Sin duda, este 1º de mayo no será uno más. La pandemia del COVID
19 ha detonado una crisis económica, social y política a nivel mundial sin
antecedentes comparables, con un desplome dramático de las economías, que
golpea con gran dureza a cientos de millones de trabajadores y trabajadoras en
todo el mundo que ingresan masivamente a una situación de desocupación, pobreza
y vulnerabilidad social.
Surgida en China y desplazada luego a Europa, es actualmente en Estados Unidos
el epicentro de una pandemia que en su desenvolvimiento deja al desnudo la
barbarie del sistema capitalista. A medida que se intensifica la propagación
del virus, el capitalismo imperialista expone su naturaleza signada por la
concentración de poder en una burguesía que se guía por aumentar la explotación
a la clase trabajadora, en búsqueda de maximizar sus ganancias, pasando por
encima de la vida de las mayorías populares y la destrucción del medio
ambiente.
Nuestra América Latina sufre el impacto del COVID 19 con la triste
particularidad de ser el continente más desigual del planeta. Con el
negacionismo criminal de Bolsonaro en Brasil como exponente más nítido de la
brutalidad neoliberal con tintes fascistas, las escenas de catástrofe
social se producen ya en Ecuador y Perú, mientras todo el
continente se encuentra a la espera de la explosión inminente de los picos de
contagio. Ni siquiera en este contexto el imperialismo yanqui cesa con su
bloqueo a Cuba y su asedio a Venezuela, agitando deservergonzadamente una vez
más la amenaza de una agresión militar directa.
Ante esta gravísima situación la organización popular busca la forma de darle
cauce a la solidaridad de les de abajo. Como corriente político sindical
adherimos al llamamiento que numerosas organizaciones compañeras impulsan para
este primero de mayo a lo largo de nuestro continente.
Argentina: con hambre, despidos y rebajas de salario no hay cuarentena posible
En nuestro
país, el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) lleva más de 40
días y el objetivo de “aplanar la curva de contagio” viene cumpliéndose hasta
el momento, pero en un marco social cada vez más crítico y desigual. En primera
línea, los trabajadores y trabajadoras de la salud enfrentan al COVID 19 con
escasez de recursos y elementos de prevención (lo que ya se expresa en
contagios crecientes); y los resultados que puedan exponerse públicamente son
fruto de su labor profesional. Ni héroes ni heroínas, son laburantes en
situación de precarización y junto con el reconocimiento social deben mejorarse
significativamente todas sus condiciones laborales.
A elles le siguen les trabajadores/as de Niñez, de la educación afectades a la
entrega de comida, compañeres de los movimientos territoriales que resuelven
cómo enfrentar el hambre en las barriadas más humildes e infinidad de
laburantes cuyo trabajo no es esencial pero son obligades a trabajar bajo
amenaza de despido.
Que no quepa duda que las y los trabajadores/as somos los principales
interesados en cuidar nuestra salud y para ello queremos y necesitamos cumplir un distanciamiento físico en condiciones de
dignidad para nuestras familias. Por el contrario, la reacción de los
empresarios que cuenta con la complicidad o la impotencia del gobierno (por
acción u omisión) es la implementación de despidos, suspensiones, mayor
precarización y rebajas de salario.
El más claro ejemplo de esto es la inoperancia para hacer
cumplir a las patronales el decreto de prohibición de despidos, expuesta
públicamente ante la decisión de Paolo Rocca, hace apenas dos semanas, de dejar
a 1500 trabajadores en la calle sin que recaigan sobre él otra cosa que quejas
lastimeras de parte del Ejecutivo. Y mientras las cámaras empresariales y los
medios hegemónicos de prensa vienen implementando una intensa campaña mediática
para impedir el avance de un tímido proyecto oficial de impuesto a las grandes
fortunas, la UIA y la burocracia sindical de la CGT, con el auspicio del Ministerio
de Trabajo, recortaron el 25% de los salarios de los trabajadores y
trabajadoras que resulten suspendidos por la parálisis de sus sectores de
actividad.
Más allá de los discursos, mandan los de arriba y mientras
los grandes empresarios y banqueros se niegan a poner siquiera una limosna de
sus fabulosas ganancias, ¡a las y los laburantes nos meten la mano en los
bolsillos bajo la tutela del ministro de Trabajo!
