Los días 13 al 15 de mayo de este año tuvieron lugar en Buenos Aires las jornadas de relanzamiento de la asociación gramsciana argentina, ahora bautizada como Asociación Gramsci Argentina (AGA). La misma se integrará a la Internacional Gramsci Society (IGS), con filiales en Italia, Brasil y México. Las jornadas constaron de mesas redondas, y sesiones de cinco grupos de trabajo temáticos. El diseño institucional de la Asociación es novedoso, ya que tiene una forma atípica para este tipo de asocaciones. La AGA se basa en la participación en grupos de trabajo, antes que en la participación individual.
En las jornadas se realizaron dos meses redondas sobre actualidad política en Argentina y América Latina. Por los expositores, denotan un interesante pluralismo político, pero basado en el debate político directo. El interés de los asociados en la flamante AGA es político, y teórico. La filología, tan presente en los especialistas en Italia sobre Gramsci desde hace varias décadas, estuvo prácticamente ausente en las sesiones de la Asociación Argentina. En este sentido, los usos de Gramsci en Argentina continuan siendo políticos, o bien teórico interpretativos de los procesos históricos. Lo que ha ocurrido en Italia desde los ochenta, en cambio, ha sido un traslado de la lectura y uso gramsciano ensimismado en sus propios textos. Los convocados por la asociación estamos preocupados por un uso politico, o analítico productivo, de las ideas e instrumentos gramscianos sobre la transformación de la realidad contemporánea.
Esta comparación por los usos de Gramsci en la actualidad deja muchos elementos de reflexión sobre los significados mismos de un intelectual perteneciente a otro período histórico, en el mundo contemporáneo. Si pensamos en la situación italiana es bastante claro que la voluntad de transformación del sistema ha perdido su rumbo. Muchos progresistas e izquierdistas siguen mirando América Latina como tierra de utopías o proyectos anticapitalistas. La situación europea, y más aún la italiana, es desesperante en este aspecto. La derrota del proyecto de cambio en Grecia, y la dudosa orientación que está tomando Podemos en el estado español actualmente, se han agregado, o han antecedido si se quiere, un giro fuerte hacia la derecha en la mayoría de los países. Tan solo quizá el fenómeno del nuevo laborismo inglés presenta esperanzas en el centro capitalista. Por supuesto que estas predominancias son temporales, y que la lucha de clases asesta golpes de resistencia como en Francia.
Este mapa es necesario para reflexionar sobre la base política del interés actual por la obra de Gramsci. Faltando toda preocupación de cambio real, lo que queda es, en el mejor de los casos, un interés por los textos mismos. Dicho esto, no obstante, la lectura crítica marxista no puede detenerse en la repetición, sino en la interrogación sobre el cambio en las lecturas y en la realidad. El mundo en el que vivió Gramsci ha cambiado significativamente. Se han derrumbado el Partido Comunista Italiano que le diera relevancia originalmente, y éste con el mundo “comunista”. Por eso se ha usado a Gramsci más como crítico de la hegemonía cultural, que como un revolucionario, sobre la base de cierto esceptisimo en la estrategia revolucionaria. Este debate sigue muy vivo en América Latina.
El relanzamiento de una asociación de estudios gramscianos expresa además la presencia de una nueva generación de estudiosos, intelectuales y militantes. Estos se han fogueando en las luchas en los 90 y 2000, bajo el peso de la derrota del proyecto comunista clásico. Estamos en una coyuntura nueva, como decíamos, en la que la fuerza moral de la lectura de Gramsci es muy importante. Pero también su filo crítico sigue siendo un instrumento básico en el análisis objetivo de la coyuntura, frente a la posibilidad de la consolidación de nueva forma de hegemonía capitalista o nuevas formas de la crisis. En lo que la mayoría de los participantes de las jornadas han acordado, es que lo que sí se puede predecir es la lucha.