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Acerca de “Estallido: la rebelión de octubre en Ecuador”

A principios de octubre del año pasado, el Ecuador dejó de ser una línea imaginaria dibujada alrededor de nuestro globo, e irradió rebeldía en distintas formas al sur global latinoamericano, incluyendo Haití. La tarea de revisar su proceso se hizo difícil en Chile debido, como sabemos, a la revuelta que tuvo lugar aquí tan solo semanas después, pero también se ha visto dificultada por la actual crisis sanitaria que enfrentamos. Sin embargo, ni la necesidad de resolverla ni la inventiva para hacerlo fue suspendida.

Es así como hace algunos díasfue lanzado virtualmente “Estallido: La Rebelión de Octubre en Ecuador”, libro publicado gracias al esfuerzo mancomunado entre Kapari Comunicación y las editoriales Bajo Tierra (México), El Colectivo (Argentina), La Fogata/Lanzas y Letras (Colombia) Quimantú (Chile) y Zur (Uruguay).La instancia, gestionada por Kapari Comunicación de Ecuador, contó con la moderación de Mariuxi Ávila de (Red de Gestores Culturales Independientes de Guayaquil) y las presentaciones de Hernán Ouviña (militante y educador popular argentino, prologador del libro), Leonidas Iza Salazar (presidente del Movimiento Indígena y Campesino de Cotopaxi y coautor), Andrés Tapia (dirigente de Comunicación de la Confederación de nacionalidades indígenas de la Amazonía y coautor) y Silvia Bonilla (presidenta de la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos).


Creemos que el libro es una excelente contribución para entender no solo lo acontecido en Ecuador, sino que en todo el continente. Esto lo verificaremos a continuación, revisando parte de lo expuesto durante la jornada, centrándonos en ciertos aspectos de nuestro interés y acudiendo al libro en algunos casos. Esto considerando que la transmisión se encuentra disponible[1].

1Herrera Luis. Acto en memoria del dirigente asesinado Inocencio Tucumbi. Recuperado de Estallido: La Rebelión de Octubre en Ecuador.

“La humanidad vive un momento histórico insólito, ideológicamente enrarecido. Si bien existe un despertar de la lucha reivindicativa de las mayorías, también es evidente que vivimos el auge de fuerzas neofascistas. El desenlace es incierto. De ahí que el futuro de nuestros pueblos dependa de la capacidad para aprovechar este particular entramado histórico.”[2]

De igual manera que lo hace en el prólogo, Hernán parte señalando el levantamiento indígena ecuatoriano del Inti Raymi de 1990 como una referencia fundamental, no solo para el estallido ecuatoriano, sino que para toda la militancia latinoamericana que se conforma en aquella década. Dicho hito, junto a la rebelión zapatista de 1994, las guerras del agua de 2000 y del gas en 2003 en Bolivia, así como la constante movilización del pueblo nasa en el Cauca (Colombia) y las comunidades mapuches al sur de Chile y Argentina, por mencionar algunas, constituyen todo un escenario de resistencia indígena patente, en cuyo crisol podemos encontrar algunos elementos en común, tales como lo son la acción directa, el ejercicio de la autodeterminación o la defensa radical de la vida.

Lo anterior se enmarca dentro de lo que Hernán denomina ciclo de impugnación al neoliberalismo en América Latina, y además de anteceder a los gobiernos progresistas y sus “figuras que hicieron del discurso neodesarrollista, el monopolio de la vida política bajo parámetros estatales y el extractivismo como bandera común”[3], se relacionará con estos de distinta manera. Sabido es que, en el caso ecuatoriano, no podemos entender bien el derrotero de sus movilizaciones sin tener presentes a sus organizaciones indígenas[4], como lo es la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), cuya interacción con los sucesivos tres gobiernos de Rafael Correa, pasó de ser relativamente próxima en un principio, a totalmente áspera en el presente, habiendo un extenso prontuario de persecución por parte del ex mandatario al movimiento indígena, línea que su sucesor, Lenin Moreno, mantuvo.

Sobre el correísmo, Hernán sostiene que:“A poco de andar, en paralelo a una exacerbación de la matriz neoextractivista primario-exportadora, que hizo posible la implementación de ciertas políticas redistributivas y/o compensatorias, obras de

infraestructura y una ampliación del consumo que incluyó a vastos sectores urbano-populares, fueron primando dentro de la trama estatal las alianzas espurias, el “toma y daca” propio de la vieja política, las concesiones a —y entrelazamientos con— las empresas transnacionales y élites locales, la corrupción y prebendas como moneda de cambio, la subestimación y hasta el encono represivo sobre quienes no se encuadraban a rajatabla en su proyecto modernizante, y el ninguneo de aquellos sectores que no brindaban un caudal considerable de votos ni ingresos sustanciales de inversiones, horadando de manera cada vez más dramática las bases mismas de sustentabilidad de la llamada Revolución Ciudadana”[5]. Es precisamente aquella matriz neoextractivista la que, como veremos más adelante, se configurará una de las principales razones del estallido.

