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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Enero de 1959. Cuando Mataderos fue una Revolución

En la toma del Frigorífico Lisandro de La Torre se pone en juego, el intento de desperonización de la sociedad argentina. Esta lucha es de gran importancia, no sólo en relación con la lógica del período, sino que también expone abiertamente elementos trascendentes para la historia del movimiento obrero. Ubicado históricamente entre los años dominados por dos procesos diferenciables de la clase trabajadora; la resistencia peronista y la burocratización de los dirigentes sindicales. Se conjugarán elementos propios del primer proceso, espontaneidad, desarticulación, conciencia de lucha y basismo; con aquellos más relacionados a la burocracia, el pragmatismo institucional, el accionar de los altos dirigentes sindicales propiciando el diálogo y la negociación; que buscaban un sindicato meramente gremialista, cuyo funcionamiento lo distancie del papel de columna vertebral del movimiento peronista.

Luego del golpe antiobrero de la llamada Revolución Libertadora; existía por parte de algunos dirigentes sindicales una tendencia a la conciliación, aún cuando significara desoír el mandato de las bases, agregando el intento de los dirigentes sindicales, de construir un espacio propio, lejos del líder exiliado, ganando y asegurando posiciones. Asimismo, la propensión al diálogo por parte de los dirigentes se enmarcaba en una estrategia que intentaba abrir una brecha entre las facciones del Gobierno. Es en dicha actitud conciliadora por parte de las cúpulas sindicales hacia los militares golpistas, que sale a la luz un nuevo actor; las bases gremiales peronistas.

Pese a presentar autoridades formales constituidas varios sindicatos continúan realizando, al margen de estas, huelgas contra los ataques la libertadora y las crecientes detenciones, demostrando profunda decisión de defender sus conquistas. Esta primer distancia que se abre entre las bases y sus dirigentes se conjuga con la distancia que también se observa entre líneas duras y blandas dentro del propio gobierno y el "clima de rebelión" que se percibía. Los tres elementos serán claves en el surgimiento de la resistencia peronista, tendencia que, en los sucesos de enero del 59, tendrá significativa preponderancia.

La ausencia de una conducción del peronismo coherente y nacional otorgó a estas iniciativas un carácter defensivo, lo cual no eliminó su capacidad de ejercer cierta presión sobre las negociaciones que de allí en adelante entablarían sindicatos y gobierno. Al desconcierto que esta reacción de las bases produjo en las cúpulas sindicales, se suma la alarma del gobierno y el fortalecimiento de la línea dura del mismo; patente éste en la represión aguda y eficaz que prosigue a la convocatoria de la CGT al paro general como medida desesperada por mantenerse al frente de los ánimos en el movimiento.

Con la renuncia de Lonardi y la asunción de un acérrimo anti peronista como Presidente Provisional: el Gral. Aramburu, se abre una nueva fase de la Revolución Libertadora caracterizada por la preeminencia del mandato de desperonizar la sociedad argentina; instalan un programa económico pro-empresarial y privatista intentando desmantelar el modelo estatal industrial y distribucionista y desarticulando las instituciones sociales y políticas erigidas por el peronismo.

Recordemos que durante los primeros meses del gobierno de la Revolución Libertadora muchos dirigentes sindicales alentaron la posibilidad de ver conservadas sus conquistas del período peronista, esa ilusión pronto se esfumó tras un manto represivo. La Confederación General del Trabajo fue intervenida, los locales sindicales tomados por asalto a manos de fuerzas represivas . La mayoría de los dirigentes del período anterior fueron encarcelados. La política sindical de la Libertadora, se encaminaba ahora a ser el complemento de la política de desperonización del país por medio de la represión y las campañas informativas acerca de las arbitrariedades cometidas por Perón y sus partidarios.

