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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

El trabajo en crisis, apuntes al calor de una pandemia en curso

«La primera lección es que un sistema político social construido en la codicia, las ganancias, la mercantilización y la privatización de todo no puede abordar una crisis de esta magnitud». (Henry Giroux)

Resumen: el presente es un documento de trabajo que, a modo de apuntes al calor de la crisis en curso, está organizado en tres partes que tratan los siguientes aspectos: a) el deterioro de la situación del trabajo ante el capital antes de la pandemia; b) un panorama general de la situación del trabajo, como resultado inmediato de la gestión capitalista de la crisis; c) una propuesta inicial de caracterización de las principales modalidades de afectación a cinco grandes grupos de trabajadores en la actual coyuntura (los que han seguido en sus puestos, los que teletrabajan, los informales, las trabajadoras del hogar y los que se han quedado sin empleo). El texto presta atención al desarrollo de estos procesos a escala global, pero hace especial énfasis en los casos latinoamericanos y también hace mención a las incipientes formas de organización y resistencia de los trabajadores ante el complejo panorama actual.

Panorama del trabajo global antes del brote

La pandemia del Covid19 nos ha mostrado múltiples aspectos escabrosos de nuestra civilización capitalista. De entre ellos hay uno que destaca por haber pasado a primer plano de la realidad mundial, la subordinación directa e indirecta del trabajo al capital. Subordinación que implica, entre otras cosas, que en situaciones como la presente cuando los procesos de acumulación de riqueza entran en crisis, el capital se esfuerza de múltiples maneras (despidos, reducción de jornadas de trabajo y de salarios, etc.) por transferir los costos de la crisis a las clases trabajadoras, resguardando hasta donde le sea posible sus ganancias. Claro está que dicha relación despótica entre capital y trabajo opera bajo cualquier circunstancia, tanto en los periodos de auge como en los de crisis, pero, como es evidente, se torna más violenta durante estos últimos, pues es cuando el trabajo padece mayores arbitrariedades en el uso o desecho que el capital hace de él. Es precisamente en esos momentos cuando aumentan los volúmenes de trabajo que se tornan superfluos o prescindibles desde el punto de vista de la acumulación, aunque esos trabajos sigan siendo necesarios desde el punto de vista de la reproducción de la vida. En breves palabras, es bajo las crisis, cuando es más evidente que «La escasez de empleo directo, el subempleo y el empleo precario, subrayan el carácter sacrificial que tiene el capitalismo para la población, en tanto que la posibilidad de que los obreros mueran o degeneren su condición de vida…» [2]. O, para ponerlo en palabras de la mayor organización de los trabajadores a escala mundial, la Federación Sindical Mundial, durante los primeros meses de la pandemia «no se han detenido las violaciones de derechos, los despidos, las restricciones de los derechos sindicales y las libertades en contra de los trabajadores por parte de los gobiernos y empleadores que explotan la pandemia a fin de generalizar medidas y tácticas antilaborales» [3].

Al ser el capitalismo una forma hiperatomizada y competitiva de organizar el trabajo y el intercambio de los frutos de éste, el principio de satisfacción de las necesidades sociales queda permanentemente subordinado a los imperativos de la acumulación. Esto trae como consecuencia la imposibilidad de que la sociedad pueda garantizar de forma estable que la totalidad de las necesidades humanas (alimento, vestido, vivienda, descanso, acceso a la educación, la salud y la cultura, entre otras) puedan ser satisfechas para la mayoría de la población mundial; una población que se ve progresivamente envuelta en un proceso de proletarización global, entendido como la pérdida o precarización de sus medios históricos de subsistencia, lo que le obliga a buscar alguna modalidad de trabajo asalariado (y por tanto subordinada al capital de forma directa, en el caso de los trabajadores del sector privado) o bien a buscar modos de vida en aquellos segmentos del mercado de trabajo considerados «por cuenta propia», pero que no escapan del todo (aun sea de forma indirecta) a la dinámica de la reproducción capitalista de la riqueza, lo anterior sin mencionar a todas y todos aquellos seres humanos que no logran siquiera insertarse en cualquiera de las dos modalidades anteriores y quedan de forma más o menos intermitente en situaciones de franco desempleo, e incluso de indigencia.

De hecho, ya antes del estallido de la pandemia, la cantidad de seres humanos que a escala global tenía empleos escasamente remunerados, inestables, precarios en los ámbitos de los términos de su contratación o en lo que a seguridad social se refiere, en algún segmento de la llamada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) economía informal [4], tal volumen era del orden de los 2.000 millones de personas, sobre un total de 3.300 millones de seres humanos que conforman la población económicamente activa (PEA) que existe en el planeta, es decir, casi 2 de cada 3 trabajadoras y trabajadores en el mundo laboran bajo condiciones sumamente desfavorables en cuanto a estabilidad laboral y seguridad social se refieren, eso sin mencionar otros aspectos como la intensidad de la explotación de su trabajo, los niveles de salud laboral o los montos de sus ingresos respecto a sus necesidades sociales, todos ellos aspectos más difíciles de cuantificar. Ese panorama, salvo algunas excepciones, se fue agudizando durante las últimas décadas del siglo pasado y las que van del presente, tanto en los centros como en las periferias, como resultado de una ofensiva global del capital contra el trabajo que, aprovechando la entrada de cientos de millones de nuevos trabajadores a los circuitos de valorización, así como de las sucesivas derrotas de las organizaciones gremiales, lograron imponer a la baja nuevos marcos regulatorios de los mercados laborales, hacia esquemas de mayor desregulación y precarización del trabajo. En otras palabras, para la gran mayoría de la humanidad trabajadora, el escenario laboral aún antes de la llegada del Covid a nuestras vidas no era para nada halagador.