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Retomando la presentación de Hernán, este señala que, el estallido en Ecuador fue “un cimbronazo y un quiebre en la relación de fuerzas a nivel continental”, pues “la rebelión iniciada los primeros días de octubre allí, operó como fuerza centrífuga e irradió su potencialidad hacia otras latitudes de Nuestra América e incluso del Sur global. Menos de una semana después de culminada la insurrección popular en Quito, Santiago de Chile era sacudida por una protesta inusitada, cuyos repertorios de acción, desacato y formas de beligerancia reenviaban a las vividas en el territorio andino. Luego le sucederían las jornadas de desobediencia en Colombia, con una similar huelga política caracterizada por el desborde en las calles. En todos estos casos (a los que deberíamos sumar a la siempre precursora y ninguneada Haití), quienes entraron en escena no fueron tanto movimientos populares como pueblos en movimiento, donde el liderazgo colectivo resultó ser la regla y proceso subterráneo e irrupción en el espacio público se dieron la mano para provocar estassublevaciones (énfasis del autor)”[6].

La concepción de pueblos de movimientos es también ampliamente usada por otros autores como Raúl Zibechi, quien en algunos casos la contrapone a la de movimientos sociales, cuya conceptualización se corresponde con EE.UU. o Europa, se enmarca en la década de 1960 y su experiencia se ancla comúnmente en demandas a los Estados. En el caso latinoamericano, en cambio, “existen muchos movimientos sociales pero, junto a ellos, superpuestos, entrelazados y combinados de formas complejas, tenemos sociedades otras que se mueven no solo para reclamar o hacer valer sus derechos ante el Estado, sino que construyen realidades distintas a las hegemónicas (ancladas en relaciones sociales heterogéneas frente a la homogeneidad sistémica), que abarcan todos los aspectos de la vida, desde la sobrevivencia hasta la educación y la salud. Esto ha sido posible porque los pueblos organizados han recuperado tierras y espacios y en ellos se han territorializado, que es una de las principales diferencias respecto a lo que sucede en otras partes del mundo y de modo muy particular en el Norte”[7].

2 Naranjo, Axel. “Jóvenes con escudo de madera se dirigen a la primera línea de combate en Quito”. Recuperado de Estallido: La Rebelión de Octubre en Ecuador.

Para Andrés Tapia, si bien figuran como autores él y Leonidas (a quienes cabe sumar a Andrés Madrid), el libro es más bien producto de una creación colectiva que incluye diversas voces de lo que fue la movilización popular, respondiendo además a una lógica orgánica —de forma similar a Nosotros somos la coordinadora[8], a través de una revisión concienzuda y prolijacon cerca de 300 referencias bibliográficas y hemerográficas sobre el estallido: textos de autor, entrevistas, artículos, encuestas, informes y producciones audiovisuales, de diversos medios de comunicación, instituciones y organizaciones de todo el espectro político.Asimismo, y como Leonidas subrayará después, el libro es objetivo pero no goza de neutralidad, sino que se posiciona desde la identidad de clase, el campo popular y la su pertenencia cultural allí presente.

Sobre la metodología usada para ordenar el contenido, se trabajó en base atres interrogantes fundamentales sobre el estallidocada una de las cuales conforma un capítulo. Primero, cuál fue el contexto o caldo de cultivo que llevó al estallido en “INMINENCIA. Antecedentes, acumulado y ruptura”. Luego, qué pasó, en “ESTREMECIMIENTO. Voluntad, dificultad y antagonismo”y por último, responde que nos deja octubre en “INFLUJO. Aprendizajes, disputas y perspectivas”, con un epílogo que concatena todo lo anterior con la lucha actual en tiempos de pandemia.

Por otro lado, el libro también presenta un rico trabajo visual, compuesto por alrededor de 45 fotografías autorales y de colectivos audiovisuales, que recogenla lucha callejera, retratando los hechos de una manera toda una manera sensitiva, emotiva e histórica, en definitiva;toda una “corresponsalía de lucha”, remarca Andrés.

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Leonidas por su parte,da cuenta deque,por esta misma fecha, el año pasado, fallece su madre, que reconoce,fue quien le enseñó a luchar,como tantas otras lo hacen.

Enfatiza que el levantamiento de octubre no fue puramente espontáneo, como se ha pretendido asegurar. Si bien el decreto 883, que denomina “la punta de lanza del FMI”fue determinante, pues, como podemos constatar, hubo al menos una treintena de luchas organizadas[9] en todo el territorio ecuatoriano el 2019, previo a octubre y que como queda minuciosamente demostrado en el libro, obedecen en gran medida a una crisis económica que comienza a gestarse en 2014, con la caída del precio del petróleo.

