Acerca de Guernica: expropiación, mentiras y resistencias

Un helicóptero policial sobrevuela a primeras horas de la madrugada a poca distancia centenares de carpas, armadas con bolsas de basura, cartones, chapas y maderas. Con un reflector ilumina los rostros asustados de mujeres, hombres, niños y niñas que se despiertan sobresaltados. La escena se repite casi todos los días en la última semana. No transcurre en la Palestina ocupada por las fuerzas israelíes o en alguna geografía ignota, como a muchas cabezas “bienpensantes” les gustaría imaginar. Ocurre a tan sólo 40 kilómetros del centro de la ciudad de Buenos Aires, en una Guernica que en los últimos meses ocupa las redes sociales y los espacios de comunicación. Se ha vuelto un emergente de la conflictividad social y la más reconocida de lo que en realidad han sido una gran cantidad de tomas a lo largo y ancho del país, aunque con una fuerza marcada en el AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires).

Se ha escrito y hablado mucho sobre las tomas en general y sobre Guernica en particular. La mayoría de esas visiones se han preocupado por demonizar las tomas de tierras y pedir a gritos una represión ejemplificadora en nombre de la protección a la propiedad privada. Desde espacios que se reivindican progresistas se reconoce la existencia de una necesidad social, pero inmediatamente se afirma que se ha deslegitimado el reclamo por el accionar de organizaciones de izquierda que se muestran intransigentes y se niegan a abandonar el predio, generando violencia y llevando al sacrificio innecesario a los vecinos. Es el paso previo para justificar un desalojo violento bajo el antiguo y macartista discurso de” los infiltrados”.

A contramano de estas miradas un arco diverso de organizaciones territoriales, de derechos humanos, políticas y sindicales busca poner en evidencia las necesidades sociales urgentes de les protagonistas de las tomas e intenta sostener su solidaridad para impedir el peor de los desenlaces.

No sabemos qué sucederá en estos días –decisivos–, pero sí es imprescindible denunciar una vez más el entramado de poder que sostiene el desalojo, evidenciar la enorme hipocresía de ciertos discursos y acciones, y por sobre todo, rescatar un proceso de organización, lucha y rebeldía que pone en evidencia la existencia de una subjetividad que se niega a repetir una y otra vez un destino de marginación y opresión.

Las tomas: la contracara de un proceso de expropiación

No descubrimos demasiado si enunciamos que cuando hablamos de territorio y de disputa por la tierra no nos referimos exclusivamente a lo geográfico, a lo espacial. Es fundamentalmente un espacio de disputa, de conflicto cotidiano entre subjetividades en pugna; disputa agudizada por la exacerbación de los procesos de expropiación que incentiva el capital. El territorio es un espacio de constitución, reproducción y articulación de relaciones sociales en lucha permanente.

Las tomas son una de las posibles respuestas de resistencia a los largos procesos de gentrificación de las grandes ciudades, con la expulsión de las clases populares y la valorización de determinadas zonas por el capital vía megaemprendimientos inmobiliarios. Lo que ocurre hoy es parte de un proceso donde esa lógica de valorización y expropiación se ha trasladado a la totalidad de los espacios urbanos, de allí que se multipliquen los barrios cerrados que crecen exponencialmente.

Mercado Libre Inmuebles informa que la demanda de lotes en countries creció un 377% sólo durante este año. La mayor cantidad de consultas se ubicó en lotes de entre 20 mil y 50 mil dólares, lo que habla de una franja de ahorristas medios y no sólo de los más connotados miembros de la clase dominante. Según la Agencia de Recaudación de la Provincia de Buenos Aires (ARBA) hay alrededor de 100 mil habitantes en esos barrios, aunque otras fuentes indican muchos más. Según otra fuente insospechada de todo pensamiento de izquierda como Infobae, esos barrios ocupan hoy un equivalente a la superficie de tres ciudades de Buenos Aires, en tanto se calcula que el déficit habitacional de las clases populares –en las apreciaciones más modestas– afecta tan sólo en la Provincia de Buenos Aires a alrededor de un

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1.240.000 familias. Esas cifras de déficit las ofreció el Subsecretario de Hábitat de la comunidad de la Provincia de Buenos Aires, Rubén Pascolini, uno de los que –junto al “cuervo” Larroque– más se han esforzado por desmantelar y criticar las tomas.

