Desde Tucumán – Especial para Contrahegemonía web
Como la crisis es un detonador, una caja de Pandora desde donde irrumpen pasados supuestamente enterrados para siempre, iniciativas inconcebibles poco antes de la turbulencia, interacciones de diversa amplitud geográfica, constituye siempre una avalancha de “sorpresas” muchas de ellas previsibles a condición de no estar sumergidos en la rutina conservadora aferrada a la creencia ilusoria de que lo que fue y es seguramente será. BEINSTEIN, Jorge
Necesitamos partir de tres obviedades. La primera se refiere a poder situarnos en qué momento del orden mundial nos encontró esta pandemia. Capitalismo, uno globalizado, extractivista y neoliberal, que muchos autores describen desde la mercantilización de todos nuestros aspectos de la vida, la naturaleza, la salud y la misma muerte. Una vez más debemos repetir entonces, sobre estas obviedades, que no podemos negar que estamos bajo un sistema para el cual la pobreza, la desocupación, la precarización, el extractivismo, la desigualdad de condiciones no es un crimen, sino todo lo contrario es consustancial al mismo.
Las potencias del mundo están en una campaña sinigual por disputar el desarrollo de lo que será quizás, la post pandemia, y el nuevo reparto mundial del capital. Dejando de lado las teorías conspirativas, podríamos igual avizorar que nos encontramos ante un momento que difícilmente se resuma en una “crisis del capital”, incluso en los relatos oficiales se muestran entremezcladas aún las causas de esta pandemia, con la lucha intersticial de los gobiernos por salvar las institucionalidades.
István Mészáros1, nos venía indicando sistemáticamente que el sistema de metabolismo social del capital, después de vivir la era de los ciclos, entró en una nueva fase, inédita, de crisis estructural, marcada por un continuo depresivo que convertirá en historia aquella fase. Salvarlo por tanto, implica mucho más que un “welfare state”, o uno de corte soviético; la misma China parece acercarse cada vez a un totalitarismo.
Lo que se venía denominando como crisis civilizatoria hoy cobra mayor crudeza real, de la que ya venía expresándose de formas más naturalizadas, en esta disputa o como llaman “guerra contra un enemigo silencioso”, se agudizaran más las condiciones de reproducción del capital basadas en formas de acumulación originaria (robo, rapiña, la expropiación, el saqueo, el control territorial directo sobre la naturaleza, etc.). Sumado a otro de los ejes que garantiza este proceso de acumulación ante la pérdida irremediable de la cohesión social, “es domesticar a los oprimidos, proclives cada vez más a la protesta y la rebeldía” (Aharonian, 2018). La militarización de la vida cotidiana que ya venía en avance, en este contexto ha cobrado mayor fortaleza.
Es parte de esta obviedad, que para que exista el capital debe existir la fuerza de trabajo que explota para garantizar su acumulación. En esta cuarentena mundial ha quedado claro que es la clase trabajadora la que produce lo necesario para garantizar la vida. Sin embargo, ¿sigue siendo ella, la que debe pagar las crisis y poner los muertos? David Harvey2 (2020) expresaba como las repercusiones económicas y sociales que genera la COVID-19 no dejan de filtrar las discriminaciones de siempre. “Para empezar, la fuerza de trabajo que se espera se ocupe de cuidar a la creciente cifra de enfermos resulta de modo característico enormemente definida en términos de género, raza y etnia en la mayoría del mundo. Es reflejo de la fuerza laboral de clase que se encuentra, por ejemplo, en aeropuertos y otros sectores logísticos”.
Nos lleva esto a la segunda obviedad -no como un efecto casual- sino aquello que expresamos como parte de esa primera obviedad “aquello consustancial al sistema”, necesario, aquello que lo fagocita una y otra vez quizás. Así como la crisis estructural del capitalismo era previa a la pandemia, así también sus efectos en la naturaleza, en la biodiversidad, en los territorios y en las relaciones sociales, como así también en las clases sociales que establece.
En esta línea, las situaciones de vulnerabilidad de vastos sectores para emprender los “cuidados” necesarios para no contagiarse son previas a esta Pandemia, claro indicador está en los datos que difundió el Indec en estas últimas semanas en donde se refleja que en el país, la pobreza pasó del 32% al 35,5%: 14,4 millones de personas.