El gobierno no podía anular el sindicalismo, cuyo alto grado de institucionalización había sido logrado durante los gobiernos de Perón. Pero si no podía disolver la organización sindical, sí podía pensar usarla para su provecho para controlar el grado creciente de huelgas. Es así, que a partir de 1956, la Revolución se propuso la normalización sindical llamando a elecciones en los gremios, las que se hicieron efectivas durante ese año y el siguiente.

   

Excesivamente confiados en el descabezamiento que habían producido en el sindicalismo peronista, esperaban que sus aliados de los sindicatos llamados democráticos conquistaran buena parte de la estructura gremial. Sin embargo, lo que ocurrió fue que se produjo un recambio de las direcciones sindicales peronistas por dirigentes nuevos y con una posición mucho mas combativa.

Los dirigentes sindicales peronistas que habían sido desplazados por el decreto de inhabilitación se agruparon en la llamada CGT Auténtica o CGT en la clandestinidad. Desde ella, y apoyados por Perón, llamaron a no presentarse en las elecciones sindicales. Algunos, por otro lado, se sentían incapaces de ganar sus sindicatos despojados del manejo del "aparato" sindical. Sin embargo, la orden de no presentarse a elecciones fue desobedecida por una camada dirigentes peronistas de segunda línea, que recuperaron sus organizaciones en el transcurso de 1956 y 1957.

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Muchos de estos nuevos dirigentes habían surgido al calor de la nueva situación del movimiento obrero después del golpe de 1955; fundamentalmente ligados a las estructuras de la resistencia, y con ellos organizarían muchas de las estructuras que combinaban las huelgas con los sabotajes y que, finalmente, les permitiría acceder al control de sus sindicatos. La diferencia con las estructuras de la resistencia, de las que formaban parte, aparecerían una vez que hubieran controlado los sindicatos y tuvieran que conservarlos en un orden político que se presentaba más complejo y que les exigía definiciones más difíciles que el retorno incondicional de Perón.

Compartían con los comandos el alto grado de convicción que desembocaba en actitudes y hechos que eran irreconciliables con las políticas del gobierno de Aramburu. Los obreros se incorporaban entusiastamente a los comandos con una estrecha vinculación entre estos y el movimiento obrero en los primeros momentos de la resistencia; que alentaron luchas de diverso tipo, en los cuales el sabotaje a la producción era uno de sus componentes. La recuperación de los sindicatos comenzó por las estructuras mínimas de la vida obrera: las comisiones internas y los cuerpos de delegados. Así surgieron decenas y decenas de nuevos cuadros militantes que comienzan a foguearse en la lucha.

La organización obrera de la resistencia se hizo desde los organismos de base de la clase obrera; los cuerpos de delegados y las comisiones internas. Recordemos que una de las diferencia más evidentes entre el sindicalismo preperonista y el peronista es la creciente pérdida de autonomía de éste último frente al Estado y al liderazgo centralizador de Perón. Pero si las organizaciones sindicales hubieran sido totalmente absorbidas por el aparato estatal, convirtiéndose en un engranaje más de su mecanismo, se hubieran desplomado junto con el resto del Estado Peronista en 1955 y no habrian logrado resurgir en medio de las persecuciones y la proscripción, y que incluso hayan recuperado una buena porción de su poder.

Resulta evidente que los obreros organizados tuvieron durante esos años un fuerte sentimiento de participación en el poder. La relación obrero patronal había cambiado desde mediados de la década del cuarenta; aunque la práctica de nombrar delegados que asumieran la representatividad de sus compañeros en fábricas y talleres frente a la patronal existía desde los orígenes del movimiento obrero, el período peronista significó la efectiva consolidación de las comisiones internas y cuerpos de delegados.

