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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Rosa en enero

Estos escritos de Rosa Luxemburgo que aquí presentamos son los últimos que producirá antes de ser asesinada. El carácter urgente y combatiente de su prosa, la denuncia de la brutal defección de sus otrora compañeros del socialismo, quienes diagraman la masacre de los trabajadores de la Comuna de Berlín y de la propia Rosa, se tornan una lectura imprescindible. De esas líneas emerge el retrato de una época, de un mundo, de la enorme lección de lucha y dignidad de los trabajadores berlineses pero también, sin buscarlo, la enorme grandeza de una figura como la de Rosa que, en el medio del desastre, no pierde un centímetro de sus esperanzas en la llegada de un mundo mejor.

   

El orden reina en Berlín 

Escrito en alemán por Rosa Luxemburgo el 14 de enero de 1919, la víspera de ser asesinada por los soldados de la Caballería de la Guardia del Gobierno del SPD. 

"El orden reina en Varsovia", anunció el ministro Sebastiani a la Cámara de París en 1831 cuando, después de haber lanzado su terrible asalto sobre el barrio de Praga, la soldadesca de Paskievitch había entrado en la capital polaca para dar comienzo a su trabajo de verdugos contra los insurgentes.

"¡El orden reina en Berlín!", proclama triunfante la prensa burguesa, proclaman Ebert y Noske, proclaman los oficiales de las "tropas victoriosas" a las que la chusma pequeñoburguesa de Berlín acoge en las calles agitando sus pañuelos y lanzando sus ¡hurras! La gloria y el honor de las armas alemanas se han salvado ante la historia mundial. Los lamentables vencidos de Flandes y de las Ardenas han restablecido su renombre con una brillante victoria sobre…los 300 "espartaquistas" del Vorwärts. Las gestas del primer y glorioso avance de las tropas alemanas sobre Bélgica, las gestas del general von Emmich, el vencedor de Lieja, palidecen ante las hazañas de Reinhardt y Cía., en las calles de Berlín.

Parlamentarios que habían acudido a negociar la rendición del Vorwärts asesinados, destrozados a golpes de culata por la soldadesca gubernamental hasta el punto de que sus cadáveres eran completamente irreconocibles, prisioneros colgados de la pared y asesinados de tal forma que tenían el cráneo roto y la masa cerebral esparcida: ¿quién piensa ya a la vista de estas gloriosas hazañas en las vergonzosas derrotas ante franceses, ingleses y americanos? "Espartaco" se llama el enemigo y Berlín el lugar donde nuestros oficiales entienden que han de vencer. Noske, el "obrero", se llama el general que sabe organizar victorias allí donde Ludendorff ha fracasado.

¿Cómo no pensar aquí en la borrachera de victoria de la jauría que impuso el "orden" en París, en la bacanal de la burguesía sobre los cadáveres de los luchadores de la Comuna? ¡Esa misma burguesía que acaba de capitular vergonzosamente ante los prusianos y de abandonar la capital del país al enemigo exterior para poner pies en polvorosa como el último de los cobardes! Pero frente a los proletarios de París, hambrientos y mal armados, contra sus mujeres e hijos indefensos, ¡cómo volvía a florecer el coraje viril de los hijitos de la burguesía, de la "juventud dorada", de los oficiales! ¡Cómo se desató la bravura de esos hijos de Marte humillados poco antes ante el enemigo exterior ahora que se trataba de ser bestialmente crueles con indefensos, con prisioneros, con caídos!

"¡El orden reina en Varsovia!", "¡El orden reina en París!", "¡El orden reina en Berlín!", esto es lo que proclaman los guardianes del "orden" cada medio siglo de un centro a otro de la lucha histórico-mundial. Y esos eufóricos "vencedores" no se percatan de que un "orden" que periódicamente ha de ser mantenido con esas carnicerías sangrientas marcha ineluctablemente hacia su fin. ¿Qué ha sido esta última "Semana de Espartaco" en Berlín, qué hatraído consigo, qué enseñanzas nos aporta? Aun en medio de la lucha, en medio del clamor de victoria de la contrarrevolución han de hacer los proletarios revolucionarios el balance de lo acontecido, han de medir los acontecimientos y sus resultados según la gran medida de la historia. La revolución no tiene tiempo que perder, la revolución sigue avanzando hacia sus grandes metas aún por encima de las tumbas abiertas, por encima de las "victorias" y de las "derrotas". La primera tarea de los combatientes por el socialismo internacional es seguir con lucidez sus líneas de fuerza, sus caminos.