Para paliar la crisis del crudo, a comienzos del 2019 el gobierno de Lenin Moreno firmó una carta de intención[10]con el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el objetivo de incrementar el precio de los combustibles, reemplazar el impuesto a la renta por un aumento en el IVA, la precarización del trabajo, la reducción de la inversión pública y la privatización de empresas estatales. Siendo el primer aspecto el más sensible, el estallido tuvo lugar el mismo día en que se hizo efectivo el decreto 883, que eliminó el subsidio a la gasolina.

Leonidas igualmente destaca el aporte fundamental del movimiento indígena en el Ecuador, más allá de la CONAIE, que no siendo la única que hizo un llamado a la movilización, fue la organización que más convocó y se mantuvo en las calles. Al preguntarse dónde radica la fuerza del movimiento, rememora que, para comienzos de la década de los noventa, la presencia del Estado era nula en las comunidades indígenas, cuya organización autónoma se vio severamente debilitada tras tres décadas de programas asistencialistas.Dicho período también significó una diversificación del trabajo, produciéndose con ello el crecimiento de una burguesía indígena ligada al comercio, ya no solo a la agricultura como antaño, cuestión importante a la hora de entender la subjetividad de la movilización de octubre, que no resolvió si la unidad debía fundamentarse sobre la diversidad cultural o si en cambio, debía hacerlo sobre la relativamente reciente diversidad de clase.

También hace hincapié en que la crisis del capitalismo es estructural, no es una crisis fiscal como se quiso hacer creer. Compete a la integralidad del modelo neoliberal, no solo en el Ecuador, sino que a nivel global.  Dicho de otro modo, la crisis civilizatoria capitalista no será resuelta mientras no se supere la propiedad privada de los medios de producción —sea en los gobiernos keynesianos, heterodoxos y estatistas que propuso el progresismo o en los gobiernos neoliberales, desregulador y dependiente del flujo de los capitales internacionales—, se acabe con la hegemonía que los bloques dominantes ejercen a través de la cultura y los aparatos ideológicos (no solo presentes en los medios de comunicación) y por supuesto, no se supriman los aparatos represivos y militares que auxilian a las otras partes ya mencionadas.

3 López, Hamilton. Recuperado de Estallido: La Rebelión de Octubre en Ecuador.

Para Silvia Bonella, abogada feminista, el libro no es solo una contribución teórica, sino que fundamentalmenteun ejercicio de memoria colectiva y de reparación inclusive, ante todo la violencia estructural acumulada y extremada en octubre.Pues atrás de la normatividad legal, los decretos, de los esfuerzos por mantener un estado de excepción permanente, se encuentran las casi 800 mujeres asesinadas por razones de género desde el 2014 hasta la fecha, los más de 3500 funcionarios que fueron obligados a renunciar y se quedaron en el desempleo y los millones de hectáreas concesionadas a la minería a gran escala. Y detrás de cada acuerdo ministerial, normativa aprobada, hay personas, historias de vulneraciones de derechos humanos.

Si algo nos trajo octubre, no fue solo la represión, criminalización y hostigamiento, sino que además su respuesta: una confluencia popular que hizo frente antetodas estas violencias, construyendofrentesen la organización social y la defensa de los derechos humanos.Esto frente a un desproporcionado uso de la fuerza. Ya no solamente se trató del decreto 883, que debió ser derogado por la movilización popular, sino del 884 —que estableció un estado de excepción mantenido hasta el presente—, como también los once días de “arranque” de la rebelión en donde el Estado mantuvo una negativa absoluta al diálogo, o el hecho de que desde el 3 de octubre se hayan realizado más de 100 detenciones diarias, ilegítimas en la mayoría de los casos. Inclusive el 8 de octubre, dictaminado el toque de queda, son detenidas ilegalmente por la policía 72 personas que protestaban en la Asamblea Nacional, que las mantuvo incomunicadas de sus familiares por casi un día[11]

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Para reflejar cómo el Estado se convirtió en el garante del terror, Silvia cita al ministro de Defensa de Ecuador, Oswaldo Jarrín, quien durante una entrevista que ofrece el 7 de octubre, en donde además de catalogar la protesta comoactos criminales o de terrorismo, aseguró que esa sería repelida con armas letales en caso de ser necesario, y aseveró: “No olviden que nuestra Fuerza Armada, orgullosamente, tiene experiencia de guerra”[12].

