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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Mujeres empoderadas del Colegio Nacional Buenos Aires

“No debería ser nuestro lugar, pero tenemos que hacerlos deconstruir porque si no, no lo hace nadie”

Las pibas del Nacional Buenos Aires se organizan como Mujeres Empoderadas contra las violencias machistas, desnaturalizan las situaciones de abuso y construyen otras formas de relacionarse. El joven fantasma del feminismo recorre claustros estudiantiles, docentes y no docentes y espanta a unos cuantos. Esto pasa mientras la juventud no es noticiada.

 

“Hay un grupo de chicas del Colegio Nacional de Buenos Aires que se llama Mujeres Empoderadas que obliga a los profesores a hablar con la ‘e’”. No es exacto, pero el rumor se expande y llega, por ejemplo, a la Facultad de Psicología de la UBA.

Jornada feminista

Mujeres empoderadas es un grupo de cerca de 200 estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires que se empezó a reunir en diciembre pasado como espacio de autocontención frente a los repetidos casos de abuso. En menos de seis meses, logró realizar una “jornada”, uno de esos días sin clases en que los alumnos organizan ciclos de charlas, debates y actividades culturales (teatro, slam, recitados, exposiciones artísticas, intervenciones). Esta vez, una jornada feminista.

Ayer hubo una charla de Educación Sexual Integral, por la Asociación de Educadoras/es Sexuales, una de consentimiento que organizó la Defensoría de menores, una de noviazgos violentos por la Red de Psicólogos Feministas acompañada de un corto que hicieron chicas del colegio y varias charlas más (economía, ciencia, etc) y aulas temáticas con intervenciones artísticas como por ejemplo un aula que simulaba ser el lugar donde se realizaba un aborto clandestino en malas condiciones

Karen y Carmela, las dos estudiantes más jóvenes de las cuatro que dan esta entrevista usan la e con mayor frecuencia que las de 16 y 17 años, Julia y Mora. Cuando pifian, repiten la frase.

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-En lo que va del año hubo un quiebre muy grande. 2017 fue el tránsito hacia esto –cuenta una estudiante de segundo año -. El año pasado nadie sabía qué hacer, cómo tratarlo. De repente surgió esto y cada vez nos empoderamos más. Cada vez pensamos mejor qué es lo que tenemos que hacer.

Se refiere a casos de violencia de género como el caso de abuso que hubo hace poco menos de un año, cuando “el Colegio” estaba tomado contra la Secundaria del Futuro.  Gustavo Zorzoli, rector de la institución, envió una carta a la comunidad educativa informándolo y una madre o padre lo filtró a empresas periodísticas.

Así Zorzoli retomó las riendas y se puso a la cabeza en la carrera política-educativa. Puso en cuestión la capacidad de los jóvenes de tomar una medida de fuerza y volvió a las pantallas.

Hoy el rector del Colegio Nacional Buenos Aires se estaría preparando para retomar horas cátedra en el nivel superior en los que aún goza de extensísimas licencias, lo que lo habilitaría para tener cargos jerárquicos, justo mientras se debate el proyecto de ley de creación de la universidad de formación docente y el cierre de los profesorados y traductorados.

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-Dos varones pasan al frente y dicen las mismas ideas. La escena se repite todas las semanas- dice la misma piba.

A Mora se le quiebra la voz cuando cuenta que en una fiesta de las que organizan quienes se están por egresar, un pibe se le acercó para preguntarle cómo podía asegurarse de tener el consentimiento de otra chica para darle un beso. “Llegamos al punto de que se cuestionen esas acciones. Es hermoso y utópico”, celebra.

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Por los grupos de Whatsapp, Facebook e Instagram circulan imágenes que lo definen:

 

También les mueven el piso a los adultos. En cuanto se enteran del rumor que llegó a Psicología, imaginan desde dónde habrá surgido.

Julia está enojada con el claustro docente y, sobre todo, con las autoridades: “Muchas veces hay radiopasillos ‘ellas hicieron esto o lo otro’, y nadie se acerca a preguntarnos qué pasa. Otras veces, la institución nos hace sentir mal, desprestigia las denuncias, nos dicen: ‘Si era tu novio, te demostraba que te quería’, ‘la insistencia es coqueteo’. La institución, frente a todas estas denuncias, tuvo que hacer algo, por primera vez. Nos respondían que Estábamos avanzando y tuvieron que reaccionar porque se estaban quedando de lado. También nos pudimos contener entre nosotras y visibilizar estas situaciones. Desde que empezamos, bajó mucho la cantidad de casos de violencia. Nos sirve a todos para aprender qué es un abuso, para entender que hay situaciones que a nosotras nos hacen re mal. Tal vez ni te diste cuenta de que hiciste algo que era un abuso. Todo lo que venimos sacando es recontra positivo”.

Mora agrega que autoridades reprimen la difusión de escraches a abusadores e incluso hablan de bullying en vez de ocuparse de la violencia denunciada.

-Leés algún escrache y aprendés: te das cuenta de cosas que son abusos. Ahora tenés más cuidado. Empiezan a circular definiciones de qué es abuso – completa Carmela.

 

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También avanzan, ocupan espacios a los que, de un montón de maneras, se habían quedado afuera. No por nada Mujeres Empoderadas no es parte del Centro de Estudiantes. Todavía se están generando el espacio. En las marchas forman su propia columna para tener su espacio de sororidad, separadas de los abusadores.

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-Los varones nos venían dando cátedra sobre cómo sufríamos nosotras. No había mujeres ni siquiera coordinando espacios de feminismo –dice Mora.

Esa misma lógica, cuenta Karen, termina excluyendo a chiques de primero: no lo sienten como un espacio para ellos.

-Para ellos, pasar al frente, tomar la voz, ocupar cargos es más fácil porque siempre fueron más respetados, fueron criados así… Y ellos no se cuestionan por qué están en ese lugar –siguió Mora.

Lo que no tiene vuelta atrás

-Estar juntas hace que todas, todes, nos vayamos deconstruyendo. Vas aprendiendo cosas chiquitas o más grandes que antes no sabías y ni habías pensado. Me dejó muy en claro el concepto de sororidad. Estoy hace poco en el colegio, pero este año el concepto se materializó- dice Karen.

-Yo conocí la sororidad, nunca me había pasado antes. Estoy en un movimiento de mujeres en el que me siento acompañada –se sumó Mora-.

– No debería ser nuestro lugar, pero tenemos que hacerlos deconstruir porque si no, no lo hace nadie –aprendió Carmela.

-Me ayudó a entender que había cosas que habíamos naturalizado. Cada día vamos aprendiendo, pero yo ya puedo decir que a mí el feminismo me salvó la vida –festejó Julia.

 

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