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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Apuntes para pensar la coyuntura actual desde las organizaciones populares

A nuestros compañeros y compañeras de organizaciones populares hermanas con las que construimos a diario una realidad “otra”, justa y solidaria.

A quien le interese que esta injusta “normalidad” cambie por un nuevo escenario con protagonismo y soberanía popular:

Compartimos algunas impresiones rápidas (¡como todo en estos días de hermosa protesta popular!) para que sigamos pensando y construyendo el futuro que soñamos.

Sobre el “reventón histórico” que estamos viviendo

1. La situación política que vivimos es inédita, con pocas referencias anteriores de las cuales echar mano. Es, sin duda, la protesta popular más importante de la postdictadura. Por lo mismo, la victoria de las organizaciones populares (una vida digna) requiere de soluciones inéditas que surjan desde la creatividad popular organizada.

2. Sin embargo, lo que vivimos hoy no es un “reventón histórico” sin antecedentes. Han existido diversos movimientos sociales y populares que, sobre todo desde el 2000 en adelante, han denunciado, cuestionado y elaborado propuestas alternativas para esta democracia restringida que tenemos, el modelo económico neoliberal que nos rige y la cultura patriarcal y colonial que los sustentan: el movimiento mapuche, el movimiento estudiantil (desde el mochilazo del 2001 hasta el estallido del 2011), el profesorado en sus huelgas recientes, el movimiento “No + AFP”, las revueltas regionales y los movimientos en defensa del agua y de la tierra, las huelgas mineras y portuarias, el “mayo feminista” del 2018. Todos ellos son sus antecedentes y debemos valorarlos. Sin embargo, la mayoría de ellos logró alta aceptación y apoyo social, pero escasa coordinación. Por lo mismo, un aprendizaje evidente es que llegó el momento de pensar en procesos de articulación que no resten especificidad. Diversidad, no dispersión. Unidad, no uniformidad

3. En la mayoría de estos conflictos, no se contó con apoyo de la clase política civil -hegemonizada por la socialdemocracia neoliberal (Concertación y Nueva Mayoría) y la derecha neoliberal-. Esto ha profundizado al extremo la crisis de representatividad que tenemos (ya no le creemos a la clase política civil) y la crisis de legitimidad que trajo consigo (ya no creemos en este sistema de democracia representativa restringida). Solo en algunos casos, el conflicto traspasó a esta clase política y ellos buscaron resolverlo parlamentarizando la demanda pero sin diálogo ni poder de decisión para el pueblo organizado. Esta vez parecieran estar repitiendo la receta, debemos estar alertas.

Sobre la estrategia del poder de los de arriba

4. La coyuntura es compleja y cada día pareciera que el poder de los de arriba cambia de estrategia. Debemos ser capaces de leer esos movimientos para impedir que ellos tomen el control del descontento social para desactivarlo. Para ello, no basta con denunciar lo que dicen o hacen, debemos proponer y anunciar el futuro que se viene. Recapitulemos algunos momentos clave de esta semana (¡que parecen años!)

5. El inicio de la protesta se dio por la movilización del valiente estudiantado secundario, que ha sido el movimiento más radical (en el sentido de que van a la “raíz” de los problemas) de toda la postdictadura. Por algo las y los “pingüinos” estaban sometidos, desde antes de la oleada represiva que estamos viviendo en estos días, a su propia criminalización a partir de la ley de “(J)Aula Segura”, que la derecha buscaba extender a las y los estudiantes universitarios. Su movilización contó con gran apoyo el viernes 18 y la reacción de esa noche (cacerolazos y quema de los símbolos del orden neoliberal, como las estaciones de Metro, bancos, grandes supermercados y farmacias), lo demuestra. Ese atrevimiento popular contra los símbolos del capital llevaron a que el gobierno de los empresarios decretara estado de excepción constitucional. Un día después del estallido (Sábado 19), el gobierno decidió congelar la tarifa del metro pero sacar a los militares a la calle. Es decir: no apostó por el diálogo y decidió quebrar la democracia desatando la represión. La tesis política de la derecha de ese momento fue la siguiente: para no repetir la crisis del 2011, se debía aplacar los intentos de politización popular con el máximo rigor. Y, como sabemos, fallaron, porque nuestro pueblo bravo desobedeció el toque de queda y las regiones se fueron sumando a la protesta. 

