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Apuntes sobre socialismo desde abajo y poder popular

Mandel, un marxismo abierto y creativo

El marxismo aparece como una cuádruple síntesis: síntesis de las principales ciencias sociales; síntesis de estas ciencias sociales y el proyecto de emancipación de la humanidad; síntesis del proyecto de emancipación humana y el movimiento real de auto-organización y de auto-emancipación del proletariado moderno; síntesis de este movimiento obrero real y la acción, en forma de organización política revolucionaria. Estas síntesis no pueden considerarse terminadas de una vez y para siempre. Puesto que su único axioma es que la medida definitiva de toda acción humana y el fin último del ser humano es el propio ser humano, están sometidas siempre a la prueba de la práctica, y no son en absoluto dogmáticas. Deben ser constantemente reexaminadas a luz de cada experiencia o datos nuevos sobre un pasado todavía insuficientemente conocido

 Ernest Mandel.

Ernest Mandel, que murió el 20 de julio de 1995, destacó por su talento como pensador y dirigente político. Fue uno de los principales referentes del marxismo crítico, sus intervenciones que vinculan la teoría y la práctica política incidieron en debates definitivos todavía vigentes en las diversas corrientes del pensamiento emancipador. Teórico brillante e imaginativo, propagandista apasionante, no sólo un intelectual sino un militante, cuya praxis se tradujo en aportes muy importantes en el  conocimiento de las relaciones sociales, en estudiar cuales eran las estrategias para enfrentar cotidianamente al capital. Defendió con pasión las ideas de León Trotsky cuando era no sólo impopular sino también peligroso y fue un destacado dirigente de la Cuarta Internacional durante cuatro décadas.  Estudioso de las contradicciones y tendencias del capitalismo contemporáneo, del orden social, de los procesos y formas de organización, resistencia y emancipación de los oprimidos, de los problemas de la democracia y de la reorganización de la sociedad desde una perspectiva anticapitalista.

Aproximarse al pensamiento de Ernest Mandel es un desafío que representa de hecho embarcarse por las ideas de Marx, Lenin, Trotsky, y Rosa Luxemburgo; sumergirse en los enredados procesos de la historia que los imprimió y proyectó, pues los examina y reinterpreta todo el tiempo para fundamentar sus propias tesis sobre la realidad contemporánea. Sus aportes al estudio del capitalismo, del Estado, de las crisis económicas y políticas forjaron un marxismo abierto, crítico, creativo. Se lo conoce fundamentalmente por sus ensayos de crítica de la economía política, y de teoría económica marxista,  pero su producción intelectual es verdaderamente interdisciplinaria.

Su esfuerzo como teórico y estratega revolucionario  estaba dado en darle continuidad y realidad al proyecto  de León Trotsky  de construir una nueva organización de los trabajadores del mundo, la Cuarta Internacional, la cual dirigió hasta su muerte y logró convertir en una importante corriente de ideas y prácticas de alcance mundial. Su actividad militante, estuvo guiada por la necesidad de la autoemancipación de los trabajadores, y de las clases sociales explotadas y oprimidas. La idea de la centralidad del proletariado como sujeto revolucionario y la posibilidad objetiva de derrocamiento del Estado capitalista condujeron siempre su labor político-intelectual. Lo mismo que la resistencia de los oprimidos contra la explotación, la defensa y extensión de las libertades arrancadas al capital y su Estado, el partido de vanguardia, las crisis revolucionarias, las formas de autoorganización de los trabajadores como los consejos obreros, el doble poder, la revolución, el Estado obrero y la democracia socialista que tiene que ser mucho más amplia, general y profunda que la que prevalece en el capitalismo. Todos estos temas, los desarrolló en el mismo momento que se desarrollaban los  acontecimientos políticos y sociales, recuperando experiencias históricas anteriores, muchas veces haciendo propuestas de orientación y no pocos vaticinios.