¿Podía esperarse una victoria definitiva del proletariado revolucionario en el presente enfrentamiento, podía esperarse la caída de los Ebert-Scheidemann y la instauración de la dictadura socialista? Desde luego que no si se toman en consideración la totalidad de los elementos que deciden sobre la cuestión. La herida abierta de la causa revolucionaria en el momento actual, la inmadurez política de la masa de los soldados, que todavía se dejan manipular por sus oficiales con fines antipopulares y contrarrevolucionarios, es ya una prueba de que en el presente choque no era posible esperar una victoria duradera de la revolución. Por otra parte, esta inmadurez del elemento militar no es sino un síntoma de la inmadurez general de la revolución alemana.

El campo, que es de donde procede un gran porcentaje de la masa de soldados, sigue sin estar apenas tocado por la revolución. Berlín sigue estando hasta ahora prácticamente asilado del resto del país. Es cierto que en provincias los centros revolucionarios -Renania, la costa norte, Braunschweig, Sajonia, Württemberg- están con cuerpo y alma al lado de los proletarios de Berlín. Pero lo que sobre todo falta es coordinación en la marcha hacia adelante, la acción común directa que le daría una eficacia incomparablemente superior a la ofensiva y a la rapidez de movilización de la clase obrera berlinesa. Por otra parte, las luchas económicas, la verdadera fuerza volcánica que impulsa hacia adelante la lucha de clases revolucionaria, están todavía -lo que no deja de tener profundas relaciones con las insuficiencias políticas de la revolución apuntadas- en su estadio inicial.

De todo esto se desprende que en este momento era imposible pensar en una victoria duradera y definitiva. ¿Ha sido por ello un "error" la lucha de la última semana? Sí, si se hubiera tratado meramente de una "ofensiva " intencionada, de lo que se llama un "putsch". Sin embargo, ¿cuál fue el punto de partida de la última semana de lucha? Al igual que en todos los casos anteriores, al igual que el 6 de diciembre y el 24 de diciembre: ¡una brutal provocación del gobierno! Igual que el baño de sangre a que fueron sometidos manifestantes indefensos de la Chausseestrasse e igual que la carnicería de los marineros, en esta ocasión el asalto a la jefatura de policía de Berlín fue la causa de todos los acontecimientos posteriores. La revolución no opera como le viene en gana, no marcha en campo abierto, según un plan inteligentemente concebido por los "estrategas". Sus enemigos también tienen la iniciativa, sí, y la emplean por regla general más que la misma revolución.

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Ante el hecho de la descarada provocación por parte de los Ebert-Scheidemann, la clase obrera revolucionaria se vió obligada a recurrir a las armas. Para la revolución era una cuestión de honor dar inmediatamente la más enérgica respuesta al ataque, so pena de que la contrarrevolución se creciese con su nuevo paso adelante y de que las filas revolucionarias del proletariado y el crédito moral de la revolución alemana en la Internacional sufriesen grandes pérdidas.

Por lo demás, la inmediata resistencia que opusieron las masas berlinesas fue tan espontánea y llena de una energía tan evidente que la victoria moral estuvo desde el primer momento de parte de la "calle". Pero hay una ley vital interna de la revolución que dice que nunca hay que pararse, sumirse en la inacción, en la pasividad después de haber dado un primer paso adelante. La mejor defensa es el ataque.

Esta regla elemental de toda lucha rige sobre todos los pasos de la revolución. Era evidente -y haberlo comprendido así testimonia el sano instinto, la fuerza interior siempre dispuesta del proletariado berlinés- que no podía darse por satisfecho con reponer a Eichhorn en su puesto. Espontáneamente se lanzó a la ocupación de otros centros de poder de la contrarrevolución: la prensa burguesa, las agencias oficiosas de prensa, el Vorwärts. Todas estas medidas surgieron entre las masas a partir del convencimiento de que la contrarrevolución, por su parte, no se iba a conformar con la derrota sufrida, sino que iba a buscar una prueba de fuerza general.