A partir de 1955, el derrumbe del Estado Peronista fue acompañado por una efectiva intervención y represión sindical. Sin embargo, pese al ataque de las patronales; las comisiones internas, los cuerpos de delegados o las agrupaciones gremiales se reorganizaron como estructuras paralelas a aquellas que eran impuestas desde el poder. Sobre ellas recayó, a partir de la proscripción del peronismo, la doble representación de la identidad política y de la identidad de clase que aseguraba, por un lado, la defensa de las reivindicaciones laborales específicas de la fábrica y, por otro, el inmenso proceso de resistencia cultural que reafirmaba la identidad colectiva peronista. Inhabilitados y presos los dirigentes, anulado el partido y la vida política, intervenidos los sindicatos, la reconstitución material y simbólica ocurrida durante la resistencia se trasladó a los barrios, a las fábricas, a los hogares.

A principios del año 1957, el panorama sindical había cambiado. Los peronistas habían logrado la reconquista de los principales sindicatos industriales. A principios de año, los nuevos dirigentes peronistas ingresaron a la Comisión Intersindical, nucleamiento que compartían con los comunistas y algunos independientes. La decisión de integrar la lntersindical trajo aparejado un enfrentamiento con los viejos dirigentes que no se habían presentado a elecciones y se nucleaban en la CGT Auténtica. A mediados de año, y previo al llamamiento al Congreso Normalizador que procedería a normalizar la CGT, los peronistas habían hecho verdaderos progresos en la intersindical, a partir de lo cual ésta se disolvió.

Los nuevos dirigentes, lograron impedir la institucionalización de una Comisión Directiva no peronista en el organismo. La consecuencia fue la ruptura del Congreso y la formación de los tres nucleamientos en los que se dividió el sindicalismo argentino de la época. Las llamadas "62 Organizaciones" estaban compuestas, inicialmente, por peronistas, trotskistas y comunistas, desprendiéndose de ellas, al poco tiempo, el grupo comunista de los "19". Y por otro lado, los llamados "32 gremios democráticos".. Ante el triunfo opositor en el congreso Normalizador, el gobierno de la Revolución Libertadora entregó la conducción de la CGT a un grupo de militantes antiperonistas. A fines de año se reunieron en la localidad de La Falda las delegaciones regionales de la CGT y las "62 Organizaciones”.

Las conclusiones del encuentro se difundieron en un documento conocido como el "Programa de La Falda", que identificaba a los sindicatos allí reunidos con un programa antioligárquico y antiimperialista propiciaba: el control del comercio exterior, la liquidación de los monopolios extranjeros, la integración latinoamericana, la nacionalización de las fuentes de energía y de los frigoríficos, la expropiación del latifundio, el control obrero de la producción y el fortalecimiento del Estado nacional-popular, tendiente a lograr la destrucción de los sectores oligárquicos antinacionales y sus aliados.

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En las elecciones nacionales de 1958, Juan Domingo Perón en el exilio y con el PJ proscrito llamó a votar a Arturo Frondizi (UCR Intransigente), a cambio de que éste le levantara la proscripción. Frondizi ganó pero no legalizó al PJ, lo que causó el descontento de los peronistas. Frondizi encontró una economía argentina golpeada. La crisis de la balanza de pagos y la inflación hacían ineludible para las intenciones de su gobierno de acordar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) quien, luego de ciertas tratativas, garantizó la llegada de capitales frescos a condición de aceptar la aplicación de medidas concretas. La devaluación del peso, el congelamiento de salarios, la reducción del gasto público y la suspensión del control de precios y restricciones comerciales fueron algunas de las medidas que más oposición causaron. La elaboración del Plan de Estabilización fue acompañada por la agitación y la lucha por parte de los trabajadores.

En ese marco se produce la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre por parte de sus 9.000 trabajadores, que marcaría el inicio del viraje profundo en la relación del gobierno con la clase obrera. Nacionalizado durante Perón, el Frigorífico Lisandro de la Torre estaba estrechamente relacionado con el barrio obrero de Mataderos, muchos obreros y muchos vecinos estaban emparentados con sus actividades. El barrio vivía del frigorífico propiedad de la Municipalidad de Buenos Aires, el gobierno de Frondizi en pos de ganarse la aceptación del Fondo Monetario Internacional y necesitado de sus créditos, el 13 de enero de 1959 envía el proyecto de la nueva Ley de Carnes al Congreso que imponía el pase del Frigorífico a manos privadas.