Tres ciudades de Buenos Aires para algo más de 100 mil personas. Palo –y alguna zanahoria– para quienes se pliegan a las tomas porque no pueden ya pagar hoteles, pensiones y casitas humildes o viven hacinados con sus padres.

Desde ya, esta situación lleva décadas; pero si alguien cree que esto está en vías de solución es por lo menos muy iluso. Cualquier visita rápida a páginas que ofrecen lotes en countries de la zona de Guernica descubre su multiplicación en los últimos años. La brutal presión desde el inicio de la ocupación, por parte de la intendente de la ciudad Blanca Cantero, para que se desaloje a sangre y fuego la toma se relaciona con los negociados que les posibilita a los poderes locales este proceso de gentrificación y despojo a gran escala.

(Para quienes quieran saber más sobre el duhaldismo duro que maneja Guernica y su relación con la masacre de Avellaneda, invitamos a leer la profunda investigación de Leandro Volonté en Contrahegemonía.) Esto explica en gran medida la reacción en bloque de la mayoría de los intendentes del PJ del conurbano bonaerense en contra de las tomas.

Cuando se escarba entre quienes dicen ser supuestos dueños de los terrenos ocupados (sin que hayan presentado hasta la fecha un solo papel en sede judicial que lo compruebe) aparecen sociedades que manejan countries en la zona. Uno de sus propietarios es un connotado miembro de la Sociedad Rural de Tucumán. Tampoco es sorprendente. El agronegocio se recicla tejiendo sólidos vínculos con el sistema financiero y se vuelca sobre las ciudades siendo propulsor –y beneficiario– de la irracionalidad urbana y especulación desenfrenada que estamos describiendo. Quienes se horrorizan de las tomas de los/as de abajo, festejan u omiten mirar el desenfrenado saqueo del territorio de los de arriba.

Las causas estructurales de las tomas se encuentran en ese acelerado proceso de mercantilización de la vida y desposesión; en la ausencia total de políticas habitacionales de largo plazo y que involucren a la sociedad civil; en las migraciones internas que se vuelcan sobre el AMBA por la ausencia de trabajo en otras provincias pero también porque el modelo de agronegocio con su producción a escala, cada vez menor utilización de mano de obra en el campo y envenenamiento con agrotóxicos o arrasadores incendios, desplaza cotidianamente a miles hacía los grandes centros urbanos. Todo ese coctel explosivo es agravado por la crisis económica previa que profundizó la pandemia. Suceda lo que suceda con Guernica y el resto de las tomas volverán a repetirse nuevamente sí no hay modificaciones reales en los factores que las provocan.

Sociabilidad popular y procesos de resistencia

Durante la última dictadura militar tuvo lugar un proceso acentuado de expulsión de amplias franjas de las clases populares de la ciudad de Buenos Aires, que era complementario de la precarización y fragmentación de la clase obrera industrial qué sólo fue posible por medio del terrorismo de Estado. A principios de los 80’, se llevaron a cabo enormes tomas de tierras en distintos lugares del AMBA que constituyeron una forma de resistencia desde abajo. Esas tomas contaron, en varios casos, con el apoyo de las comunidades eclesiales de base de la iglesia católica, sobre todo en las llevadas adelante en los partidos de Quilmes y de la Matanza. Los discursos cínicos, en su versión neofascista o pseudoprogre, omiten que una enorme cantidad de barrios populares hoy relativamente urbanizados, sólo fueron posibles mediante las tomas de tierras. En el ciclo de protestas de 1996 al 2002, cuyo epicentro tuvo lugar en el 2001, estos procesos de organización y reconstrucción de la sociabilidad y subjetividad de las clases populares conectaron con los movimientos piqueteros. Esos espacios introdujeron un nuevo repertorio de lucha frente al desastre neoliberal del menemismo y el delarruismo.