Aquí también nos encontramos ante una de las grandes leyes históricas de la revolución frente a la que se estrellan todas las habilidades y sabidurías de los pequeños "revolucionarios" al estilo de los del USP, que en cada lucha sólo se afanan en buscar una cosa, pretextos para la retirada. Una vez que el problema fundamental de una revolución ha sido planteado con total claridad -y ese problema es en esta revolución el derrocamiento del gobierno Ebert-Scheidemann, en tanto que primer obstáculo para la victoria del socialismo- entonces ese problema no deja de aparecer una y otra vez en toda su actualidad y con la fatalidad de una ley natural; todo episodio aislado de la lucha hace aparecer el problema con todas sus dimensiones por poco preparada que esté la revolución para darle solución, por poco madura que sea todavía la situación. "¡Abajo Ebert-Scheidemann!", es la consigna que aparece inevitablemente a cada crisis revolucionaria en tanto que única fórmula que agota todos los conflictos parciales y que, por su lógica interna, se quiera o no, empuja todo episodio de lucha a su mas extremas consecuencias.

De esta contradicción entre el carácter extremo de las tareas a realizar y la inmadurez de las condiciones previas para su solución en la fase inicial del desarrollo revolucionario resulta que cada lucha se salda formalmente con una derrota. ¡Pero la revolución es la única forma de "guerra" -también es ésta una ley muy peculiar de ella- en la que la victoria final sólo puede ser preparada a través de una serie de "derrotas"!

¿Qué nos enseña toda la historia de las revoluciones modernas y del socialismo? La primera llamarada de la lucha de clases en Europa, el levantamiento de los tejedores de seda de Lyon en 1831, acabó con una severa derrota. El movimiento cartista en Inglaterra también acabó con una derrota. La insurrección del proletariado de París, en los días de junio de 1848, finalizó con una derrota asoladora. La Comuna de París se cerró con una terrible derrota. Todo el camino que conduce al socialismo -si se consideran las luchas revolucionarias- está sembrado de grandes derrotas.

Y, sin embargo, ¡ese mismo camino conduce, paso a paso, ineluctablemente, a la victoria final! ¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas "derrotas", de las que hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo! Hoy, que hemos llegado extraordinariamente cerca de la batalla final de la lucha de clases del proletariado, nos apoyamos directamente en esas derrotas y no podemos renunciar ni a una sola de ellas, todas forman parte de nuestra fuerza y nuestra claridad en cuanto a las metas a alcanzar.

Las luchas revolucionarias son justo lo opuesto a las luchas parlamentarias. En Alemania hemos tenido, a lo largo de cuatro decenios, sonoras "victorias" parlamentarias, íbamos precisamente de victoria en victoria. Y el resultado de todo ello fue, cuando llegó el día de la gran prueba histórica, cuando llegó el 4 de agosto de 1914, una aniquiladora derrota política y moral, un naufragio inaudito, una bancarrota sin precedentes. Las revoluciones, por el contrario, no nos han aportado hasta ahora sino graves derrotas, pero esas derrotas inevitables han ido acumulando una tras otra la necesaria garantía de que alcanzaremos la victoria final en el futuro.

¡Pero con una condición! Es necesario indagar en qué condiciones se han producido en cada caso las derrotas. La derrota, ¿ha sobrevenido porque la energía combativa de las masas se ha estrellado contra las barreras de unas condiciones históricas inmaduras o se ha debido a la tibieza, a la indecisión, a la debilidad interna que ha acabado paralizando la acción revolucionaria?

Ejemplos clásicos de ambas posibilidades son, respectivamente, la revolución de febrero en Francia y la revolución de marzo alemana. La heroica acción del proletariado de París en 1848 ha sido fuente viva de energía de clase para todo el proletariado internacional. por el contrario las miserias de la revolución de marzo en Alemania han entorpecido la marcha de todo el moderno desarrollo alemán igual que una bola de hierro atada a los pies. Han ejercido su influencia a lo largo de toda la particular historia de la Socialdemocracia oficial alemana llegando incluso a repercutir en los más recientes acontecimientos de la revolución alemana, incluso en la dramática crisis que acabamos de vivir.

¿Qué podemos decir de la derrota sufrida en esta llamada Semana de Espartaco a la luz de las cuestiones históricas aludidas más arriba? ¿Ha sido una derrota causada por el ímpetu de la energía revolucionaria chocando contra la inmadurez de la situación o se ha debido a las debilidades e indecisiones de nuestra acción?

¡Las dos cosas a la vez! El carácter doble de esta crisis, la contradicción entre la intervención ofensiva, llena de fuerza, decidida, de las masa berlinesas y la indecisión, las vacilaciones, la timidez de la dirección ha sido uno de los datos peculiares del más reciente episodio.

La dirección ha fracasado. Pero la dirección puede y debe ser creada de nuevo por las masas y a partir de las masas. Las masas son lo decisivo, ellas son la roca sobre la que se basa la victoria final de la revolución. Las masas han estado a la altura, ellas han hecho de esta "derrota" una pieza más de esa serie de derrotas históricas que constituyen el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y por eso, del tronco de esta "derrota" florecerá la victoria futura.

