Claudio Katz en su trabajo “El quinto peronismo a la luz del pasado” realiza un adecuado recorrido por las distintas etapas de lo que compartimos es “la estructura política dominante desde la mitad del siglo pasado [que] mantiene gran primacía como cultura, fuerza electoral y red de poder”[1], con la intensión explícita de dotar a la izquierda de una política que dé cuenta de la complejidad del peronismo. Consideramos la intensión de aportar a esa política lo medular de su trabajo, por lo que vamos a analizar algunas afirmaciones que realiza el autor al referirse al segundo peronismo. Nos dice Katz:
“El segundo peronismo fue totalmente diferente (1973-76). Estuvo signado por la violenta ofensiva de las vertientes fascistas (López Rega) contra las corrientes radicalizadas (JP, Montoneros). La derecha arremetió a los tiros contra la vasta red de militancia forjada durante la resistencia a la proscripción de Perón. Actuó con furia contrarrevolucionaria en el contexto insurgente de los años 70”. Afirmación que se aproxima a los hechos pero sesgada por la no mención de otros actores importantes, el primero de ellos el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).
Lo que le otorga particular significación al debate surge de considerar que en la Argentina de aquellos años se vivía desde 1969 una situación prerrevolucionaria y que a mediados de 1974 se estaba entrando en una situación revolucionaria (concepto que el marxismo diferencia de crisis revolucionaria). Situaciones políticas que explican, por un lado, que el Perón campeón de la distribución del ingreso y de las leyes obreras durante el primer peronismo fuera convocado por los dirigentes más lúcidos de su clase, la burguesía, para que se pusiera al frente de la contrarrevolución y, por el otro, los grandes avances de las políticas y de las organizaciones revolucionaria.
Bajo el subtítulo Desaciertos y Decepciones, Katz escribe: “Desde su irrupción el peronismo suscitó reacciones contradictorias en la izquierda. Hubo períodos de crítica furibunda y momentos de resignada subordinación”.
“Las diferencias ideológicas que separan a ambas formaciones son mayúsculas. El peronismo propugna la humanización del capitalismo suponiendo que ese sistema permite la equidad, si se compatibilizan los intereses de los patrones y los asalariados” (…). Mientras que “La izquierda resalta, por el contrario, que los capitalistas lucran con la explotación de los asalariados y utilizan los recursos públicos para garantizar sus privilegios. Recuerda que suelen ampliar esos beneficios erosionando la soberanía nacional”. Y concluye que “Esos principios contrapuestos -que separan a los marxistas de los peronistas- no definen la política de la izquierda, hacia el movimiento que conserva la adhesión mayoritaria de la población”. Acordamos con esta conclusión porque el antagonismo entre estas fuerzas está dado en términos doctrinarios o de principios pero que no definen una línea de acción en lo político.
Otra fue la concepción teórica y política del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Un Partido hijo de la primera resistencia peronista (1955-59) con sus programas de La Falda (1957) y Huerta Grande (1962), de la Revolución Cubana y del trotskismo, todos fenómenos que fructificarían a partir del auge iniciado por el Cordobazo y los Rosariazos. Un partido de la clase obrera, marxista-leninista, eminentemente político, que dio una respuesta distinta frente al peronismo. Resumidamente recordamos que Santucho, su Secretario General, permanentemente diferenció entre el peronismo burgués y burocrático en el que incluía a Perón, y el peronismo obrero y revolucionario. Fue muy crítico del primero y alentó y realizó alianzas con el segundo. Para ilustrar lo que afirmamos vamos a citar un párrafo de su trabajo Las definiciones del peronismo y las tareas de los revolucionarios [2] de julio-agosto de 1973 bajo el subtítulo “El rol del General Perón”: “Los compañeros de la izquierda peronista, principalmente de las organizaciones hermanas FAR y Montoneros, sostienen la tesis de que el General Perón es en realidad un líder revolucionario que en estos momentos es ajeno al autogolpe apoyado por la CIA, que los verdaderos responsables de la eliminación de Cámpora, Righi, etc., de los hechos de Ezeiza, en una palabra, de la actual ofensiva contrarrevolucionaria, son López Rega, Osinde y Rucci que tienen rodeado y engañado, desinformado al general, que prácticamente lo han encarcelado y lo obligan a avalar una política reaccionaria que él no comparte. Amplios sectores de las masas que quieren al General Perón, que lo consideran un genuino defensor de los intereses obreros, piensan también que el jefe del justicialismo no tiene nada que ver con lo que está pasando”.