Panorama general de la crisis del trabajo.

Si el panorama no era halagador antes del COVID, ahora lo será mucho menos. No es casualidad que en su segundo informe sobre los impactos de la pandemia en el mundo del trabajo, la propia OIT haya caracterizado a la actual como la crisis más grave desde la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo con sus datos más recientes (finales de abril) la crisis está causando una reducción sin precedentes de la actividad económica y del tiempo de trabajo, lo que implica que hacia mediados del presente año habrá una reducción aproximada de las horas de trabajo globales de alrededor de 10,5 % respecto al año anterior, lo que equivale a la pérdida de 305 millones de empleos a tiempo completo [5]. De hecho, las medidas de paralización total o parcial ya afectaron a casi 2.700 millones de trabajadores (81 % de la fuerza de trabajo planetaria). La primera estimación de la OIT sobre 25 millones de potenciales desempleados hacia fin de año se ha visto ampliamente rebasada pues, tan sólo en los EE.UU. 26,5 millones de personas quedaron sin empleo en tan sólo 35 días, dejando hasta el momento una inédita tasa de desempleo e entre 15 % y 20 %, sólo superada por la de la Gran Depresión (25 % en su momento más álgido). Y, lo que es más grave, es que la cifra mencionada ni siquiera contabiliza  los millones de  trabajadores informales e indocumentados [6].     

Y, como es evidente, la crisis de trabajo no sólo es una crisis de ingresos, sino que también se está convirtiendo en una crisis de pobreza y de hambre para los estratatos más precarizados de la población trabajadora mundial. Un par de cifras escalofriantes así lo sugieren: la organización humanitaria Oxfam calculó que a raíz de la pandemia hasta 500 millones de personas están en riesgo de caer en la pobreza [7]. Por su parte, el Programa Mundial de Alimentos de la ONU advirtió de una hambruna de «proporciones bíblicas» que podría afectar hasta a 265 millones de personas (el doble que antes de la epidemia) y que «más de 30 países en vías de desarrollo podrían verse afectados por esta hambruna generalizada, 10 de los cuales ya están sufriendo sus efectos con más de un millón de personas al borde de la inanición» [8].

En Nuestra América el panorama tampoco es nada alentador, además del creciente número de contagios y muertes, las cifras del desempleo, reducción de las jornadas de trabajo y de salarios han venido escalando a medida que pasa el tiempo, los ingresos de millones de trabajadores y pequeños comerciantes tanto en la economía formal como en la informal han caído por diversas razones asociadas a la emergencia y en no pocos casos, el hambre comienza a hacer estragos, un fenómeno que ha orillado a multitudes de personas con pocos o nulos ingresos a emprender rutas migratorias para retornar a sus lugares de origen en busca de mejores condiciones de supervivencia, como lo muestra el caso de miles de peruanos que abandonan las grandes ciudades para regresar al campo [9] o el de los venezolanos que huyen de Chile, Perú, Ecuador y Colombia para dirigirse a su país [10]. Si quisiéramos ilustrar con una sola cifra la dimensión del problema en América Latina y el Caribe habría que hacer referencia a lo anotado recientemente por la CEPAL, que considera que a finales de 2020 habrá un decrecimiento promedio de -5,3 %, «la peor que la región ha sufrido desde 1914 y 1930» [11].

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Diferentes mecanismos de afectación al trabajo durante la pandemia

Lo primero que debemos tener claro es que la expansión del COVID no ha seguido un patrón completamente caótico sino que, en buena medida, ha acompañado a las rutas mundiales de circulación de mercancías, muchísimas de las cuales tienen su origen en la provincia china de Hubei (epicentro de la pandemia) que es uno de los mayores centros fabriles del planeta. De acuerdo a la consultora de negocios Dun & Bradstreet, más de 50.000 empresas de todo el mundo tienen uno o más proveedores directos en su capital, Wuhan. Desde allí las mercancías fabricadas por el proletariado chino comienzan un largo viaje alrededor del globo a través de un complejo sistema de infraestructura de transporte y distribución que ha venido acelerando el tiempo de circulación de las mercancías durante las últimas décadas. La obsesión del capital por reducir su tiempo de rotación ha implicado el desarrollo de la llamada manufactura ajustada (lean manufacturing) y las las entregas just-in-time que, en la coyuntura actual, supusieron no sólo la rápida entrega de los productos, sino también la acelerada expansión de los contagios, a través de contactos entre los trabajadores que se encuentran ubicados a lo largo de esas cadenas de suministros de alcance global [12]. De acuerdo a la nota citada, existiría una correlación entre los datos aportados por el Centro de Recursos del Coronavirus de la Universidad Johns Hopkins que da seguimiento a las ubicaciones de los contagios de COVID en los Estados Unidos, con el mapa de las concentraciones fabriles, de almacenamiento y de transporte de la Brookings Institution, lo que sugeriría que «este virus se ha movido a través de los circuitos del capital y de los humanos que trabajan en ellos y no solo por una transmisión aleatoria».