A lo largo de su obra Mandel muestra la larga historia de las revueltas de los oprimidos y la manera como el marxismo condensa  esas experiencias, cómo esas luchas contra la explotación fueron forzando espacios y derechos para los trabajadores que sin duda se convirtieron en aportes decisivos para la organización y democratización de las propias sociedades; avanzando en procesos de autoorganización, de autoactividad que disputan directamente el poder del capital, cuestionando incluso el dominio del Estado capitalista. El papel emancipador del proletariado fue una preocupación fundamental en su pensamiento, vinculaba los cambios objetivos con las luchas y revueltas, con la autonomía del conjunto de los asalariados y en general con el factor político, el cual implicaba analizar conceptos como conciencia de clase, partido de vanguardia. Siempre  tenía en su horizonte  la que para él era una de las principales enseñanzas  de Marx en la política;  la liberación de los trabajadores no puede ser más que obra de los trabajadores mismos. No puede ser tarea de Estados, gobiernos, partidos, dirigentes supuestamente infalibles, o expertos de cualquier tipo.

Son muchos los contenidos políticos y sociales que estudia Ernest Mandel, un hombre que escribe partiendo de las condiciones en que se encuentra, influido por procesos en los que interviene, en donde  participa no sólo como observador sino como militante político. Interpreta los acontecimientos en su devenir, tratando de descubrir su rasgos distintivos, las contradicciones, las tendencias fundamentales, las posibles conclusiones de procesos abiertos; sus análisis resultaron imprecisos, demasiado optimistas, a la mejor hasta catastrofistas, pero siempre, complejos y arriesgados. Anclado en el marxismo original, fue muchas cosas que tal vez parezcan contradictorias, pero que las combina de manera original, dándole un carácter irreductible, abierto y creativo, influenciado decisivamente por Lenin y Rosa Luxemburgo y Trotsky.

Nació el 5 de abril de 1923 en Frankfurt (Alemania). Hijo de Henri, un antimilitarista, que había abandonado Alemania al comienzo de la Primera Guerra. Cuando el Kaiser cayó en noviembre de 1918, regresó a Alemania, a Berlín, donde trabajó como periodista para la Agencia de Noticias Soviética que los bolcheviques acababan de crear. Miembro del Partido Comunista Alemán, de Karl Radek, el emisario de Lenin y Trotsky. Afectado por el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht (enero de 1919), se exilia en Bélgica. La crisis económica, el surgimiento del fascismo, la amenaza de guerra y la miseria de los distritos de la clase trabajadora empujaron al joven Mandel  a elegir el camino  de los intereses de la  clase trabajadora y los oprimidos.

En Amberes durante la década de 1930 frecuentaba, miembros y simpatizantes del Partido Socialista Revolucionario, la sección belga de la Cuarta Internacional fundada por Trotsky, durante 1939  se convirtió  en  militante de esta organización, que  había logrado dejar la marginalidad luego de su participación en las huelgas, de los años 1932-36, actuando entre los mineros, los trabajadores del acero y los estibadores. La participación personal en el movimiento obrero belga desde el comienzo de su vida militante lo llevaron a algunas de sus principales hipótesis políticas, formó un cierto comportamiento militante sobre el terreno, forjó esta notable capacidad de generalización teórica, raramente abstracta, e estimuló su pedagogía.

Con la ocupación alemana, en 1940, el pequeño grupo intentó organizarse en la clandestinidad y publicó un periódico ilegal, El camino de Lenin. El movimiento participó activamente en la lucha contra la ocupación nazi, una parte importante de sus militantes perecerán en los campos nazis en Alemania. La organización, liderada por Abraham Leon, puso en marcha un aparato clandestino, se orientó hacia la lucha contra la ocupación nazi, con un trabajo político hacia los soldados alemanes y una resistencia masiva antifascista y resueltamente internacionalista de la cual la clase trabajadora debería constituir la columna vertebral, la orientación política era transformar la guerra en una revolución socialista en el continente europeo.

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En julio de 1941, se unió al comité central de la PCR (ex-PSR) Desde ese momento, construir un partido revolucionario en Bélgica y contribuir a la construcción de la Internacional fueron los dos ejes de su actividad militante. Mandel fue arrestado dos veces. La  primera vez, durante una distribución de folletos a soldados alemanes, fue encerrado en la prisión de Saint-Gilles, luego logro escapar.  Una segunda vez, en marzo de 1944, después repartir  volantes  en las fábricas de Cockerill en Lieja, fue sentenciado a trabajos forzados y trasladado a Alemania en un campo de trabajo, del cual fue liberado en abril de 1945.

