Del Porteño de Buenos Aires se dicen ciertas cosas y como suele ocurrir, algunas ciertas y otras, no tanto. Ya volveré sobre el asunto.
Osvaldo Pugliese nació prácticamente con el siglo, en Villa Crespo en el seno de una familia de músicos y su padre, ya desde jovencito, lo inducía a que siguiese estudios musicales académicos. Con tal fin, le regaló un piano. Como una demostración palmaria de su rebeldía, abandonó la escuela primera en 1918, empleándose en una Imprenta. Si bien la música la llevaba en la sangre, se inclinó por la guitarra y el bandoneón, instrumentos más cercanos con los comienzos orilleros e inmigratorios del Tango. Así fue como a ambos instrumentos los aprendió de oído. Mientras tanto y atento con el deseo más o menos urgente del inmigrante por echar raíces a una tierra extraña, y como una manera de identificarse, fue a través de los compases incipientes del tango que cada vez más lograba maravillar audiencias desde el amalgamado sonido de cordófonos y aerófonos (guitarras y bandoneones) de procedencia europea.
Los humildes suburbios de Buenos Aires, a donde iban a recalar oleadas de desclasados inmigrantes y nativos, hallaron consuelo a sus hacinadas miserias, gracias a una música y a un ritmo que pronto se metió en sus venas para así hacerlo suyo sin más preámbulos, ni requisitos. Aquí entonces la geografía cultural –en gran medida- en la que Osvaldo Pugliese halló su plena identificación con un mundo musical, en ciernes.
Advertido su padre de las inclinaciones musicales de su joven hijo, lo animó a que tomara clases de piano con el maestro Antonio D´Agostino. Estaba claro que lo que el hombre deseaba para su hijo, era un futuro como destacado concertista. El tango ya circulaba por sus venas y desde el piano, no pasarían muchos años para que Pugliese se revelase como un brillante director de orquesta. Su faceta de compositor, se inició con su creación instrumental: Recuerdo. Logró emplearse como pianista estable en el Café La Chancha. Al lado de otro iniciador de la música ciudadana, Pedro Maffia, y desde el piano, Pugliese completó un sexteto. Fueron años de intenso trabajo y de afianzamiento en una definida vocación musical, tanguera.
En 1939 pudo formar su primera y definitiva orquesta. Eran años durísimos los que el país y el mundo venían sufriendo, ya que la crisis del veintinueve golpeó implacable y duramente a los bolsillos de las clases humildes. El trabajo escaseaba en grado sumo, lo que llevó a Pugliese junto con sus músicos, y muchos otros que también lo siguieron, a sindicalizarse como Músicos Populares. Al mismo tiempo que su afiliación al Partido Comunista, al cual se arrimó llevado por una falta de trabajo y posibilidades de progreso primeramente y como una identificación con sus postulados, le hicieron conocer censuras, falta de trabajo y tiempos de cárcel.

Los años 60 y 70, pródigos en dictaduras militares, lo tuvieron como un crítico beligerante de organismos como SADAIC y de las políticas culturales, bajadas por las cúpulas gobernantes. Hasta que finalmente le llegó el reconocimiento del gran público, poniéndolo a resguardo de cuestionamientos políticos. Así fue como en 1985, se le abrieron las puertas y el escenario mayor del Teatro Colón, dándole un imponente marco a su altísimo arte musical. Digno broche de oro para toda una vida inclaudicable, dedicada a dignificar la actividad de los trabajadores de la música. Murió en Buenos Aires el 25 de julio de 1995.
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Osvaldo Pugliese fue testigo y actor principal -tal vez a su pesar- de como el tango no se situó al margen de los avatares del país. Tal vez por eso y siendo -repito- testigo de luchas estériles y de internas, con sus mezquinos intereses, vio como él, su música, y la de sus colegas de la música ciudadana, veían resignar sus posibilidades de trabajo. Nuevas corrientes musicales como la nueva ola, indiscutiblemente fogoneada desde las altas esferas y como una manera de banalizar el pensamiento popular, hizo que el tango resignara las preferencias mayoritarias.