La lógica de los contagios y las muertes por COVID no sólo responde a los circuitos de capital en sí mismos, hay otros importantes factores socioeconómicos que parecen decisivos cuando se revisan cuáles han sido los grupos sociales más afectados. Así, por ejemplo, se sabe que los varones son más suceptibles que las mujeres, los viejos que los jóvenes, aquellos que padecen enfermedades crónicas que los que no las tienen. Pero, y este es un pero muy importante, como anota de médico y economista José A. Tapia Granados, esas enfermedades tienen un gradiente social:

…son más frecuentes a medida que se baja en la escala de status socioeconómico indicado por ejemplo por el nivel de ingreso, el nivel educativo o la calificación profesional. En los niveles bajos de ingreso son más frecuentes el tabaquismo y las enfermedades respiratorias crónicas, a menudo consecuencia de exposiciones profesionales; también son más comunes el alcoholismo, la obesidad, la hipertensión arterial, la diabetes. Todo ello hace que el COVID-19 sea más grave y más letal [13].

Como sostiene  el sociólogo norteamericano William Robinson: «Al virus no le importa la clase, etnia o nacionalidad de sus portadores humanos pero son los pobres, los marginados y las clases trabajadoras los que no gozan de las condiciones para protegerse del contagio ni pueden asegurar la atención médica en caso de contaminación» [14]. Es de esperar entonces que el COVID-19 afecte menos a quienes tienen mejores empleos o mayor nivel de renta que, además, viven menos hacinados y tienen en general menos enfermedades crónicas. Tomando en cuenta estas consideraciones generales, a continuación se ensaya una primera caracterización de los grandes segmentos y grupos laborales que, por diversas razones, están llevando la peor parte de la actual crisis.

Simplificando, existen cinco grandes grupos de trabajadores que se han visto afectados durante la pandemia: en primer lugar  están todos aquellos asalariados en los sectores estratégicos (salud, producción, distribución y comercialización de alimentos e insumos básicos) que difícilmente pueden darse el lujo de abandonar sus puestos habituales de trabajo, así como aquellos otros que, sin ser prioritarios, no han sido obligados por los gobiernos a parar (industrias y servicios no prioritarios); en segundo lugar, aquellos asalariados que, por la naturaleza de sus actividades siguen trabajando, pero lo hacen desde sus casas (teletrabajo); en tercer lugar tenemos a todos aquellos que laboran  en el sector informal de la economía y que, dependiendo de sus condiciones de vida previas (ingresos, ahorros, etc.) y de la mayor o menor rigidez de los términos de las cuarentenas a lo ancho del mundo, continúan trabajando (aún sea bajo nuevas condiciones, generalmente de mayor precarización) o se han visto obligados a quedarse en casa; en cuarto lugar, el contingente del trabajo doméstico o reproductivo y, finalmente, se encuentra un último grupo de aquellos que han sido despedidos a raíz de la crisis, a los cuáles también podríamos sumar a los pequeños comerciantes que han tenido que cerrar sus negocios y que actualmente no tienen ingresos.

Los asalariados que continúan en sus puestos de trabajo       

De entre la variedad de estos trabajadores, tal vez de quienes más se habla en la opinión pública son los que laboran en el sector salud (médicos, enfermeras, etc.). Como es obvio, la mayor amenaza de la pandemia a sus condiciones laborales, tiene que ver con la alta exposición al contagio que sufren cotidianamente en sus centros de trabajo. No obstante, la exposición varía de país a país y de lugar a lugar, siendo los más gravemente afectados aquellos que trabajan en países en donde los sistemas de salud han sido descuidados por las políticas neoliberales y, por tanto, se encuentran peor preparados para dotar a esos trabajadores de los instrumentos necesarios para su cuidado. Y eso es verdad tanto para países de los centros como de las periferias globales. En el caso de América Latina, por ejemplo, la prensa regional ha llamado mucho la atención sobre el caso ecuatoriano, por el alto número de trabajadores de la salud contagiados y fallecidos. De acuerdo a datos del Colegio de Médicos del Guayas, hasta el 19 de abril ya habían fallecido más de 80 médicos tan sólo en esa provincia costera. Dicho Colegio, también acusó al gobierno ecuatoriano por pretender minimizar el problema arguyendo que muchos de ellos habrían sido resultado de contagios comunitarios en el entorno familiar de los doctores; la organización de los médicos, por el contrario, sostuvo que el grueso de los decesos tienen que ver con «la responsabilidad del Estado por la negligencia en el abastecimiento de insumos, medicinas y equipos de bioseguridad para los profesionales de la salud” [15]. Negligencia que no es sino el agravamiento de una política deliberada de desinversión en el sector salud del gobierno en los años recientes [16]. Brasil es otro caso preocupante: a mediados de abril, médicos y enfermeras de la ciudad de Pará salieron a la calle al grito de “Queremos EPI, queremos EPI”, demandando equipos de protección individual  (barbijos, batas, guantes, jabón) y responsabilizando a las autoridades gubernamentales de no estar interesadas en financiar suficientemente el sistema de salud pública, en un país que durante los últimos años dio un brusco giro hacia las políticas neoliberales.[17]           

