Martin Birman
Buenos Aires, 8 de mayo de 2018
Las ideologías de derecha, antidemocráticas por definición, encuentran, en los procesos inflacionarios, momentos ideales para llegar al poder. Tanto aquellas abiertamente autoritarias, como las que bajo una máscara institucionalista y republicana avanzan sobre los derechos sociales y el disciplinamiento de la protesta, encuentran propicias estas situaciones para alcanzar el poder. Esto se da sobre todo en países con una poderosa clase trabajadora ya sea al nivel de lxs ocupadxs como desocupadxs. Es que aquellas personas cuyos intereses de clase coinciden con los de la clase media -aunque no necesariamente pertenezcan a esta clase- encuentran en el poder de negociación de lxs anteriores -que les permite a veces ganarle a la inflación, otras no perder y otras perder poco- la causa del aumento desmedido del costo de vida.
No pocos ejemplos existen de esto. El fascismo pos toma de fábricas e hiperinflación en Italia, el Nazismo pos crisis de la deuda -fruto de las compensaciones por la Primera Guerra Mundial- que también llevó a una hiperinflación, la dictadura argentina del ’76 pos Rodrigazo, el menemismo pos hiperinflaciones de Alfonsín y del propio Menem son algunos de ellos.
No obstante estas afirmaciones requerirían mayores investigaciones y desarrollos de los que podemos hacer en este momento, creemos que estos preceptos son claves para comprender la llegada al poder del macrismo -en un importante contexto inflacionario- y las medidas inconexas, casi desesperadas que el gobierno viene tomando y que llevan al descalabro de los últimos días -podríamos decir que lo único que las cohesiona es darle más a los que más tienen. Es que el precepto que sigue al anterior implica que para llegar a ser hegemónicos estos gobiernos de derecha y sus ideas deben mostrarse efectivos en el control de la mencionada inflación -y en segundo lugar de diversos índices macroeconómicos. Esto se evidencia durante el menemismo con la convertibilidad que permitió superar las primeras turbulencias atravesadas durante su primer mandato y garantizar una continuidad de sus políticas durante 12 años. Y es esto lo que no viene logrando controlar Cambiemos. Luego de un primer año con una inflación superior al 40% se están sucediendo dos con inflaciones, en principio, no menores al 20/25% lo que contribuye a su fracaso político y a la disolución de sus sueños de hegemonía.
El problema de la devaluación
Durante la campaña previa a las elecciones de 2015 numerosos economistas afines al PRO se planteaban como objetivo que los salarios crecieran menos que la devaluación de la moneda y que los precios crecieran por debajo de los salarios. Si esto es muy difícil de lograr, sin una fuerte regulación del mercado esto es imposible.
Convencido de su discurso de propaganda, el gobierno liberó el dólar a los vaivenes del mercado sin tomar medidas capaces de controlar posibles descalabros. La devaluación inmediata del 40% se condijo con una inflación del 41%, contradiciendo lo planteos que, por entonces, hiciera Pratt Gay. Ya en 2017 la inflación corrió casi todo el año por delante de la devaluación. Sería recién a fines de año que la moneda se depreciara en relación a las monedas extranjeras a un ritmo mayor generando, a su vez, un nuevo rebrote inflacionario.
Desde ese momento el dólar se ha mostrado tambaleante. Esto, para un gobierno que no contempla en modo alguno la regulación del mercado de consumo implica el riesgo de que las ya evidentemente distorsionadas metas inflacionarias se queden demasiado cortas. La posibilidad de que la inflación de 2018 supere a la de 2017 marcaría prácticamente el entierro de la experiencia política del PRO y en especial de su capacidad propositiva. Es aquí donde la brusca tendencia a la devaluación de los últimos días, entra a tallar.