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"¡El orden reina en Berlín!", ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya "se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto" y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas:

¡Fui, soy y seré!

   

¿Qué están haciendo los jefes?

Publicado por primera vez en Rote Fahne, 7 de enero de 1919.

En la atmósfera encendida de la revolución, la gente y cosas maduran con rapidez increíble. Hace solamente apena tres semanas, cuando el Congreso de los Concejos de Obreros y Soldados terminó, parecía que Ebert y Scheidemann estaban en el cenit de su poder. Los representantes de las masas revolucionarias de obreros y soldados en toda Alemania se habían rendido ciegamente a sus jefes. Con la convocación de la Asamblea Nacional las manifestaciones en las calles fueron estériles, de esta manera se degrado el Consejo Ejecutivo, y con él los Concejos, impotentes figuras ridículas -¡que un triunfo para la contrarrevolución en toda la línea! Los frutos del 9 de noviembre parecían ser desperdiciados y derrochados, así la burguesía dio un suspiro de alivio otra vez, y las masas estaban perplejas y desarmadas, amargadas y, efectivamente, dudando. Ebert y Scheidemann se imaginaron ellos mismos en el máximo apogeo de su poder.

¡Tontos ciegos! Aún no han pasado veinte días desde entonces, y su poder ilusorio ha empezado a tambalearse de la noche a la mañana. Las masas son el poder real, el poder verdadero, en virtud de la acerada compulsión de la historia. Se uno encadenar por el momento, se puede oficialmente despojar a sus organizaciones de todo poder – pero necesita solamente se moverse, solamente enderezar sus espaldas obstinadamente, y la tierra temblará bajo los pies de la contrarrevolución.

Alguien que presenciara la demostración masiva de ayer en el Siegesallee, que sintió esta inflexible convicción revolucionaria, este humor magnífico, esta energía que las masas transmitieron, debe llegar a la conclusión de que políticamente los proletarios han crecido enormemente a través de su experiencia de las recientes semanas, en los más recientes eventos. Se han dado cuenta de su poder, y todo lo que se necesita es aprovechar este poder.

Ebert Scheidemann y sus clientes, la burguesía, que gimen incesantemente golpe de Estado, están en este momento experimentando la misma desilusión sentida por el último Borbón cuando su Ministro respondió a su llanto indignado sobre la "Rebelión" de las gente de París con estas palabras, "Señor, ésta no es una rebelión, es una revolución!"

Sí, es una revolución con todo su desarrollo caótico exterior, con su alternada disminución y flujo, con sus oleadas momentáneas hacia la toma del poder y los reflujos igualmente momentáneos de las oleadas revolucionarias. Y esta revolución está caminando paso a paso a través de todos estos movimientos de zig zag evidentes y está marchando irresistiblemente hacia adelante.

Las masas deben aprender a combatir, actuar en la lucha misma. Y hoy uno puede intuir que los trabajadores de Berlín en gran parte han aprendido a actuar; tienen sed de actos decididos de situación claras, de medidas radicales. No son las mismas de cómo lo eran el 9 de noviembre; saben lo que quieren y lo que deben hacer.

Sin embargo, ¿sus jefes, los organismos ejecutivos de su voluntad, están bien informados? ¿Tienen los jefes y delegados revolucionarios los grandes objetivos, y tienen la energía y la resolución de los elementos radicales del USPD que están creciendo mientras tanto? ¿Su capacidad para la acción está a la altura de la energía en crecimiento de las masas?

Tememos no poder responder a estas preguntas con uno fuerte y sencillo SI. Tememos que los jefes todavía están como lo estaban en el 9 de noviembre, que han aprendido muy poco. Han pasado 24 horas desde que el gobierno de Ebert atacó a Eichhorn[1]. Y Las masas respondieron espontánea y entusiastamente al llamado de sus líderes, con su propia fuerza forzaron la reinstalación de Eichhorn. Con su propia iniciativa espontánea tomaron Vorwärts y se apoderaron de las editoriales burguesas y el W.T.B. [La agencia telegráfica de Wolff] y, tan lejos como les fue posible se armaron ellas mismas. Y están a la espera de instrucciones adicionales y movimientos de sus líderes.

