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Salarios vs inflación: algunas reflexiones sobre la caída del poder adquisitivo, el crecimiento de la pobreza y las políticas oficiales

Seguramente no hay país en el mundo con los niveles de inflación de la Argentina. Son niveles variables pero siempre altos. Se trata de un problema que lleva décadas, una particularidad de nuestro capitalismo dependiente. Quienes lo padecemos somos principalmente lxs trabajadorxs: en actividad y jubiladxs.

En la gran mayoría de los países, la inflación es muy baja y eso hace que los salarios mantengan, de base, su poder adquisitivo. Si alguna franja consigue un aumento eso significa una mejora real en el ingreso.

Acá, en cambio, cada año debemos poner energía, reclamo, lucha, para recuperar lo que nos robó la inflación. Y en muchos casos perdemos. La rebaja salarial prohibida por ley se impone cada vez que los salarios pierden la carrera con los precios.

La crisis económica que la lleva varios años y la pandemia que nos afecta desde marzo se combinan para que los salarios reales sigan en un duro tobogán.  Durante los cuatro años de gestión de Mauricio Macri los salarios sufrieron una caída promedio del 20%; algo menor en el sector privado y un poco mayor en el sector público. Las estimaciones para este año, que está terminando con un pico inflacionario importante, hablan de una nueva caída cercana al 6%. Se trata de una fenomenal transferencia de ingresos de los sectores del trabajo al capital; es una expresión clara de políticas de ajuste eficaces en su apuesta a descargar la crisis sobre los sectores populares. Hay que retroceder 20 años y llegar al trienio 2000/2002 para encontrar una caída tan fuerte.

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A la pérdida del poder adquisitivo debemos sumarle el retroceso en las condiciones laborales y un fuerte crecimiento de la desocupación que ronda ya el 15%… y también volvemos dos décadas atrás.

Es innegable que la crisis heredada y la pandemia condicionaron fuertemente al actual gobierno. Pero también resulta evidente la falta de iniciativas oficiales para cambiar la tendencia impuesta en los años anteriores y defender el salario.

La obvia consecuencia  de la caída del empleo, los salarios y las jubilaciones es el fuerte crecimiento de la pobreza que según el último informe de la UCA supera el 40% y sigue en alza.

En este dramático panorama y luego de soportar una dura embestida por una megadevaluaciòn,  el gobierno eligió enfrentar la crisis con las recetas clásicas del ajuste fiscal a tono con las exigencias del FMI y de los grupos más concentrados de la economía.

A pesar de los pesares diciembre parece transcurrir sin amenazas de grandes conflictos. Una “paz” extraña para la dinámica social de nuestro país. “Paz” asentada seguramente en los efectos de la cuarentena y en la apabullante pasividad de las conducciones sindicales y de los movimientos sociales subordinadas al gobierno de Fernández-Fernández.

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