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Negociación de la deuda: cediendo a las presiones

Largamente anunciado  el plazo del viernes 22 terminó siendo una anécdota y el país entró en default. Llámeselo técnico, selectivo, blando o temporario, no deja de ser una nueva cesación de pagos en nuestra historia como Nación.

Desde hoy el default ya es una realidad. Se lo caracteriza de “blando” porque es de común acuerdo y no sería judicializado. Solo buscaría estirar los plazos, por diez días o más, hasta alcanzar la blanca fumata del acuerdo.

Retroceso bajo presión

El ministro Guzmán que al momento de presentar su oferta, el 8 de este mes, dio a entender que la misma era prácticamente inmodificable, cuando esta fue rechazada por una mayoría abrumadora de los bonistas no vaciló en afirmar que él era “flexible y que esperaba contrapropuestas”. Luego de recibir tres propuestas de los fondos, el ministro nuevamente nos sorprendió con un recurso dialéctico inesperado: nos aclaró que “la fecha del 22 era solo “anecdótica” y que “hay valor en las propuestas que le acercaron los fondos”… Hoy nos dice que está estudiando las modificaciones a la propuesta original. Síntesis: va retrocediendo en cuotas.

Mientras esto sucedía los medios de comunicación masiva, los gurúes de la City  y no pocos funcionarios oficialistas fueron creando el sentido común de que caer en default era equivalente a la peste del coronavirus, sino peor. Con lo cual reforzaban la posición de los bonistas, eludían explayarse sobre los costos de evitar el default, y debilitaban la propuesta del ministro.

Coincidencias que no alcanzaron

Los integrantes de este minué financiero –el Gobierno nacional, los Fondos de Inversión y el FMI- coinciden en que no es conveniente que Argentina caiga en una nueva cesación de pagos. Para el gobierno porque hizo suyas las premoniciones de los mercados para quiénes el no pago sería fatal para el futuro del país, dispararía el tipo de cambio y este a la hiperinflación, todo pondría en juego la gobernabilidad política. Por lo tanto es mejor honrar la deuda, sin siquiera investigarla. Adicionalmente  porque está convencido que una vez reestructurada –con criterios de sustentabilidad- al país se le abrirían los llamados mercados voluntarios de crédito y obtendría financiamiento  para sostener la recuperación de la economía y así poder pagar los servicios de la deuda.

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Para los Fondos de Inversión porque son conscientes que la situación es muy distinta a la de 2014. En aquel tiempo el gobierno kirchnerista perdía aire todos los días y la oposición  promercado crecía en posibilidades de ganar las elecciones. Por otra parte la deuda exigible en moneda extranjera era baja y las posibilidades de pago eran reales una vez operado el recambio institucional. Hoy el gobierno está recién estrenado y la popularidad del presidente Fernández en ascenso; la oposición derechista esta sin rumbo y carente de liderazgo, en tanto que el peso de la deuda es mayor que antes y mayoritariamente en dólares. Por otro lado son conscientes que con los altos niveles de endeudamiento global un default en Argentina o en cualquier otro país equivalente puede encender la pradera y desatar un default en cadena. Por lo que priorizan preservar el mercado de deuda de los llamados emergentes, que es donde mayor rentabilidad han obtenido.

Por su parte el FMI comparte que “…un default argentino es riesgoso para el resto de los emergentes”, además sabe de su rresponsabilidad en la actual deuda argentina y en los turbios manejos que permitió para favorecer la candidatura de Macri. Sin embargo y a pesar de estas coincidencias es como si la problemática de la deuda se hubiera autonomizado más allá de las intenciones de todos los jugadores en cancha, y el default blando se hizo presente.

Acercamientos en la diferencia

Las diferencias entre lo que plantean los bonistas y la oferta del gobierno persisten, aunque todos insisten en revalorizar el diálogo y la “buena fe” de las partes. Los fondos exigen eliminar las quitas de capital, reducir el período de gracia, pago de intereses más elevados y adelantar algún pag en efectivo. Sin embargo no han logrado unificar  sus posiciones y presentaron tres propuestas. Las diferencias están en la composición de esas ofertas según sus intereses sean solo financieros o bien tengan también inversiones en la economía real. Así algunos buscan reeditar el cupón atado al PBI para beneficiarse de la futura recuperación de la economía y otros prefieren garantizarse un flujo de fondos seguro, con independencia de la evolución del PBI.

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Todos presionan para que el acuerdo de Argentina con el FMI no sea una reedición del actual sino un acuerdo de facilidades extendidas, lo que implica un alargamiento de los vencimientos para el repago y mayor liquidez para el pago a bonistas. Mientras, el Fondo exige que los servicios de la deuda, cualquiera sea el acuerdo, no superen el 5% del PBI para los pagos en pesos y el 3% para los en dólares.

Otra realidad

Entre ofertas y contraofertas y plazos que se vencen sin que nadie se mosquee demasiado la realidad se desenvuelve por otro andarivel. Es que los negociadores parecen haberse autonomizado de la sociedad y la economía reales. Los últimos datos del INDEC dan cuenta de un derrumbe estrepitoso de la actividad económica. Los pronósticos para todo el año ya parten de un piso de caída del PBI del 8 al 10%. La desocupación está en alza mientras caen los salarios y a los jubilados se les rapiñó otra cuota de aumento de sus haberes. La pobreza superará el 40%. Dada la profundidad de la crisis y su correlato en lo social el gobierno debe dedicar cada vez más recursos para paliar la situación, todo financiado con emisión. Aumentan los gastos y caen los recursos y nadie se arriesga a pronosticar a cuánto ascenderá el déficit fiscal este año. Mientras los empresarios rechazan un impuesto extraordinario para mejorar la recaudación y piden que el gobierno los auxilie pagando parte de los salarios, algo que no ha ido solo para las Pymes sino también para las grades empresas.

Nadie lo duda de esto el país sale más chico y con mayor desigualdad social. Todavía es tiempo para suspender los pagos de la deuda, investigar por lo menos los 100.000 millones de dólares tomados entre 2015 y 2019 y elaborar un plan de emergencia para enfrentar la crisis con criterios sociales y nacionales.

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Cuando este columnista confirma que los bonos que vencen hoy, y que dispararon el default, son los emitidos por el gobierno Macri para saldar el remanente del default anterior, no puede menos que preguntarse ¿cuándo será nuestra próxima crisis de deuda?

Los costos de evitar el default pueden ser peores de los que se derivarían de declarar un default soberano.

*integrante del colectivo EDI –Economistas de Izquierda-

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