Pero los trabajadores de la salud no son los únicos que se han visto altamente expuestos al contagio. Cada vez son más los testimonios de diferentes partes del mundo de casos de empresas que poco o nada se han preocupado por cuidar la salud de sus empleados. De entre esos destaca el de la transnacional de origen norteamericano Amazon, propiedad del magnate Jeff Bezos, en donde laboran alrededor de 750.000 trabajadores a lo ancho del mundo. Amazon no sólo que no ha dejado de operar, sino que está reclutando a miles de nuevos trabajadores porque sus operaciones han crecido durante la pandemia. El problema con esos empleos es que no han sido acompañados de adecuadas medidas de cuidado sanitario, lo que ha llevado a que existan trabajadores contagiados en alrededor de 50 de sus bodegas en diferentes países [18]. Las protestas contra las políticas de la empresa van desde las manifestaciones aisladas hasta el reciente estallido de huelgas en sus instalaciones, sobre todo en los Estados Unidos, pero también en Italia, España y Francia; en este último país, un tribunal ordenó a Amazon dejar de vender, almacenar o entregar productos no esenciales durante un mes, para proteger a sus empleados de contagios, así como negociar con los representantes de los trabajadores nuevas medidas de seguridad de carácter preventivo [19]. Por su parte, en los Estados Unidos se desplegó una auténtica oleada de huelgas durante la primera quincena de abril: cerca de 100 huelgas fueron declaradas por trabajadores de logística, comida rápida, personal de salud, supermercados e industrias, principalmente para demandar la mejor protección de los empleados y para exigir licencias con sueldo para aquellos que caigan enfermos [20].

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Mención aparte merecen los trabajadores migrantes y los afroamericanos quienes por diversas razones (legales y de marginación social) son orillados a aceptar condiciones de trabajo muy por debajo de los estándares mínimos de seguridad e higiene laboral; también son aquellos que tienen los promedios más bajos de ingresos, están mayormente excluidos de los sistemas de salud, viven más hacinados y no tienen acceso a una alimentación adecuada, por lo que las enfermedades crónicas como diabetes, obesidad e hipertensión campean entre sus miembros Y justamente por ello son más propensos a desarrollar cuadros graves al contagiarse de de COVID. El desprecio de algunos de los grandes capitales que operan en los Estados Unidos por la vida de sus trabajadores (sobre todo si son migrantes) ha sido de tal magnitud que ha llevado a algunas empresas gigantes como Smithfield (la mayor productora de carne porcina en ese país) a seguir operando sus plantas aún sabiendo de contagios masivos. De acuerdo a una nota de prensa, el mayor brote en ese país (el más contagiado del mundo) se dio precisamente en una planta de Smithfield en Dakota del Sur, donde laboraban 3.700 trabajadores de América Latina y África, esa instalación no dejó de producir los 22.000 cerdos diarios sino hasta después de los 644 contagios de sus trabajadores [21].

Otro aspecto asociado a los migrantes tiene que ver con la pérdida que están sufriendo en sus ingresos y, por tanto, en su capacidad para enviar remesas a sus países de origen, de hecho, 6 de cada 10 trabajadores de origen latino en los Estados Unidos están desempleados o han visto reducido su sueldo durante las últimas semanas. De acuerdo a un economista del think tank estadounidense Inter American Dialogue, se estima que, en comparación con el 2019, durante el presente año las remesas recibidas en América Latina y el Caribe disminuirán entre 7 y 12 %. En este mismo sentido va lo anotado por Dilip Ratha, Economista Jefe de Migración y Envíos de dinero del Banco Mundial: “La pérdida de las transferencias es la pérdida de un salvavidas financiero decisivo para muchas familias pobres y tiene un impacto directo en la nutrición, la salud y la educación, las que a su vez afectarán a la formación del futuro capital humano” [22].

Por otro lado, también vale la pena referirse a los impactos del COVID en ese enorme contingente del proletariado global formado por los trabajadores uberizados, aquellos que, sin ser propiamente asalariados, desarrollan un trabajo sólo aparentemente «por cuenta propia», pero que están subordinados al mando de los capitales que operan plataformas digitales que controlan el transporte de pasajeros y los servicios de entrega a domicilio (Glovo, Deliveroo, etc.). De acuerdo a especialistas en la materia, hacia 2017 había en el mundo aproximadamente 70 millones de trabajadores registrados en las plataformas digitales más grandes alrededor del mundo [23]. Esos millones de trabajadores ya antes del estallido de la pandemia laboraban en condiciones precarias: sin salario fijo, sin seguridad social, muy expuestos a accidentes laborales, etc. Las empresas que se lucran con su trabajo se han negado sistemáticamente a reconocer una relación de dependencia, lavándose las manos respecto a las condiciones bajo las cuales desarrollan su actividad. Esa precariedad creció notablemente durante los últimos meses, porque los uberizados están altamente expuestos a los contagios y porque muchas de las empresas no les brindaron equipos de protección o capacitación especial para laborar durante la emergencia. Además, algunas de dichas corporaciones pretendieron reducir las tarifas que cobran. Esos fueron los principales motivos para que durante la segunda quincena de abril se desatara una oleada de protestas tanto en Europa como en América Latina, cuyos motivos resumió uno de los voceros de los motorizados de Madrid que organizaron un paro: «Si antes de la crisis ya teníamos unas condiciones precarias, que hemos denunciado mil veces en tribunales, inspección de trabajo, etc., durante la crisis sanitaria se nos ha considerado «trabajo esencial», cosa que nosotros no compartimos porque no entendemos que llevar una pizza o una hamburguesa a domicilio sea un trabajo esencial” [24].