A principios de la década de 1950, la Cuarta Internacional, aislada y marginada, se volvió hacia el “entrismo”, es decir, decidió insertarse como una corriente revolucionaria autónoma dentro de los partidos reformistas de masas. En Bélgica, la experiencia de la Resistencia y la huelga general de 1950 había llevado a su grupo a unirse al movimiento sindical radicalizado de André Renard y  reflejar su influencia dentro del PSB (Partido Socialista Belga). Militando en dicha organización  se convirtió en periodista del diario Le Peuple (1954-56). Por otro lado el  poderoso sindicato de izquierda, lo contrató a la “Comisión de Estudio de la FGTB”, en donde participó decisivamente en la redacción de uno de los documentos programáticos históricos del movimiento obrero belga, un programa de reformas estructurales. En esta experiencia se familiarizó con el movimiento sindical, con sus fortalezas y debilidades, su rutina diaria y sus luchas. Se codeó con cientos de delegados y activistas sindicales, con la vanguardia de los trabajadores de la época, y vio de primera mano las condiciones laborales. Al mismo tiempo, logró estimular la publicación de dos semanarios. Estos órganos reunieron, desde 1956 hasta 1957, dentro del PSB una amplia corriente izquierdista, pluralista, sindicalista e intelectual.

Ingresó al Secretariado Internternacional en 1946; pasó innumerables horas, para reconstruir secciones en Europa. Estuvo activo en las luchas internas de la Cuarta Internacional, en un principio apoyando  las tesis de Michel Pablo; frente a la “guerra que se avecina”, era necesario el entrismo en los partidos de los trabajadores de masas, comunistas o socialistas según el país. El intento de imponer la entrada al Partido Comunista en la sección francesa, de manera autoritaria, condujo a una escisión en Francia, y posteriormente la fractura en la Internacional. Fue enviado a Asia para reanudar el contacto con organizaciones en India, Indonesia y Sri Lanka, nunca perdió de vista la importancia de las relaciones con el SWP estadounidense, uno de los pilares históricos de la Cuarta Internacional; dentro y fuera de la Internacional, luchó por la unidad, contra el sectarismo. Ernest Mandel formó parte de la brigada de trabajo en Yugoslavia, en donde realizo conferencias en Korcula organizadas por el grupo yugoslavo “Praxis”, allí conoció a Ernst Bloch, a sus ojos el mayor filósofo marxista del siglo XX, en las mismas participaron intelectuales socialistas de Europa oriental y occidental; se puso al servicio del FLN argelino. Durante el Congreso de reunificación en 1963  presentó una tesis sobre los tres sectores de la revolución mundial: la revolución proletaria en los países capitalistas avanzados, la revolución colonial, la revolución política en los países del Este,  con esto  rompió con las tesis del Tercer Mundo de Pablo.

El Che Guevara lo invitó a participar en 1962-63 en el debate que dividió a los líderes cubanos sobre la futura orientación político-económica del socialismo, donde elaboró ​​una respuesta a las tesis de Charles Bettelheim, en defensa de la planificación central contra los “mecanismos de mercado” y el predominio de la ley del valor. Mandel había abordado en los sesenta la defensa de la planificación, cuando el Che Guevara solicitó su consejo apoyando su posición;  no se podía ignorar el mercado mundial pero tampoco dejar que impusiera sus prioridades; no creía convenientes los intentos anticipados de suprimir por completo el mercado, pero menos aun creía en las virtudes del “socialismo de mercado”. Sus poderosos argumentos a favor del papel esencial de una amplia planificación democrática de la vida económica, si se quería de verdad superar la desigualdad y el despilfarro capitalistas, provocaron muchas discusiones.