¿Y mientras tanto, qué han hecho estos líderes? ¿Qué han decidido? ¿Qué medidas han tomado para proteger la victoria de la revolución en esta situación tensa en que el destino de la revolución será determinado, por lo menos por la próxima época? ¡No hemos visto ni escuchado nada! Quizás los delegados de los trabajadores están conferenciando extremadamente y productivamente. Ahora, sin embargo, la época de actuar ha llegado.

Ebert, Scheidemann, y cía., con toda certeza no están perdiendo su tiempo en conferencias. Indudablemente no que están dormidos. Están preparando sus intrigas silenciosamente con la energía acostumbrada y circunspección de la contrarrevolución; están afilando sus espadas para tomar la revolución por sorpresa, y asesinarla.

Mientras tanto los otros elementos débiles ya están diligentemente preparando el terreno para las "Negociaciones", planteando compromisos, lanzando un puente al otro lado del abismo que se ha abierto entre las masas de trabajadores y los soldados del gobierno de Ebert, induciendo a la revolución para establecer un "Acuerdo" con sus enemigos mortales.

Ahora no hay tiempo que perder. Las medidas radicales deben ser emprendidas inmediatamente. Directivas claras y veloces deben ser dadas a las masas, a los soldados fieles a la revolución. Su energía, su combatividad debe ser dirigida hacia objetivos claros. Los elementos vacilantes entre los soldados pueden ser ganados para la causa sagrada del pueblo por medio de acciones decididas y claras tomadas por los cuerpos revolucionarios.

¡Actuar! ¡Actuar! Valientemente, resueltamente, conscientemente – ése es el "maldito" deber y la obligación de los líderes revolucionarios y los auténticos líderes de partido socialista. Desarmar a la contrarrevolución, armar las masas, ocupar todo los puestos de poder. ¡Actuar rápidamente! La revolución obliga. Las horas cuentan como meses, los días como años en la historia del mundo. ¡Los organismos de la revolución beben tomar consciencia de sus altas obligaciones!

(1) Emil Eichhorn, un Diputado de USPD que se hizo Jefe de Policía en Berlín en la Revolución de noviembre, fue destituido de su cargo por el gobierno provisional de SPD el 4 de enero debido a sus simpatías con la izquierda revolucionaria.

   

La fallas de los jefes

Publicado por primera vez: Die Rote Fahne (Berlín), 11. Enero 1919.

Las cosas en Berlín han tomado un rápido giro, que provoca la más fuerte crítica y la más seria preocupación de las masas obreras.

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Hemos expresado en el transcurso de los últimos días a menudo, de forma abierta y diáfana, que la dirección del movimiento de masas berlinés de estaba dejando que se perdiera toda fuerza, determinación, unidad e impulso revolucionario. Hemos proclamado claramente que la dirección iba muy atrás de la madurez y combatividad de las masas. Hicimos todo lo posible dentro de estos organismos dirigentes mediante iniciativas y exhortaciones, como también desde fuera -en la "Rote Fahne"- mediante una crítica completa, para impulsar el movimiento, para trasladar el afán revolucionario de las grandes empresas al escenario de actividades.

Pero todos los esfuerzos e intentos han fracasado finalmente por las vacilaciones y las posiciones tímidas de este organismo dirigente. Después de que se hubiera parado y dejado perder durante cuatro días la determinación práctica y la energía combativa de las masas mediante una completa falta de dirección, después de que mediante dos Rondas de negociaciones con el gobierno Ebert-Scheidemann, se debilitaran las perspectivas de lucha revolucionaria y que la posición del gobierno se hubiera fortalecido de forma efectiva, los dirigentes revolucionarios decidieron finalmente la noche del miércoles al jueves a suspender las negociaciones y a adoptar la lucha con todas sus consecuencias. Pronunciaron la palabra huelga general y el grito a las armas!

Pero este fue, por lo demás, la única conquista a la que llegaron los dirigentes revolucionarios.

Se entiende enseguida de lanzar el llamado a la huelga general y al armamento a las masas, se debe hacer todo lo posible para asegurar el cumplimiento más enérgico de esta consigna. ¡Nada parecido emprendieron los dirigentes! Tuvieron suficiente con las palabra desnudas y, … decidieron igualmente el jueves por la noche ¡emprender por tercera vez negociaciones con Ebert-Scheidemann!