En el caso particular de América Latina también hay numerosas empresas que, pese a las restricciones gubernamentales, han obligado a muchos de sus empleados a seguir trabajando bajo amenaza de despido, aún sin pertenecer a los sectores prioritarios de la economía. Así, por ejemplo, una maquiladora ubicada en la frontera de México con los Estados Unidos no cerró sus operaciones sino hasta después del fallecimiento de dos obreras y del despido de una veintena de sus compañeras, las cuales llevaban semanas protestando por la falta de medidas de protección de la empresa ante la pandemia [25]. Lamentablemente ese no fue un hecho aislado, sino que es parte de una práctica común entre numerosas empresas que han obligado a trabajar bajo condiciones de alta exposición a sus empleados, bajo la amenaza de ser despedidos de negarse a hacerlo, una estrategia que, si bien es amplia, golpea con mayor fuerza a las mujeres trabajadoras de los sectores más precarizados como los de limpieza, maquilas, empresas de producción agrícola, entre otras. El asunto se torna más complicado si se toma en cuenta que, al menos en el caso mexicano, los tribunales laborales y juntas de conciliación permanecen cerrados por la emergencia, por lo que resulta muy difícil batallar en la esfera judicial contra los abusos de la patronal [26].

La afectación a los ingresos de los asalariados que aún conservan su empleo también podría venir de las diferente iniciativas empresariales y gubernamentales que aspiran a rebajar los sueldos, tanto en el sector público, como en el privado, ya sea de forma temporal o permanente, como se está barajando en algunos de los países del mundo y de América Latina, incluyendo el Ecuador. Una medida que ha sido duramente criticada incluso por el Banco Mundial, por los efectos adversos no sólo para los trabajadores y sus familias directamente afectados sino, en el caso particular del sector público, por considerar que quienes laboran en dicho sector desempeñan o pueden desempeñar labores estratégicas tanto para enfrentar la pandemia como para las posteriores labores de recuperación de la economía.[27]

El teletrabajo en tiempos de pandemia

Si bien el teletrabajo no es algo nuevo por completo (de hecho es una modalidad renovada del  muy antiguo trabajo a domicilio que ya venía creciendo durante los últimos años) [28], con la llegada del COVID a nuestras vidas se ha extendido a una escala inédita, obligando a millones de seres humanos a continuar algunas de sus labores (asalariadas o no) desde sus casas. Pero, a diferencia de cierto tipo de teletrabajo, que ha sido voluntariamente buscado por los empleados de los segmentos mejor pagados del mercado laboral, normalmente aquellos que disponen de excelentes condiciones hogareñas para desempeñarlo, la actual coyuntura ha empujado por la fuerza al teletrabajo a una enorme masa de oficinistas, maestros y otro tipo de profesionales a realizar su actividad laboral en contextos domésticos sumamente adversos: no sólo por los constreñimientos físicos y psicológicos que significa el encierro de la cuarentena, sino porque la mayoría de ellos no estaban preparados para ello y lo viven más desde el ámbito de la necesidad y no de la libre elección. Quienes hoy teletrabajan a la fuerza, lo hacen en contextos domésticos complicados pues, al estar todos en casa al mismo tiempo (cónyuges, hijos) se tiende a mezclar muy fácilmente los espacios reproductivos y laborales, sobre todo para las mujeres. Como sostiene un documento elaborado por docentes de la Universidad Central del Ecuador: «Llevar el trabajo a la casa hace realidad los deseos de los manuales de gestión empresarial de los años setenta, para los que la división entre la vida privada y laboral representaban un obstáculo productivo» [29]. Esa mezcla se da a tal punto que de acuerdo a varios reportes de prensa, muchas mujeres se han visto forzadas a teletrabajar mientras cocinan, cuidan a sus hijos o realizan otras labores domésticas.

También parece estar comprobándose que el teletrabajo de cuarentena ha supuesto para mucha gente mayor estrés laboral. Y por paradójico que parezca, una prolongación de la jornada de trabajo, pues también el trabajo reproductivo se alarga bajo situación de cuarentena, sobre todo para las familias que tienen a su cuidado hijos y personas mayores. De hecho, de acuerdo a la agencia Bloomberg, son muchos los que en los Estados Unidos  se sienten sobrecargados de trabajo, estresados por esta modalidad y ansían volver a sus puestos, pues en promedio tienen jornadas de trabajo de 3 horas más a las acostumbradas [30]. Información similar también ha sido reportada para algunos casos latinoamericanos, donde ocurren procesos análogos de incremento de estrés, prolongación de las jornadas de trabajo y sobrecarga para las mujeres [31].