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En las luchas de hoy, en las tomas en general y en Guernica en particular, las formas de organización tienen un trasfondo que emerge con claridad para cualquier mirada atenta. La enorme mayoría de quienes las protagonizan son mujeres y jóvenes que no superan los 30 años. Algunes de elles participan en la actualidad en movimientos territoriales. Otres cuando eran niñes asistían junto a sus madres a las asambleas de los movimientos. Hay una serie de saberes, de repertorios de confrontación, de lógicas de sociabilidad y resistencia que se entrelazan –como hilos invisibles de continuidad de la historia de las clases populares– y afloran con toda su intensidad en momentos de alza de la conflictividad. Sólo una mirada de largo plazo puede dar cuenta de los complejos caminos que entrelazan las resistencias.

Quienes sólo conciben la política como forma de construcción realizada desde arriba o desprecian los saberes populares, descreen de esos procesos. No los entienden. Los atribuyen siempre a actores externos.

En Guernica –como relata una de las voceras, Mariana, en su entrevista– se pueden ver delegados por manzana, asambleas en cada uno de los 4 sectores en los que se estructuró la toma, asambleas de delegados y voceras/os del conjunto de la toma. Los loteos del terreno cuidando que sean para cada familia y que nadie se apropie más de lo acordado, los trazados ordenados y sin basura, la preocupación porque las donaciones no sean en provecho individual, la pugna para que el rol de delegado no otorgue más poder y acceso “privilegiado” a recursos de sobrevivencia no son invento de “organizaciones radicalizadas”. Estas pueden aportar, potenciar esas prácticas –como intentan organizaciones como el FPDS-CN de Guernica, el MULCS o el FOL– o por el contrario actuar como traba y fuente de reproducción de lógicas verticales y punteriles. Si esas formas se desarrollaron, si se pudieron esbozar en un ecosistema profundamente hostil en todo sentido, se debe a que conectan con tejidos de reconstrucción de la subjetividad de las clases populares amasados en largos procesos de resistencia.

No se trata de idealizar nada. Todos los días hay una disputa cotidiana contra las lógicas de individualismo, violencia y apropiación particular de bienes que deben ser colectivos. Sin embargo, en ese camino, en esa sociabilidad que emerge como una flor en medio de la maleza, está una de las enseñanzas que es necesario atesorar suceda lo que suceda con todas las tomas y con Guernica en particular. Como marca de época, no es casual que la mayoría de delegados sean mujeres o que tres de los cuatro voceros lo sean. Tampoco que aparezca rápidamente un espacio de género en tensión y pugna con las lógicas patriarcales, y que incluso se repudien las acciones de violencia de algún delegado elegido por los propios vecinos.

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La diferencia con la cotidianeidad que nos rodea es que esas situaciones se llevan, discuten y problematizan en espacios colectivos y no quedan confinadas a la esfera de “lo privado”. Tienen aún más valor cuando vemos que se intentan sostener en medio de aprietes policiales y constante demonización mediática y social. Subsisten ante la falta total de agua en plena pandemia que las autoridades nunca llevaron a la toma, pese a la presencia de decenas de niñas/os. Intentan tozudamente constituirse en práctica colectiva en medio de necesidades extremas. Es el saldo que hay que atesorar independientemente de la coyuntura y lo más valioso. Un nuevo ejemplo de dignidad de les de abajo.