Con todo, la represión desmesuradaimplicó todo un aprendizaje parael pueblo ecuatoriano, así como tareas para el movimiento social en el presente. Para cerrar, Silvia recoge dos artículos históricos en materia de derechos humanos del Estado moderno. En primer lugar, el artículo 35 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano[13], que señala: “Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es, para el pueblo y para cada una de sus porciones, el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes”.Cuestión más que ratificada en elpreámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, en donde se plantea que, “Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad; y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias” y “Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”[14].

Lo anterior está presente también en el propio artículo 98 de la constitución vigente en Ecuador, que declara que “Los individuos y los colectivos podrán ejercer el derecho a la resistencia frente a acciones u omisiones del poder público o de las personas naturales o jurídicas no estatales que vulneren o puedan vulnerar sus derechos constitucionales, y demandar el reconocimiento de nuevos derechos”.

Se trate de la insurrección, la rebelión o de la resistencia, lo anterior concierne a un posicionamiento desde y en defensa de los derechos humanos. No se puede hablar de una defensa absoluta de los derechos humanos, sobre los cuales se asientan absolutamente todos los demás, y que paradójicamente, hoy por hoy, se consideran como delitos por los Estados. Quienes defienden los derechos humanos de forma cotidiana, tienen presente que hay principios éticos, no solo jurídicos, sobre los cuales se asientan los derechos constitucionales, humanos y de la naturaleza, a por defender en los momentos insurreccionales, cuando el Estado no está presente o cuando es el primer vulnerador de los derechos.

4Herrera, Luis. “Llegada de una familia kichwa panzaleo desde la Provincia de Cotopaxi para la Toma de Quito”. Recuperado de Estallido: La Rebelión de Octubre en Ecuador.

Por Ignacio Andrés

América Latina desde Abajo

San Bernardo, 11 de septiembre de 2020


[1]La transmisión del lanzamiento realizado el jueves 27 de agosto a través del fan page de Kapari Comunicación puede verse aquí:https://www.facebook.com/watch/?v=231611488175756&extid=BOhSS2F25EPqAIh2

[2]Estallido: La Rebelión de Octubre en Ecuador (2020).

[3]Ibídem.

[4]Aunque la CONAI quizás sea la más reconocida de las organizaciones indígenas de Ecuador, está lejos de ser a única. Junto a ésta se encuentran el ECUARUARI (Ecuador

RunacunapakRikcharimui, El Despertar de los Indígenas Ecuatorianos), CONFENIAE

(Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana) y CONAICE

(Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Costa Ecuatoriana), por mencionar solo algunas.

[5]Ouviña Hernán. Estallido: La Rebelión de Octubre en Ecuador (2020)

[6]Ibídem.

[7]Raúl Zibechi, El “mundo otro” en movimiento. Movimientos sociales en América Latina. Editorial Quimantú, 2018.

[8]Ambos libros coinciden en el tratamiento colectivo, testimonial y el apoyo en diversas fuentes, pero también en la potencialidad de las vivencias populares revisadas.Es cuestión de tomar las palabras de Raquel Gutiérrez (coautora del libro), quien señala “Cuando nos organizamos dentro de la Coordinadora y recuperamos, aquel 2000 y durante los siguientes años… la capacidad de intervenir directamente en los asuntos públicos que a todos competen, nosotros inauguramos un nuevo sentido de politización posible… comenzamos entonces, con nuestras acciones y esfuerzos a dar un nuevo sentido al devaluado término “política”: la política, por aquel entonces, dejó de ser “el modo cómo unos cuantos gobiernan al conjunto” —y la discusión sobre si lo hacen mal o bien está en un segundo nivel—; para comenzar a ser “el arte de autorregular”. Extraído de Nosotros somos la coordinadora. Crónicas tras la Guerra del Agua en Bolivia, 1999-2006 de Editorial Quimantú: http://www.quimantu.cl/libro/nosotros-somos-la-coordinadora/

[9]https://contrahegemoniaweb.com.ar/2020/01/14/ecuador-ensenanzas-y-desafios-el-2019-y-el-2020-a-la-luz-de-octubre/

[10]Una carta de intención expresa la voluntad del país que lo suscribe en cumplir ciertas metas de política económica durante el período en cuestión.

[11]https://www.inredh.org/index.php/noticias-inredh/actualidad/1216-libertad-para-72-personas-detenidas-en-las-protestas-sociales

[12]https://www.jornada.com.mx/ultimas/mundo/2019/10/13/ordena-lenin-uso-de-fuerza-letal-y-toque-de-queda-en-ecuador-1995.html

[13]http://www.historiacontemporanea.com/pages/bloque1/la-revolucion-francesa/documentos_historicos/declaracion-de-los-derechos-del-hombre-y-del-ciudadano-24-junio-1793

[14]https://www.ohchr.org/EN/UDHR/Documents/UDHR_Translations/spn.pdf

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