COVID e informalidad, entre el contagio y el hambre

Si bien los informales y cuentapropistas existen en prácticamente todo el mundo, sus volúmenes más altos se concentran en los países del Sur global, en las periferias del sistema: buena parte de Asia, el Medio Oriente ampliado, África y América Latina. Como reza el presente acápite, la principal disyuntiva para estos cientos de millones de trabajadores «informales» en la actual coyuntura gira en torno a quedarse en casa sin ingresos para cuidarse del contagio, pero pasando hambre, o salir a laborar para poder sobrevivir. Si la decisión fuese exclusivamente de ello, seguramente la gran mayoría optaría por la segunda. No obstante, su suerte no está por completo en sus manos, pues los distintos gobiernos del planeta han impuesto cuarentenas y toques de queda con distinto nivel de rigurosidad que en ocasiones no les permiten salir realizar su trabajo. De acuerdo al multicitado informe de la OIT, hacia finales de abril cerca de 1.600 millones de trabajadores informales en el mundo (76 % del total de 2.000 millones) «se han visto sensiblemente afectados por las medidas de confinamiento y/o trabajan en los sectores más afectados»; la gran mayoría de ellos (95 %) laborando en unidades productivas de menos de diez empleados, cuando no por su cuenta. Las estimaciones de la OIT también muestran que durante el primer mes de la crisis los ingresos mensuales de los informales habría disminuido 60 % en promedio a nivel mundial, siendo mayor el impacto en los países de ingresos medios-bajo y bajos, en donde es abundante esta sobrepoblación relativa, desde el punto de vista del capital.

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Tal vez uno de los casos que mejor ejemplifican este último tipo de afectación sea el de los trabajadores informales de la India, los cuales representan aproximadamente 90 % del total de mano de obra de ese país (alrededor de 400 millones de personas). Si se toma ese dato y se cruza con el Índice de rigurosidad de la respuesta de los gobiernos al Covid-19 elaborado por la Universidad de Oxford, que señala a la India como uno de los países de mayores restricciones al trabajo durante la emergencia en el mundo, no será difícil concluir que el resultado es una auténtica catástrofe social, misma que está obligando a millones de indios a retornar a sus aldeas de origen para buscar refugio y alimento ante la imposibilidad de laborar. De acuerdo a un gráfico de la CEPAL que cruzó las dos variables mencionadas, en América Latina el caso de Brasil también sería de gravedad, por el enorme volumen de informalidad y las medidas tomas por los gobiernos regionales pese a la oposición de Bolsonaro.

Confinamiento de los trabajadores informales y otras medidas afines

Fuente: OIT (2020). El COVID-19 y el mundo del trabajo. Segunda edición.

Aunque no se muestran en el mapa de la CEPAL, Ecuador, Perú, Paraguay y Colombia también son países en donde hubo una combinación de cuarentenas duras en contextos de alta informalidad de sus mercados de trabajo, lo que resulta explosivo desde el punto de vista social, pues millones de familias que no tienen otro medio de vida sino el de las ventas y otros servicios que se realizan de manera informal en las calles y espacios públicos hoy vedados, han sido obligados a quedarse en casa, con pocos o nulos apoyos gubernamentales. Esta situación tiene contra las cuerdas y pasando hambre a barrios enteros, como lo ilustra el caso colombiano, en donde desde mediados de abril comenzaron diferentes protestas (bloqueos de carreteras, saqueos, cacerolazos, etc.) por la falta de apoyos gubernamentales que ayuden a paliar la ausencia de ingresos de las familias. En ese país son más de 5 millones de personas las que dependen de la economía informal y están con el agua al cuello [32].En muchos lugares de América Latina situaciones como esta se han convertido en una auténtica bomba de tiempo y, de prolongarse por mucho tiempo más las cuarentenas, la olla de presión podría estallar de múltiples formas.

El trabajo doméstico bajo condiciones de encierro

Si bien es cierto que este es uno de los aspectos menos destacados por la prensa mundial, no por eso deja de ser de absoluta relevancia social. Aquí se incluyen tanto a quienes realizan esa labor de forma remunerada, como a quienes lo hacen  no remuneradamente en sus propios espacios familiares. Y, por su puesto, acá el sesgo de género es muy relevante pues este tipo de trabajo lo realizan abrumadoramente las mujeres. En el primer caso, la disyuntiva para muchas de ellas fue quedarse sin trabajo e ingresos para poder pasar la cuarentena en casa o, por el contrario, quedarse en casa de sus patrones (cuando éstos lo permiten) para conservar el empleo. Pero, al no haber sido considerado este tipo de trabajo como prioritario en muchos de los países con cuarentenas y, por tanto, limitada la movilidad de las empleadas domésticas, se ha llegado a extremos como el de esconder a esas trabajadoras en las cajuelas de los autos de los patrones para evadir la seguridad en los barrios privados y poder pasar «de contrabando» a las empleadas, como se reportó en Argentina [33].

Por otro lado está esa enorme multitud de mujeres que a lo largo y lo ancho del mundo tienen como principal actividad las interminables labores reproductivas de la vida de sus familias. Si en tiempos precedentes a la pandemia las jornadas de estas mujeres ya eran agotadoras en muchos casos, con la llegada del COVID se han multiplicado las tareas y la presión que sobre ellas ejercen los otros miembros de la familia al estar todo, o casi todo el día, en casa. Como sostiene la profesora brasileña Joana das Flores Duarte, en las actuales circunstancias su «trabajo se redobla, porque además de las actividades ya existentes de ordenar, limpiar, estar emocionalmente disponible para el núcleo familiar, el virus impone una nueva carga»: mantener el hogar a salvo de aquel [34]. Eso sin mencionar los crecientes niveles de violencia familiar que han escalado considerablemente durante las cuarentenas, en los que ellas llevan la peor parte, al punto de que ya se habla de una pandemia de violencia doméstica.[35]