En el caso del Gran San Miguel de Tucumán3 la pobreza alcanza al 37% de los habitantes, el 27,9% de los hogares del Gran Tucumán-Tafí Viejo son pobres (71.606 casas); la indigencia llega al 4,7% de los hogares (12.159) y a 6,8% de la población (60.879). En relación a la niñez y la juventud: “En el 2° semestre 2019, la pobreza fue de 52,3% entre los menores de 15 años; de 42,5% en las personas de 15 a 29; de 30,5% en las de 30 a 64; y de 11,3% en las mayores de 65”.

Por otro lado, el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina4 (UCA) publicó el informe “Derecho a un hábitat digno en la infancia”. El estudio revela que en todo el país el 50,6% de las personas de 0 a 17 años vive en un medioambiente contaminado. La cifra crece al 61% en el estrato económico de los denominados trabajadores marginados. En el caso de Tucumán el informe revela que el 75,9% de los niños viven en un ambiente contaminado.
Con respecto a la vivienda, hay que remarcar que partimos de que Argentina en 2018, el hacinamiento crítico (más de 3 personas por cuarto) afectaba a 1.306.000 personas en los principales aglomerados urbanos del país, según datos del INDEC (2018). Asimismo, la tasa de hacinamiento crítico en los asentamientos de Argentina llegaba al 35% (UCA 2018).
Otro aspecto consustancial al capital previo a la pandemia, es el referido a la naturaleza, y nosotres en ella, puede ser muy sorprendente quizás que hace menos de un año se realizaba la “Marcha plurinacional de los barbijos”, en la ciudad de Rosario, donde asambleas socioambientales, campesinos, indígenas y productores agropecuarios que no utilizan venenos denunciaban las fumigaciones con agrotóxicos, el modelo transgénico y reivindicaban el derecho a la salud por sobre el dinero del agronegocio, en esa oportunidad también se desarrollaba allí el Congreso Internacional de Salud Socio-Ambiental, donde confluyeron movimientos sociales científicos críticos al extractivismo. Siguiendo a Svampa5 (2008) quien, a su vez, retoma de D. Harvey (2004), la actual etapa de expansión del capital puede ser caracterizada como de “acumulación por desposesión”, proceso que ha producido nuevos giros y desplazamientos, colocando en el centro de disputa la cuestión acerca del territorio y el ambiente.
En este contexto, veníamos también observando que la violencia aparece como experiencia cotidiana dentro del capitalismo, cobrando muchos sentidos, algunas veces restringida a los hechos delictuales en el espacio público (criminalidad), otras remitida a la violencia patriarcalmente llamada “doméstica”, la violencia de género; pero también la violencia aparece como una categoría social impuesta, la instalación de “territorios de sacrificio” como aquellos de los nos hablan las Asambleas socioambientales, aquellos sujetos, territorios y bienes naturales saqueables, los del despojo, la rapiña, el robo y la explotación del capital.
Esto nos permite llegar a la tercera obviedad, NO fue el murciélago, no fue la covid 19, no fue el mercado Chino, et., es el capitalismo.
De tal manera, no dar por obvio ninguna de las dos primeras obviedades, no naturalizar, no generalizar ni muchos menos sacar de los atravesamientos socio-históricos a esta enfermedad. ¿Qué implicancias tiene esto? que no podríamos en un contexto de pandemia y cuarentena, sólo asumir la preexistencia de las desigualdades, las violencias, el saqueo en todas sus formas. No podríamos asumir que una pandemia y esta cuarentena, convierte a la barbarie capitalista en humanismo y bondad solidaria en un “estamos todos unidos”, como no se puede quedar en casa con su agresor una mujer que sufre violencia, como no puede acceder a la justicia formal un joven pobre al que no se advertirá si rompe la cuarentena; no puede ser heroína una enfermera con pluriempleo y sin los elementos de protección necesarios; en definitiva una pandemia no puede hacer que el consumo, la producción, la distribución y la reinvención del capital se separen y hacerlas algunas más equitativas, más humanas.
