A principios de mayo nos enteramos, a nivel mundial, que Jeanine Añez, presidenta interina de Bolivia, aprobaba el Decreto Supremo 4232, que autoriza al Comité Nacional de Bioseguridad a permitir el uso de semillas modificadas genéticamente de maíz, caña de azúcar, algodón, trigo y soya, destinadas al abastecimiento del consumo interno y comercialización externa. Este decreto, junto con otras acciones puntuales llevadas adelante durante la emergencia sanitaria y cuarentena por COVID-19, otorga el acceso formal de ciertos alimentos de origen transgénico[1], despertando una gran preocupación a nivel general, no solo por el impacto ecológico que esto significa, sino también por las implicancias simbólicas que tiene para con un territorio que ha defendido el derecho a la soberanía alimentaria como un baluarte.
Esta preocupación no es nueva. Desde los años 70 se registran, en los andes bolivianos, proyectos de desarrollo dirigidos a aumentar la producción de ciertos cultivos con abonos químicos y control de plagas (para acelerar cosechas y abaratar costos), al mismo tiempo que se filtran gran cantidad de alimentos enlatados y envasados bajo lemas de aprovisionamiento social. Estos proyectos de supuesta “ayuda alimentaria”, y en aras de mejorar la vida de las comunidades, (y sumarlas al tren del progreso), resultaron, sin embargo, en la profundización de la brecha social, en el empobrecimiento para los pequeños productores -que vieron disminuidos y encarecidos sus intercambios-, y en una dependencia de la comunidad, en general, para con el asistencialismo estatal.
Beatriz Chambilla Mamani (2011) para la revista N°5 de ColectivxCh´ixi[2], denunció, ya en 2011, el carácter de estas supuestas ayudas gubernamentales que, disfrazadas de salto progresista, de modernidad (e incluso de protección contra la pobreza), encubren subsidios a las exportaciones extranjeras para colocar sus excedentes agrícolas y expandir su mercado.
En esta ocasión, el repudio tampoco se hizo esperar. Organizaciones sociales, de productores, instituciones profesionales y muchos otros colectivos se posicionaron en contra del uso de transgénicos, elevando un manifiesto dirigido a la presidenta[3]. En el mismo alegan la inconstitucionalidad de la medida, que pone en peligro la diversidad biológica nacional, la soberanía y seguridad alimentarias y la defensa de los saberes autóctonos y ancestrales.
Paralelamente, en Argentina, la misma situación de la pandemia por COVID-19, desnudó rápidamente algunas falencias de políticas públicas en cuestiones de supervivencia, al cercar laszonas másvulnerables (debido a las restricciones de tránsito) y desgarantizar la libre circulación de muchos productos, provocando crisis sanitarias y alimenticias, ni que hablar de los perjuicios laborales. Varias organizaciones sociales se manifestaroncon la consigna “con hambre no hay cuarentena”[4], alegando la imposibilidad de sostener un aislamiento sin provisión de alimentos. Conjuntamente se observó, en muchísimas zonas del país, un aumento en las movidas solidarias como ollas populares[5], colectas de alimentos y medicamentos[6], ventas de bolsones de verduras sin intermediarios,y muchas otras acciones que intentan paliar estas carencias.
Esta crisis -como sucedió antaño en otras situaciones de riesgo humanitario-demostró que, en nuestro país,la alimentación funciona no como un derecho, sino como una mercancía. Marta SanchezMiñarro, en diálogo con la revista Conclusión[7], desarrolló este tema marcando que “son los grupos económicos los que deciden qué comemos, a qué precio y en dónde lo encontramos.” Generalmente se trata de negociados que jerarquizan productos de origen extranjero y que atentan contra lo ambiental, pero también contra la seguridad alimentaria de una población impidiéndoles gozar de autonomía con respecto al abastecimiento de comida.
Debido a la apremiante situación en la que nos encontramos, es imprescindible visibilizarlas demandas hacia el Estado, y preguntarnos cómo y por qué se generan estas crisis alimentarias. Es por ello que considero necesario sumar al debate el rol de los intelectuales. Diana Milstein, en su texto “Notas para pensar en y con la incertidumbre”[8], invita a reflexionar acerca de cuáles son las zonas de producción de conocimiento que debiéramos ponderar. Estamos asistiendo a una elaboración constante de textualidades –muchas de ellas de teóricos de renombre- que encaran este “modo pandemia” desde aristas inalcanzables -en términos materiales-. Sehipotetiza sin cesar sobre el futuro, sobre el agotamiento del modelo capitalista, sobre cómo la pandemia sirve para permitirnos imaginar un mañana distinto[9]. Simultáneamente, y a nuestro alrededor, numerosas organizaciones y movimientos populares, en comedores, en hospitales, en albergues-y sin posibilidad alguna de tomarse un descanso- corren contra el tiempo para la alimentaciónde los que menos tienen.