“Todo ello es producto de una gigantesca equivocación que tiene su origen en las grandes concesiones que se hicieron a las masas en los primeros años del anterior gobierno peronista, lo que permitió una sustancial mejora en las condiciones de vida de las masas, hecho que pervive en la memoria colectiva de los argentinos y genera un profundo sentimiento de respeto y esperanza hacia Perón, sentimiento que llega a suponer en él propósitos que no tiene, a despertar expectativas irreales”.
“En las actuales circunstancias de crisis prerrevolucionaria, en estos momentos de maduración de históricos cambios en la vida de nuestro pueblo y nuestra patria, cuando el capitalismo argentino, régimen injusto, inhumano y retrogrado, se debate en una profunda crisis sin salida inmediata, cuando maduran aceleradamente en el seno de nuestro pueblo poderosas fuerzas revolucionarias, cuando nuestro pueblo se prepara para tomar el destino del país en sus manos, para llevar adelante una profunda revolución, resulta necesario echar luz sobre el papel y propósitos del General Perón, personalidad de singular peso en la política nacional. Aún a costa de desagradar a muchos y tratando por todos los medios de no herir los sentimientos de nadie, nos vemos en la necesidad política e ideológica de referirnos a Perón que se ha convertido en una seria traba para el desarrollo de la conciencia revolucionaria en un importante sector de la vanguardia”.
Esta posición del PRT le permitió no caer en el error de “los socialistas y comunistas” cuando en los años 40 “coincidieron con la derecha liberal, en el hostigamiento común a Perón”. Ni el de “muchas corrientes familiarizadas con la izquierda [que] propugnaron el posterior ingreso al peronismo” y que batallaron “por forjar la ´patria socialista´ que imaginaban sectores de la JP, el Peronismo de Base y los Montoneros”. La firmeza de principios de Santucho y sus compañeros los llevó a que previo al Congreso de fundación del PRT (1965), los militantes del FRIP exigieron a los de Palabra Obrera que para concretar la unificación debían abandonar el entrismo en el peronismo. Pero independencia política del peronismo no era lo mismo que sectarismo como certifica la persistente consigna del ERP: “Por la unidad de las organizaciones armadas” que abrió el camino del intento unitario con Montoneros y Poder Obrero en 1976 para conformar la Organización para la Liberación de Argentina (OLA), sostenida en el auge revolucionario de las masas, en la fortaleza del PRT y la inclusión de la OCPO (Organización Comunista Poder Obrero).
En Contraposiciones Simplificadas encontramos que Katz insiste en desconocer la inocultable presencia del PRT en los años 70 al sostener que “La gran hostilidad inicial de comunistas y socialistas hacia el peronismo dejó un vacío cubierto por otras tradiciones marxistas. El trotskismo ocupó parte de ese espacio, compartiendo la ponderación justicialista del proletariado industrial. Sus diversas organizaciones evitaron las crisis posteriores del PC (ambigua postura frente la dictadura), los vaivenes del maoísmo y las derrotas de la guerrilla”. Es una omisión inadmisible ya que el PRT en su IV Congreso definió con absoluta claridad y prioridad la construcción del Partido en el proletariado industrial de las grandes fábricas de la industria moderna y, más importante aún, que esa orientación fue exitosa, para convertirse, con mucho, en el más gravitante partido de la izquierda argentina. No solo por su crecimiento cuantitativo sino que logró consolidar su política de masas entre el proletariado industrial y grandes sectores del pueblo.
La importancia de la política del Partido Revolucionario de los Trabajadores radica en que el PRT, a diferencia del resto de la izquierda que en el “Quinto peronismo” se critica correctamente, avanzó sostenidamente durante los años 1973-1975 hasta constituirse, en esos años, en una sólida organización proletaria y ubicarse al frente de la lucha de clases revolucionaria. Y ello sucedió porque se trazó una política acorde con una situación prerrevolucionaria que estaba convirtiéndose en revolucionaria. Por lo que no se lo puede resumir, como se hace al final de la frase citada, con la breve anotación: “las derrotas de la guerrilla”.