En febrero de 1968, Ernest Mandel fue uno de los principales oradores en la reunión europea que tuvo lugar en Berlín contra la Guerra de Vietnam; en mayo de 1968,  estaba en París y participó, la noche del 10 de mayo, en la construcción de las barricadas de la rue Gay Lussac, en el corazón del Barrio Latino, con su compañera Gisela Scholtz, y sus camaradas franceses del JCR, lo que le valió la expulsión de Francia. El 68 de mayo abrió un nuevo período en el itinerario político e intelectual, su “agenda” de conversaciones, consultas, discusiones personales con líderes revolucionarios y anticapitalistas de todo el mundo, y con intelectuales de izquierda, irá creciendo. En toda esta actividad militante, varios problemas constituyeron el centro de gravedad de su análisis: la dinámica de las contradicciones de la sociedad capitalista en su conjunto, el papel del movimiento obrero y la actividad de la clase trabajadora bajo el capitalismo avanzado y el estalinismo. Las predicciones políticas de Mandel fueron menos acertadas que sus pronósticos económicos, y con frecuencia demasiado optimistas; vio en la huelga general en Francia de 1968 el inicio de  una nueva ola de luchas obreras y estudiantiles que desafiarían el orden capitalista en toda Europa Occidental, confluyendo con un renacimiento de la revolución anti-burocrática en el Este y de los movimientos anti-imperialistas en el Tercer Mundo. Intentó, así, explicar la Primavera de Praga, la Ofensiva del Tet y los Sucesos de Mayo como un todo.

En sus ideas sobre la organización encontramos una gran influencia de Rosa Luxemburgo, especialmente en sus trabajos sobre la autoorganización y la autogestión, con esa referencia publicó Control obrero, consejos obreros, autogestión en 1970.  En el clima vanguardista posterior al 68, donde el partido  era la preocupación central de la izquierda revolucionaria, había que ser disruptivo para proponer como eje de la estrategia emancipadora, la autoemancipación de la clase obrera, y como sus medios fundamentales  las manifestaciones concretas de autoorganización. Esa es la base de la radicalidad democrática, que consideró un imperativo de la organización del poder político post-revolucionario, dándole un impulso libertario en su crítica al Estado.

Con el surgimiento de una nueva generación de activistas políticos forjados en las luchas del movimiento de trabajadores y estudiantes, se dedicó a su papel de teórico.  En varios ensayos y conferencias, defendió vigorosamente su visión de la revolución mundial como un proceso en progreso en el Occidente capitalista, en el bloque de “estados obreros” degenerados o deformados burocráticamente y en los países oprimidos del Tercer Mundo. La sincronización de estos tres sectores constituiría, en su opinión, una nueva práctica del internacionalismo. Se le prohibió permanecer en todos los países del “socialismo real” (excepto Yugoslavia), y luego en una gran cantidad de países occidentales como Estados Unidos, Francia, Alemania, Suiza, España y Australia.

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 Los años que siguieron a mayo del 68 lo llevó a un trabajo intelectual  considerable, tocando varios campos, desde la economía hasta la política, desde historia a la literatura, por ellos obtuvo el reconocimiento dentro del mundo académico. En 1972 fue nombrado profesor de economía en la Universidad Libre de Berlín, donde acababa de obtener su doctorado y donde había enseñado durante dos años como profesor. En 1978, fue elegido por la Facultad de Ciencias Económicas y Políticas de la Universidad de Cambridge, en Gran Bretaña, para dar la prestigiosa conferencia inaugural del año. En 1982, finalmente fue nombrado profesor titular de ciencias políticas en la Universidad Libre de Bruselas.

Durante los años setenta y ochenta, Ernest Mandel llevó a cabo una impresionante actividad intelectual, escribiendo trabajos de divulgación para el uso de una nueva generación de investigadores marxistas y militantes revolucionarios entre ellos;  una síntesis del pensamiento de Trotsky y un folleto sobre El lugar del marxismo en la historia. Comenzó a publicar varias obras en las que recopiló sus escritos sobre la historia del siglo XX, como El fascismo y El significado de la Segunda Guerra Mundial, un trabajo innovador e inteligente, sobre las premisas materiales, sociales e ideológicas de la guerra y el genocidio nazi,  en el que intentó aprehender la complejidad de lo que interpretó como cinco guerras en una. Elaboró ensayos sobre diversos problemas relacionados con la historia del movimiento obrero (consejos obreros, intelectuales y lucha de clases, la teoría de la autoemancipación del proletariado en Marx, la crítica de la socialdemocracia alemana por Rosa Luxemburgo, la concepción de la organización revolucionaria en Lenin, los detalles del maoísmo y la revolución china, la relación del marxismo con la ecología, etc.).