Poco quedaba de los años de esplendor puestos de manifiesto entre los años 20 y 50. El aporte de grandes poetas, reemplazando a los primitivos letristas, había dado al tango un vuelo creativo como nunca antes. A ello se sumaron las contribuciones de instrumentistas y directores como Troilo, R. Viaggi, D´Agostino y Di Sarli entre otros, la incorporación de talentosas voces como A. Vargas, Fiorentino, F. Ruiz etc. y también que el propio Pugliese tuviese su mejor voz cantante en Jorge Maciel. El tango había llegado a su cenit en las preferencias.
Pero ya transitando la década del 60, todo ese esplendor multitudinario se veía opacado aun en el seno mismo del tango, con nuevas corrientes musicales denominadas música de Buenos Aires.
La expresión tanguera ya no se manifestaba a través de Bailessino, en recitales o conciertos, al mismo tiempo que se dio mecha libre para que las expresiones musicales foráneas irrumpieran intespectivamente y siempre con la solapada anuencia de las esferas culturales, oficiales. Todo ello con una pátina de deprimente mediocridad artística. De modo que este fue el escenario con el cual el tango y sus referentes, tal el caso de O. Pugliese, tuvieron que luchar –como quien rema en grasa de litio- por mantener una vigencia a todas luces, en retirada. Y aquí se pone de manifiesto a un trabajador incansable por luchar contra una política destinada a aplastar todo lo nacional.
Ya estamos bajo los designios de un tal Martínez de Hoz, no hace falta agregar más. Por su parte se sumaba la desidia de un organismo como SADAIC, burocrático e inoperante para con los intereses de los creadores, a la vez que sus jerarcas ostentaban sueldos de pavura:
“…Pero los valores imperantes en Argentina que yo considero más dañinos son, la indiferencia, la violencia y el egoísmo concentrado principalmente en el sector económico más poderoso y en un sector de la clase media, con pretensiones de ascenso. Por ello, los excluidos, son los sobrantes del sistema…”.O.P.
Dichas expresiones de Pugliese vertidas en un reportaje para la revista humor y realizado por la Periodista, Mona Moncalvillo.
Este distorsivo fenómeno, se llevó a cabo en concordancia con políticas culturales destinadas a silenciar, aplastar los sentimientos nacionales y las tradiciones progresistas culturales. Aquí –según Pugliese- siempre estará presente un elitismo retrógrado y extranjerizante, en concordancia con la difusión cómplice de los medios. Y su indomable carácter y convicciones, siempre de manifiesto, para sostener las banderas de la música popular, como una manera de comulgar con los sentimientos del pueblo. La soberanía nacional, también se la defiende con cultura además de, con armas…

Siempre basó su éxito y el de su estilo orquestal en la unidad de trabajo, logrando así la homogenización de criterios artísticos, que lo llevaron a ostentar un “toque” inconfundible y personal.
Sus referentes, puntales de un clasicismo tanguero, fueron: Agustín Bardi, Norberto Firpo, Francisco Canaro, Pedro Maffia, Julio De Caro y Ángel Villoldo. Allí, según Pugliese, está la Biblia del Tango. Luego y como ya mencionáramos, vino la gloriosa época del 40/50. Amante de la Música Clásica, entre sus Pianistas favoritos se cuentan: M. Argerich y A. Rubinstein y entre los compositores más escuchados, se destaca F. Choppín. Con referencia a sus cantores, se llegó a afirmar que Pugliese adoleció de grandes vocalistas, sin embargo basta a escuchar como dijimos a Roberto Maciel cantando Remembranzas y/o, El Adiós para desmentir tal afirmación. A ello es justo sumar las voces de Roberto Chanel, Alberto Morán y Jorge Vidal. Todos ellos fueron un instrumento más dentro del ensamble orquestal. Amante de la buena poesía al servicio del tango, aun cantado por un talentoso jovencito de 16 años, Adrían Guida, y tal vez como una manera de nuevamente atraer a los jóvenes hacia el tango, quienes como ovejas descarriadas chapaleaban ahora en las oscuras aguas de la música extranjera.
