respuesta de sus seguidores ha sido nula. La mayoría se opone a la vía violenta de nuevo, eso es un hecho.

Ante la falta total de músculo popular, la derecha tradicional llama a la abstención y al desconocimiento de las elecciones, con el aval de la llamada “comunidad internacional” dirigida abierta y directamente por el gobierno de Estados Unidos. En este escenario, la expectativa mayor es que se den los comicios en paz, con un nivel de participación digno de la historia electoral de los últimos 20 años de Venezuela. Hay que recordar  que el país ha llevado a cabo las elecciones con menos abstención de la región. Además, esperamos que se reconozcan los resultados, tanto por los candidatos participantes como por la otra amplia y diversa comunidad internacional, aunque damos por descontado que los países alineados a las doctrinas del gobierno de Trump no lo harán.

Por otro lado, la gente ansía una respuesta contundente que frene el descalabro económico que ha disparado la inflación y el contrabando de productos, algo que ha sumido al país en una crisis económica permanente. Las elecciones se proyectan como el momento límite para concretar un plan de activación económica. Lo esencial será la dirección que este plan asuma, tomando en cuenta que la vía más coherente para salir de la crisis es lograr un acuerdo basado en el diálogo democrático, como ha propuesto el presidente y candidato Nicolás Maduro. Desde el chavismo popular, la expectativa entonces es que este acuerdo, si bien incorpore a todos los sectores democráticos y con vocación nacional del país, profundice los derechos sociales adquiridos durante años de Revolución Bolivariana. Si ganara la oposición, sea cual fuere el candidato, lo más probable es que se imponga un paquetazo neoliberal como el que sucede hoy en Argentina y hasta con un más pronunciado tono revanchista.

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—¿Qué posición tomó la oposición venezolana frente a los comicios?

—La oposición atraviesa un cisma interesante que podría significar la reconfiguración de la polarización, en tanto se deslinde el ala que promueve la violencia y la injerencia extranjera y se abra paso a una oposición que pueda disputar en lo político mediante las reglas democráticas. Hasta el momento, Henri Falcón y el pastor evangélico Javier Bertucci apuestan por el camino electoral y avanzan en esa vía hacia la captación de votos tanto del sector que siempre fue opositor al chavismo como de posibles “votos castigo” o votos en contra del gobierno por descontento o desencanto. Sin embargo, las propuestas concretas en lo económico y social de estos candidatos hasta ahora han sido bastante escuetas. Básicamente plantean contrarrestar la crisis económica dolarizando la economía. Además, no logran ponerse de acuerdo sobre la unión de las candidaturas. La MUD por su parte se enfrenta a una cada vez más definitiva disolución, y día a día pierde líderes que se suman a la vía electoral como el caso reciente de Jesús Chúo Torrealba, quien fuera secretario general de la MUD.

Mientras tanto, el ala radical de la oposición implora, sin ningún tipo de pudor, la “intervención humanitaria”, como dijera el viejo líder de la derecha venezolana Antonio Ledezma. La vocación antinacional de este sector es muy peligrosa, promueven un total desconocimiento de los logros del chavismo, no solo a nivel de gobierno sino, sobre todo, de identidades y subjetividades. Esta oposición niega el chavismo en todas sus manifestaciones, lo elimina de su horizonte de acción, simplemente no reconoce al otro. Ante tal suprematización de la oposición, las elecciones se presentan como un escenario de reafirmación y defensa de la democracia real.

¿Cómo afecta en las elecciones la crisis interna en Venezuela?

—La problemática más acuciante es la inestabilidad económica. Sin suplantarla del todo, la economía ha desplazado a la política en la cotidianidad de la sociedad venezolana, una de las más politizadas de la región. Estas elecciones se proyectan ya no desde el sentido épico del enfrentamiento de contrincantes y proyectos (que lo hay), sino como el trámite democrático y pacífico (cualidades clave para entender la participación) que permitirá avanzar hacia una posible estabilidad económica. La gente quiere soluciones, y la única vía de concretarlas sigue siendo la política. La vía electoral se desapasiona, pero no pierde la capacidad resolutoria. Se erige como la opción más cercana a una posible solución de los conflictos cotidianos generados por la crisis económica. La opción de la intervención extranjera más bien tiende a cohesionar afectos e identidades nacionalistas por lo que no se concreta como una opción anhelada ni viable para la mayoría.