Y en esa persecución de los estados, que mencionamos arriba, de buscar a como dé lugar preservar la institucionalidad, creando falsas dicotomías “es la economía o la salud”, se encubre que si se sigue sosteniendo este sistema no hay forma que lo que se preserve sea la salud, el trabajo, la vida y la naturaleza (nosotres en ella).
“Sólo cucharas”
En este panorama, si nos encontramos ante “una guerra contra un enemigo silencioso” gran parte de la población solo tiene cucharas para defenderse, no tiene como “lavarse las manos” ante una escasez de agua potable, la falta de cloacas, un gran cúmulo de agua por abajo si hay inundaciones y por los techos de chapa si llueve, o posee agua contaminada por mineras, hacinamiento, falta de alimentos, un casi 40% de trabajo en negro, desocupación y precarización, condiciones de salud para algunes que les ubican en la población de mayor riesgo, etc.
Se apela pues, a las responsabilidades. Las de nosotrxs les trabajadores y poblaciones pobres en general de quedarnos en casa, no negando que existen poblaciones que no pueden garantizar eso, sino llevándolas a planos de esfuerzos conjuntos, de desigualdades heredadas, etc., en donde la asistencia pueda suplir los derechos, lo que significa que esa “ayuda de emergencia” es porque sos pobre, no porque sos “ser humano o ciudadanx”; o sea vas a seguir siendo pobre, es el mensaje en definitiva.
Se apela también, a las responsabilidades como trabajadores esenciales de ser héroes o heroínas, porque ya se anuncia un panorama de muertes de trabajadores de la salud especialmente, existe un 14% de contagios por covid-19 de trabajadores de la salud por falta de insumos necesarios. Esto sin dejar de mencionar la situación de precarización laboral y en particular de lxs trabajadores de la salud, y estatales en general como el Ministerio de desarrollo social de la provincia que tiene una diversidad sinigual de formas de contratación, trabajadores que esta pandemia esperan sueldos de julio de 2019.
Responsabilidad, también de los hospitales públicos, hospitales que han sido desfinanciados que no cuentan con camas, ni respiradores suficientes; sin poner en tensión el rol de los sanatorios privados, y les trabajadores explotados en ellos, sin mención del rol de las farmacéuticas en la mercantilización de la salud y la vida.
Responsabilidad de la escuela y les docentes de sostener las clases virtuales, siendo creativxs ante el reconocimiento de que las condiciones previas (obviedad 2) son desiguales. Solo a modo de ejemplo mencionar que, según el INDEC, en Argentina el acceso a internet es de un 47% para hogares sin antecedentes educativos (94% para el segmento de mayor nivel de educación), según la UCA el 72% de los niños/as y adolescentes (de 5 a 17 años) no cuenta con un celular propio.
No se verá esto como consustancial al capital, la responsabilidad es del murciélago, del covid19, de la alimentación, etc., es de los que no cumplen la cuarentena, de los que no tienen salario o de los que tienen, de les trabajadores de la salud que no sean héroes o heroínas y de todxs les trabajadores en general y en definitiva, es una responsabilidad compartida que busca igualarnos en un “bien común”, en una defensa cuya base fuerte es el miedo y la incertidumbre.
“El pueblo salva al pueblo”
El capitalismo jamás se derrumbará solo, sino como plantea Gramsci, para eso hace falta ese sujeto organizado que intervenga, que sea activo, que intervenga políticamente a partir de determinadas relaciones de poder. En este sentido, es necesario que el movimiento de la clase – que vive de su trabajo- ante la dominación social capitalista ponga cada vez más las necesidades y desigualdades en la agenda. NO para ser parte de la instrumentación desde arriba del control social y la reinvencion del metabolismo social del capital. Sino para expresar los problemas de trabajadores en condiciones de precarización, la desocupación, de la contaminación y las enfermedades que acarrea; de la criminalización y la violencia; etc. Pero a la vez, sea capaz de construir una alternativa política de transformación, no como un programa desde arriba, sino como un empuje desde abajo.