Al mismo tiempo, intervino con notable vigor polémico tanto en las controversias internas de la izquierda internacional como en los grandes debates políticos de la época. Poco después, en 1969, el 9º Congreso de la Cuarta Internacional decidió por resolución mayoritaria, apoyada por Mandel, adoptar una estrategia de lucha armada en América Latina. Hay una forma de hacer política en Mandel, demostrada la importancia del espíritu  democrático en la organización militante, en la construcción de la Internacional, de las organizaciones políticas militantes internacionalistas. Los núcleos volcados hacia la movilización social tan amplia y unitaria como sea posible comprometidos por entero con el proyecto de la revolución socialista; la atención siempre despierta hacia el surgimiento de nuevos procesos de radicalización y la voluntad de convergencia con las organizaciones y corrientes que los encarnaban, desde el guevarismo al sandinismo, pasando por el PT brasileño, la prioridad era la lucha real;  las decepciones y los errores acumulados no cambian la vigencia de este punto de vista.

Dedicó numerosos textos a la definición de la naturaleza social de la URSS, que insistió en caracterizar, tomando a Trotsky como un estado obrero burocráticamente degenerado, contra todos los intentos de verlo como una forma de capitalismo colectivista estatal o burocrático. Sus textos sobre los llamados estados obreros no escapan a un cierto dogmatismo teóricos y políticos. Sin embargo, lo más destacado y discutido fueron sus ensayos críticos sobre el eurocomunismo  y sobre el socialismo de mercado, contra el economista polaco Alec Nove. Además de estos trabajos, realizó un pequeño libro de historia social de la novela policial, del cual propuso una interpretación marxista que revelaba, la influencia de la escuela de Frankfurt. En todos estos escritos, no dejó de reclamar su pertenencia a la tradición del marxismo clásico, incluso ortodoxo, al tiempo que enfatizaba, su carácter abierto y  creador, constantemente listo para cuestionar sus propios paradigmas y renovarse en asociación con las transformaciones de la sociedad y la historia. Esta es la unidad y la fuerza del trabajo de Ernest Mandel, para quien el esfuerzo por interpretar el mundo siempre ha sido inseparable de la lucha por transformarlo. 

El  arribo al poder de Gorbachov en la URSS fue inmediatamente observado por Ernest Mandel como un importante punto de inflexión histórico, interpretó esta crisis como el presagio del fin del dominio burocrático, siendo implacable en su condena a este régimen, mantuvo la esperanza de que resurgiera un nuevo movimiento obrero en el Este que encabezara un proceso transformador. Pero el resultado de este punto de inflexión parecía contradecir sus supuestos más optimistas. La caída de la URSS no condujo a un movimiento de masas antiburocrático; la revolución política deseada por Trotsky. Llegó un complejo y doloroso proceso de transición al capitalismo, gracias a la privatización progresiva de la economía soviética, sin embargo  predijo que esta restauración no sería ni fácil ni rápida; una transformación que se repitió  en todos los países de Europa del Este.  La reunificación capitalista de Alemania, en menos de dos años, destruyó la esperanza de una revolución política con la que había saludado los acontecimientos de 1989.

Algunas de sus obras se encuentran entre las más importantes del marxismo. El Tratado de Economía Marxista, intentó confrontar la economía marxista con el conocimiento histórico y económico acumulado fuera del campo marxista, y demostrar  su relevancia y su capacidad para comprender los problemas actuales. La renovación del pensamiento económico marxista serviría de base para un gran desafío, el de explicar el capitalismo posterior a la Segunda Guerra Mundial, el cual la mayoría de los marxistas creían que estaba experimentando una crisis agonizante. En los años cincuenta y sesenta ocurrió lo contrario, el capitalismo, recurriendo a las políticas keynesianas y permitiendo el desarrollo del llamado estado benefactor parecía haber adquirido un vigor ilimitado logrando superar muchas de sus contradicciones; se dijo que las tesis fundamentales de Marx habían sido rechazadas por la realidad.