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Ante esta amenaza muchos obreros se reúnen en asamblea en la Plaza del Congreso. Llevan carteles con la leyenda: “Argentina si, extranjeros no", "La carne es argentina". Allí reunidos, deciden redactar un petitorio que elevan a los legisladores sin éxito: la ley se aprueba ese mismo día y se dirige al Senado, que al día siguiente, la aprueba. los obreros deciden tomar el frigorífico. La toma se inicia a la madrugada del viernes 16 de enero. La adhesión es altísima: entre 7.000 y 9.000 obreros ocupan el frigorífico. Inmediatamente comienzan a aparecer las diferencias entre los discursos de los propios obreros y la mirada oficialista. Los vecinos del Barrio de Mataderos estrechamente ligados a la actividad del mercado de hacienda y frigorífico Lisandro de la Torre se solidarizan inmediatamente. Las fábricas y comercios del Barrio de Mataderos cierran sus puertas. Así también los hacen los comercios de Villa Luro, Villa Lugano y Liniers. La resistencia fue tal que tuvieron que movilizar a toda las fuerzas de la represión pero nunca pueden hacer acallar la huelga de los trabajadores. Al día siguiente se produce la Revolución en Mataderos. Sale el pueblo a la calle se cierran los negocios todo el mundo hace barricadas, dan vueltas camiones, paran colectivos. Se acercan los trabajadores de Federal, los de Pirelli; mataderos fue una zona de Resistencia popular que por 48 horas no pudo ser contenida.

El factor mas importante de la lucha fue la participación unánime de los trabajadores y el apoyo activo con que contó de parte de importantes sectores de la clase obrera del país, inclusive de la pequeña y mediana industria y comercio nacional. El fenómeno provocó una creciente ola de huelgas que llevaron al país a la paralización total. Las medidas se extendieron por 5 días hasta que el accionar del gobierno en conjunto con las Fuerzas Armadas logró desarmarlos. Estas ocupaciones incluyeron la formación de grupos armados y otras medidas de acción clandestina.

La difícil situación económica que vivía la totalidad del país, la insatisfacción de demandas de todo tipo que las mayorías luchaban por hacer llegar al gobierno, tras la expectativa abierta por la caída de la Revolución Libertadora y la características mismas de la organización obrera en ese momento, la huelga no estaba programada: esto fue algo absolutamente espontáneo a lo que el pueblo entero adhirió.

El sábado 17 de enero a las 4 de la madrugada la Gendarmería Nacional, la Policía Federal y la Infantería se presentarían en las puertas del frigorífico. Mientras los gendarmes vigilaban el mercado de hacienda, la Policía Federal rodeó el frigorífico y el matadero junto con la Policía montada y efectivos de Infantería. Cuatro tanques y un semioruga ingresarían al edificio. En simultaneidad con la entrada de efectivos al frigorífico y encarcelamiento de los obreros allí presentes, se allanaron muchísimas sedes sindicales, se intervinieron los sindicatos y se encarceló a los dirigentes comunistas para evitar que tomaran el lugar de los sindicalistas peronistas.

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La etapa que se abre con los acontecimientos de inicios de 1959 en el Frigorífico Lisandro de la Torre está marcada por la elevadísima cantidad de manifestaciones y huelgas en el país; la resolución que el gobierno le dio conflicto del Frigorífico, adelantará las reacciones que desarrollará ante luchas similares: un cambio de contexto ha operado tras los sucesos en el barrio de Mataderos. La severa represión no sólo mostrará los límites de las coincidencias entre frondicismo y peronismo, sino también los limites del gobierno, la toma y su resolución marcarán el inicio de una nueva relación entre gobierno y Fuerzas Armadas, contra las clases populares. Optando el gobierno la represión del conflicto obrero, mostrará desde enero de 1959, la capacidad del estado de combinar diversos modos de represión; no solamente legales como la posibilidad de intervenir en las elecciones y determinar la personería jurídica de las organizaciones obreras, también mediante el uso directo de las fuerzas de choque.