El socialismo y el clasismo avanzaron como nunca antes bajo el segundo Perón
Pero esas omisiones no son inocuas, sino que lo llevan a cometer un grueso error de apreciación de los hechos históricos al afirmar que: “Esas agrupaciones prosperan en las crisis del peronismo y retroceden en las recomposiciones de ese movimiento. Ese vaivén se ha repetido desde que el retorno de Perón opacó la expansión del clasismo”.
Durante el año 1972 y los primeros meses de 1973 asistimos a una fuerte peronización de la pequeña burguesía y del estudiantado manifestada en el enorme crecimiento de la Juventud Peronistas y otras agrupaciones de la izquierda peronistas. Pero este crecimiento se comenzó a lentificar con la asunción como Presidente de Lastiri, yerno de López Rega, en julio de 1973; y se profundizó al asumir Perón la presidencia el 12 de octubre del mismo año. Ese freno estuvo determinado porque con Perón en la presidencia se acentuó el giro del gobierno a la derecha: desalojó a la izquierda peronista de los sectores de poder que ocupaba, Perón envió a las Cámaras tres proyectos de ley: uno sobre las Asociaciones Profesionales, otro sobre la Reforma al Código Penal y un tercero de Arbitraje Obligatorio. El primero modificaba la estructura de los sindicatos y le daba todavía más poder a la burocracia sindical. El Senador por Chubut, Hipólito Solari Irigoyen, presentó un alegato en contra. Como respuesta, le pusieron una bomba que le produjo heridas de gravedad. Fue el debut de la Alianza Anticomunista Argentina. La Reforma al Código Penal atacaba no solamente a la guerrilla, sino al activismo clasista y combativo en las bases obreras; era más represivo que el del Dictador Onganía, que había sido derogado por Cámpora. El Congreso restableció el Decreto Ley de Onganía sobre el Arbitraje Obligatorio, su contenido le permitiría al Gobierno decidir qué huelga era legal y cuál no lo era. Durante la Dictadura había regido sólo para la Capital, pero fue restablecido con vigencia en todo el país. Hacia finales del año fue aprobada la Ley de Prescindibilidad, por la que cualquier organismo del Estado podía despedir a los trabajadores sin causa y pagándoles solamente un mes de indemnización. El Pacto Social necesitaba de estos instrumentos jurídicos, con los que le daban más poder a la burocracia sindical, a los capitalistas y a su Gobierno para contener y disciplinar a la clase trabajadora.
Estos hechos y muchos otros de similar contenido derechista fueron registrados por amplios sectores de la militancia y del activismo fabril y se revelaba ante sus ojos los verdaderos límites del gobierno peronista. El sindicalismo clasista comenzó a crecer sostenidamente, lo mismo que otros organismos de masas como las Ligas Agrarias, los Sacerdotes para el Tercer Mundo, etc. Y, además, comenzó el rápido crecimiento del PRT que pasó, entre fines de 1973 y marzo de 1976, de unos 800 militantes a 2674 más 350 combatientes extrapartidarios, 750 militantes de la JG y 2200 simpatizantes organizados. En ese mismo año 1973 fue fundada la Organización Comunista Poder Obrero por la confluencia de cuatro organizaciones preexistentes, con muy buena implantación en el movimiento obrero.
Coordinadoras de Gremios en Lucha
El avance sostenido de las luchas obreras y la maduración de la conciencia en cada vez más amplios sectores de la clase trabajadora, el triunfo de los obreros metalúrgicos de Villa Constitución en marzo de 1974 y la presencia de Agustín Tosco, René Salamanca, Leandro Fote y otros destacados dirigentes clasistas en la celebración del Villazo, la ratificación de la Lista Marrón en la Conducción del Smata en Córdoba, la ya tradicional y creciente influencia del sindicalismo de liberación liderado por Agustín Tosco, la realización en Córdoba del multitudinario II Congreso del Movimiento Sindical de Bases, los tres últimos, pilares del Movimiento Sindical Combativo en la Provincia, el desarrollo de la Juventud Trabajadora Peronista, entre otros avances significativos de las corrientes que podríamos definir como clasistas en un sentido amplio, y a nuestro entender correcto, fueron el marco nacional para el surgimiento de las Coordinadoras de Gremios, Delegados y Trabajadores en Lucha.