En 1972, Ernest Mandel publicó, con el objetivo de revivir la tradición del marxismo clásico, su obra más ambiciosa e importante: El Capitalismo Tardío. Nacido como una tesis doctoral, un intento de explicar la reorganización de la economía capitalista de la posguerra, un análisis documentado de la dinámica y de los límites del boom de posguerra. En aquella época, los principales economistas ortodoxos postulaban que el capitalismo hubiera finalmente superado sus ciclos comerciales y creado las condiciones para su crecimiento constante. En la izquierda, quienes defendían la teoría del capitalismo monopolista de estado afirmaban que se había establecido un sistema capitalista regulado bajo la hegemonía de Estados Unidos, en el que la competencia interimperialista había perdido  importancia. El Capitalismo Tardío, ofreció un análisis muy diferente, a través de una original reelaboración de la teoría de las ondas largas del desarrollo capitalista de Kondratiev, Mandel defendió que el “boom” de posguerra había perdido su impulso y que se habían creado las condiciones para una caída de la tasa de ganancias, la erosión de los salarios reales y la reaparición del desempleo en los países industrializados; las condiciones históricas que habían permitido un nuevo desarrollo de las fuerzas productivas en el marco del capitalismo, el advenimiento de una nueva ola depresiva y su interdependencia con el ciclo político de la lucha de clases. 

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 Analizó las inexorables tendencias estructurales implícitas en el ciclo económico capitalista, pero al mismo tiempo subrayó que las precondiciones para una nueva fase alcista tienen ante todo un carácter político y social. Allí retoma la teoría de las largas ondas en la economía capitalista, la asocia con la “ley marxista de la tendencia decreciente de la tasa de ganancias”, y trata de mostrar que existe una asimetría básica en las “olas largas”. La lógica interna de la economía mundial en sí misma explica el agotamiento de una “onda larga expansiva”, y puede explicar la naturaleza acumulativa de cada “onda larga”, una vez iniciada. Pero la transición de una “larga ola recesiva” a una “expansiva” depende de factores externos y exógenos, especialmente políticos. Este análisis le dio una base no solo para explicar la expansión capitalista posterior a la Segunda Guerra, así como para predecir el agotamiento de esta fase.  Por otro lado, Mandel también pudo afirmar que no habría una reanudación automática del crecimiento; sino que, además de las innovaciones tecnológicas  que aumentarían la productividad y abrirían nuevos mercados, una revitalización del capitalismo también dependería de la imposición de grandes derrotas a los trabajadores, lo que permitiría el aumento de la tasa de plusvalía.

Otra línea fundamental de trabajo de Mandel fue la crítica de los regímenes burocráticos, el análisis del mal llamado “campo socialista” y las cuestiones teóricas involucradas en el proceso de construcción del socialismo. Hubo innumerables artículos en los que Mandel abordaba la historia de la revolución rusa y la URSS, el problema de la burocratización en el movimiento laboral, la relación entre la planificación y el mercado, la posibilidad de una planificación democrática y autogestionada, etc.  El marxismo de Ernest Mandel se forjó en una confrontación continua y persistente con el marxismo vulgar codificado a partir de 1923, por la élite estalinisna. Esta confrontación teórica y práctica se organizó principalmente en torno a la Revolución de Octubre, reivindicando su poder innovador y por qué experimentó la degeneración burocrática. 

Mandel escribió mucho sobre Trotsky, tratando de mostrar la importancia de sus contribuciones al marxismo y al desarrollo de un nuevo proyecto socialista, revolucionario y democrático.  En 1967 publicó su obra más filosófica, La formación del pensamiento económico de Karl Marx, en la que argumentó en contra de los marxistas althusserianos, en su mayoría vinculados a los partidos comunistas, que rechazaron el término alienación como “no científico”, “pre -marxista “. Contrariamente a esta posición, Mandel explicó que el concepto de alienación no desapareció de los escritos económicos posteriores de Marx.