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—¿Cuál es el nivel real de injerencia extranjera frente a los comicios?

—El derecho internacional pareciera estar en suspensión, el caso de Venezuela es sintomático de ello. Como en la Organización de Estados Americanos (OEA) no se logró el consenso para aplicar la Carta Democrática contra Venezuela, inventaron expresamente el Grupo de Lima, una coalición de países para atacarla “en nombre de la democracia”. Luego un tribunal “en el exilio” intenta desconocer al gobierno de Maduro y generar una instancia paralela de gobierno desde Colombia. Son todos hechos ilegales e improcedentes en democracia, pero que sin embargo suceden y hacen presión en nombre de lo que atropellan. Creo que nunca se había visto que presionaran y sancionaran al máximo a un gobierno por querer hacer elecciones. Y si tomamos en cuenta que son elecciones que la oposición política había solicitado adelantar innumerables veces, es más incoherente y arbitraria aún la medida. El guion contra Venezuela repite paso a paso la escalada de intervencionismo aplicada a países no alineados al poder corporativo que comanda Estados Unidos. Sin embargo, el gobierno de Trump está inmerso en una serie de conflictos que parecieran acrecentarse con la salida del acuerdo nuclear con Irán y la pulseada con Rusia y China, sobre todo, en el caso de Siria. El hecho es que la oposición injerencista sin Washington no tiene plan ni proyecto y se diluye en el desgaste.

¿Cómo afecta en las elecciones la crisis interna en Venezuela?

—La problemática más acuciante es la inestabilidad económica. Sin suplantarla del todo, la economía ha desplazado a la política en la cotidianidad de la sociedad venezolana, una de las más politizadas de la región. Estas elecciones se proyectan ya no desde el sentido épico del enfrentamiento de contrincantes y proyectos (que lo hay), sino como el trámite democrático y pacífico (cualidades clave para entender la participación) que permitirá avanzar hacia una posible estabilidad económica. La gente quiere soluciones, y la única vía de concretarlas sigue siendo la política. La vía electoral se desapasiona, pero no pierde la capacidad resolutoria. Se erige como la opción más cercana a una posible solución de los conflictos cotidianos generados por la crisis económica. La opción de la intervención extranjera más bien tiende a cohesionar afectos e identidades nacionalistas por lo que no se concreta como una opción anhelada ni viable para la mayoría.

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—Si triunfa el chavismo, ¿qué medidas urgentes tendría que tomar para el próximo mandato?

Es indudable que el gobierno tiene mucho que recomponer y replantear para ganar de nuevo la confianza y el sentido de identidad entre el pueblo y la dirección. Es positivo que el presidente Maduro se refiera en la campaña a la necesidad urgente de hacer una “revolución dentro de la revolución” y de cambiar radicalmente los procesos de gobierno para erradicar el burocratismo y la corrupción. Lo evidente y urgente es superar el descalabro económico, para ello es importante el acuerdo de trabajo con todos los sectores productivos del país, desarrollar e informar con más eficacia sobre la economía basada en petros, recuperar la fuerza punitiva del Estado ante los crimines económicos y, creo muy importante, reconocer y apoyar las economías productivas comunales, que han sido soslayadas en los últimos años y que constituyen la potencia de transformación social más significativa de la Revolución Bolivariana. Volver de frente a las experiencias de empoderamiento popular y comunal, profundizar la democracia participativa, no abandonar el campo del ensayo socialista, así aún dependamos de lógicas capitalista y rentistas de producción, es el horizonte que debe mantenerse como proyecto cultural, social y económico del chavismo.

Desde 2002 la Revolución Bolivariana no ha dejado de estar asediada por todos los flancos: satanización de sus líderes, sabotajes de todo tipo, financiamiento de la violencia, sanciones y bloqueos externos. Sin embargo, el chavismo no claudica, sigue siendo una fuerza política y simbólica importante, con disputas claras, por eso creo en su capacidad para lograr una síntesis entre la resistencia y la ofensiva y seguir avanzando.

*Por Redacción La tinta

 

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