Como compositor O. Pugliese sobresalió con creaciones tales como: Recuerdo, Mala Junta, Negracha, La Yumba, La Beba y La Mariposa, tango este del cual ya hablaremos. Por ello y desde su autoridad musical, es que veía al tango dentro de dos facetas definidas: una melódica y otra rítmica, contenida esta última en la faz milonguera. En este punto hay que decir que a Pugliese jamás le interesó ser un concertista del tango y al parecer, desde el piano, el hombre sonreía feliz, viendo a las parejas girando y llenando las pistas de baile a los sones y compás de La Yumba.
* El Toque Pugliese
Si hay un elemento de expresividad al momento de alcanzar un estilo propio en la ejecución musical, éste se manifiesta a través de dos componentes fundamentales: el arreglo y la ejecución. Un tercer elemento, y en su mayoría obligado, es la participación del vocalista, quien se deberá identificar con el “toque” de la orquesta. Aquí se juega la diferencia entre Pugliese y los otros: la capacidad de acelerar o desacelerar el tempo de una pieza a discreción entre el pianista, en este caso, y el cantante; dando como resultado una acertada y original finalidad expresiva. Basta remitirse a La Yumba y La Mariposa como dos ejemplos acabados de dicha técnica, la cual raya entre lo percusivo y lo melódico, consiguiendo un fraseo musical propio que se apoya en los tonos graves del piano, a su vez coronado con un acento de “arrastre” personalísimo. Y ya estamos en presencia -y oído- de los elementos más notorios y sutiles que acabaron por convertir a Pugliese en un estilista del tango.
**La Mariposa
La base rítmica de dicho tango, en la Interpretación de Osvaldo Pugliese, aflora en el piano a través de una marcado “arrastre”, apoyándose en violines y bandoneón en tonos graves, todos ellos, como dijimos, rayanos en sonidos percusivos. Por su parte, la línea melódica se sostiene en dicha tónica. Luego pasa a ocupar la melodía principal la presencia de violines e -interaccionando en pasajes de bandoneón en tonos mayores, aunque suavizando el primero- sus cadencias. Sobreviene un pasaje en tonos menores, siempre alternando su discurso musical entre violines y bandoneones. El piano ahora, y en un intermezzo entre los demás instrumentos, ataca la melodía en tonos mayores poniéndose de manifiesto aquí el magistral toque Pugliese, como acercando un virtuoso límite entre la marcada cadencia de los bandoneones y el, ahora, suave y rotundo fraseo de los violines.
“La mariposa” en el Teatro Colón
Así se va acercando a un final donde el arrastre (rubato) pasa a ser el gran protagonista melódico de La Mariposa versión Pugliese, liderado por su piano que se apoya –siempre en tonos graves- en los violines que adelantan o atrasan el tempo hasta un supremo y permisible límite que admiten los compases del 2×4.
El mismo procedimiento, ahora a toda orquesta, pasa a ocupar su rol protagónico, sosteniendo la melodía principal en marcados acordes de bandoneón. Valga este ejemplo para acercarnos de alguna manera al toque Pugliese, el cual marcó la diferencia más notable y virtuosa con las otras grandes y consagradas orquestas tangueras. Diferencia ésta también presente en tangos cantados -y según las preferencias de quien escribe- muy notablemente en El Adiós, el tango de Maruja Pacheco Huergo y Virgilio San Clemente, en la magistral voz de Jorge Maciel.