Mandel  arriesgaba mucho en los análisis, en los pronósticos y hasta en la elección de sus temas de trabajo: así pudo escribir una teoría marxista de la burocracia, El poder y el dinero,  en medio de la crisis terminal de la antigua URSS, y sin esperar siquiera a la conclusión del régimen del Gorbachov. En los años noventa a pesar del desencanto, volvería a publicar algunos libros importantes: “El poder y el dinero, una teoría marxista de la burocracia” (1991), un análisis de los orígenes sociales de la burocracia y “Trotsky como alternativa” (1995), los cuales reconocieron la legitimidad de las críticas de Rosa Luxemburgo a los bolcheviques y la deriva sustitucionista de Trotsky en 1920-21. Durante sus últimos años, Mandel postuló que el capitalismo conducía a la destrucción de la humanidad a través de la guerra nuclear o la destrucción ecológica. 

En los ensayos de  Mandel podemos apreciar una sobrevaloración, hasta la mitificación, del papel político de  la clase obrera industrial, un problema más político que teórico, al no comprender a los llamados nuevos movimientos sociales, especialmente, el ecologismo y el feminismo. Sobre todo el papel político autónomo de estos movimientos. Por una parte, porque consideraba posible, e imprescindible, que el movimiento obrero asumiera los objetivos emancipadores de todos los movimientos sociales para poder expresar el interés general de los sectores populares frente al capitalismo; desde este punto de vista, consideraba que  la autonomía de estos era innecesaria, porque podía alejar a los movimientos del conflicto social fundamental, la propiedad de los medios de producción.

Su influencia intelectual y su importancia como mentor e inspirador fueron mucho más allá de la Cuarta Internacional. Tuvo debates sustanciales con muchos representantes de renombre de las teorías económicas burguesa y marxista, con científicos sociales y políticos, así como con representantes de diversas orientaciones políticas.  En esas discusiones y debates, de manera apasionada, decidida y elocuente, nutrió las posiciones de su marxismo revolucionario y humanista contra sus antagonistas de las filas de los partidos laboristas reformistas, pero muy a menudo también contra otros líderes e intelectuales trotskistas. 

Ernest Mandel, pudo combinar las actividades de los militantes y líderes políticos con un cuerpo de trabajo intelectual que cumplía con los criterios académicos para la investigación científica y obligó a respetarlo en los círculos académicos. Fue uno de los que concibió la actividad teórica marxista como un esfuerzo científico y una parte integral de la actividad revolucionaria en el sentido en que la teoría marxista es una guía para la acción. La obra de Mandel en este primer curso del siglo XXI, tan diferente del futuro que orientó sus luchas y sus sueños, sigue viva; se pueden encontrar en ella, a quienes coincidiendo o no con su corriente política, respuestas a los desafíos que enfrenta la lucha por la emancipación.

 Ernest Mandel es un pensador revolucionario vivo, sigue siendo una imprescindible referencia intelectual y militante. Su herencia, es sin duda insuficiente, pero no menos necesaria para deshacer la amalgama entre estalinismo y comunismo. No fue un doctrinario, consideraba que una organización política revolucionaria, especialmente en una época de desconcierto y desesperanza, tenía que basarse en preguntas y respuestas, sometidas al debate y a la crítica. Estaba convencido que una teoría basada científicamente y capaz de comprender la realidad puede ser un arma efectiva para la transformación de la sociedad.

Dejó una obra multifacética, con innovadores contribuciones teóricas para ser utilizadas. Se puede aprender mucho incluso de sus errores, ya que no fueron el resultado del pensamiento burocrático en el que la teoría solo sirve para justificar una práctica existente. En cualquier caso, podemos concluir  que Mandel seguirá siendo un ejemplo para las generaciones futuras, a través de su obstinado rechazo al fatalismo y la resignación. Convencido de la necesidad del socialismo para el progreso de la humanidad, sabía que su triunfo no es inevitable, que la elección es entre socialismo o barbarie. Un revolucionario de otros tiempos y del nuestro, del ayer y del mañana; un marxista abierto y creativo, empecinado en la búsqueda y realización de una alternativa socialista al capitalismo, para la cual habría que partir de las necesidades reales de los oprimidos.

Fernando Coll

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