Los desempleados a raíz de la pandemia

Finalmente tenemos el caso de todos aquellos trabajadores que han sido víctimas de despidos a raíz de la pandemia. Como mencionamos al comienzo del texto, las proyecciones iniciales sobre el desempleo se han visto enormemente superadas, por lo que es muy difícil realizar nuevas predicciones más o menos confiables al calor de una realidad que cambia cada día. Tal vez el dato más aproximado de lo que podría ser el balance global de la pandemia en términos de empleo sea el ya anotado anteriormente respecto a la pérdida de 305 millones de jornadas de trabajo a tiempo completo durante los próximos meses a escala global. De acuerdo con la misma fuente (la OIT), las ramas de la economía mundial que más serán afectadas en términos de reducción de horas de trabajo, de salarios y despidosson las siguientes:»Comercio al por mayor y al por menor, reparación de vehículos de motor y motocicletas, industrias manufactureras, actividades de hostelería y restauración y actividades inmobiliarias, administrativas y comerciales». En estas cuatro ramas laboraban hasta antes del estallido de la pandemia alrededor de 1.250 millones de personas (37,4 % de la PEA mundial). De las cuatro, probablemente la que más está siendo afectada es la del comercio, pues allí 70 % del empleo total está constituido por microempresas y trabajadores «cuentapropistas». A estas cuatro habría que agregar otras dos ramas de afectación media-alta:»Artes, entretenimiento, recreación y otras actividades de servicios y transporte y almacenamiento, que juntas suman 284 millones de trabajadores. Es decir, el conjunto de los sectores que se estiman de impacto alto y medio-alto comprenden 1.630 millones de personas, ¡prácticamente la mitad de la PEA mundial!

Si bien es difícil estimar cuántos puestos de trabajo se han perdido hasta el momento en la región, son múltiples los reportes de prensa a lo largo de Nuestra América que dan cuenta de un fenómeno de creciente magnitud. Por mencionar unos cuantos, tomemos los casos de Chile, Argentina y Ecuador. En el primer caso, alrededor de 300.000 trabajadores chilenos fueron suspendidos en marzo y, de acuerdo a lo previsto por la implementación de una ley paradójicamente llamada de «Protección del Empleo», otros 780.000 trabajadores verían sus contratos suspendidos o sus jornadas reducidas durante los próximos meses. Por otro lado, en lo que respecta a Argentina, pese a que el Gobierno prohibió los despedidos a comienzos de abril, en tan sólo dos semanas los despidos y suspensiones en el sector privado sumaron cerca de 16.000 de acuerdo al Observatorio de Despidos durante la Pandemia [36]. En nuestro país las cosas tampoco son mucho mejores. De acuerdo a lo comparecido por el Ministro del Trabajo del Ecuador ante la Asamblea Nacional el 21 de abril, más de 25.000 empresas se habrían acogido a la suspensión de actividades, con lo cual cerca de 400.000 personas no pueden trabajar por el momento Y de ellas poco más de 4.000 ya han denunciado sus despidos definitivos ante dicho ministerio.[37]

Palabras finales

Como decíamos al principio del texto, en nuestra civilización capitalista, la gran masa del trabajo que se despliega en el mundo está sometida de forma directa o indirecta al mando del capital. Es el capital el que dispone de la fuerza de trabajo: la organiza en el tiempo y en el espacio, decide cuándo vale la pena ocuparla y cuándo no. Bajo la actual crisis desatada por la expansión global de la pandemia hemos presenciado una brutal ofensiva del capital sobre el trabajo para trasladar a este último lo más posible los riesgos sanitarios y los costos económicos de la crisis abierta. Por su parte, si bien es cierto que las condiciones de confinamiento hacen difícil la movilización de los trabajadores, esto no ha impedido que a lo ancho del mundo las y los trabajadores de diferentes ramas de la economía estén comenzando a desplegar un repertorio de protestas contra el desprecio empresarial (y a veces gubernamental) por la vida y el bienestar de quienes con su trabajo hacen funcionar la economía y la reproducción social. Hemos dejado por fuera consideraciones macro muy importantes como el desarrollo de la crisis desde el punto de vista del capital, más allá del corto plazo: es necesario complementar el análisis con este elemento fundamental. Por lo pronto, si como parece ser el virus se quedará entre nosotros por un tiempo largo, las contradicciones entre capital y trabajo se irán agudizando y la lucha de clases retornará al primer plano.

Notas:

[2] A. Peña, y N. Ocampo, N. «El ejército industrial de reserva y la superexplotación del trabajo. Categorías de análisis necesarias para comprender el siglo XXI». En A. Sotelo, (Coord.) El trabajo en el capitalismo global. Problemáticas y tendencias. México: Anthropos, 2019, pp. 67-68. Énfasis nuestro.

[3] http://www.wftucentral.org/la-fsm-al-lado-de-los-trabajadores-y-los-pueblos-contra-los-ataques-a-costa-de-los-empleados-durante-la-pandemia-del-coronavirus/?lang=es

[4]  De acuerdo a la OIT «La expresión «economía informal» hace referencia al conjunto de actividades económicas desarrolladas por los trabajadores y por las unidades económicas que, tanto en la legislación como en la práctica, están insuficientemente contempladas por sistemas formales o no lo están en absoluto. Incluye a los asalariados sin protección social u otros acuerdos formales en empresas del sector informal y formal, a los trabajadores por cuenta propia como los vendedores ambulantes y a los trabajadores domésticos».

[5]OIT Observatorio de la OIT–tercera edición: El COVID-19 y el mundo del trabajo.