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Ese principio de solidaridad debe ser destacado y acrecentado: la represión no es local, es nacional (llegamos a tener 10 de 15 regiones con toque de queda) porque el levantamiento popular es a nivel nacional. Ahora, debemos ser claras como organizaciones populares en esto: el gobierno es el responsable de la violencia en las calles, no quienes se manifestan. Ellos son los que sacaron a los militares a la calle por una protesta social, por primera vez en democracia. No debemos aceptar análisis que criminalicen la protesta. Sin el ataque a los símbolos del Estado y del Mercado no tendríamos esta discusión, esta coyuntura y esta posibilidad de transformar la realidad chilena por otra con mayor justicia y participación social y popular.

6. El domingo 20 el gobierno refuerza su tesis y acelera su política dictatorial con su “declaración de guerra”, pero con dos agregados: primero, busca dividir al pueblo movilizado en “vándalos/delincuentes” y en “manifestantes pacíficos”; y segundo, busca instalar el miedo en la población no organizada coordinando o facilitando saqueos e incendios a grandes cadenas de supermercados, levantando el fantasma del desabastecimiento y de las “hordas” que entrarían a las casas (estrategia que ya habían probado en Concepción el 2010), para justificar a partir de ese miedo la represión militar. Su estrategia si bien impactó en sectores de nuestro pueblo (los “chalecos amarillos”, a los que se les pagó hasta publicidad por internet), finalmente se cayó en dos días: decenas de registros que circulan en redes sociales muestran los saqueos programados por carabineros y cuerpos militares, o la presencia de policías de civil en ferias libres. Finalmente, el lunes 21 el fantasma del desabastecimiento también cayó. Es clave que entendamos esta estrategia y la combatamos, dialogando entre vecinas y vecinos, apoyando el comercio local por sobre las grandes cadenas de supermercados, llamando a la calma.

7. Desde el martes 22 al viernes 25, la estrategia del gobierno cambió a intentar montarse sobre la movilización para apoyar su propia agenda legislativa (al igual que el 2011 con la primera propuesta de Lavín como Ministro de Educación): propuso una “agenda social” (sin pueblo y que profundiza el neoliberalismo, traspasando dinero del Estado a manos privadas) y una estrategia de blanqueamiento de la imagen de los militares bailando cueca o jugando fútbol con los manifestantes). Sin embargo, la brutalidad policial y militar que no se había tomado el debate público emerge, al descubrirse, el miércoles 23, el centro de tortura en el metro Baquedano y la identidad de los asesinados por el ejército. Eso generó la movilización más grande en nuestra historia el viernes 25 (que solo en Santiago congregó 1.500.000 personas) lo que obligó al gobierno a retirar a los militares de la calle y eliminar el estado de excepción. Acá es importante señalar dos cosas: primero, la marcha del viernes no es el fin del proceso (como quiere hacer creer el gobierno), sino la apertura de una segunda fase donde la pelota está de nuestro lado; y segundo, ¡que mayor ejemplo de que sin movilización, la cuestión no avanza!

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8. El sábado 26 y domingo 27 fueron días clave porque se mostraron las cartas en juego: por un lado, el poder de los de arriba declaró su intención de cooptar la movilización del viernes y transformarla en capital político, parlamentarizando el descontento pero sin pueblo (lo que se tradujo en un lunes con un cambio cosmético del gabinete y el anuncio de “diálogos ciudadanos” consultivos sin horizonte de transformación) y, por otro lado, con un pueblo organizado que decidió apostar a jugar en dos bandas: la primera, no abandonar la calle (a pesar del desgaste propio de una semana de movilización) y, la segunda, generar poder local desde las Asambleas Territoriales y los Cabildos Abiertos.

Sobre el poder de las y los de abajo: algunas claves de análisis

9. Hasta hoy no hay conducción política de la protesta, ni parlamentaria ni popular. Debemos apurarnos para que la conducción no la tome la clase política civil que nos llevará de nuevo a la negociación con la derecha dictatorial. Eso implica levantar formas organizativas que nos aseguren soberanía popular. Si bien se han levantado coordinadoras que intentan conducir el proceso (como Unidad Social) no han logrado aún legitimidad en las bases movilizadas. En este punto, creemos que las Asambleas Territoriales son, hoy, la mejor alternativa para darle conducción política al descontento social ya que permiten darle continuidad a la protesta en los territorios y proyectarlas políticamente en el tiempo (ya que, cerrada esta coyuntura, vendrá otro proceso largo de lucha). Las Asambleas nos permiten: 1. Fomentar la organización territorial entre quienes llevan tiempo participando con las personas que se han sumado estos días a las protestas; 2. Disminuir el peligro de la cooptación al defender modelos de democracia directa; 3. Generar instancias de autoeducación popular en diversos temas y hacer de la asamblea una gran escuela de participación política real; 4. Pensar lo nacional (más abstracto) desde lo local (más concreto); 5. Implementar proyectos y acciones inmediatas de mejoramiento de poblaciones y barrios, “materializando” la política. 