Al interior del movimiento obrero la toma del Lisandro de la Torre, cobrará alto sentido simbólico y, los dirigentes más activos en ella adquirirán más peso dentro de las 62 Organizaciones Peronistas. El cambio de actitud por parte del gobierno repercutirá negativamente en los militantes: tras la combatividad del año 1959, sobrevendrán periodos de derrota y desmovilización. El uso de listas negras, la articulación más profunda del plan CONINTES y las oportunidades institucionales que Frondizi ofreciera a los dirigentes "responsables" influirán en el drástico descenso de la militancia y la combatividad, suscitando profundos cambios dentro del sindicalismo. La legalización de la estructura sindicalista de signo peronista jugaría en contra de las prácticas propias del período de la Resistencia, donde las organizaciones encontraban formas realmente horizontales de organización. El fraude electoral empaparía el nuevo modus operandi al interior de los sindicatos y, paralelo al cobro de protagonismo por parte de las cúpulas, los niveles medios de militancia que habían sido decisivos en el periodo 55-58, perderían mucha de su importancia.

   

El control sobre las comisiones internas y delegados de base, impulsaría una purga de activistas y una creciente autonomía de los sindicatos con respecto a sus bases. Así lo demostrarían los contratos firmados por los mas altos dirigentes sindicales en los años 1960 y 1961, que expresamente quitaban poder a estructuras de base como las comisiones internas. El gobierno encontraría ahora un interlocutor menos difuso y esto le resultaría beneficioso. Nada tenia de deseable un movimiento obrero desarticulado, celular y horizontalista como lo era el de la Resistencia. La cooptación no se hará esperar y será muchísimo mas eficaz en este periodo. El pragmatismo institucional comenzará a ser ahora la nueva lógica.

La toma del Frigorífico Lisandro de la Torre, lejos de poder ser entendida como un suceso más dentro de un país convulsionado por el derrocamiento de Perón y la siempre latente intervención de las FFAA, es un acontecimiento político, en tanto implicará cambios en las estrategias, de los diferentes actores. El gobierno pasará de una actitud conciliadora a otra de tipo represiva contra el conjunto de la clase trabajadora. Aquellas tentativas de lograr la asimilación ideológica de los grupos peronistas, pasará a centrarse exclusivamente en lograr una integración de los dirigentes gremiales a partir de las prebendas y la corrupción; elemento que parcialmente se logro con la consolidación de la burocratización de los sindicatos y la erosión de la resistencia peronista.

La represión y el terror que se había buscado anular en relación al régimen anterior, volverá a ser utilizada como un arma de presión contra aquellos se nieguen a integrarse con el régimen. También, alrededor de los sucesos de la toma puede verse un cambio respecto a la influencia de las F.F.A.A. en el gobierno; dejará de acechar desde la trastienda, para influir mas profunda y abiertamente en la política y economía del país.

La toma del Frigorífico Lisandro de la Torre ha quedado en la memoria de la resistencia obrera, sus combativos métodos de lucha, la ligazón del frigorífico con el barrio y la extensión de la lucha, la amplia solidaridad generada, el alto impacto social logrado, haberse constituido en una lucha abierta contra el gobierno, convertirse en una lucha política y también cultural contra el intento de desperonizar la sociedad argentina; fueron elementos que la convirtieron en un hito. La toma del Lisandro marcará el fin del intento de sacar de la conciencia de los trabajadores el legado de la necesidad de organización heredada del periodo peronista y hará resurgir la dicotomía peronistas vs. antiperonistas; fórmula que regirá importantes décadas de la historia de nuestro país.

 

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