Lo mismo ocurre con los 8 millones de inscriptos e inscriptas
para percibir el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) de apenas $10.000, que
excluyó inicialmente a otros 3 millones y ni siquiera llegó a los bolsillos aún
de una buena parte de las y los anotados. ¡Cuántas IFE podrían pagarse con un
impuesto a las grandes fortunas y con los cientos de millones de dólares que se
fugaron en el pago de una deuda externa fraudulenta, ilegítima e ilegal!
La cara más cruda de esta cuarentena desigual se vive en los
barrios populares, donde las ollas de las organizaciones sociales
y de trabajadores desocupades, son el último eslabón de una extensa y solidaria
cadena que permite a familias enteras acceder al plato de comida diaria para
sobrevivir. Ni que hablar de la imposibilidad de “quedarse en casa” cuando se
vive en la calle o lo que prima es el hacinamiento, escasea el acceso a agua
potable y brillan por su ausencia las políticas públicas de urbanización en
villas y barrios de emergencia.
La situación de hacinamiento de personas encarceladas, que en un 75% cumplen
con preventivas en espera de una sentencia también se puso de manifiesto recién
cuando ellas mismas hicieron visibles sus condiciones de reclusión,
evidenciando también, por un lado, el trato infame del Servicio Penitenciario y
por el otro, el oportunismo canallesco de la ultraderecha política y su brazo
mediático, decidido a aterrorizar con “sueltas de delincuentes”.
También la violencia machista recrudece en este contexto de aislamientos donde
miles de mujeres y disidencias se ven obligadas a convivir con sus agresores y
potenciales asesinos, como lo demuestran los femicidios y crímenes de odio de
más de 100 mujeres, lesbianas, trans y travestis en lo que va del año. Las
respuestas gubernamentales a esta problemática urgente han resultado
completamente insuficientes y requieren de políticas efectivas y no de acciones
de maquillaje mediático.
No hay ni habrá brazos cruzados
Por historia
y experiencia de lucha, está claro que nuestro pueblo trabajador no se va a
quedar inmóvil y de brazos cruzados si se ve forzado, cada vez más, a optar
entre enfermarse o pasar hambre.
Los y las trabajadoras de la salud están deliberando desde abajo en sus lugares
de trabajo cómo tomar en sus manos sus condiciones de trabajo. Su lucha es su
esperanza y la nuestra ante la desidia estatal y la codicia empresaria.
En estas semanas algunas luchas lograron hacerse públicas, como la de los
obreros del frigorífico Penta en Quilmes (que fueron reprimidos por la policía
de Sergio Berni) y la de la fábrica Bed Time en zona norte. Éstas y otras
luchas como los y las textiles en Chubut, que se negaron a aceptar la rebaja
salarial acordada entre la patronal y la dirigencia sindical entregadora, los
mineros en el norte de Neuquén y tantas más son la punta del iceberg que nos
muestra la disposición de pelea de la clase trabajadora en Argentina, y la
búsqueda de organizarse desde abajo, haciendo frente a la ofensiva patronal y
la militarización de las calles y la represión de las fuerzas de seguridad,
convertidas en punta de lanza del dispositivo de aislamiento social.
En esta perspectiva, este 1º de mayo la militancia sindical de CPS Rompiendo
Cadenas, en numerosas provincias y ciudades de nuestro país, será parte de las
acciones de lucha y solidaridad de los distintos sectores de nuestra clase
trabajadora que se encuentran en conflicto en defensa del trabajo y el salario;
y de las ollas populares que en innumerables barriadas organizarán los
movimientos sociales, reafirmando la pertenencia común a nuestra clase obrera
que es una y sin fronteras que puedan separarla.
Frente al drama de una pandemia que asola a la humanidad potenciada por la
barbarie individualista del capitalismo imperialista, oponemos la solidaridad,
fuerza y organización de nuestra clase trabajadora. La salida es colectiva y la
construimos las y los de abajo.
– Abajo el acuerdo UIA-CGT: ¡Ningún despido, suspensión ni rebaja de salario!
– Que la cuarentena la paguen los ricos: ¡Por un impuesto a las grandes fortunas!
– ¡Suspensión inmediata de los pagos y desconocimiento de la deuda externa ilegítima, ilegal y fraudulenta! ¡Fuera el FMI!
– Presupuesto para salud, educación, trabajo y vivienda popular, con medidas efectivas para prevenir y apoyar a mujeres y disidencias ante situaciones de violencia de género.
– ¡No a la represión policial! ¡Fuera el Ejército de las calles y barrios!
– ¡Fuera el imperialismo yanqui de América Latina!
Corriente Político Sindical Rompiendo Cadenas
(30/04/2020)