Carlos Gardel y el Tango La Mariposa (1923)
En esta versión cantada es otra la situación, por decirlo de alguna manera. Acompañado de guitarras que establecen por si solas las armonizaciones y acompañamientos, a la vez que dan pie a que el Cantor ataque los distintos pasajes, alternados entre tonos mayores y menores. El preludio guitarrístico ya comienza con la melodía principal en tonos mayores, el que finaliza en acordes menores, para dar lugar a la aparición de la voz cantante: “No es que esté arrepentido / de haberte querido tanto…”
“La mariposa” Carlos Gardel 1923
Y aquí es donde Carlos Gardel manifiesta su enorme e inconfundible arte canoro, a través de pasajes alternados en registro de Barítono y/o Tenor. El discurso poético –salvo en pebeta y piba- está escrito en lenguaje culto. Si bien y posteriormente otros cantantes abordaron dicho tango, opino que no alcanzaron la dimensión ni el hondo dramatismo que la poesía exige por sí sola, los cuales quedaron de manifiesto con la presencia de El Mudo.
Dos versiones, personalísimas cada una, que alcanzan las mayores alturas musicales en lo que al tango respecta. Ahora bien y como cierre a esto, que pretende ser una semblanza -a todas luces- desordenada e incompleta sobre un tanguero de culto, decir que ambos, Pugliese y Gardel, fueron alcanzados por una devoción cercana a lo místico.
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Como corolario, solo me queda hacerme esta reflexión a modo de pregunta: ¿Qué hubiera sido de una tercera versión de La Mariposa en la voz de Carlos Gardel y acompañado por la orquesta de Osvaldo Pugliese? A modo de estreno seguramente que hubiese ameritado la apertura de la sala mayor del Teatro Colón y guarda… en función de gala.-
Oscar Augusto Berengan
S.S. de Jujuy 07/2020
*Regularidades expresivas y estilo de ejecución de Osvaldo Pugliese: Fabio Shipres. Universidad Nacional de Villa María. Córdoba.-
**Letra: Celedonio Flores, Música: Pedro Maffia.-
OSCAR AUGUSTO BERENGAN: Escritor y Músico, compositor y ejecutante en guitarra de canciones de raíz nativa. Como investigador de dicha temática y en la Universidad Nacional de Jujuy estuvo varios años a cargo de Patrimonio Musical, dictando allí cursos con puntaje docente sobre dicha temática y el Legado Yupanquiano. Realizó para UNJU, ediciones biblio discográficas: “Música Criolla Tradicional de la Provincia de Jujuy, Rescate y Revalorización”; “La Canción Criolla Argentina, Antecedentes y Evolución” y “Dos Siglos Cantando” / Invitado por la Universidad de Granada, en su Departamento de Ciencias e Historia de la Música, investigó en dicho claustro y en la Junta de Documentación Musical de Andalucía, sobre los llamados “Cantes de Ida y Vuelta” / Ha dictado cursos afines en la Universidad Nacional de Córdoba. También y sobre el tema ha dado múltiples conferencias en distintas provincias y en el extranjero. Al respecto su ensayo “Atahualpa Yupanqui, el Andar y el Camino Poético”, ha tenido varias ediciones, y se ha publicado recientemente su nuevo libro: “Eduardo Mallea y Atahualpa Yupanqui en una Argentina, ¿Imposible?” / Como Poeta ha publicado varios libros y entre otros premios por “Variaciones Para Guitarra en Celo” (Poesía), ha obtenido: Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores y Premio Estímulo a la Producción Literaria de la Secretaría de Cultura de la Nación / En discografía y como compositor e intérprete, ha editado los discos: “Canción de las Madrugadas”, “Cualquier Lugar Provinciano” y “Jujuy y la Canción de sus Poetas”. Continúa ofreciendo recitales didácticos musicales en distintos lugares, destacando la interpretación a dos voces y guitarra de la obra: Romance de la muerte de Juan Lavalle de Ernesto Sábato y Eduardo Falú.