¿Qué pasó en los últimos meses? -Orígenes internos de la corrida
Recogido el guante del 40% de inflación de 2016, el gobierno encontró en el control del tipo de cambio y en la contracción de dinero circulante una de las recetas para tender a la baja de la inflación. Ahora bien, esto dada su concepción de la economía, los sectores que representa y las promesas de campaña no podía realizarse por medio de una regulación directa. Es así que se desarrolla la política de las Lebacs -un tipo de bono del mercado central. Las tasas altas en Lebacs supieron ser una atracción para capitales especulativos internacionales – casi la única inversión que llegó al país que no genera trabajo y que por regla se lleva más de lo que inyecta. Se generó la llamada bicicleta financiera: el Ministerio de Hacienda toma deuda en dólares y se los vende al Banco Central (BCRA). El banco central cumple dos funciones. Por un lado, introduce esos dólares en el mercado por medio de lo cual se financian el turismo, la fuga de capitales y la desigual balanza de pagos -se van más dólares por importación de los que se obtienen por importación. De este modo el banco central obtiene pesos que saca de circulación -al haber menos billetes se supone que la moneda perderá menos valor en relación a los bienes de consumo. Algo similar hace con las Lebacs. Las vende a altas tasas lo que no sólo ayuda a que entren dólares de capitales especulativos, sino al estar en pesos ayuda a sacar moneda de circulación.
Ahora bien, el riesgo de esta política es la liquidación de esas Lebacs. Si lxs tenedorxs no las quieren renovar se inyecta una gran cantidad de moneda que, o bien va al dólar y se producen bruscas devaluaciones, o bien va al mercado de consumo y produce una importantísima inflación. Esto en nuestro caso se agrava porque el volumen de Lebacs -más de un billón doscientos mil pesos- es un poco menor que todas las reservas del banco central por un lado y por el otro, es similar al total del circulante al día de hoy -en el caso hipotético de que se liquidaran todas las Lebacs se podría generar una megadevaluación o una hiperinflación cercana al 100% sin contar otros factores (esto no ocurrirá, es sólo para graficar la dimensión del problema). En esta situación al BCRA no le queda más remedio que sostener las tasas altas cuando no incrementarlas.
Ahora bien, las tasas altas son recesivas -es decir contribuyen al decrecimiento de la actividad económica productiva. La garantía de importantes ganancias -hasta hace unos meses eran de un poco más del 10% anual descontando la inflación- contribuye a que quien pueda invertir no se arriesgue a hacerlo a un mercado de bienes atravesado por la caída del consumo, sino que se asegure las ganancias en la bicicleta financiera.
Fue esto lo que llevó al gobierno a anunciar cierta flexibilidad de las metas de inflación -las reajustó al alza a pesar de que el porcentaje no se lo crea nadie- y a bajar las tasas de interés.
Ahora bien, fue esta medida la que comenzó una corrida al dólar -aumento de la compra y de la fuga del mismo- que si bien no tan fuerte como en los últimos días, comenzó en marzo. Es que se quitaron los controles a los capitales especulativos. Esto ayuda a que vengan fácil cuando pueden hacer negocios pero también a que se vayan fácil cuando el panorama no es tan claro.
¿Qué pasó afuera? Orígenes externos de la corrida
Para entender los condicionantes externos debemos comprender que en el mundo existe una importante masa de capital especulativo. Se trata de capital disponible para la “timba financiera”. Estos miles de millones de dólares, que no se invierten productivamente sino que van a un circuito en que el dinero produce más dinero, tienden a tener dos opciones:
1- Invertir en EE.UU. cuyas tasas tienden a ser bajas pero tienen garantizado el retorno.
2- Invertir en países como el nuestro a tasas considerablemente más altas pero con mayor riesgo.
En los últimos años las bajas tasas de interés de EE.UU. y, sobre todo su falta de variación a la alza contribuyeron a que muchos dólares salgan en busca de mayor rentabilidad. Esto se acentuó en parte en la crisis económica de ese país, que significó pérdida de puestos de trabajo y disminución del ingreso de los trabajadores. A EE.UU. le sirvió sacar de su propio mercado circulante cuando el mercado interno se movía menos -para evitar que el aumento relativo del circulante generara inflación.
Ahora bien, dado el crecimiento del empleo en los últimos meses -la tasa actual de desempleo de EE.UU. es del 3,9% y se están recuperando los empleos calificados- lo que implica al aumento del potencial de negociación salarial de lxs trabajadorxs, a EE.UU. le conviene repatriar dinero dado que tenderá a crecer el consumo. Para esto a aumentado su tasa de interés.