Estimaciones actualizadas y análisis (29.04.20).Recuperado de: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—dgreports/—dcomm/documents/briefingnote/wcms_743154.pdf

[6] https://www.jornada.com.mx/2020/04/24/politica/010n1pol

[7] https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/oxfam-alerta-de-que-el-coronavirus-podria-sumir-en-la-pobreza-500-millones-de-personas

[8] https://www.elconfidencial.com/mundo/2020-04-22/onu-hambruna-biblica-coronavirus_2561436/

[9] https://www.nodal.am/2020/04/exodo-masivo-en-peru-miles-de-personas-retornan-a-pie-a-sus-pueblos-por-hambre-y-falta-de-trabajo/

[10] https://www.infobae.com/america/venezuela/2020/04/14/mas-de-33000-migrantes-venezolanos-regresaron-a-su-pais-desde-coplombia-por-el-coronavirus/

[11] https://www.cepal.org/es/comunicados/pandemia-covid-19-llevara-la-mayor-contraccion-la-actividad-economica-la-historia-la

[12] https://www.laizquierdadiario.com/Como-el-capitalismo-del-just-in-time-propago-el-Covid-19

[13] https://www.elviejotopo.com/topoexpress/sin-mapa-en-tierras-economicas-desconocidas/

[14] https://rebelion.org/la-crisis-capitalista-es-mas-mortal-que-el-coronavirus/

[15] https://www.telesurtv.net/news/ecuador-mas-medicos-fallecido-covid-guayas-20200419-0020.html

[16] https://coyunturauceiie.org/2020/03/28/los-recortes-cobran-factura-al-ecuador-la-inversion-en-salud-se-redujo-un-36-en-2019/

[17]http://www.laizquierdadiario.com/Trabajadores-de-la-salud-de-Brasil-protestaron-por-mejores-condiciones-de-trabajo

[18] http://www.laizquierdadiario.com/Huelga-de-trabajadores-de-Amazon-en-todo-Estados-Unidos

[19] https://www.elfinanciero.com.mx/tech/tribunal-frances-ordena-a-amazon-suspender-ventas-no-esenciales-para-evitar-contagios-de-covid-19

[20] http://www.laizquierdadiario.com/Mapa-interactivo-pandemia-y-huelgas-en-Estados-Unidos

[21] https://www.elconfidencial.com/mundo/2020-04-30/fabrica-carne-coronavirus-eeuu-america-rural_2571200/

[22]https://correspondenciadeprensa.com/2020/04/12/economia-mundializacion-las-remesas-se-reducen-y-el-hambre-estrangula-a-millones-de-personas-en-el-sur/

[23] https://firstmonday.org/ojs/index.php/fm/article/view/9913/7748

[24]http://www.laizquierdadiario.com/Trabajadores-de-Glovo-se-manifestaron-en-Madrid-Nos-bajaron-50-la-tarifa; y https://www.nodal.am/2020/04/inedito-paro-de-repartidores-en-cinco-paises-de-la-region-contra-la-precarizacion-laboral/

[25] https://piedepagina.mx/solo-tras-la-muerte-de-dos-trabajadoras-por-covid-19-la-empresa-electrolux-cerro/

[26]https://cimacnoticias.com.mx/2020/04/27/violacion-sistematica-de-derechos-laborales-de-trabajadoras-durante-pandemia?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=violacion-sistematica-de-derechos-laborales-de-trabajadoras-durante-pandemia

[27] https://blogs.worldbank.org/es/voces/deberian-reducirse-los-salarios-del-sector-publico-para-financiar-la-respuesta-al-nuevo-coronavirus

[28]P. Lenguita. «Las relaciones de teletrabajo: entre la protección y la reforma». Argumentos. Nueva Época, 2010.Año 23, No. 64 pp. 245-263.

[29]AAVV. Crisis, educación y capitalismo pandémico. Reflexiones desde el trabajo educativo. Quito, 2020 (edición digital).

[30] https://www.bloomberg.com/news/articles/2020-04-23/working-from-home-in-covid-era-means-three-more-hours-on-the-job

[31]http://www.laizquierdadiario.com/Mama-esta-en-una-reunion-doble-jornada-laboral-en-casa

[32]https://www.elconfidencial.com/mundo/2020-04-21/coronavirus-colombia-saqueos-protestas-ayudas-confinamiento_2558431/; y  https://www.nodal.am/2020/04/colombia-crecen-las-protestas-por-el-hambre-y-medicos-de-todo-el-pais-reclaman-mejores-condiciones-laborales/

[33] http://www.laizquierdadiario.com/Trabajadoras-domesticas-y-cuarentena-vivir-con-los-patrones-o-quedarse-sin-trabajo

[34]https://www.clacso.org/genero-cuarentena-y-covid-19-para-una-critica-del-trabajo-domestico/

[35] https://www.devex.com/news/opinion-coronavirus-is-driving-a-domestic-violence-pandemic-97028

[36] http://www.laizquierdadiario.com/En-Argentina-ya-suman-15-935-los-despidos-y-las-suspensiones-en-la-cuarentena

[37] https://radiolacalle.com/social/mas-de-300-00-empleados-fueron-despedidos-durante-la-emergencia-por-covid-19

Miguel A. ruiz Acosta, docente de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Central del Ecuador. Contacto: maruiz@uce.edu.ec

Fuente: Rebelión

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