Hipocresía y significados de Guernica

Por estas horas, se insiste desde la gobernación de la Provincia de Buenos Aires en que centenares de familias han abandonado el predio y que sólo resisten las más intransigentes manipuladas por organizaciones de izquierda. Esto no es así. Los ofrecimientos de plata para alquilar si se retiran de la toma –incluso electrodomésticos- o los intentos de traslado a un supuesto campamento para 150 familias en el primer caso sólo convencieron a un grupo minoritario de vecines y en el segundo, fue entendida por les vecines como una promesa vacía para dividir sin ninguna certeza concreta de implementación. Esas han sido las “soluciones” que ofrecen las autoridades que desde el Jueves 8 abandonaron la mesa de diálogo que se había sostenido hasta ese momento. Mientras escribimos estas líneas los funcionarios acercaron una nueva oferta para ubicar a un grupo de familias en un predio y el resto trasladarlos –temporalmente dicen las autoridades- en distintos espacios hasta su reubicación definitiva. Serán las asambleas las que evaluaran, como otras veces, cuanto de esto es maniobra de desgaste y cuanto es conquista real producto de la lucha.

Independientemente de la resolución final no deja de sorprendernos la actitud acrítica y servil de cierto progresismo. Quienes repudiamos la actitud del gobierno de participar en la condena de Venezuela apadrinada por EEUU y la derecha regional más rancia, no podemos entender porqué no indigna en la misma medida a sectores de ese progresismo –con honrosas excepciones– lo que sucede en estos días en Guernica y en otras tomas. El 99% de quienes son hoy desalojados, amenazados y apaleados –mientras los focos se instalan sobre Guernica la bonaerense comandada por Sergio Berni desalojo a los palazos dos tomas más pequeñas en La Plata y en La Matanza– son votantes del Frente de Todos que apoyaron las candidaturas de Alberto Fernández y Axel Kicillof, hartos de las políticas del macrismo.

Quienes lideraron la toma elaboraron un proyecto de barrio con la ayuda de profesionales de organizaciones populares. En ningún momento se mostraron intransigentes acerca de mantenerse en esas tierras sino que pidieron una solución real –tierra x tierra– a sus demandas. Contra lo que dice el discurso meritocrático en boga también estaban dispuestos a pagar de forma razonable su acceso a la tierra. Hay múltiples experiencias de autoconstrucción de vivienda de las que apropiarse si se buscan soluciones genuinas al déficit habitacional, y desde los movimientos territoriales formas de cuestionar en lo más profundo los procesos de valorización del capital. Invitamos a leer, en ese sentido, el artículo de Mariana Relli publicado en Contrahegemonía.

El impacto social de Guernica, como puede verse en las entrevistas que realizamos, guarda estrecha relación con que puso de manifiesto demandas populares en un contexto donde la única que se movilizaba y ocupaba las calles era la derecha más recalcitrante. Guernica se constituyó en la representación simbólica de decenas de tomas. Cuando se reconstruya el día de mañana la historia de la conflictividad en el marco de la pandemia, aparecerán las movilizaciones con el pedido de justicia por la desaparición forzada seguida de muerte de Facundo Castro –que hoy se pretende ocultar bajo la figura de suicidio o accidente– y el proceso de tomas a lo largo del país. Verdaderos jalones a contramano de una iniciativa política en manos de un espacio que reproduce subjetividades neofascistas.

Desalojar esas tomas no parece la mejor manera de enfrentar esta ofensiva, sino de adaptarse –una vez más- a ella. Desde nuestro humilde lugar, junto a un arco pleno de diversidad política y social que acompaña la lucha, preferimos recordar dos frases de figuras emblemáticas. Queremos endurecernos, frente a tanta injusticia e impunidad, sin perder la ternura jamás y recordar que donde existe una necesidad, nace un derecho. Quienes mantengamos aún la capacidad de indignarnos hasta lo más profundo por el destino de los miles y miles que se encuentran en las tomas y reivindicar sus formas de sociabilidad y lucha, intentamos de alguna forma no olvidarnos de esos apotegmas pero, sobre todo, no traicionarnos a nosotres mismos.

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