¡Debemos confiar en nuestro pueblo y en su capacidad organizativa!

10. Las asambleas son espacios donde educadores y educadoras populares tenemos que hacernos presentes. Nuestra experiencia puede ser fundamental para facilitar los procesos de diálogo horizontal, de trabajo en equipo, de elaboración de propuestas desde las bases, de sacar saberes y aprendizajes desde la experiencia.

 ¡Llegó el momento de utilizar el acumulado de metodologías y técnicas participativas para transformar las asambleas en espacios de autoeducación popular permanente! 

De igual forma, llegó la hora que las comunicadoras y comunicadores populares asuman su rol: levantando medios alternativos locales y generando plataformas de contrainformación para romper el cerco mediático del poder de los de arriba.

11. No tenemos un programa definido desde el pueblo. Pero si existe una serie de demandas transversales y de propuestas de cambio que se han expresando en estos últimos años que debemos transformar en programa popular: nuevo sistema de pensiones (no más AFP), congelamiento de las tarifas de servicios básicos y regulación de precios en productos básicos (alimentos y medicamentos), frenar la privatización del sistema de salud y de educación pública y generar un sistema con financiamiento estatal y control comunitario; nacionalizar los servicios básicos (agua, luz, gas), desmilitarización del Wallmapu y reconocimiento con autonomía para los pueblos originarios, nacionalización de los recursos naturales, congelamiento de los intereses de las deudas y del sistema financiero, anulación de la Ley de Pesca, asamblea popular constituyente por una nueva constitución.

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12. Para armar ese programa, la herramienta de los Cabildos Abiertos es una buena alternativa para aunar criterios desde los territorios. Sin embargo, a no confundirse: el Gobierno intentará cooptar ese proceso (mandató al Ministro de Desarrollo Social a hacer algo similar) y, de desbandarse, lo reducirá a un momento consultivo, no resolutivo. Los Cabildos son una etapa, pero sin organización popular permanente que defienda y pelee ese programa popular no conseguiremos nada.

13. ¡No podemos dejar pasar la violencia estatal de estos días! Su denuncia y la lucha por justicia y verdad es clave para no naturalizar la violencia y asegurar un futuro donde no sea posible un escenario represivo de esa magnitud. Como organizaciones populares debemos ser enfáticas: vivimos un Estado de Emergencia innecesario e ilegal, que funcionó como un Estado de Sitio de facto. Solo según cifras oficiales, hasta hoy lunes, llevamos 19 personas asesinadas, 3.243 personas detenidas (347 niñas, niños y adolescentes), 1.132 personas heridas, (127 con disparos en los ojos) y el INDH ha interpuesta 55 acciones judiciales, entre ellas cinco querellas por homicidio, tortura, desapariciones y violencia sexual (que incluye violaciones, desnudamientos y tocaciones). Por ello, debemos levantar una agenda corta que implique: 1. Investigación de las muertes ocurridas; 2. Juicio y castigo a los agentes del Estado asesinos, violadores y torturadores; 3. Investigación y juicio a carabineros y militares involucrados en saqueos e incendios; 4. Acusación constitucional contra Sebastián Piñera.

14. Para llevar adelante todo lo anterior, necesitamos triplicar los esfuerzos: primero, no abandonar la calle ni la denuncia al gobierno dictatorial; segundo, levantar -donde no exista aún- o participar y fortalecer las asambleas territoriales y los esfuerzos de coordinación y articulación que surjan desde abajo; tercero, apañarnos entre todos y todas, calmar las ansiedades y angustias de nuestras familias, vecinas y vecinos, cuidarnos, protegernos y querernos en estos días de profundas alegrías por la revuelta popular, pero también de una sentida rabia y angustia por el horror de la violencia gubernamental.

15. Cada día la estrategia del gobierno puede ir cambiando, sobre todo si consideramos que se metió en un callejón sin salida donde solo le queda parlamentarizar el conflicto (difícil en el corto plazo) o intensificar la represión haciéndola más selectiva contra el pueblo organizado, profundizando su carácter de “Estado Gendarme”. Por eso, debemos ser flexibles en nuestros postulados para lograr la unidad de las organizaciones populares, y mantenernos en constante comunicación, compartiendo lecturas del contexto para saber cómo defendernos como pueblo. Y a no olvidar: los ojos del mundo están sobre nosotros y nosotras porque esto no es un conjunto de demandas sectoriales: somos el país donde nació el neoliberalismo y ahora nos estamos transformando en el país que lo va a derrocar.

 

¡A levantar dos, tres… cien asambleas territoriales!

¡El nuevo Chile lo haremos desde abajo y sin permiso!

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