-Por clasismo amplio entendemos las corrientes y organizaciones sindicales antipatronales y antiburocráticas, que se rigen por la democracia y el protagonismo de las bases, consecuentes con la defensa de los intereses de los trabajadores. A diferencia del clasismo estrecho que lo concibe como correa de trasmisión de las orgánicas de los partidos de izquierda, que en los hechos condenan a los trabajadores a un sindicalismo sectario y, a su vez, limitando el desarrollo de su conciencia socialista, su conciencia de clase-.
Los significativos avances, tanto por el triunfo en las luchas como por la organización obrera, condujeron a plantearse la necesidad de una coordinación orgánica a nivel nacional. En el marco de la huelga de la FOTIA se dieron los primeros pasos de unificación nacional, en la semiclandestinidad para sortear el gran operativo represivo que detuvo a decenas de delegados y militantes, en el Plenario realizado en Tucumán los días 14 y 15 de septiembre de 1974, con el nombre de Coordinadora Nacional de Lucha Sindical. En los meses siguientes, las Coordinadoras se van a constituir en las ciudades industriales y van a estar integradas por algunos sindicatos, un número mayor de Cuerpos de Delegados y sus respectivas Comisiones Internas, por muchos delegados de base y la militancia obrera de la izquierda y el peronismo revolucionario.
Las jornadas de junio y julio
La efervescencia obrera de los meses anteriores se vio exacerbada por el funcionamiento de las Comisiones Paritarias que discutían los Convenio Colectivos y el salario pero, a diferencia de años anteriores, el movimiento obrero no contaba sólo con unas direcciones burocratizadas en la mayoría de los sindicatos, sino que había surgido una impetuosa militancia agrupada en las Coordinadoras en lucha que le disputaban el liderazgo de las bases obreras.
El Ministro de Economía Celestino Rodrigo implementó, el día 5 de junio de 1975, una drástica política de “ajuste” que fueron respondidas por crecientes acciones de las masas hasta culminar en los días 30 de junio con una masiva y combativa movilización frente a las puertas de la CGT y en las Huelgas Generales del 3 (la primera convocada por la izquierda desde enero de 1936), y del 7 y 8 de julio. Estas respuestas a esa política fueron llamadas por la militancia Las Jornadas de junio y julio, más conocidas como El Rodrigazo.
Es necesario, para hacer una correcta lectura del período, dejar constancia que las organizaciones revolucionarias eran ampliamente mayoritarias en las Coordinadoras[3], y los militantes del PRT, Montoneros, OCPO, el PB, en particular, consolidaron esa primacía hacia las Jornadas de junio y julio de 1975. En el caso del PRT, además de la tradicional influencia en Tucumán y el liderazgo junto a Tosco en Córdoba, había avanzado considerablemente en Buenos Aires. Una manifestación de ello era que las columnas que marcharon dos veces desde la Zona Norte del Gran Buenos Aires hacia la Capital estuvieron encabezadas por los seis mil obreros de la Ford, entre los que el Petiso Kremer jugaba el papel dirigente, bien asistido políticamente por el miembro del Buró Político del PRT Benito Urteaga. El segundo principal dirigente de la Coordinadora del Oeste del Gran Bs. As. era Emilio Tomasín (el principal tenía militancia social cristiana), obrero de la metalúrgica Martín Amato y militante del PRT; en esta misma zona al irrumpir en la escena revolucionaria los 4.000 obreros de la fábrica Mercedes Benz, aparece en forma destacada, primero en el lista negra de la patronal, Hugo Crosatto, militante del PRT. En la Coordinadora del Sur de la misma Región su principal dirigente era el líder de los tres mil obreros de Rigolleau, Luis Angelini, cuadro del PRT. El mismo papel dirigente nos tocó jugar en Propulsora Siderúrgica, en la Coordinadora de La Plata, Berisso y Ensenada, desde la cual encabezamos las movilizaciones del 30 de junio a la CGT nacional y el 3 de julio a la CGT regional La Plata. Pero el PRT no se conformaba con ese protagonismo que estaba en tránsito de lo puramente sindical a lo político, como lo estaba la consciencia de las masas que se colocaba en los umbrales del socialismo. Luchaba por una férrea, orgánica y consistente dirección del movimiento obrero y de las masas sabiendo que no se lograría en un breve plazo ni por fuera de la activa participación del partido proletario de vanguardia. En el nivel alcanzado por la lucha de clases se hacía necesario más que nunca desplegar la lucha política en todos los terrenos, lograr el armamento del proletariado y el pueblo para sostener la ofensiva y defender los embriones de doble poder que estaban surgiendo.