Es cierto que a simple vista parece poco. La tasa que estaba en un 2% pasó al 3%. Ahora bien, la tendencia alcista y la seguridad de un retorno nada despreciable para las enormes masas de capital disponible, se vuelven demasiado tentadoras para los capitales especulativos que tienden a volver rápidamente a EE.UU. Esto no sólo pasa en Argentina. Si bien hasta hace unos meses el dólar se devaluaba en todos lados menos en nuestro país, en las últimas semanas ha ganado importante valor en relación a las demás monedas del mundo. Es que la tendencia a la fuga no sólo se desarrolla en el país de Macri y compañía.
Una vez prendida la mecha, hay que bailar con la explosión
Como acabamos de ver el gobierno no miente cuando dice que el contexto internacional cambió. Ahora bien, no sólo cambió para Argentina, sino para todo el mundo y, sin embargo, no todo el mundo entró en nuestra crisis.
Quedará para el futuro analizar si lo que cometió el BCRA son errores o negociados. Lo cierto es que quedó preso de sus discursos. La idea de la flotación libre de la moneda es que el mercado cambiario se autorregula por lo que primero no intervino, luego vendió en dos meses casi 8.000 millones de USD -moneda que se llevaron lxs fugadorxs de capitales como el J.P. Morgan a un precio que es una “verdadera ganga”. En segundo lugar, luego de sostener una tasa de interés a la baja dio un giro brusco y la aumentó al 40%. En tercer lugar, cambió la regulación hacia los bancos -se les permitía tener el 30% de su capital total en dólares y se lo redujo al 10%.
Si bien el primer impacto de esta serie de medidas, tomadas una vez que la fuga estaba consumada, tuvieron por resultado la brusca caída del dólar, ésta se dio por los verdes que se inyectaron al mercado. Los bancos debieron vender dos tercios de lo que tenían atesorado.
Con todo, esto no evitó una nueva suba incluso mayor a la anterior. Hoy quedó evidenciado que los vaivenes del B.C.R.A. destruyeron la confianza de lxs especuladorxs en la obtención de aún mayores ganancias. Un 40% de interés significa un negoción pero también significa una inversión de enorme riesgo. Frente a ella, los capitales prefieren un negocio menor pero seguro, fugando los capitales a EE.UU. al 3% en dólares.
Y otra vez tocamos Fondo
Ante este panorama el Gobierno ha decidido concurrir al F.M.I. por varios motivos:
-En un contexto en que el crédito se encarece porque la guita va a EE.UU. y porque hay que ser muy osadx y optimista para prestarle a la Argentina el Fondo ofrece tasas de las más bajas del mercado.
-El fondo ofrece esas tasas a cambio de obtener potestades en la regulación de la economía argentina. Esto, que implica la destrucción de la calidad de vida de nuestro pueblo, tiende a generar tranquilidad en los mercados. Será el fondo quien garantice la rentabilidad del capital financiero. No es casual que después del anuncio el dólar volviera a bajar bruscamente de precio -esto no significa que lo hecho sea suficiente, cuando se trata de negocios el mercado no tiene fidelidades políticas.
El programa que se propone es muy similar al blindaje de diciembre 2000. En cuanto al monto sería muy parecido (30.000 millones de USD ahora contra 38.000 en el 2000). A su vez, el fin sigue siendo la bicicleta financiera que más temprano que tarde, los fugará -en dos años y cuatro meses de gobierno PRO ya se fugaron US$40.000 millones)-, lo mismo que ocurría en el 2000.
Lo que quedará será más deuda para nosotrxs y nuestras posteriores generaciones y una regulación de la economía al estilo Grecia y España.
¿Qué se podría haber hecho?
El gobierno decidió una regulación indirecta del mercado -y la llevó adelantes sólo cuando no le quedó otra. A la desregulación de los capitales especulativos se sumó la de las exportaciones -quita de retenciones y fin de la obligación de traer los dólares obtenidos al país. Así se desfinanció quedando a merced de lo que el crédito internacional pudiera obtener.