¿Será que estamos hablando realmente de lo urgente? ¿Será que estamos prediciendo el fin del capitalismo, mientras el capitalismo sigue atacando nuestros frentes de supervivencia? ¿No debieran ser estos los debates más numerosos, hoy en día? ¿Por qué no estamos saliendo, a todas voces, a repudiar el atropello a la soberanía alimentaria de nuestro país vecino, Bolivia? ¿No debiéramos preocuparnos en igual medida por lo que sucede en Argentina?
La transición del mundo actual está siendo. Una lectura desde el presente puede mostrar el panorama, pero no puede pretender abarcar en profundidad las consecuencias reales que, con tanta liviandad, se anticipan. Faltan las voces de tantos, que no tienen tiempo de objetivar la vida, pero que están abocados en resguardarla.
Oscar Soto, para Contrahegemonia Web[10], nos dice que “la novedad del COVID-19, parece ser una ratificación más del piso de desigualdad infernal en la que la ofensiva neoliberal nos ha dejado. Salud privatizada, hospitales derruidos y estatalidades profundamente amorfas.” Es a partir de allí que todos, algunos con más privilegios, otros con menos -otros con ninguno- estamos atravesando esta pandemia mundial, en un país dónde no están dadas las condiciones para aseverar que seamos la totalidad de los ciudadanos los que podamos atravesar hacia el otro lado.
Es por eso que me
animo a este convidar este escrito, sobre todo en calidad de lectora asidua de
las novedades. Tanto la situación de Bolivia, como de nuestro país demuestran
que la soberanía alimentaria es un terreno en tensión y disputa, y que las
estrategias del capitalismo no descansan. Que, de una u otra forma, se están
vulnerando -de manera explícita- nuestros derechos más básicos. En palabras de
Soto: “los países del sur llevamos años padeciendo la pandemia neoliberal.” Es
urgente replantearnoslodesde la acción y también desde la producción de
conocimientos. Si pretendemos pensar en el mañana, más vale que empecemos a
poner los pies sobre la tierra hoy. El presente está siendo y no atiende, precisamente, a las grandes profecías. Se
precisa un impostergable y constantemiramiento hacia las organizaciones
campesinas y sociales, cuyas luchas no siempre tienen celebridad mediática,
pero que están sucediendo, y que son las que, en pocas palabras, nospermiten
aspirar hacia un futuro donde la alimentación no sea una
mercancía, sino más bien un derecho.
[1]https://azafranbolivia.com/el-gobierno-de-bolivia-aprueba-el-decreto-n4232-que-autoriza-el-uso-de-semillas-geneticamente-modificadas/
[2]. Revista N°5 Colectivo Ch´ixi (2011) –Entre el saber alimentario y la soberbia alimentaria, de Beatriz Chambilla Mamani
[3]http://www.cejis.org/pronunciamiento-nacional-en-rechazo-total-a-la-autorizacion-del-uso-de-semillas-transgenicas-en-bolivia/
[4]https://latinta.com.ar/2020/05/organizaciones-protestas-alimentos-trabajo-sanitaria/
[5]https://www.telam.com.ar/notas/202004/457104-organizaciones-sociales-realizan-ollas-populares-en-reclamo-de-mas-alimentos-ante-la-pandemia.html
[6]A modo de ejemplo https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/ammar-cordoba-realiza-una-colecta-solidaria-y-colectivo-lgtbiq-pedira-asistencia
[7]https://www.conclusion.com.ar/info-general/la-soberania-alimentaria-no-es-otra-cosa-que-pensar-la-alimentacion-como-un-derecho/
[8]http://lm-conferencias.blogspot.com/2020/05/el-conocimiento-y-los-discursos.html?m=1
[9]A modo de ejemplo: https://gatopardo.com/arte-y-cultura/sopa-de-wuhan-apuntes-de-filosofos-sobre-la-pandemia/
[10][10]https://contrahegemoniaweb.com.ar/2020/05/21/pandemia-neoliberalismo-y-pobreza/
Excelente artículo, felicitaciones a la redactora!