La visión más amplia y flexible del PRT que los reduccionismo del resto de la izquierda le facilitó, por un lado, retomar la tradición leninista de valorar todos los medios de lucha, y su pronta inserción en el movimiento obrero observar que en el peronismo convivían el peronismo burgués y burocrático y el peronismo obrero y revolucionario. Esta distinción le permitió enfrentar y derrotar al primero en alianza con el segundo. Esa derrota se consumó en las Jornadas de junio y julio de 1975. Movilizaciones estas que encontraron a sus militantes al frente de las distintas columnas obreras no solo en Córdoba en alianza con Agustín Tosco sino en Buenos Aires y en las ciudades industriales.
La clase obrera y el pueblo requieren una política revolucionaria
Suscitada por las enérgicas movilizaciones obreras y populares de los días el 13, 14 y 18 de diciembre de 2017 la burguesía temió la repetición de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. Por ello se dio a la tarea de la desmovilización en la que se juntaron las fuerzas de uno y otro lado de la grieta, para defender al sistema capitalista. Cuando el 25 de abril de 2018 comenzaron a volar los capitales golondrinas, y con su fuga a derrumbarse el capitalismo argentino, se generó una situación en la que la izquierda orgánica (FIT y el conjunto de la izquierda en una sentido amplio) debió dar una respuesta política y de masas pero, en lugar de ello prefirió entrar en debates ficticios como, por ejemplo, el partido único de la izquierda. El único de sus dirigentes que vio la situación fue Altamira que le respondió a Del Caño: hagámoslo poniéndonos al frente de la lucha. Pero en las fuerzas del FIT primó, ahora lo podemos afirmar en base a los hechos de 2018 y 2019, su concepción electoralista que lo hizo renunciar a organizar la lucha.
Este fracaso obliga a poner nuevamente la mirada de la militancia de izquierda en la experiencia del PRT. Como concluye el historiador Luis Brunetto al estudiarla “creer que el triunfo es el resultado de la carencia de errores, y que por lo tanto el proyecto del PRT, como resultado de sus errores, fracasó, es un absurdo. En La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, célebre trabajo de Lenin, el máximo dirigente de la Revolución de Octubre pasa revista a todos los errores cometidos por el Partido bolchevique en los años previos a 1917. El PRT afrontó la coyuntura revolucionaria de la Argentina del 75-76 con las herramientas teóricas y políticas que tuvo a su alcance, que fueron las que marcaron sus aciertos y sus limitaciones pero, sobre todo, y a diferencia de otras corrientes políticas que criticaron y critican su “aventurerismo” y su “militarismo”, con una enorme voluntad revolucionaria, requisito indispensable (aunque parezca redundante decirlo) de cualquier revolución. En definitiva, en la tradición política abierta por el PRT y su derrota revolucionaria hay que buscar las huellas del porvenir. El PRT fue derrotado, sí. Pero una derrota, no es lo mismo que un fracaso.
[1] Katz, Claudio. El quinto peronismo a la luz del pasado.
[2] De Santis, Daniel. A Vencer o Morir. PRT-ERP. Documentos. Tercera Edición. Estación Finlandia. Temperley. (Abril de 2015).
[3] Como lo ha demostrado Héctor Löbbe en su libro La Guerrilla Fabril.