En segundo lugar, la apertura de las importaciones desequilibró aún más la balanza comercial. Si a esto se suma la liberación de compra de dólares -en 2017 el déficit por turismo fue de USD10.000 millones- el rojo fiscal se hace aún mayor.
Frente a esto el gobierno podría haber tomado otro rumbo. Dejando de lado lo más obvio que son las retenciones, se podría haber regulado directamente el capital especulativo -hubiera entrado menos pero se evitarían estas corridas-, se podría haber sostenido el control de la moneda extranjera -cepo cambiario-, se podría haber regulado el stock de dólares de los bancos y se podría haber vendido dólar futuro para dar mayor previsibilidad al valor de la moneda -ver nota:https://www.lanacion.com.ar/1898490-que-es-el-dolar-futuro-cinco-conceptos-clave-para-entenderlo-. Es de destacar que estas dos últimas medidas, aunque tarde, han sido tomadas en estos días.
Problemas estructurales
Así como es cierto que Cambiemos viene haciendo las cosas lo peor posible para el pueblo, lo cierto es que el ahorcamiento por falta de dólares es propio de la estructura de nuestro país. Argentina es un país dependiente, con manufacturas atrasadas y carente de una importante industria pesada. Esto hace que hagan falta dólares para comprar insumos y que lo que se produce a nivel de industria no se pueda exportar.
Durante el kirschnerismo sobre todo, en los últimos cuatro años se llegó un techo que requería un salto de inversión -que los privados de nuestro país no están en condiciones materiales ni psicológicas de hacer (ver Florestán Fernandes: https://es.scribd.com/document/375554356/Florestan-Fernandes-Capitalismo-dependente-e-classes-sociais-na-America-Latina-pdf)- que aumentara la competitividad de la industria nacional o un ajuste que redujera el déficit de cuentas.
El kirschnerismo tomó el país en un momento favorable: altos commodities que permitían el ingreso de muchos dólares, crecimiento del intercambio regional -de mayor paridad que con los países centrales- y numerosas industrias inutilizadas cuya puesta en funcionamiento no requería mayores inversiones. Esto no cambió la matriz dependiente del país. La regulación de los mercados más directa que la del PRO no evitó que se fugarán USD80.000 millones, pero sobre todo no logró transformar la estructura productiva de nuestro país. Siguiendo los planteos de la teoría de la dependencia, podemos afirmar que esto no es posible dentro del sistema capitalista.
Algunas perspectivas.
El gobierno sigue insistiendo con la meta del 15% de inflación. Objetivo que se da de traste con el panorama devaluador y la suba de tarifas. Para esto se propone aumentar el ajuste lo que tendrá efectos recesivos -decrece el consumo y el P.B.I. Esto marca los objetivos contradictorios que se presentan: fomentar el libre juego del mercado, garantizar rentabilidad a la gran burguesía local y a la transnacionalizada, generar crecimiento del país y disminuir la inflación (esa paritaria sin techo que imponen los empresarios).
A su vez la tensión con la oposición hace que la política tarifaria no pueda ser replanteada -sería interpretada como una derrota política. Con todo, el combustible ha visto congelado su precio por dos meses -cuando las aguas estén más calmas para que vuelva a subir.
Tres cuestiones en torno a esto son quizás las más complejas:
1- No está claro que las políticas propuestas garanticen la “confianza” necesaria por lo que la corrida y la devaluación podrían continuar.
2- La vuelta del fondo es la sanción a toda costa de la reforma laboral y demás reformas estructurales.
3- Este desastre económico va a condicionar a los próximos gobiernos sean del signo que sean -el mundo no está en condiciones de aceptar un nuevo default.
La caída de la imagen del gobierno, que toca sus niveles más bajos, abre las posibilidades a una oposición que no viene estando a la altura de las mismas -lo que más ayudaría al PRO a renovar mandato es la falta de fortaleza en la oposición-. Aún cuando aparezca alguien capaz de acumular poder electoral para vencer a cambiemos, nada bueno para el pueblo saldrá de allí, sobre todo nada que nos evite volver a caer en lo mismo. El campo no sólo está abierto, nos exige jugar, después de todo lo que acabamos de desarrollar es una gran puja de poderes, es decir una lucha política.