En este sentido, es un desafío en estos tiempos de pandemia, como expresa6 Sergio Zeta (2020), construir comunidad, incluso diría no ciudadanía mucho menos vecindad como hablaba el macrismo, sino comunidad, desde la participación directa, donde se gestan las sociabilidades locales.
A su vez, aportar también a la construcción o el fortalecimiento de articulaciones comunes para visibilizar y avanzar con nuestras pedagogías para disputar sentidos, territorios y la agenda pública para que irrumpan nuestras representaciones y demandas. Sostener los espacios de participación y diálogo entre las organizaciones políticas, sociales, de DDHH. Por ejemplo, como se viene realizando, para la visualización de la violencia policial y la violencia machista y patriarcal.
Tenemos la necesidad de ensayar una disputa sobre los sentidos comunes por ejemplo el referido a la seguridad, desde esta apelación a construir comunidad podría distar mucho de la que venimos viendo de la policía en los barrios y es gran dato como está siendo devuelto este trato sacándola de los mismos, debido al abuso policial que se viene denunciando. Sabemos que más allá de los casos mediáticos de situaciones conflictivas en algún country por no cumplir la cuarentena, en los barrios pobres y de trabajadores no se pregunta nada, la policía actúa y quizás luego pregunte. No será loco pues, pensar en términos de comités comunitarios con controles de las calles y supervisar la distribución de alimentos a todos los hogares para minimizar los viajes innecesarios, en particular para lxs ancianxs y otros grupos vulnerables.
Sabemos que como pueblo, como trabajadores que solo podemos confiar en nuestras propias fuerzas. Lo demuestran lxs jóvenes de la primera línea Chilena.
A su vez, se puede incluir almacenes y en conjunto a los habitantes del barrio combatir la especulación y los aumentos injustificados en el precio de los alimentos y medicamentos, que están siendo perpetrados por comerciantes sin escrúpulos. También, debemos exigir la estatización del transporte público en mano de los trabajadores mismos, el transporte público debe ser genuinamente público, por ello estas empresas deben ser asumidas sin indemnización. Exigir junto a sus trabajadores no solo que los provean de equipos de seguridad e higiene, sino unidades acordes y con disponibilidad horaria para los trabajadores esenciales.
Es necesario poder fortalecer los comedores y merenderos barriales y escolares, generar mejores condiciones y elementos necesarios, a su vez como vienen exigiendo en algunos países, se debería poner al servicio del pueblo aquellas cadenas de restaurantes y bares que cierran y despiden a lxs trabajadores, pedir su expropiación para satisfacer las necesidades alimentarias de las comunidades. Esto garantizaría también sostener y generar trabajo de lxs empleadxs en estos comercios y bares, al mismo tiempo que pondrían a disposición de otros los recursos que se necesitan con urgencia. Esto debe estar conectado con los grupos de vecinxs. También, los servicios de limpieza de los servicios públicos deben volver al estado, como los de los hospitales que fueron tercerizadas.
Será indispensable prepararse comunitariamente también, para los picos de contagio, para ello habrá que habilitar espacios de cuidado y aislamiento para población de riesgo y a su vez, instalar y construir puntos de higiene y Salud temporales en el espacio público.
Fundamentalmente, debemos asumir la denuncia y lucha contra la creciente destrucción de la naturaleza y de nosotres mismos, como parte de ella. No es posible avanzar sin denunciar al capitalismo en todas sus expresiones, develar la trama oculta en cada ropaje expropiador y/o explotador de gobiernos y empresarios.
Claudia A. Montoya
20/04/2020
1 https://www.herramienta.com.ar/articulo.php?id=668
2 https://www.sinpermiso.info/textos/politica-anticapitalista-en-tiempos-de-covid-19
3 https://www.lagaceta.com.ar/nota/839731/actualidad/solo-area-metropolitana-hay-casi-335000-tucumanos-pobres.html
4 Tuñón, I.;Lamarmora, G.; Medina Fernández, S. Derecho a un hábitat digno en la infancia. Documento de Investigación. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Educa, 2019.
5 http://www.maristellasvampa.net/archivos/ensayo43.pdf
6 https://contrahegemoniaweb.com.ar/2020/03/25/contra-la-pandemia-militarizar-o-comunizar-2/