Esta vez el movimiento de unidad que llegó entre los trabajadores de la Schwartzkoppf y de algunas otras grandes empresas del río, proporcionó el deseado pretexto para romper la lucha emprendida anteriormente en todas las formas. El personal laboral de la Schwartzkopff, del AEG, de la Knorr-Bremse pertenece a las tropas centrales del proletariado revolucionario berlinés, y no hay ninguna duda de las sus mejores intenciones. Pero los trabajadores, en este caso, fueron objeto de la manipulación de una de los Haase: Oskar Cohn, Dittmann y otros. Estos individuos trabajando de forma demagógica con las muy estimadas palabras clave de "unidad", "ningún derramamiento de sangre", buscan de desvanecer la combatividad de las masas, confundirlas y disolver la decisiva crisis revolucionaria en un falso compromiso con la contrarrevolución.

Es claro para todos los que no se quieran dejar engañar, que esta rimbombante unidad que el USP ingenió es indudablemente el mejor servicio que podían ofrecer a Ebert-Scheidemann en la situación presente. Incluso cuando colgaban del aire, temblando, y recibían el apoyo indeciso y poco placentero de tropas vacilantes, y la desconfianza de la burguesía, los traidores del socialismo hacían una prueba de fuerza con los obreros en los últimos días de las horas más pesadas de su breve gloria gubernamental. La impresionante salida de las masas en la calle, el giro que tomaba la brutal provocación gubernamental en la cuestión de las provocaciones, había pasado por encima de la cabeza de estos aventureros. Y al darse ya por medio derrotados: esto se mostraba claramente en toda la indecisión y la creciente incertidumbre de las medidas contrarrevolucionarias de los últimos días.

Después llegaron como período salvador las negociaciones y finalmente el movimiento de unidad. El USP se evidenció aquí de nuevo como el ángel salvador de la contrarrevolución. Haase-Dittmann abandonaron el gobierno de Ebert, pero continúan en las calles con la misma política de cobardía de los Scheidemann.

¡Y la izquierda del USP acepta y hace esta política! Las condiciones para las negociaciones decididas recientemente con el gobierno, que fueron aceptadas por los dirigentes revolucionarios, fueron formuladas por Ledebour. Se pide por una parte, como precio, la capitulación de los trabajadores, y por otra, la destitución de Ebert, Scheidemann, Noske y Landsberg del gobierno. ¡Como si se tratara solo de personas y no de una determinada política! Como si no resultara en una pura confusión y equivocación de las masas sustituir los típicos y declarados representantes de la política infame de Scheidemann por cualquier estadista gris que haga únicamente de hombre de paja, la misma política, mientras los Ebert-Scheidemann se esconden tras el telón moviendo los hijos y eludiendo el juicio de las masas!

De una manera u otra la totalidad del USP transformó una política de negociaciones a través de los dirigentes revolucionarios en una capitulación del obrerismo revolucionario para esconder los antagonismos y las contradicciones internas. Es la política del 9 de noviembre, al que se ha de retroceder después de ocho meses de situación madurada y de unidad política de las masas!

El Partido Comunista no toma parte obviamente en esta lamentable política y la rechaza toda responsabilidad. Consideramos aún como nuestro deber hacer avanzar la cuestión de la revolución, de enfrentarnos a todos los intentos de confusión con una energía férrea y alertar a las masas con una crítica implacable de los peligros tanto de la política vacilante de los dirigentes revolucionarios como de la política empantanada del USPD.

La crisis de los últimos días hace de la mayor importancia y urgencia que las masas extraigan una lección. La situación anterior de ausencia de dirección, de falta de un centro organizativo de los berlinéses se hace insostenible. Si la cuestión de la revolución debe continuar hacia adelante, si la victoria del proletariado y el socialismo deben ser algo más que un sueño, entonces los obreros revolucionarios debe crear órganos de dirección, que desde lo alto sepan conducir y emplear la energía combativa de las masas. Por encima de todo el período inmediato dedicarse a la liquidación de la USPD, este cuerpo en decadencia que puede con sus productos de descomposición envenenar la revolución. El enfrentamiento con la clase capitalista adopta la forma en Alemania en primer término de colisión con Scheidemann-Ebert, quienes son la guardia de seguridad de la burguesía. Y la colisión con los Scheidemann plantea la liquidación del USPD, que actúa como guardia de seguridad de Ebert-Scheidemann.

Claridad, dureza, lucha implacable contra todos los intentos de ocultar, de vuelta y de confundir, acopio de la energía revolucionaria de las masas y creación de los órganos correspondientes para dirigirla en la lucha: estas son las tareas más candentes del período inmediato, estas son las lecciones más importantes de los últimos cinco días de destacados avances de las masas y deplorables fallas de los dirigentes.

 

* Los documentos publicados fueron obtenidos del portal Marxists Internet Archive https://www.marxists.org/

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